viernes, 25 de marzo de 2016

LA REALIDAD Y LA FICCIÓN

La realidad

Ayer la plaza reventó de gente, cada año hay más. La Avenida de Mayo hasta más allá de la 9 de Julio estaba compacta de público que no pudo ingresar a la plaza. Por primera vez se incorporaron los gremios, que golpeados por los despidos, el costo de la canasta familiar y los astronómicos aumentos de todas las tarifas, como resultado de la política económica de Macri de sacarle a los pobres para darle a los ricos, decidieron expresar su bronca junto con el resto.

Otras columnas perseguían fines menos materialistas y estaban formadas por periodistas, científicos, artistas y gente de la cultura. Todos ellos reclamaban por el cierre de espacios en la radio, la TV, los talleres y periódicos por el solo hecho de no simpatizar con la gestión Cambiemos. Hechos insólitos de intolerancia dictatorial que no se veían dese que empezó la democracia en 1983.


Protestaban porque no querían estar representados por sujetos tan impresentables como Lopérfido y Lomabardi, ambos criticados, silbados y puteados cada vez que algún orador los nombraba.

Sin embargo, pese a este negro panorama, la colosal manifestación no perdió el espíritu alegre que siempre la caracterizó. La concurrencia se acercaba más al millón que al medio millón y a semejanza de todas las anteriores, no hubo un solo desmán.

La ficción
Paralelamente, en absoluta soledad y con un fondo gris oscuro, como corresponde, que brindaba el mural de los desaparecidos, embutidos en sendos trajes negros, iban caminando Obama y Macri en el Parque de la Memoria. Una cámara los filmaba de lejos acentuando la melancolía de la escena. Parecían hablar animadamente mientras gesticulaban, ni miraban el mural, probablemente estaban abordando temas triviales, Macri con su inglés tarzanesco que hubiera sido reprobado por su profesora de idiomas del Cardenal Newman y Obama más suelto, menos forzado y mirando el suelo. 

Cada uno llevaba un ramo de flores blancas y cuando se acercaron al borde del río las arrojaron al agua. ¿Lo hicieron en homenaje a los desaparecidos arrojados al mar, o porque les molestaba seguir con los ramos? Por la actitud parecía lo segundo, no se detuvieron para hacer un momento de reflexión, sino que giraron sobre sus talones y regresaron continuando con la plática. El gesto no pudo haber sido más mecánico y falso.

Es que es difícil simular algo que no se siente, ninguno de estos dos personajes debió haber pisado el Parque de la Memoria, estaban fuera de lugar, descolocados, extraños en un ambiente del cual nunca formaron parte. Obama representa al imperio que gestó el Plan Cóndor para voltear a sangre y fuego los gobiernos progresistas de América latina. Ninguno de ellos significó la más remota amenaza para los Estados Unidos, pero no comulgaban con su política de dominio económico y eso bastaba para destruirlos. 

En la reunión con estudiantes y periodistas, Obama eludió la pregunta que le hicieron sobre la responsabilidad de su país en todos estos golpes. La eludió porque la única respuesta era pedir perdón y asegurar que nunca más volvería a ocurrir y esa respuesta no estaba acorde con la soberbia del imperio y además sería fuertemente criticado por la mitad republicana del parlamento y no pocos demócratas.

Por su parte Macri, forzado e incómodo hacía lo posible para sobrellevar el momento. Seguramente se preguntaba ¿Por qué diablos tanto a Hollande como al negro éste se les ocurrió visitar la ex Esma y el Parque de la Memoria? Justo a mí que oportunamente dije que había que terminar con ese curro de los Derechos Humanos. A mí que puse a Lopérfido para que dijera que el tema de los treinta mil desaparecidos era mentira. A mí que mi viejo se llenó de guita y aumentó sus empresas y licitaciones truchas gracias al general Videla.

