viernes, 26 de abril de 2019

LAS CIENTÍFICAS Y EL ELUSIVO PREMIO NOBEL



Desde que en 1895 Alfred Nobel, el descubridor de la dinamita, estableció el Premio Nobel en las disciplinas de literatura, paz y ciencias duras, se otorgaron hasta la fecha 844 galardones de los cuales 52 corresponden a mujeres, lo que equivale a un magro 6,16%. Todavía subsisten panegiristas que aún pretenden sostener que el cerebro del sexo femenino está menos desarrollado que el del hombre. Estos cavernarios ignoran olímpicamente que a la mujer se le dieron muchas menos oportunidades y les impusieron toda clase de obstáculos para orientarse hacia la ciencias, el arte y la literatura.
            El mandato paterno era, y todavía lo es, que la mujer está destinada a las tareas hogareñas, que obviamente incluyen la maternidad y el cuidado de los hijos. Las luchas y movimientos feministas y la evolución de las sociedades avanzadas, hicieron que estos prejuicios y costumbres se relajaran en un grado importante, lo que impactó favorablemente en un aumento sustancial de mujeres que recibieron el Nobel. Es así que en los primeros 50 años del siglo XX fueron galardonadas 12 mujeres, mientras que en los últimos 50 años que cubren el período 1968-2018, lo recibieron 37.
            Existen casos en que a las científicas, sus compañeros masculinos les hicieron una zancadilla y las excluyeron del mérito que merecían y el comité del Nobel tampoco se inquietó por realizar las averiguaciones correspondientes. Aquí me voy a referir a dos descubrimientos realizados por científicas que además, forman parte de los más importantes hallazgos en la historia de la ciencia que son: en física la fisión nuclear y en fisiología y medicina la estructura molecular del ADN.

                                     Lise Meitner
             Lise Meitner nació y se educó en Viena y a la edad de 28 años se radicó en Berlín donde fue ayudante de Max Planck, el creador de la física cuántica y de las leyes de la termodinámica. Fue profesora de física en la universidad de Berlín y en el Kaiser Wilhem Institute de Química.                  Paralelamente integró un grupo de trabajo junto con los químicos Otto Hahn y Fritz Strassmann. Los tres tenían la ventaja de ser políticamente compatibles dado que eran antinazis, lo que permitía que en aquellos años de la dictadura de Hitler se pudieran desempeñar en armonía. De otra forma hubiera sido imposible. La única diferencia era que Meitner era judía, pero eso tenía sin cuidado a sus compañeros hasta que el antisemitismo en Alemania se volvió intolerable.



                          Lise Meitner (1878-1968)

            Meitner estaba interesada en los experimentos en Roma de Enrico Fermi y sus discípulos que se dedicaban a bombardear con neutrones (partículas elementales del núcleo de un átomo), las moléculas o elementos de la tabla periódica. Después de numerosas experiencias de laboratorio, Meitner y sus colaboradores descubrieron que el uranio sometido a este procedimiento se descomponía en bario y kryptón, pero lo más importante es que esta reacción generaba una fantástica cantidad de energía equivalente a un millón de veces superior a una masa similar de dinamita. Además, el fenómeno de división del uranio también liberaba nuevos neutrones que a su vez impactaban sobre otros núcleos produciendo, en fracciones ínfimas de segundo, el fenómeno denominado reacción en cadena.
            Por entonces, ninguno de los tres investigadores imaginó la aplicación práctica de lo que Meitner bautizó como “fisión nuclear”: la fabricación de la bomba atómica y con fines pacíficos las usinas eléctricas termonucleares.
            En los primeros años del régimen nazi, Meitner no fue molestada debido a la fama que la rodeaba, pero pronto tomó conciencia de que el ambiente se había vuelto irrespirable y para preservar su salud mental y física, emigró en 1938 a Estocolmo. Desde allí mantuvo un intenso intercambio epistolar científico con Hahn y en varias de sus cartas le sugirió ideas y correcciones a sus investigaciones.              En la Alemania de Hitler no podían figurar judíos en las publicaciones de las revistas científicas. Cuando Hahn dio a conocer el descubrimiento de la fisión nuclear, acuciado por el miedo omitió incluir a Meitner, pero también hubo en su reprochable comportamiento el afán de oportunismo para sobresalir y destacarse. Pocas semanas después, ella publicó en la revista Nature un informe completo de la fisión nuclear, pero el comité del Nobel le adjudicó el premio a Hahn, quien cosechó los laureles, la popularidad y la fama.
            Meitner se radicó en Inglaterra donde siguió investigando, fue invitada a participar en el proyecto Manhattan de elaboración de la bomba atómica, pero se negó porque le angustiaban las consecuencias del empleo bélico de la fisión nuclear. Además, sus principios éticos le impedían formar parte de la producción de una herramienta cuyo poder destructivo era incalculable.
Falleció en Cambridge a la edad de 90 años y fue sepultada en el cementerio del condado de Hampshire en el Reino Unido. En la lápida que identifica la tumba, su sobrino Otto Frisch compuso la siguiente inscripción: «Lise Meitner: una física que nunca perdió su humanidad».

