martes, 15 de abril de 2014

LA CIUDAD DE PACHACUTEC


Hiram Bingham no es un principiante ni un improvisado, como esos aventureros que se lanzan en búsqueda de ruinas y tumbas de antiguas civilizaciones andinas con poco conocimiento de historia, mínima experiencia en andinismo y ninguna noción de arqueología. Bingham se había graduado de arqueólogo en la universidad de Yale y había completado un postgrado en Harvard sobre historia y ciencias políticas. Tiene 36 años, un metro noventa y cinco de estatura y ni un gramo de grasa extra en su cuerpo de 77 kilos, Además es un hábil andinista.

                           Hiram Bingham (1875-1956)

Es el año 1911 y Bingham se encuentra en los Andes peruanos a casi 2500 metros de altura. Hace frío y algunas nubes sueltas están tan próximas que podría tocarlas con la mano. Se sienta a descansar sobre una roca y al poco tiempo le alcanza el sargento Carrasco, del ejército peruano, resoplando de fatiga y sudando dentro de su oscuro uniforme cuyos botones brillan con el sol de la tarde. 
         Hiram Bingham (primero de la izquierda con el grupo que lo acompañó

Bingham contempla el paisaje que es hermoso, con vegetaciones colgantes y orquídeas de diversos colores que brotan de las piedras. Abajo, muy abajo se revuelven las aguas del río Urubamba despeñándose violentas en busca del Amazonas para enriquecer su caudal.

Tanto él como el militar dependen del guía Melchor Arteaga, un campesino que tiene su vivienda en el fondo del valle y que por el precio de un Sol de Oro Peruano se había comprometido a llevarlos hasta las ruinas de una ciudad de los incas. Bingham destapa su cantimplora y bebe un trago de agua, por su mente pasan recuerdos de su infancia, el padre severo y rígido que lo castigaba con una vara cuando violaba las estrictas reglas del hogar. Hasta que un día se hartó, juntó sus ahorros y compró un pasaje en barco para cruzar el Pacífico dese su casa en Honolulu hasta la costa de California. Pero las cosas no salieron como él las había planeado. El barco no zarpó ese día y el amigo que debía acompañarlo se arrepintió, regresó y contó todo. El padre de Bingham encontró a su hijo en el puerto sentado sobre su maleta. Sin embargo, no hubo castigo, el episodio fue muy fuerte para todos y él disfrutó de más libertad y espacio. 
Además, el padre lo introdujo en la práctica de escalar montañas, que ahora le resultaba de enorme utilidad.

El pequeño grupo retoma la marcha y luego de varias horas, el guía señala un pico imponente que se alza ante ellos mientras que con su laconismo indígena se limita a solo dos palabras “Machu Picchu”, que en quechua significa “vieja montaña”. Cuando rodean el promontorio, Bingham contempla con emoción y asombro una enorme extensión de un centenar de terrazas maravillosamente construidas. Numerosas viviendas montadas con piedras exquisitamente labradas, algunas de tamaño gigantesco, que encajaan entre sí, sin dejar espacios ni huecos.

                 Machu Picchu tal como la encontró Bingham en 1912

Bingham comienza a registrar en su diario: “el complejo está claramente dividido en dos grandes zonas: la zona agrícola, formada por conjuntos de terrazas de cultivo, que se encuentra al sur; y la zona urbana, que es, por supuesto, aquella donde vivieron sus ocupantes y donde se desarrollaron las principales actividades civiles y religiosas. Se destacan dos grandes edificios: el templo del sol y la residencia real. Ambas zonas están separadas por un muro, un foso y una escalinata, elementos que corren paralelos por la cuesta este de la montaña.”

Muchos años después, Pablo Neruda al referirse a Machu Picchu dirá: “Madre de piedra, espuma de los cóndores. Alto arrecife de la aurora humana”. Bingham anota en su diario la fecha: 24 de julio de 1911 ¿Tenía conciencia en ese instante de que había hecho uno de los descubrimientos arqueológicos más grandes de la historia?

