viernes, 28 de julio de 2017

SUSANA Y LOS VIEJOS




Susana y los viejos. Pintado por Artemisia Gentileschi. Colección privada, la Graf von Schönborg Kunstsammlungen

El tema de “Susana y los viejos“, suscitó el interés de numerosos pintores y entre los más destacados figuran Rembrandt, Rubens, Tintoretto, Van Dyck y Artemisia Gentileschi. Ignoramos el motivo por el cual este episodio, que parece remontarse al Antiguo Testamento en el libro del profeta Daniel, ejerció una especial atracción sobre los artistas durante los siglos XVI y XVII.

Es probable que el interés suscitado por el relato, se deba a que expone los escasos valores éticos que pueden tener personajes cuya principal función es justamente defender la moral y administrar la justicia con equidad.

Susana era una joven y bella mujer de buena posición social y esposa del judío Teodoción. En momentos en que se estaba bañando, irrumpieron en su casa dos viejos que eran jueces de Babilonia. Excitados por el deseo al contemplar el cuerpo esbelto de la muchacha intentaron seducirla, primero con palabras, pero ante su rechazo, recurrieron a las amenazas extorsivas para doblegarla. Le señalaron que ambos la denunciarían ante la justicia alegando que la encontraron en su jardín cometiendo adulterio con un desconocido. La joven llevaba todas las de perder, ya que serían dos testimonios en su contra con el agravante de que se trataba de jueces.

Sin embargo, ella los rechazó violentamente y pidió ayuda a gritos. Amilanados, los viejos terminaron abandonando la casa y seguidamente la denunciaron. Susana fue llevada a juicio y de acuerdo con la ley imperante de la época, el tribunal la condenó a morir lapidada. Fue entonces que surgió el profeta Daniel y pidió escuchar el testimonio de los viejos en forma separada.

Aquí es importante señalar otro aspecto del relato y es el aporte que hizo a la ciencia del Derecho la introducción de este procedimiento del interrogatorio separado de los testigos o denunciantes, ya que permite aclarar y deslindar acciones y participaciones de las partes involucradas en litigios, o hechos delictivos. Al no coincidir en las versiones Daniel determinó que los viejos mentían y que Susana era inocente y debía ser liberada. La suerte se invirtió, los acusadores se transformaron en acusados y terminaron en el cadalso.

Todos los artistas coinciden en representar a Susana completamente desnuda o protegiéndose parcialmente con una toalla y aterrorizada ante la aparición de los viejos. Su belleza contrasta con los rostros lascivos y grotescos de los viejos que en algunas pinturas la espían detrás de una columna, mientras que en otras ya se encuentran junto a ella susurrándole sus deseos e incluso llegan a tocarla viciosamente.

Una de las mejores versiones es la de Artemisia Gentileschi, que la elegí porque además de la excelente técnica, se trata de una pintora, terreno prácticamente vedado a las mujeres que no tenían acceso a las escuelas de arte del Renacimiento.



                          Artemisia Gentileschi (1593-1653). Autorretrato

Artemisia
Orazio Gentileschi es un pintor toscano de estilo manierista que sigue el tenebrismo de Caravaggio. Es requerido por sus contemporáneos, por la calidad de su arte, y recibe encargos de familias pudientes que desean adornar sus mansiones con las pinturas del maestro. Podemos iniciar la historia de Artemisia en el momento en que Orazio es llamado de una escuela de monjas, pero no por una obra sino por un problema con su hija, que por entonces tiene 13 años. La madre superiora lo recibe, lo hace pasar a su despacho y le muestra indignada unos bocetos al lápiz de desnudos humanos. ¡Mire en que se entretiene su hija!- le dice con acento duro.

Orazio contempla los hermosos torsos de mujeres y otros estudios anatómicos y dice: “Realmente es hija de artista” y dirigiéndose a la monja le dice: “En adelante Artemisia estudiará pintura en mi taller”.