Gobernar tiene sus momentos duros, Mauricio.


domingo, 20 de marzo de 2016

EL REY HECHIZADO


El problema de la endogamia
Una de las grandes tragedias de España, fue el haber tenido monarquías progresivamente decadentes en el momento de su mayor grandeza territorial con la permanente llegada a sus puertos de galeones cargados de oro, expoliado a las civilizaciones americanas. El país tenía todas las condiciones para transformarse en la primera potencia mundial y de hecho lo fue durante el reinado de Carlos I, el nieto de los reyes católicos e hijo de Juana “la loca” y Felipe de Habsburgo. Pero ni Carlos ni su descendencia, supieron aprovechar la situación, aplicaron pésimas medidas económicas, gravando con pesados impuestos la industria local y abriendo sin restricciones la importación de productos manufacturados, es decir exactamente lo opuesto a la política económica inglesa. El resultado fue que en el siglo XVIII, Inglaterra se transformó en la primera potencia mundial y España en el país más atrasado de Europa.

En la dinastía de los Habsburgos, las relaciones maritales consanguíneas se venían sucediendo en cada gobernante culminando con Carlos II, cuyo padre Felipe IV contrajo matrimonio con su segunda esposa que era su sobrina Mariana de Austria. Artículos científicos recientes, llegaron a la conclusión que Carlos traía en su ADN un coeficiente muy elevado de endogamia. Durante el período transcurrido entre su bisabuelo y su padre, los reyes de España generaron 34 hijos, 10 de los cuales (29,4%), murieron antes del año de edad y 17 (50%), lo hicieron antes de los 10 años de edad. Los resultados muestran claramente la alta mortalidad de estas familias que superaban al promedio existente entre los matrimonios de los campesinos españoles de la época, quienes por otra parte, vivían en condiciones de higiene, alimentación y recursos de salud considerablemente inferiores a sus reyes.
                                     Carlos II (1661-1700)

De una infancia prolongada a una senilidad prematura
Cuando Carlos nació el 6 de noviembre de 1661, los campanarios de las Iglesias de Madrid tocaron a rebato anunciando a los habitantes que había nacido un varón lo cual aseguraría la continuidad de la tambaleante monarquía. El optimismo en la corte y en el pueblo, pronto se disipó cuando se hizo evidente que el futuro rey era un engendro que llegó al mundo pobremente diseñado. Su enorme cabeza no guardaba relación con su cuerpo menudo y con el tiempo usó una cabellera que se extendía más allá de los hombros, aumentando aún más esta desproporción. 

Desde su tatarabuelo Carlos I, los Habsburgo se caracterizaron por una mandíbula excesivamente pronunciada que se trasmitió a su descendencia en forma cada vez más notoria. En el caso de Carlos, dicho prognatismo adquirió el grado de deformidad ya que no podía colocar ambas filas de dientes en el mismo plano, impidiéndole masticar correctamente. La apariencia lamentable de su rostro se completaba con una lengua excesivamente grande que le dificultaba el habla, lo que ponía en aprietos a quienes lo rodeaban que apenas entendían lo que decía. La corte y el pueblo lo apodaron “el hechizado”.

A la edad de 6 años todavía era alimentado por nodrizas y no se le permitió caminar hasta que entró en la adolescencia y cuando lo hizo, las piernas no soportaban el peso de su cuerpo y se caía con frecuencia. Varias de estas caídas también fueron el producto de crisis epilépticas.

Debido a que su cociente intelectual guardaba armonía con sus deformidades físicas y que durante gran parte de su vida se lo trató como a un niño, se convirtió en un monarca mentalmente retardado. Bajo, cojo, epiléptico, precozmente senil y completamente calvo antes de los 35 años, estuvo siempre en el linde de la muerte, pero dejó repetidamente confundida a la Cristiandad persistiendo en vivir.

