miércoles, 17 de julio de 2013

EL TÚNEL DE ROSCIGNA




Corría el año 1925 cuando siete desconocidos (cuatro de ellos con antifaces), bajan de un vehículo en la esquina de Buenos Aires y Belgrano, a dos cuadras de la comisaría. Cuatro se introducen en el Banco San Martín, y los otros tres, con armas largas, se apostan en la entrada principal. Los que han entrado trabajan rápidamente, uno de ellos grita ¡Al que se mueve… cuatro tiros! Sortean los mostradores, revisan los cajones de los pagadores y van juntando todo el dinero que encuentran. Dos de los bancarios, que se han tirado tras el mostrador tratan de salir gateando por una puerta trasera. Uno de los enmascarados los ve y sin dudar un instante los balea, matando a uno e hiriendo al otro. Con el dinero obtenido, escapan en automóvil. Los persiguen pero cubren su retirada a balazos.


                                         Miguel Ángel Roscigna (1891-1936)


Uno de los siete desconocidos del relato era Miguel Arcángel Roscigna, el personaje de esta historia. El otro era José Buenaventura Durruti, escapado de España por tener la captura recomendada por diversos atentados, volvería a su patria para luchar contra Franco hasta que en un enfrentamiento durante la guerra civil, un balazo puso fin a su vida. Todos ellos eran anarquistas.


Roscigna se comenzó a interesar en las ideas anarquistas durante 1909, luego de la muerte del coronel Ramón Falcón, asesinado por el ucraniano Simón Radowitzky, quien purgaba su condena en la cárcel de Ushuaia. El preso era venerado por los obreros y especialmente por los anarquistas y Roscigna, que era uno de sus tantos admiradores, se propuso liberarlo.

                            Simón Radowitzky (1891-1956)


En 1924 Roscigna preparó la fuga de Simón Radowitzky. Para ese fin se empleó como guardia cárcel en Ushuaia. El plan fracasó ya que en Buenos Aires, en una asamblea obrera, los socialistas y sindicalistas lo denunciaron. Fue inmediatamente cesanteado y expulsado del penal por la policía. Antes de abandonar el lugar y en represalia, incendió la casa del Director del Penal. 


El movimiento anarquista estaba fuertemente dividido en dos tendencias: la de los organizadores que pertenecían a la Federación obrera Regional Argentina (FORA), y una línea individualista que buscaba obtener los resultados empleando el camino de la violencia. Es superfluo decir que Roscigna pertenecía al segundo grupo. 


En 1927 los anarquistas iniciaron una campaña de atentados contra objetivos de origen estadounidense por el caso de Sacco y Vanzetti. La policía creía que el inspirador  era el italiano Severino Di Giovanni, aunque también se sospechaba de Roscigna. Allanaron su casa, pero por falta de pruebas fue puesto en libertad. El subcomisario Buzzo le dijo claramente: "tenés tres posibilidades: ir a criar gallinas a La Quiaca, meterte en un seminario y estudiar de cura o directamente suicidarte, así nos ahorras el trabajo, porque la próxima vez que te encontremos en alguna calle de Buenos Aires te baleamos, te ponemos una pistola en la mano y te caratulamos resistencia a la autoridad".


Roscigna para continuar sus acciones contaba con su amigo Andrés Vázquez Paredes, un español inteligente, experto en la fabricación de bombas, una de las cuales fue empleada por el anarquista alemán Kurt Gustav Wilckens para matar al teniente coronel Héctor Benigno Varela, en represalia por los fusilamientos a los obreros de la Patagonia. Al dúo se agregaron los hermanos Vicente y Antonio Moretti. 

El grupo que cometió numerosos atracos, incluyendo el asesinato de policías, se trasladó a Montevideo donde siguieron a buen ritmo con los asaltos hasta que identificaron la vivienda donde se refugiaban. Antonio Moretti prefirió el suicidio a caer preso, mientras que su hermano Vicente y dos compinches fueron trasladados al penal de Punta Carretas. Roscigna logró escapar y juró que no descansaría hasta rescatarlos, para ello concibió un plan de fuga que parecía descabellado, pero que quizás diera resultado.