Orazio fue el primer maestro de Artemisia y su primer obra que alcanzó trascendencia fue justamente “Susana y los viejos”, que actualmente pertenece a una colección privada.
Cuando ella cumplió 19 años estaba en condiciones de ingresar a las escuelas de Bellas Artes, pero un reglamento prohibía el ingreso de mujeres. Entonces, su padre le consiguió un maestro privado, llamado Agostino Tassi, quien por entonces colaboraba con Orazio en la decoración de las bóvedas de un palacio de Roma. Tassi era un brillante pintor, pero la belleza de sus obras se contradecía con sus oscuros instintos. Orazio ignoraba que le abría las puertas de su casa a un violador, que había abusado de su cuñada y además se sospechaba que era responsable de la desaparición de su esposa. Artemisia era inteligente y muy atractiva y Tassi, sucumbiendo a su depravado instinto la violó.

Se conserva el testimonio de Artemisia tomado durante el juicio que muestra que a Tassi no le resultó fácil poseerla: “Cerró la habitación con llave y me lanzó sobre un lado de la cama dándome con una mano en el pecho, me metió una rodilla entre los muslos para que no pudiera cerrarlos, y alzándome las ropas, que le costó mucho hacerlo, me metió una mano con un pañuelo en la garganta y boca para que no pudiera gritar y habiendo hecho esto metió las dos rodillas entre mis piernas y apuntando con su miembro a mi naturaleza comenzó a empujar y lo metió dentro. Y le arañé la cara y le tiré de los pelos y antes de que pusiera dentro de mí el miembro, se lo agarré y le arranqué un trozo de carne”.

Enterado Orazio denunció a Tassi y lo llevó a un largo juicio que duró ocho meses donde abundaron los careos y las ofensas durante el cual la joven, además de injurias sobre incesto y prostitución, debió escuchar cómo su amiga Tuzia –seducida por Tassi– la traicionaba frente al tribunal declarando que había sido ella la que había provocado y seducido al “desventurado” pintor. Para saber si mentía o no, Artemisia fue sometida a un humillante examen ginecológico y a sesiones de tortura donde, con cruel sadismo, el método elegido consistió en atarle los dedos con tirantes y estirarlos hasta casi destruir las articulaciones. Para Tassi la pena se limitó a un año de cárcel y el destierro.

Un mes después del juicio Orazio la casó con un pintor florentino, con lo que salvó la reputación de la joven. En Florencia, donde ambos se radicaron, Artemisia disfrutó de un gran éxito. Fue la primera mujer que ingresó a la Academia del Disegno de la ciudad. Se convirtió en una exitosa pintora de corte, mantuvo buenas relaciones con los artistas más respetados de su tiempo y fue capaz de conquistar los favores y la protección de personas influyentes, comenzando por el gran duque Cosme II de Médici.

  Artemisia Gentileschi. Autorretarto. Se destaca el estilo tenebrista de Caravaggio.

Las pinturas de Artemisia no tienen altibajos, todas fueron exquisitamente realizadas y muestran que la artista, adoptando la técnica tenebrista de Caravaggio, supo desarrollar su propio estilo. Sus obras se encuentran en numerosos museos de Europa, Estados Unidos y colecciones privadas.

El mito de Susana y los viejos nos muestra que, a lo largo de los siglos, la justicia, está lejos de ser una estructura químicamente pura y la existencia de jueces corruptos es una lacra permanente en la historia de la institución. Asimismo, sigue teniendo vigencia la óptica perversa que tienen los magistrados hacia las mujeres, especialmente cuando se trata de casos de mal trato y de violación.

Tanto el episodio mitológico como el deplorable juicio al que fue sometido Artemisia, evocan un paralelismo con el sistema judicial actual de la Argentina, obscenamente politizado y con bolsones de alta corrupción serviles al actual gobierno.

Jonathan Jones. More savage tan Caravaggio: the woman who took revenge in oil. https://www.theguardian.com/artanddesign/2016/oct/05/artemisia-gentileshi-painter-beyond-caravaggio
Marisa Avigliano. La víctima acusada. Página 12, suplemento Las 12, 25,11,2011.
Ismael Monzón. La primera pintora feminista: Artemisia Gentileschi. El Español. http://www.elespanol.com/cultura/arte/20170102/182982171_0.html.


viernes, 21 de julio de 2017

LA CAPACIDAD DE RECUPERACIÓN DEL CEREBRO

La capacidad de recuperación del cerebro

El arte es uno de los pocos aspectos complejos de las funciones cognitivas que no necesariamente empeora cuando se daña el cerebro.
Anjan Chatterjee. Neurólogo de la Universidad de Pennsylvania.