Cuando Carlos nació, España estaba en bancarrota económica y en permanente conflicto con sus vecinos. Para salir de esta crítica situación necesitaba un rey de ideas claras, voluntad firme y decisiones rápidas y enérgicas. Nada de eso podía esperarse del último vástago de la dinastía Habsburgo. Para colmo, su padre Felipe IV falleció cuando Carlos tenía 3 años y por decisión del Consejo de Castilla, la regencia estuvo a cargo de su madre Mariana de Austria. Demás está decir que durante ese período la corte estuvo sujeta a múltiples intrigas y a la influencia de Austria y en menor medida de Francia.
                                 Mariana de Austria (1634-1696)

La regente Mariana no era la más capacitada para gobernar y se rodeó de consejeros como su confesor Everardo Nithard que fue nombrado Gran Inquisidor convirtiéndose temporariamente en la persona de mayor poder en la corte. Nithard hizo lo que pudo ante una situación económica y política caótica y a su favor se puede decir que firmó tratados de paz para terminar con los conflictos bélicos que agotaron las arcas del Tesoro, pero esto fue a costa de pérdidas territoriales. Empezaba a retraerse el impero de Carlos I.

A todo esto, Carlos vivía su infancia y adolescencia sumido en su mundo infantil y totalmente ajeno a los acontecimientos de la corte y de su país. Es evidente que su lamentable aspecto físico no fue un obstáculo para que su madre contratara a dos reconocidos pintores, el español Juan Carreño Miranda y el napolitano Luca Giordano. Ambos hicieron esfuerzos para mejorar el rostro del futuro rey, tratando de reducir su mentón prominente y el labio inferior grueso y caído que le daban cierto aspecto libidinoso. Sin embargo, conservaron la expresión de su rostro de mirada lánguida y perdida en su mundo de fantasía y supersticiones.

Pese a que las posibilidades de infertilidad eran enormes, se hacía imprescindible casar al joven monarca para perpetuar la tambaleante dinastía. Su primera esposa fue Marie Louise de Orleans y la boda tuvo lugar en París en 1679. Carlos tenía 18 años y ella 17 y era relativamente bonita. El matrimonio de 10 años de duración, hasta la muerte súbita de Marie Louise, no produjo descendencia y rápidamente ministros y consejeros se pusieron a buscar nueva esposa. 

Ésta resultó ser la alemana María Anna de Neuburg, de fuerte carácter que pronto dominó al monarca de tal modo que el embajador francés en Madrid describió que “la princesa de Neuburg ha adquirido tal ascendiente sobre el espíritu del rey, su esposo, que bien puede decirse que es ella la que reina y gobierna en España”.
                            María Anna de Neuburg (1667-1740)

Sin embargo, algunas decisiones fueron tomadas por el propio Carlos, como la investigación que ordenó sobre las actividades de la Inquisición. El informe fue tan lapidario que el Inquisidor General persuadió al rey de quemarlo. El pusilánime monarca accedió y con ello se perdió un valioso testimonio sobre el comportamiento siniestro de aquella organización.

El segundo matrimonio de Carlos, como era de esperar, tampoco produjo descendencia y además el rey había entrado en una senilidad precoz. Se tornó hipersensible y extraño a tal punto que ordenó exhumar los cuerpos de su familia para inspeccionarlos. Los últimos años lo encontraron totalmente alejado de los problemas del reino, participando en juegos y otras actividades. Ya próximo a su muerte, fue asediado por el papa Inocencio XII y por el embajador de Luis XIV para que firmara la sucesión de la monarquía a Felipe de Francia, duque de Anjou. Murió en Madrid el primero de noviembre de 1700, días antes de cumplir 39 años. 

El informe de la autopsia que le practicaron registró que “su cuerpo no tenía una gota de sangre, su corazón era del tamaño de un grano de pimienta, los pulmones estaban corroídos, los intestinos gangrenados, poseía un solo testículo negro como el carbón y la cabeza estaba llena de agua”.

La muerte de Carlos II, fue la culminación de una dinastía que sumió a España en la ruina. A pesar de los impuestos, la inflación y la depredación de los minerales preciosos de América, la pobreza era tan desesperante que se asesinaba por pan; bandas de hambrientos irrumpían en los hogares para robar y matar y por las calles de Madrid deambulaban veinte mil mendigos. La policía a la que no se le pagaba, se desbandaba y unía a los criminales.

Felipe de Anjou ascendió al trono de España como Felipe V, la casa de Habsburgo tocó a su fin y fue reemplazada por los Borbones que reinan hasta la actualidad.