                          Vista actual de Machu Picchu

A semejanza de Cristóbal Colón que murió convencido que había llegado a la India, Bingham creyó que Machu Picchu, a la cual siempre llamó “la ciudad perdida de los incas”, era Vilcabamba. Así se llamaba el lugar donde se refugió Manco Inca, con su séquito de nobles y de esposas y numerosos guerreros. Después de luchar encarnizadamente contra el invasor español, se dio cuenta que no podía seguir enfrentando sus cañones, su caballería y sus arcabuces. 

Nuevas naves seguían trayendo conquistadores ávidos de oro y Manco Inca se adentró en la selva amazónica y erigió Vilcabamba. Las ruinas de esta ciudad fueron descubiertas más de 50 años después por otro norteamericano, el explorador Gene Savoy, quién recurrió a los relatos de diversas fuentes de la época y se convenció de que Bingham había confundido Machu Picchu con Vilcabamba.

Machu Picchu fue edificada mucho antes de que llegaran los españoles, entre 1450 y 1460 por el emperador inca Pachacútec, el bisabuelo en la línea dinástica de Atahualpa. La ciudad se destinó a funciones religiosas y lugar de descanso del emperador, su acceso estaba restringido y solo podía ingresar la nobleza y altos funcionarios del imperio. Era la residencia de Pachacútec, un complejo imperial construido por y para un hombre que logró transformar su pequeño reino, en el imperio más grande que jamás existió en el Nuevo Mundo.

Bingham durante varios días soportando el frío y el apunamiento, junta piezas arqueológicas de Machu Picchu, recolecta muchos miles que logra sacarlas de Perú, no se sabe si a escondidas o de contrabando sobornando algún funcionario venal. Sin duda está cometiendo un latrocinio, aunque son migajas comparadas con lo que se llevaron los conquistadores españoles. Estos en su ignorancia y codicia sin límites, fundieron en lingotes de oro exquisitas obras de orfebrería. Al menos Bingham las llevará a la Universidad de Yale para ser expuestas en el museo.

Más tarde se desempeñará como profesor de la Universidad de Harvard, llegará a ser gobernador del estado de Connecticut y miembro del Senado de Estados Unidos. Como dato menor, le debemos a Bingham haber sido el inspirador de la saga de Indiana Jones.

       Hiram Bingham senador                               Harrison Ford como Indiana Jones

Fuentes
Kim Macquarrie. Los últimos días de los incas. Inkaterra, Perú 2013.

William Prescott. History of the conquest of Peru. Lippnicott, Philadephia, 2009.

Hiram Bignahm. Encyclopaedia Britannica. http://www.britannica.com/EBchecked/topic/65668/Hiram-Bingham


11 comentarios:

  1. Los peruanos reivindicamos a don Melchor Arteaga como descubridor de estas bellísimas ruinas de nuestro pasado. Una vez más nos somete un gringo mentiroso.

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    1. Fue Melchor Arteaga quien condujo a Bingham a Machu Picchu donde ya vivian campesinos, sin embargo su nombre ni siquiera su foto apearece en ningun lugar.
      Es el poder de los grandes medios, que actualmente siguen intactos y combaten a los gobiernos progresistas. Están en todos los países de América Latina. En Argentina son La Nación y el monopolio Clarín y siempre estuvieron al servicio de Estados Unidos.

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  2. Rolando Martínez Quispe18 de abril de 2014, 10:06

    El cusqueño Agustín Lizárraga descubrió Machu Picchu el 14 de julio de 1902, nueve años antes que el descubrimiento "oficial" de Hiram Bingham, quién terminó borrando las inscripciones de Lizárraga de la piedra de la ciudad y de su libro.

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    1. Los europeos, especialmente los ingleses y en nuestro continente, los norteamericanos, tienen la astucia y habilidad de publicar inmediatamente en medios en inglés y de gran difusión como es el National Geogrpahic que patrocinó la expedición de Bingham.
      De todas maneras Bingham debería haber tenido la cortesía de compartir el hallazgo con Lizárraga. Desde el momento que se llevó en forma subrepticia numeroso patrimonio arqueológico, nos está diciendo que no tenía muchos escrúpulos.

