miércoles, 3 de noviembre de 2010

Proyecto Estratégico de la UBA Plan FENIX

NÉSTOR KIRCHNER – In memoriam


Néstor Kirchner asumió la presidencia de la Argentina en circunstancias políticas,
sociales y económicas críticas y de gran complejidad. El país comenzaba a dejar atrás
trabajosamente un episodio de contracción económica de  dimensiones inéditas,
estaba  en cesación de pagos y  mostraba índices de  desempleo y pobreza  sin
precedentes.

Como  fruto de una década de vigencia de la convertibilidad y de sometimiento a las
reglas del Consenso de Washington, con  sus letales efectos sobre el desempeño
económico y el tejido social, la  dirigencia política  enfrentó un profundo descrédito y
carencia de liderazgos hábiles y legitimados. Las elecciones de 2003 evidenciaron una
de sus consecuencias, una  inédita fragmentación política y la severísima crisis de los
partidos políticos.

Los siete años transcurridos desde entonces fueron testigos  de una indudable
recomposición. La economía pudo ser encaminada en una trayectoria expansiva que
le permitió recuperar el terreno perdido muy rápidamente y retomar luego la senda de
un crecimiento que no se conocía desde hace décadas.

Un hito significativo fue la renegociación de la deuda pública, alejándola como variable
de ajuste que mantenía a nuestra economía dependiente de los grandes intereses
internacionales, a la vez que se implementaron medidas que mejoraron la distribución
de los ingresos a través del empleo productivo, la virtual universalización del beneficio ubilatorio, la asignación universal a los menores y la negociación salarial en paritarias.
Se fue recuperando el prestigio de la clase política, lo que le permite hoy día plantear
alternativas creíbles para la sociedad.

Cuánto de este progreso resulta  imputable a la presidencia de Néstor Kirchner es y
será motivo de debate, porque este período no representa una excepcionalidad para la
Argentina, sino que se inscribe en una tendencia que en grado variable ha abarcado
virtualmente a toda Sudamérica. También es evidente que ningún país de la región fue
sometido durante  las décadas precedentes a un experimento neoliberal tan perverso,
doloroso y costoso como el sufrido por nuestro país.

La gestión de Néstor Kirchner muestra, en este escenario, aciertos, errores y falencias.
Desde el Plan Fénix hemos señalado  tanto a unos como a los otros. Reiterando un
lugar común en estas circunstancias, corresponderá el  juicio futuro  a la reflexión
histórica, no a quienes somos contemporáneos de estos hechos.

Pero entendemos que tal veredicto no podrá  soslayar  los méritos  centrales  que la
presidencia de Néstor Kirchner ha dejado para la Argentina, en un orden que no fija
niveles de relevancia.

En primer lugar, su vigoroso rescate de  la causa de los organismos de derechos
humanos, en especial la derogación de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida,
que la  sedición militar  había  arrancado  a la joven democracia de los  ’80.  Ello ha
consolidado un movimiento de la sociedad civil del que todos los argentinos de bien no
podemos sino sentirnos inmensamente orgullosos. 

En segundo término, desde el propio Gobierno se lanzó la discusión acerca del patrón
económico y social que la Argentina debía adoptar; un debate que había sido ahogado
durante  los  25 años  precedentes como consecuencia de la hegemonía  del ideario neoliberal. Aún queda un largo trecho por recorrer. Pero pocas, muy pocas fueron  las
voces de  los actores políticos, intelectuales y académicos que mencionaban siquiera
estas cuestiones siete años atrás.

En tercer término, Néstor Kirchner fue un firme impulsor de la convergencia de las
naciones sudamericanas, a la vez que enfrentó los intentos imperiales de expansión
hacia el sur a través del libre comercio y del sometimiento financiero. Un movimiento
que,  sin duda,  involucró a buena parte de los gobiernos de la región, pero que
encontró a la Argentina como uno de los actores de primera línea. La firme actitud de
rechazo del ALCA en la Cumbre de Mar del Plata y el liderazgo en la respuesta a los
intentos golpistas  en Bolivia y Ecuador son pruebas palpables de la vocación
integradora y democrática de nuestro país.

En cuarto lugar,  como fruto de la exitosa renegociación de la deuda externa, la
recuperación de la soberanía e independencia de los organismos financieros
internacionales y el rechazo de los programas de ajuste recesivo que reiteradamente
reclama el  Fondo Monetario Internacional,  acciones  que nos permitieron  retomar el
comando de nuestro propio destino económico.

En quinto término, la designación por un proceso inédito y participativo de una nueva
Corte Suprema de Justicia, integrada por un grupo de  juristas de calidad y jerarquía
indiscutibles,  que honran las altas funciones que la Constitución les impone.

Como ya hemos señalado, el veredicto final no nos corresponde a los contemporáneos
de este proceso. Pero no nos cabe duda de que  todo lo señalado pesará a favor de
Néstor Kirchner, pues él ha sido el impulsor de estas medidas.

Estamos todos los argentinos y sudamericanos abocados a una tarea mayor, si cabe:
la de consolidar logros, enmendar errores y planear en conjunto las acciones
estratégicas  futuras.  El terreno ganado en beneficio de nuestras naciones y en
particular de las mayorías, no debe ser cedido. Es más, estamos obligados  a
consolidar un proceso que tiene por meta un desarrollo sustentable en el tiempo, con
una creciente equidad en la distribución del ingreso. Ésta es la respuesta que
debemos ofrecer a los intentos de volver a las recetas de ajustes e inequidades que la
ortodoxia pretende instalar aprovechando la desgraciada circunstancia por la que
atraviesa nuestro país.


Plan Fénix
Buenos Aires, 28 de octubre de 2010

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