Razib Khan. Inbreeding and the downfall of the Spanish Hapsburgs. Discover. Science for the curious. http://blogs.discovermagazine.com/gnxp/2009/04/inbreeding-the-downfall-of-the-spanish-hapsburgs/

Will y Ariel Durant. La edad de Luis XIV. Editorial Sudamericana, Buenos Aires 1966.
Ed Yong. How inbreeding killed off a line of kings. Science Blogs. 14/4/2009.



lunes, 14 de marzo de 2016

CARRILLO

Frente a las enfermedades que genera la miseria, frente a la tristeza, la angustia y el infortunio social de los pueblos, los microbios, como agentes de enfermedad, son unas pobres causas."  Ramón Carrillo


                              Ramón Carrillo (1906-1956)
En una habitación del Hospital Militar Central, dos hombres charlaban animadamente, uno de ellos era Ramón Carrillo, por entonces jefe del Servicio de Neurocirugía de dicho hospital. La otra persona era el coronel Juan Domingo Perón, quien detenido por la Marina en Martín García, había sido trasladado al Central por orden de un médico amigo, alegando una infección pulmonar inexistente. Era el 15 de octubre de 1945 y Ramón Carrillo abandonó el hospital con una serie de instrucciones que le dio Perón para repartir entre sus allegados.

Carrillo y Perón ya habían tenido entrevistas previas y al futuro presidente le encantaba el entusiasmo del médico por mejorar la situación sanitaria del país devastada por la década infame. Carrillo tenía tres postulados que ayer, hoy y siempre constituyen la piedra angular de la medicina:
-Todas las personas tienen derecho a la salud.
-No puede haber política sanitaria sin política social acorde.
-De nada sirven las conquistas de la técnica médica si ésta no puede llegar al pueblo por los medios adecuados.

Cuando Perón asumió la presidencia, una de sus primeras medidas fue poner a Ramón Carrillo a cargo de todo lo concerniente a políticas sanitarias. Lo hizo lanzando una de sus frases que siempre lo caracterizaron: “No puede ser, que en este país tengamos un ministerio para las vacas y no tengamos uno para atender la salud de la gente. Cuidamos más a las vacas que a los pobres.”

Este artículo quiere rescatar del olvido al personaje que más contribuyó a la salud de nuestra sociedad, que fue difamado y perseguido por la autotilulada “Revolución Libertadora” y que siguiendo los pasos de la mayoría de los grandes próceres de la Argentina, murió en el exilio.

Carrillo nació en Santiago del Estero en 1906 y cuando terminó el secundario se dirigió a Buenos Aires para cursar la carrera de medicina en la UBA. Viajando en el tren quedó impactado por los niños pidiendo limosna en cada estación donde el tren se detenía.

De la facultad egresó con notas tan sobresalientes que la Universidad le otorgó una beca por 3 años para perfeccionarse en Europa. Estando allá, representó a la Argentina en el Primer Congreso de Neurología, en Berna, Suiza, siendo el participante más joven y uno de los más activos. Retornó al país en 1933 y lo encontró sumido en una gran crisis económica y política, propia de la Década Infame. Al país le faltaba un modelo de inclusión social totalmente renovador.

A los 36 años de edad poseía un bagaje en investigación en el terreno de la neurología de tal magnitud que ganó por concurso el cargo de Profesor Titular de Neurocirugía de la Universidad de Buenos Aires. También fue jefe del Servicio de Neurología del Hospital Militar Central y aquí retomamos la historia de su encuentro con Perón quien había perdido todos sus cargos por la revuelta del General Ávalos y se encontraba prisionero en el hospital.

Ese momento marcó un punto de inflexión en la vida de Carrillo, porque cuando Perón asumió la presidencia creó el Ministerio de Salud Pública y Carrillo se transformó en el primer ministro a cargo de esa cartera. Ese momento también fue una bisagra en la historia de la salud en la Argentina.