La enfermedad de Alzheimer (EA) y los accidentes cerebrovasculares (ACV), suelen producir efectos devastadores en las personas que los sufren. En el mundo del arte puede ocurrir que el pintor afectado por estas enfermedades, si continúa pintando, su técnica y talento se deterioren progresivamente y termine produciendo figuras grotescas. Tal es el caso del reconocido artista William Utermohlen, cuyos autorretratos son la expresión cabal del progreso de su EA y constituyen materia de estudio y de docencia en el campo de la neurología y la psiquiatría. Ver El Mordaz: Entre el arte y la demencia 

Sin embargo, estas afecciones pueden producir efectos opuestos y sorprendentes, como los dos casos de pintores que se describen en este artículo.

KATHERINE SHERWOOD
Katherine Sherwood estudió arte en la Universidad de California y se dedicó a la pintura. Sus obras pasaron casi desapercibidas, incluso en la zona de San Francisco donde vivía. En 1997, cuando tenía 44 años, sufrió un ACV que le dañó el hemisferio izquierdo del cerebro y le dejó como secuela una hemiplejía derecha. 

A partir de entonces, Katherine ingresó en ese círculo de personas, que por causa de una enfermedad grave, sufren un vuelco que les cambia la vida en forma altamente favorable. Después del ACV no pudo utilizar el atril y debió colocar los lienzos en posición horizontal, moviéndose alrededor de ellos en silla de ruedas. Después de un tiempo en que tomó conciencia de que la mitad de su cuerpo nunca más se recuperaría, comenzó con la difícil tarea de lograr emplear con habilidad su mano izquierda. Al fin y al cabo, tenía la suerte de no ser escultora, música, dentista o cirujana.

                Katherine Sherwood con dos de sus obras.

Comenzó a utilizar pinturas con menos ingredientes tóxicos, como el plomo, y esto hizo que lograra nuevos tipos de efectos visuales. Fue entonces que su arte adquirió una mayor dimensión en creatividad y estilo y empezó a interesar a los críticos que juzgaron su obra como intuitiva, vibrante, abstracta y expresiva.


El resultado fue que la llamaron para exponer sus obras en galerías de arte y museos, recibió premios y sus exposiciones son comentadas en los periódicos. También es curadora en las exhibiciones de pintura y da clases de arte en la Universidad de Berkeley.

LESTER POTTS
Lester Potts nació en 1928 en una granja de Mississippi y nunca había tenido entre sus manos un pincel que no fuera de brocha gorda para paredes. A la edad de 72 años le diagnosticaron EA, perdió la capacidad de valerse por sí mismo y entró en un cuadro depresivo.

Su hijo, Daniel C. Potts, quien se desempeñaba como neurólogo en la Universidad de Alabama, decidió estimular al padre para que pintara con el objeto de introducirlo en una terapia recreativa. Para ello contrató a un artista voluntario que le enseñó a Lester la técnica del uso del pincel con acuarelas. Pronto Daniel descubrió que su padre tenía un talento que no había sido desarrollado.


                            Lester Potts con su hijo y una de sus obras.

Al principio, el maestro le mostró figuras para estimularlo. Poco tiempo después Lester hizo caso omiso de las indicaciones de aquél y comenzó a llenar los lienzos con sus propias creaciones que le surgían de la mente. Según el hijo: “La mayoría de las obras que pintó mi padre durante los estados avanzados de su enfermedad eran creaciones que provenían de su imaginación o basadas en experiencias y hechos pasados”. 

Fue sorprendente que, si bien la EA progresaba al punto de perder el habla y no poder escribir, conservó la habilidad para pintar hasta poco antes de su muerte, después de siete años de enfermedad.

A medida que avanzaba el cuadro de EA, el arte de Lester viró desde escenas de la vida campestre y salvaje, las tierras aradas y los momentos de la cosecha, hacia versiones más abstractas sobre hechos y cosas que siempre le importaron.

Mediante el estudio de obras como las de Lester, que emergen de diferentes tipos de demencia, los investigadores en neurociencias comenzaron a trazar mapas de las regiones del cerebro que interactúan entre sí inspirando o inhibiendo la creatividad. 


