martes, 17 de mayo de 2011

EL GRAN DICTADOR


Desde la cubierta del Queen Elizabeth, Charles Chaplin veía como se alejaba la isla de Manhattan con sus rascacielos y la emblemática estatua de la Libertad. Lo rodeaban su esposa Oona y cuatro de sus hijos aún muy pequeños. Estando embarcado recibió un telegrama de que a su regreso debería prestar declaraciones ante el Departamento de Justicia de los Estados Unidos. Chaplin decidió no regresar a ese país que lo ayudó a llegar, gracias a su fabuloso talento, al pináculo de la gloria y la fama mundial y que ahora lo consideraba casi un delincuente.
Sin saber aún la tragedia del holocausto, el genio de Chaplin pronto percibió que Hitler y el nazismo eran una amenaza para la democracia y para la civilización y en 1940 decidió hacer El Gran Dictador, una parodia de Hitler y de Mussolini. La película tuvo un éxito colosal y transformó a dos arrogantes y temibles dictadores en ridículas marionetas, pero también despertó numerosos ataques de sectores de ultraderecha. La cadena de diarios del multimillonario Hearst lo acusó de comunista. Otro tanto hizo Henry Ford que además de compartir con Hitler un fuerte antisemitismo, detestaba al “vagabundo” quién con su bastón y galera puso en ridículo la línea de montaje de autos de su fábrica en la inolvidable creación de “Tiempos Modernos”.  


                                           Tiempos modernos
                                          
Finalmente en 1941, con el ataque japonés a Pearl Harbour, el pueblo de Estados Unidos despertó a la realidad. Sin embargo, salvo limitados desembarcos en Sicilia en 1943, recién en junio de 1944 se abrió un verdadero frente contra el ejército alemán mediante el masivo desembarco de las fuerzas aliadas en Normandía durante la operación Overlord.
Para ese entonces, la Unión Soviética había perdido millones de hombres en las estepas rusas, pero había lanzado una contraofensiva imparable que estaba haciendo retroceder a los alemanes hasta su propio territorio. Los aliados se tenían que apurar si querían pasar a la historia dignamente.
Chaplin desde 1942 venía diciendo que había que abrir un segundo frente y se oponía a la idea mezquina que prevalecía entre políticos y militares de dejar que alemanes y rusos se desangraran solos.
Después vino la guerra fría y con ella el macartismo donde cualquiera podía estar sospechado de comunista. Los discursos de Chaplin a favor del segundo frente, amén de algunas declaraciones y la película El Gran Dictador, lo hicieron blanco de acusaciones y calumnias que agotaron su paciencia. Recién en 1972, regresó fugazmente a los Estados Unidos para recibir un Oscar honorífico, reconocimiento algo tardío de una sociedad arrepentida.
                                             
Salvo en Inglaterra, la película no estuvo al alcance del público hasta después de terminado el conflicto y en España, hubo que esperar hasta el retorno de la democracia con la muerte del Generalísimo. En Buenos Aires, durante la dictadura de Farrell, los porteños tomaban el vapor de la carrera para ver El gran Dictador en Montevideo. Después hubo períodos de tolerancia hasta que vino la dictadura de Videla y sus compinches y la incluyeron en la bolsa de exterminio junto con libros, revistas y treinta mil compatriotas.
Los libros se volvieron a reeditar y las películas prohibidas también y El Gran Dictador es accesible en muchos videos, pero los treinta mil compatriotas yacen bajo tierra o en el fondo del mar.

                                        Escena de El Gran Dictador

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