Se podría decir que el estado sanitario del país era por entonces medianamente aceptable en la zona céntrica de Buenos Aires, e iba empobreciéndose a medida que se ampliaba el círculo territorial. Más allá de la avenida General Paz, la carencia de medios hospitalarios era paupérrima y en muchas provincias la atención sanitaria era inexistente, con guarismos de mortalidad en todos los órdenes que bien podían equipararse con las tribus nómades del desierto de Sahara.

Carrillo dio vuelta la situación como si fuera un panqueque. Elaboró el llamado Plan Analítico de Salud Pública de más de cuatro mil páginas, en el que previó hasta el más mínimo detalle. Todos los puntos del funcionamiento hospitalario estaban contemplados: cada empleado debería atender su función específica y todos ellos eran importantes por igual. El cuerpo médico dependía de que las áreas de mantenimiento, intendencia, lavandería, ropería, administrativa, contable, compras y personal cumplieran acabadamente con sus funciones.

Carrillo también otorgó a la arquitectura hospitalaria una relevancia que no había tenido hasta entonces y promovió la construcción de centros de salud espaciosos, luminosos y funcionales. Incluso alentó la creación de una cátedra de Arquitectura Hospitalaria, así como la organización de cursos de instrumentación quirúrgica, enfermería, administración, hemoterapia, radiología, anestesiología y alimentación. 

Dividió el país en zonas sanitarias y planificó para cada una de ellas la atención específica de sus problemas.
Es interminable la lista de logros de Carrillo durante su gestión de casi 9 años a cargo del Ministerio de Salud Pública. Fue el primero a nivel mundial en llevar a cabo una campaña exitosa contra una endemia, como fue el paludismo al cual erradicó definitivamente. Creó EMESTA, la primera fábrica nacional de medicamentos; y el apoyo a los laboratorios nacionales por medio de incentivos económicos de modo que los remedios estuviesen disponibles para toda la población sin tener que depender de la voluntad de los laboratorios extranjeros.

Aumentó el número de camas existentes en el país, de 66.300 en 1946 a 132.000 en 1954. Hizo desaparecer prácticamente la sífilis y las enfermedades venéreas. Creó 234 hospitales o policlínicos gratuitos. Disminuyó el índice de mortalidad por tuberculosis de 130 por 100.000 a 36 por 100.000. Terminó con epidemias como el tifus y la brucelosis. Redujo drásticamente el índice de mortalidad infantil del 90 por mil a 56 por mil. Si le faltó algo a su gestión podría decirse que fue una ley de aborto para reducir la mortalidad materna, pero semejante emprendimiento era impensable por aquella época. Incluso actualmente dicha ley no ha podido implementarse por la sorda lucha de la iglesia y sectores fundamentalistas que pretenden imponer el dogma sobre la salud.

Fue un hombre de gran capacidad ejecutiva y así lo demuestran diversas anécdotas de las cuales se cita una. El doctor Simón Kirschbaum, especialista en el tratamiento de quemaduras, pidió una entrevista con Carrillo. Este lo recibió en su despacho y Kirschbaum comenzó a explicarle su proyecto sobre la necesidad de crear un centro de atención para pacientes quemados. Mientras iba desmadejando detalles y características del emprendimiento, le dio la sensación de que Carrillo estaba con la mente en otra parte y así se lo susurró a su secretario. “No se preocupe”, le contestó éste, “se pone así cuando piensa”. Kirschbaum terminó su exposición y Carrillo se levantó diciendo: “Usted será el primer director del Instituto del Quemado, cuya creación ya he decidido”. Inmediatamente llamó a su secretario y le dio instrucciones para que le facilitaran a Kirschbaum lo que necesitaba y, a los cuatro meses, el Instituto ya estaba funcionando a pleno, transformándose en un modelo de atención e investigación y el único en Sudamérica.