En los casos de EA, los pacientes siguen patrones artísticos diferentes. En esta enfermedad, la degeneración de las células nerviosas se focaliza en la parte posterior del cerebro y esto conduce a una progresión paulatina del arte desde una temática realista hacia una abstracta. Los rostros se vuelven distorsionados y se enfatizan más los colores que las formas.

Los pacientes que sufren la degeneración o demencia del tipo frontotemporal están más tocados por la innovación. En estos casos, el daño de las zonas frontal y laterales del cerebro tiende a interferir con aspectos de la personalidad, el comportamiento y el lenguaje. Como resultado, los cambios de la personalidad pueden ser drásticos, con tendencia hacia lo obsesivo y lo meticuloso. El arte que desarrollan involucra temas realistas y concretos y pueden repetir la misma imagen múltiples veces con pequeñas variaciones.

Los comportamientos de estos dos casos presentados conducen a la misma fuente de investigación que tiene fascinados a los investigadores en neurociencias: el fenómeno de la plasticidad, es decir, la capacidad que tiene el cerebro de remodelarse y realizar nuevas conexiones neuronales para recuperar funciones o crear otras nuevas y sorprendentes.

Es muy alentador y positivo que personas con demencia, incluida la EA, puedan acceder y tengan la capacidad de desarrollar nuevas habilidades que eran inexistentes o ignoradas antes del inicio de la enfermedad. Los casos de Katherine y Lester demuestran que existen aspectos en las mentes de nuestros seres queridos que no han sido descubiertos, pero que son accesibles y esperan la oportunidad para ser revelados. 

En el caso de Katherine, la discapacidad que le produjo el ACV, en lugar de sumirla en la depresión y llevar una vida de inválida, le generó fuerzas interiores que le permitió acceder a un porvenir plagado de expectativas que no existían antes del ACV.

En el caso de Lester, la estimulación externa aportada por un artista voluntario que lo introdujo en el mundo de la pintura, que hasta entonces le era totalmente desconocido, le despertó habilidades ignoradas. El cambio fue tan impactante, que su hijo, que es neurólogo, creó la fundación Cognitive Dynamics cuya misión es mejorar la calidad de vida de las personas con trastornos cognitivos como la EA para que accedan a una dignidad humana merecida.

Bibliografía
An Unexpected Legacy: Art Therapy Breakthroughs in Engaging Persons Living with Dementia. Posted by Mara Botonis on September 28, 2015. http://www.caregivers.com/blog/2015/09/an-unexpected-legacy-art-therapy-breakthroughs-in-engaging-persons-living-with-dementia/

Sohn E. After brain damage, the creative juices flow for some. Los Ángeles Time. May 20, 2011.

Sherwood K. How a cerebral hemorrhage altered my art. Front Human Neurosciences 2012.



viernes, 14 de julio de 2017

LA BALSA DE LA MEDUSA

El cuadro
El museo del Louvre termina resultando agobiante para el turista que lo recorre y que finaliza el periplo con las piernas dobladas, tal es la cantidad de obras en exposición. Sin embargo hay una, que por su tamaño y su contenido, es difícil que le pase inadvertida, mide cinco metros de alto por siete de ancho y expresa una escena aterradora y de tremendo dramatismo.

Se trata de una balsa gigantesca, pero precaria, donde un grupo de hombres, con sus ropas hechas jirones, agitan las manos  para llamar la atención de un barco que se aproxima desde la lejanía. En el otro extremo de la balsa yacen varios cadáveres desnudos a punto de caerse al mar entre los tablones que se están desprendiendo. Algunos cuerpos están mutilados, señal de que se produjeron escenas de canibalismo. 
Las olas de un mar embravecido parecen querer destruir lo que resta de la frágil estructura y el cuadro da la sensación de que esos miserables están todos condenados. Un cielo cobrizo y cubierto de nubes oscuras aumenta la sensación trágica de la escena. La gama de colores es reducida, va del beige al negro pasando por los tonos pardos claros y oscuros, dando una sensación dramática de angustia.

                    La Balsa de la Medusa. Théodore Gericault, Museo del Louvre

La historia
El cuadro refleja un acontecimiento ocurrido poco tiempo antes en vida del pintor. Durante la época de la Restauración, tras la derrota definitiva de Napoleón y el retorno de la dinastía borbónica, se restablece la paz con Inglaterra que le devuelve a Francia sus antiguas posesiones en África. 