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  3. Nueve años antes que el explorador norteamericano Hiram Bingham llegara a las ruinas de Machu Picchu, éstas ya habían sido descubiertas por el hacendado cusqueño Agustín Lizárraga Ruíz, quien puso el pie en la notable ciudadela incaica exactamente el 14 de julio de 1902. Para dejar constancia de su descubrimiento, Lizárraga tomó un trozo de carbón y trazó sobre una de las piedras del Templo de las Tres Ventanas una inscripción que decía: "Agustín Lizárraga – 14 de julio 1902 – para la posteridad".
    Asimismo, los guías turísticos cusqueños que ilustran a los visitantes extranjeros interesados en las ruinas de Machu Picchu, citan ahora a Lizárraga como el precursor de su descubrimiento y narran episodios de los testimonios de sus acompañantes.
    Pero, irónicamente, el mejor y definitivo reconocimiento de Lizárraga ha llegado por el lado del mismo Bingham, cuyo tercer hijo, Alfred M. Bingham, publicó una biografía de su padre con datos reveladores sobre el descubrimiento de Machu Picchu.
    En esa biografía, el autor narra que en una de las libretas de apuntes que su padre llevó en la expedición a las históricas ruinas incaicas, encontró anotadas unas líneas que decían: "Agustín Lizárra es el descubridor de Machu Picchu y vive en el pueblo de San Miguel…".
    Exactamente, Agustín Lizárraga vivía en el pueblo de San Miguel, donde era dueño de tierras, y de donde probablemente partió la expedición de julio de 1902 que le permitió descubrir antes que otros la histórica ciudadela incaica, a la cual envuelve aún una serie de enigmas no develados completamente.
    Contra la opinión de ciertos historiadores, Lizárraga era consciente de la importancia histórica de su objetivo, pero carecía de apoyo y no estaba vinculado a los círculos científicos y académicos, de ahí que organizó una expedición a la que integró a sus amigos Enrique Palma y Gabino Sánchez, y a la cual financió con su propio dinero.
    La expedición se enfrentó machete en mano a una naturaleza amenazadora, llena de precipicios, acechada por el turbulento río Urubamba, todo lo cual hacía prácticamente inexpugnable la ciudadela real de los incas, tal como la habían planeado sus constructores.
    Pero la expedición llegó a su objetivo y, tras desbrozar parte de la maleza, dio con el asombroso monumento arqueológico, una enorme construcción de piedra tallada en el abismo, donde Lizárraga escribió su nombre y la fecha del hallazgo.
    Si en algo falló la expedición fue en no informar al Estado, a la prensa, a la Universidad y a la intelectualidad local sobre su descubrimiento. De esta aventura sólo se enteraron los pobladores de los pueblos de Mandor y San Miguel.
    Pocos años después Lizárraga emprendió una nueva expedición para confirmar el descubrimiento de Machu Picchu, pero esta vez la suerte no estuvo de su parte y el explorador cayó al río Urubamba donde se ahogó y su cuerpo nunca fue hallado.
    Uno de los acompañantes de la primera expedición de Lizárraga, Enrique Palma, integró en 1904 otra expedición de nueve personas (seis hombres y tres mujeres) que también llegó a las históricas ruinas y a quienes se puede considerar los primeros turistas de Machu Picchu, puesto que su viaje tuvo carácter de excursión, sin fines científicos.
    Según el testimonio de Palma, recogido tiempo después por su hijo, el viaje fue difícil, pero no tanto como la primera vez, puesto que Lizárraga ya había trazado la ruta y en parte había desbrozado el camino.
    Machu Picchu se halla en la selva alta del Cusco, que fuera capital del Imperio Incaico, a 570 kilómetros al sudeste de Lima.
    Bingham llegó por primera vez al Cusco en 1909, interesado en "la ciudad perdida de los incas" (Vilcabamba), de la cual tenía referencias por las crónicas de los conquistadores y misioneros españoles.
    Pero en esa ocasión sólo halló el pueblo de Choquequirao. En su segundo viaje al Cusco entró en contacto con su compatriota Alberto Giesecke, entonces rector de la Universidad San Antonio Abad, quien lo estimuló en su empresa y le informó todo cuanto se sabía en la zona acerca de Machu Picchu.