Carrillo tenía una excelente relación con Eva Perón y existía una colaboración mutua y estrecha entre su ministerio y la Fundación, pero después del fallecimiento de Eva, el ambiente se enrareció a su alrededor y se tornó hostil. El 31 de julio de 1954, le envió una carta de renuncia al presidente, a quien había intentado ver infructuosamente días antes. Uno de los párrafos es elocuente: “Querido jefe, cuando todo estaba por hacerse no chocaba con nadie ni recibía tiros desde ningún ángulo, pero con el ministerio armado y en perfecto funcionamiento, concluyó para mí la paz”. Uno de los desaciertos de Perón fue no saber conservar a las personas que le eran valiosas.

Pocos meses después viajó a Nueva York, junto a su esposa Susana y sus cuatro hijos, para tratarse de una enfermedad crónica. Afortunadamente, el golpe militar del 55 lo encontró lejos de su patria. El gobierno de Lonardi lo acusó de enriquecimiento ilícito e impuso interdicción a dos departamentos que tenía y confiscó sus cuadros y sus libros, pese a la justificación que hizo de todos y cada uno de sus bienes a través de su hermana. En los Estados Unidos decidió emplearse en la empresa Hanna Mineralization and Co., que tenía un emprendimiento a unos kilómetros de Belem do Pará, en Brasil. Llegó a su nuevo lugar de trabajo el primero de noviembre de 1955, donde además colaboró desinteresadamente con el hospital local. 

Como consecuencia de su enfermedad, el 28 de noviembre de 1956 sufrió un accidente cerebrovascular. Falleció el 20 de diciembre de 1956 y fue enterrado en el Cementerio Santa Isabel de Belem do Pará. La dictadura impidió la repatriación de sus restos y dio marcha atrás con la mayoría de sus proyectos. Como anécdota que sintetiza tanto el odio como la miopía de los uniformados, se destaca el episodio en que ordenaron destruir los pulmotores simplemente porque tenían una placa que decía “Fundación Eva Perón”. Al año siguiente, la epidemia de poliomielitis, obligó a la importación de nuevos equipos como los que habían sido destruidos.

El caso de Ramón Carrillo muestra la falta de políticas lineales en la historia de nuestro país y la salud no escapó de las ideologías que nos gobernaron. Desde el 2003 hasta el 2015, se hicieron enormes avances en todos los rubros de esa disciplina. No parece ser esa la política del gobierno que asumió en diciembre de 2015. No están en sus planes los postulados enunciados por Carrillo al comienzo de este artículo.

Daniel Barrios. Ramón Carrillo, primer Ministro de Salud Pública de la Nación. http://www.cancerteam.com.ar/invi022.html

Sergio Wischñevsky. Ramón Carrillo. Programa Gente de a pie de Radio Nacional.

lunes, 7 de marzo de 2016

EL ARCHIVO DE JOEL FISHER

El asombro de Susan

En el subsuelo de una casa de Baltimore del estado de Maryland, hace días que Susan Fisher Sullman, munida de una lámpara estilo minero en su cabeza, está examinando los archivos de su padre. Todo comenzó cuando el historiador William Wells se comunicó con ella y le dijo que se había enterado por la sección necrológica del New York Times de la muerte de su padre. Según Wells, Joel Fisher, mientras servía en el ejército, había participado en el reconocimiento de las obras de arte robadas por los nazis. También le afirmó que como historiador le interesaba ver esos archivos. Susan Fisher quién era abogada, estaba muy ocupada con un juicio y olvidó el tema.


Pero quién no lo había olvidado, era el persistente Wells y habiendo pasado más de una década volvió a llamar a Susan con motivo de una filmación que se estaba llevando a cabo sobre tesoros robados por la Gestapo y las brigadas de las SS durante la Segunda Guerra Mundial. En esta ocasión la hija de Joel Fisher decidió investigar esos archivos.

 

Susan Fisher examinando los archivos en el subsuelo de su casa

A medida que fue leyendo las carpetas, Susan tomó conciencia de la participación de su padre quién día por día durante el último mes de la guerra se dedicó con un grupo de tareas a ordenar, clasificar y más tarde devolver a sus legítimos dueños, incontables objetos de valor y obras de arte escondidos en una mina de sal. A Susan no dejaba de asombrarle que su padre jamás le hubiera relatado un episodio de tanta trascendencia en su vida.