Hacia Senegal parte la fragata La Medusa para tomar posesión de su colonia recuperada. A bordo viajan militares, funcionarios, colonos y algunos científicos. Hugues de Chaumareys, el capitán del barco, es un inexperto piloto que hace 20 años que no navega. Durante la travesía comete diversos errores, entre ellos, separarse y perder contacto con las otras naves que lo acompañaban. Navegando en solitario La Medusa se introduce en aguas poco profundas y encalla en un banco de arena cerca de Mauritania. Es el 2 de julio de 1816.

Los esfuerzos por reflotarlo son inútiles y pronto se descarga una fuerte tormenta que daña al navío en forma irreparable. Debido a la impericia y torpeza de Chaumareys, el abandono de la fragata se hace en completa confusión. La tripulación constituida por 400 personas se distribuye en varios botes que deben arrastrar una balsa improvisada con maderas del buque y lo suficientemente grande como para albergar a 150 personas.

Al cortar los cabos que unen los botes con la balsa, Chaumareys comete una de las acciones más oprobiosa que  puedan imaginarse, abandonando a su suerte a los 150 pasajeros. Pronto la balsa se convierte en un infierno. Primero se produce una lucha por el centro de aquella estructura ya que los bordes se hunden en el agua. En la primera noche se ahogan 20 personas y al término de una semana solo quedan 28 sobrevivientes.

En los días que siguen los más débiles, los heridos y los enfermos son arrojados al mar en forma despiadada. Cuando se agota la carga de vino que llevan, la de agua había caído al mar, se beben hasta la propia orina y como la única caja de galletas se terminó en un día, comienzan las escenas de canibalismo. Cortan la carne de los cadáveres en tiras y la dejan secar al sol antes de comerla; «veíamos aquella horrible comida como el único medio de prolongar nuestra existencia», relató un superviviente.

Sólo 15 individuos sobreviven, cuando la balsa es encontrada por la fragata Argus, semanas después. Otros cinco mueren al llegar a tierra. Un año después, dos de los sobrevivientes de la expedición, el cirujano Jean-Baptiste Savigny y el ingeniero-geógrafo Alexandre Corréard, publican un libro titulado Naufragio de la fragata La Medusa. En sus páginas denuncian tanto la negligencia y la cobardía del capitán como la atrocidad de los marineros aterrorizados y ebrios. Se desencadena en Francia una gran conmoción. Gacetas, panfletos y grabados se dedican durante días a evocar con todo lujo de detalles el horror del acontecimiento.

La oposición liberal al régimen borbónico aprovecha el caso para denunciar la incompetencia de la monarquía restaurada, forzar la dimisión del ministro de la Marina e instituir un consejo de guerra contra Chaumareys, que es condenado a tres años de cárcel.

El pintor

                        Théodore Gericault. (1791-1824). Autorretrato

Théodore Gericault es un pintor brillante que pertenece al género romántico y le apasionan los motivos sociales en lugar de las imágenes bucólicas del clasicismo. Queda impactado por la historia de la balsa y decide llevarla a la pintura. Gericault es minucioso y detallista, se documenta sobre situaciones concretas del desastre, interroga a los sobrevivientes, visita hospitales donde puede ver el aspecto de los moribundos, los colores de las heridas y los rostros de dolor. Convence a varios pintores y amigos para que se ubiquen en una balsa de madera construida en su estudio. El rostro de uno de los muertos corresponde al famoso Eugene Delacroix.

La pintura es una mezcla de la desesperación de los náufragos, la esperanza humana que nunca se pierde y la lucha contra la naturaleza que en este caso es el mar.

La gigantesca obra se exhibe en París y vuelve a despertar las controversias, el gobierno molesto le retacea todo elogio y difusión. Decepcionado, Gericault lleva su obra a Londres donde obtiene un éxito resonante. Al cabo de dos años regresa a Francia donde sigue pintando, pero había adquirido tuberculosis y muere a la edad de 33 años.

Después de una búsqueda se puede encontrar el mausoleo del pintor en el cementerio de Pere-Lachaise donde una escultura homenajea a Gericault que se encuentra recostado con la paleta en una mano y el pincel en la otra. Debajo, un bajorrelieve recrea su obra magna La Balsa de La Medusa.