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  4. Autorizado a explorar Machu Picchu por el primer gobierno de Augusto B. Leguía, muy proclive a atender cuanta solicitud procediera de Norteamérica, Bingham buscó en el Cusco a los lugareños que tenían noticias de las ruinas, quienes a la vez le informaron sobre el descubrimiento de Lizárraga.
    Es en esta ocasión que Bingham debe haber anotado en su libreta: "Lizárraga descubrió Machu Picchu…", añadiendo datos sobre su probable ubicación como las líneas que dicen: "y vive en el pueblo de San Miguel, cerca del puente", pensando acaso encontrarlo, pero sin saber que el personaje ya había muerto.
    De todas maneras, siguiendo la ruta trazada por Lizárraga en 1902, Bingham llegó a las ruinas al frente de una amplia expedición financiada por la Universidad de Yale, de la que era profesor, y por la National Geographic Society, y el 24 de julio de 1911 reveló al mundo científico la existencia de Machu Picchu.
    A fines de ese mes también llegó a Machu Picchu una expedición de la Universidad San Antonio Abad, encabezada por Cosio y con la tardía autorización del gobierno, encontrando avanzados los trabajos de exploración y embalaje de las piezas arqueológicas halladas en las ruinas por Bingham.
    Esta expedición universitaria también la integraba Enrique Palma, quien pudo observar que aún permanecía en una de las piedras del Templo de las Tres Ventanas la inscripción que dejara Lizárraga durante su viaje de descubrimiento de 1902, en el cual él fue uno de sus compañeros y ayudantes.
    Las fotografías que tomó Bingham en su primer encuentro con Machu Picchu demuestran que parte de la ciudadela no estaba cubierta "por la vegetación de los siglos", como solía decir, sino que ya había sido deforestada, lo cual indicaba que antes que él otros habían explorado las ruinas.
    El gobierno autorizó a Bingham llevar a la Universidad de Yale con fines de investigación las piezas arqueológicas halladas en Machu Picchu, pero sólo por un periodo de 18 meses, transcurridos los cuales debía devolverlas al Perú, algo que ni Bingham ni esa casa de estudios cumplieron.
    En diciembre de 2008 el Estado peruano demandó a la Universidad de Yale ante el tribunal de Connecticut por las piezas arqueológicas de Machu Picchu, a lo cual la Universidad pidió a los jueces desestimar el reclamo peruano.
    Ante esta situación, historiadores y científicos peruanos empezaron a replantearse el caso del descubrimiento del monumento arqueológico más famoso y valioso del Perú y ahora debaten si el papel de Bingham fue el de "descubridor" o el de "saqueador" de Machu Picchu.

    Mis felicitaciones a los que leyeron hasta acá.
    Saludo atte

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    1. Estimado Plutarco: no se pasa a la posteridad escribiendo en el muro de Machu Picchu la autoría del descubrimiento. Lo que no se publica no existe. En contraposición, Bingham estaba respaldado por la Universidad de Yale y la revista National Geographic de difusión internacional.
      Aquí también conviene analizar el comportamiento del gobierno peruano de entonces. Otorgó que Bingham se llevara miles de piezas, cuando le podría haber obsequiado un puñado. ¿Que respaldo le dieron las autoridades a Lizárraga, éste las solicitó? Si lo hizo y no se la dieron muestra la indiferencia del gobierno por sus patrimonios arqueológicos. Si Lizárraga no la solicitó,o no informó debidamente su descubrimiento, fue una omisión grave de su parte.
      Gracias por leer El Mordaz

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    2. Muy acertado su razonamiento.
      Pero ocurre que, para cuando llegó Bingham, Lizárraga ya se había ahogado en el Urubamba.
      Melchor Arteaga también merece un reconocimiento.
      En realidad no hubo tal "descubrimiento", conocían el lugar todos los campesinos peruanos de la zona.
      Es como lo de que Colón "descubrió" América...

      Saludos cordiales

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  5. PARA CUANDO PERÚ SALGA DEL ARMARIO19 de abril de 2014, 13:47

    No al turismo a países oficialmente homófobos

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  6. buenisima la nota, Ricardo, la comparti en redes sociales!
    Un abrazo!

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