 

La mina de Merker

El 3 de Febrero de 1945, una escuadrilla de 937 bombarderos descargaron 23.000 toneladas de bombas sobre Berlín, destruyendo la ciudad y gran parte del Reichbank donde estaban las riquezas sustraídas al resto de Europa. Fue entonces cuando los nazis decidieron esconder todo ese material en un lugar más seguro y se decidió por la mina de Merker.


El 22 de marzo de 1945 el tercer ejército aliado bajo el mando del general George Patton cruzó el Rhin y se adentró a fondo en territorio alemán. El 4 de abril entró en el pueblo de Merkers, próximo al campo de concentración de Buchenwald. El general Eisenhower y su plana mayo contemplaron azorados las pilas de cadáveres, las cámaras de gas y los cientos de sobrevivientes en avanzado estado de desnutrición. El mismo horror experimentaron las avanzadas del ejército rojo cuando llegaron a Auschwitz en Polonia.


Mientras esto acontecía, la Policía Militar había detectado a través del informe de unas ex prisioneras que en la mina de Merker, esclavos traídos de Buchenwald estuvieron trabajando durante días trasladando cajones a las entrañas de la mina. Se había corrido la voz entre los prisioneros de que se trataba de tesoros robados a víctimas del Holocausto y a museos y bancos de los países invadidos.

Interior de la mina de Merker que muestra cientos de envoltorios que contienen todo tipo de joyas y obras de arte.

 

El inventario de Merker

Durante semanas un grupo de tareas entre los que estaba Joel Fisher acometieron el arduo trabajo de ordenar y clasificar el material robado. Había cajas que contenían los objetos personales de los prisioneros, joyas pulseras aros, collares y cientos de dientes de oro extraídos a los pobres infelices antes de enviarlos a las cámaras de gas. También había barras de oro, adornos y monedas del mismo metal.

Las obras de arte se dejaron para una segunda etapa, porque esta era la parte más difícil ya que algunas habían pertenecido a colecciones privadas y otras fueron directamente sustraidas a museos. Había cuadros de varios impresionistas, como la Plaza de la Concordia de Edgar Degas, El jardín de invierno de Monet , el Retrato de Adele Bloch-Bauer de Klimt y y obras de Modigliani y de Van Gogh como el famoso Retrato del Dr. Gachet. Todas estas obras eran consideradas por los nazis como “arte decadente”, lo que no les impidió apoderarse de ellas porque conocían su alto valor en el mercado.

 

         El jardín de invierno de Monet

También estaban los clásicos de la pintura flamenca como Rubens, Vermeer y Rembrandt. De este último se habían apoderado de varios de sus famosos autorretratos. Muchas obras de arte se salvaron porque antes de que los ejércitos alemanes invadieran Europa, los museos los habían retirado y escondido en refugios más seguros. Tal como ocurrió con el gigantesco cuadro de La Ronda Nocturna de Rembrandt que fue sacado de su marco y enrollado junto con otras obras del Rijksmuseum de Amsterdam y escondido en distintos bunkers de Holanda.

No faltaban esculturas como la Virgen con el niño de Michelangelo, conocida también como La Madona de Brujas, sustraída a una iglesia belga.

 

                          La Madona de Brujas de Michelangelo

Aparentemente Hitler en su megalomanía paranoica, consideraba que toda Europa estaría bajo el dominio alemán y Germania, la nueva capital del imperio de un tercer Reich de mil años de duración, iluminaría con su arte al resto del mundo. El supuesto imperio milenario no llegó a durar 12 años, pero en ese lapso mató a cincuenta millones de personas, devastó ciudades enteras y mostró que el ser humano era capaz de realizar atrocidades hasta entonces jamás imaginadas.

 

-Joseph Victor Stefanchik. Susan Fisher Sullam. Monuments Men: A Baltimore writer learns her father helped in the search for Nazi plunder. The Washington Post

Madeleine Duggan de Ferreira. Comunicación personal.

Bradsher G. Nazi Gold: The Merkers Mine Treasure. Prologue: Quarterly of the National Archives and Records Administration. Spring 1999.