          Penal de Punta Carretas, hoy transformado en centro comercial

Habían transcurrido varios meses cuando el matrimonio italiano Gatti y su hija, llegan a la capital oriental y se instalan frente al penal de Punta Carretas donde abren una carbonería llamada “El Buen Trato”. En poco tiempo se ganan el afecto y respeto de sus vecinos gracias a su cordialidad. Nada raro habían visto en ellos lo policías que investigaban periódicamente a los que se instalaban en las inmediaciones de la cárcel. Los Gatti eran muy laboriosos, siempre se los veía trasladando bolsas de carbón en carretillas, quien los ayudaba era Roscinga y las bolsas no contenían carbón sino tierra, producto del túnel que estaban excavando en dirección a la cárcel. 

Siete meses después los vecinos apenados despiden a los Gatti que habían decidido mudarse. Al día siguiente, ven sorprendidos como surgen de la nada varios hombres que saltan el muro trasero de la casa. Eran los reclusos anarquistas del penal que lograron evadirse gracias a una extraordinaria obra de ingeniería llevada a cabo por Gino Gatti, Miguel Arcángel Roscigna y otros. Se trataba de un pozo profundo perfectamente iluminado, cuadrado de dos por dos, apuntalado por maderas y una escalerilla. De allí comenzaba un túnel de 50 metros de largo con iluminación eléctrica y caños de ventilación. El otro extremo emergía en un baño de la cárcel. 

    Maqueta del túnel que se extiende desde una casa frente al Penal y cruzando la calle pasa por debajo de la muralla y con precisión matemática termina en uno de los baños para los prisioneros

Roscigna y Vicente Moretti, vivieron un tiempo escondidos hasta que cayeron en una redada policial. Roscigna pasó varios años en cárcel uruguaya y luego fue extraditado a Buenos Aires. Al llegar al puerto lo trasladaron a la Jefatura Central de Policía, después su rastro se perdió para siempre. Su hermana junto con miembros de la comisión Pro Presos removieron cielo y tierra para hallar su paradero hasta que un alto oficial de la policía les dijo “No se rompan más muchachos, a Roscigna lo fondearon en el Río de la Plata”.


Cuarenta años más tarde, el 6 de septiembre de 1971, el jubilado Jesús Torreta, hombre madrugador, se levantó a las 6 de la mañana para cebarse unos mates. Su casa estaba en la vereda de enfrente del penal de Punta Carretas. Ante su asombro descomunal un pedazo del piso de una de sus habitaciones se levantó y comenzaron a surgir uno detrás de otro como un parto interminable, rostros polvorientos que le hacían señas y gestos de que se quedara tranquilo y no hiciera ningún movimiento. Acababa de producirse la fuga del siglo en la que se evadieron 106 presidiarios, la mayoría de ellos tupamaros, incluyendo al “Pepe” Mujica y su actual Ministro de Defensa Eleuterio Fernández Huidobro. Habían construido un túnel que por azar, desembocó en la vieja estructura  de los anarquistas y salieron por la misma vivienda que una vez se llamó la carbonería El Buen Trato.



               José "Pepe" Mujica y Eleuterio Fernández Huidobro


Fuentes


6 comentarios:

  1. ¡Qué bueno! ¡Una de tiros, líos y cosa golda!

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  2. Cuando los tupas encontraron el tunel, dejaron un cartel q decia "aqui se encuentran 2 generaciones revolucionarias". Besos desde Brasilia a vos y
    Alicia

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    1. Hoy son implacables carceleros, Huidobro, Bonomi , Mujica.
      @craci@

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  3. Igualmente para voz Eloisa y gracias por leer El Mordaz desde Brasilia

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  4. Muy bueno, Ricardo. Me asombró siempre la tenacidad de los anarquistas individualistas. Particularmente Simón Radowistky y Kurt Wilckens. Fueron verdaderos mártires, entregados a un ideal altruista. Dieron su vida. No me canso de recomendar la lectura de La Patagonia Revelde del gran Bayer, y la biografía de Simón, de Alejandro Marti. Abrazo grande. Excelente tu trabajo.
    Jorge

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  5. Que increible hecho de la vida que hayan coincido ambas fugas de salida y entrada al tunel...increible...

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