Mausoleo de Théodore Gericault. Cementerio de Pere Lachaise

David Arroyo. La balsa de la Medusa. Análisis y comentario. Febrero 2012. http://www.davidstreams.com/mis-apuntes/la-balsa-de-la-medusa-analisis-y-comentario/
Pintura Romántica. Introducción a la obra de Théodore Gericault. Arte España. http://www.arteespana.com/theodoregericault.htm
Théodor Gericalut. Biografías y vidas. http://www.biografiasyvidas.com/biografia/g/gericault.htm

Henning Mankell. Arenas movedizas. Tusquets, Buenos Aires 2015.

sábado, 8 de julio de 2017

EL ARTISTA Y EL MAGNATE

Los murales mexicanos
A semejanza de las demás actividades humanas, el arte no escapa a las controversias. Tanto en la pintura como en la literatura y en las artes plásticas, entre las opiniones que se encuentran en disputa, se destaca la que señala si el artista debe o no expresar en su producción un compromiso con la sociedad. Para algunos es un deber que lo haga, mientras que para otros la obra no debe “contaminarse” con ideas políticas. Considero que ambas variantes son aceptables, pero prefiero la primera, y en este aspecto, los muralistas mexicanos se sumergieron con toda su fuerza y talento artístico, volcando su militancia política en la pintura.

La historia del nacimiento de los murales mexicanos se remonta al comienzo de 1920 durante la administración del general Obregón. El movimiento muralista de ese país, que fue revolucionario a nivel mundial, está constituido por 3 líderes: Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros. Simpatizantes del comunismo, consideraron que el arte debe proyectarse fuera de los museos y galerías, volverse gigantesco y estar situado en lugares donde toda la población pudiera apreciarlo.

Estos tres artistas desempeñaron un papel central en la vida cultural de México durante el período postrevolucionario. Sus obras no podían ser compradas ni vendidas, porque fueron creadas bajo pedido del gobierno con el propósito de exhibirlas permanentemente en las paredes de los edificios públicos para que toda la población las apreciara. De la gigantesca producción de estos tres gigantes, me limitaré a Diego Rivera, haciendo énfasis de su obra “El hombre en la encrucijada”.

       Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros
                          
Rivera nació el 8 de diciembre de 1886 en la ciudad de Guanajuato. Desde la infancia y oponiéndose a los deseos de su padre, quien pretendía que siguiera la carrera militar, comenzó a tomar clases nocturnas en la Academia de San Carlos de la capital mexicana. Su talento artístico le permitió ganar una beca para profundizar los estudios en Europa donde permaneció durante 15 años, lapso durante el cual en forma secuencial tuvo amoríos con dos artistas rusas y de cada una engendró sendos hijos que casi nunca vio. 

También durante este período sus obras sufrieron cierta influencia de Paul Cezanne y del postimpresionismo.
A su regreso a México quedó cautivado por los murales de Orozco, Rufino Tamayo y Siqueiros, pero decidió desarrollar su propio estilo.


                                  Diego Rivera (1886-1957) Autorretrato

Diego Rivera, usando formas simples y colores muy vivos, abordó todos los aspectos de la historia de México, desde la vida cotidiana de los aztecas, pasando por la conquista española, donde resaltó, sin escatimar detalles, la crueldad de Hernán Cortés y sus hombres, para finalizar con la Revolución Mexicana.


Porción de mural que muestra una escena de la conquista de América y el sometimiento a esclavitud de los indios

En búsqueda de un medio adecuado a esta expresión decidió experimentar con la técnica del fresco, que consiste en pintar directamente sobre la argamasa (mezcla de cal y arena) mojada, para que el color penetre y, al secarse aquélla, lo fije.

La mayoría de estos murales fueron realizados durante la década de 1920 y se encuentran en los principales edificios públicos del Distrito Federal. Ver las obras de los tres grandes muralistas mejicanos es un paso imprescindible para cualquier persona que ama el arte, ya que constituyen un fenómeno pictórico único en la historia de la pintura universal.