                                   Rosalind Franklin
El ácido desoxirribonucleico o ADN era conocido desde los tiempos en que Darwin escribiera el revolucionario libro El origen de las especies y de que Mendel publicara sus leyes de la herencia, pero se desconocía cuál era su importancia y función en las células. Diversas investigaciones realizadas en las siguientes décadas confirmaron que el ADN era el material genético y por lo tanto el encargado de producir la innumerable cantidad de enzimas y proteínas que contienen las células y son esenciales para su funcionamiento. 
          También se sabía el complejo contenido de moléculas del ADN, pero se desconocía como estaban entrelazadas para desarrollar tan importante función. Era por lo tanto imprescindible dilucidar su estructura molecular en el espacio. Varios grupos trabajaron en forma separada y simultánea. Uno de ellos pasó a la historia y sus integrantes recibieron el Premio Nobel, pero hubo una investigadora que tuvo participación crucial en el desarrollo de la estructura del ADN y que muy injustamente fue relegada al olvido.

                      Rosalidn Franklin (1920-1958)

Rosalind Franklin nació en Londres el 25 de julio de 1920 y provenía de una familia judía, religiosa y filantrópica que produjo profesores, intelectuales y parlamentarios y por sobre todo a Rosalind. Estudió física y química en la universidad de Cambridge y conoció y colaboró con numerosos investigadores en distintos proyectos, pero el que más le interesó fue la cristalografía y la difracción de los rayos X cuando atravesaban la materia viva.
Entre sus contactos merece mencionarse a Adrienne Weill, una refugiada francesa del nazismo quien además de ayudarla con el francés, contribuyó con el aporte de sus ideas. La segunda Guerra Mundial había comenzado y Rosalind fue voluntaria como guardia de ataques aéreos y organizó patrullas para atender a las personas afectadas por los bombardeos.
Finalizada la contienda mundial marchó a París invitada como becaria en un laboratorio del estado, donde perfeccionó sus técnicas de cristalografía. Como cada sustancia produce un patrón propio, esto le permitió identificar muchos compuestos inorgánicos.
A su regreso a Inglaterra recibió una beca para trabajar en el King’s College de la Universidad de Londres. Uno de los investigadores era Maurice Wilkins con quien tuvo frecuentes roces sobre diferencias en las hipótesis de trabajo, pese a lo cual ella mejoró las investigaciones de Wilkins. Los avances que hizo Rosalind sobre la molécula del ADN la llevó a establecer que tenía una estructura helicoidal de doble hélice y la fotografió, la famosa fotografía número 51.
Paralelamente en el Laboratorio Cavendish de Londres el dúo de investigadores James Watson y Francis Crick, venían trabajando al mismo ritmo que Rosalind y Wilkins lo hacían en el King’s College. Watson hizo una visita a Rosalind, pero ella en ese momento se encontraba ausente. Fue atendido por Wilkins quien luego de un intercambio de ideas con Watson, le mostró a éste, sin autorización de Rosalind, la fotografía número 51. El patrón de manchas de la imagen, le permitió a Watson y su socio Crick demostrar que la molécula del ADN está constituida por dos cadenas enrolladas una alrededor de la otra, como una escalera caracol comunicadas entre sí por puentes o peldaños. Nació así la famosa doble hélice que actualmente se observa en todo tipo de diseños.

         Ácido desoxirribonucleico (ADN)

Fue la fotografía número 51 de Rosalind, la que les permitió a Watson y Crick acelerar su investigación y presentar al mundo científico el más importante hallazgo de las biociencias y quizás de todas las ciencias. El ADN contiene secuencias que son los genes, de los cuales hay miles y cada gen codifica (contiene la información) para producir una determinada proteína. Por eso también se la llama la molécula de la vida.
Rosalind falleció de cáncer en 1958 cuando solo tenía 37 años. Cuatro años más tarde, el Premio Nobel fue compartido entre Wilkins, Watson y Crick por el descubrimiento de la estructura molecular del ADN, su participación esencial en el funcionamiento y reproducción celular y la preservación de todas las especies vivas.  
   Molestó a muchos investigadores que no se hiciera mención de Rosalind Franklin, cuyo aporte fue la base científica de las ulteriores experiencias de los galardonados con el Premio Nobel.
            
Ruth Lewin Sime. Lise Meitner and the Discovery of Nuclear Fission. Scientific American, January 1998, pags. 58-63.
José L. Fresquet Febrer. Rosalind Franklin. Universitat de València. Febrero, 2017.
Laura Valdéz, Silvia Álvarez y Alberto Boveris. ADN, estructura y daño oxidativo. Antioxidantes y Calidad de Vida, número 12, noviembre 1996, vol 3, número 12. 


2 comentarios:

  1. Oswaldo C de Maryland28 de abril de 2019, 9:46

    Excelentes pero tristes las historias de esas mujeres a quienes les debían haber dado el premio Nobel, Ricardo.

    Ojalá que a nosotros no nos pase lo mismo, el tuyo en literatura y medicina, el mío solo en medicina.

    Abrazos

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