El hombre en la encrucijada
Entre 1930 y 1934, la fama de Rivera había adquirido tal dimensión que fue convocado para pintar murales en Estados Unidos. Se fue al país del norte acompañado por su esposa y pintora Frida Kahlo, cuyas obras después de muerta valdrían fortunas y se harían enormemente populares. En el Instituto de las Artes de Detroit, Rivera realizó una alegoría y exaltado elogio del desarrollo industrial de ese país.


                                    Diego Rivera y Frida Kahlo

Luego se trasladó a Nueva York para pintar un mural del Rockefeller Center, un conjunto de rascacielos que se convirtieron en el emblema de Nueva York. Este paso de Rivera constituía toda una contradicción para un artista que afiliado al Partido Comunista e imbuido de profundos ideales revolucionarios, se encontraba ahora en el epicentro del mundo capitalista y nada menos que en el edificio del magnate de la Standard Oil. Los Rockefeller estaban considerados en el mismo Estados Unidos como pertenecientes al grupo de los “robber barons”. Así se denominan los millonarios de escasos escrúpulos que hicieron su fortuna sin escatimar el empleo de métodos enfrentados con la ética.

El magnate y su familia conocían las ideas socialistas de Rivera, pero querían contar con un artista de su reputación para pintar uno de los tres murales del vestíbulo de la sede de la compañía petrolera. Se trataba simplemente de que pusiera a un lado sus creencias políticas y trabajara como lo había hecho en Detroit para los Ford, donde se limitó a ensalzar los logros de la ingeniería norteamericana. El mexicano aceptó las cláusulas del contrato y puso manos a la obra.

A medida que el trabajo avanzaba, Rivera que ya había recibido varias críticas de sus correligionarios y quizás sintiéndose un traidor a la causa socialista, en una especie de rebeldía a la situación en que se encontraba, comenzó a realizar cambios sustanciales, se alejó de los bocetos originales que había mostrado a Rockefeller y pintó un mundo bipolar. 

El mural resultó ser de una composición compleja y bellísima. La figura central era un hombre que representa a la humanidad. En sus manos están las herramientas de la ciencia y la tecnología que aluden indudablemente a su capacidad de control y manejo de la historia con miras al futuro. Del lado izquierdo hay signos claros del mundo capitalista: fuerzas del orden reprimiendo obreros, una burguesía decadente que solo piensa en fiestas y diversiones y ejércitos invasores con máscaras antigás. Para el pintor representaban el pasado. Sin embargo, fueron las imágenes de la parte derecha del panel, que simbolizaban el futuro de la humanidad, las que suscitaron todas las críticas y controversias. En la parte superior del mural surgía el pueblo organizado, marchando por su derecho a gobernarse, pero más abajo, entre las masas obreras, se encontraba la figura inconfundible de Lenín.
Cuando Rockefeller vio el mural, en estado ya muy avanzado, le exigió a Rivera que retirara la figura del fundador y personaje cumbre del Partido Comunista. “Es mi mural” sentenció el mexicano. “Sí, pero está en mi pared” le contestó el magnate. Ambos adoptaron posiciones totalmente intransigentes y finalmente Rockefeller indemnizó al pintor y mandó destruir el “infame” mural.

Afortunadamente, la obra había sido filmada durante su elaboración, se habían tomado numerosas fotos desde distintos ángulos y además estaban los bocetos. Rivera regresó a México maldiciendo y denostando al magnate y decidido a que su creación no debía morir, la replicó en el tercer piso del Palacio de Bellas Artes del Distrito Federal.

 Le hizo varias modificaciones y se desquitó pintando a la señora de Rockefeller junto con una prostituta jugando a las cartas, también agregó la figura de Charles Darwin. Del lado derecho, no solo quedó Lenin, agregó también a Marx, Engels, y Trotsky.

El mural se extiende sobre una superficie de 4,46 x 11,46 metros y es una joya del arte pictórico y un desafío para todos los que pretenden negar la evolución de los procesos históricos. Ahora se llama “El hombre controlador del Universo”.


                           El hombre controlador del universo

Desmond Rochfort. Mexican Muralists. Laurence King Publishing. London 1993.
Rachel y Josh. El muralismo mexicano. El hombre controlador del universo: un análisis. http://rachel-y-josh.tumblr.com/post/130108487588/el-hombre-controlador-del-universo-un-an%C3%A1lisis