jueves, 17 de marzo de 2011

Obama



Cuando subió Obama,  creo que la alegría de la gente trascendió las fronteras de los Estados Unidos y hubo un suspiro de alivio en el mundo. Se iba el peor presidente en la historia de ese país, un patán que sobre sus espaldas cargaba con los estigmas necesarios para alterar la paz mundial, el ecosistema del planeta y el bienestar de los norteamericanos.
Lamentablemente, creo que pecamos de exceso de optimismo. Parece que Obama sólo posee un barniz que mejora la estética deplorable de su antecesor, pero hasta el presente la desilusión va en aumento al ver una gestión que no realizó cambios sustanciales.
La vergüenza de Guantánamo continúa, así como el bloqueo a Cuba y las guerras en Medio Oriente. En el caso de Egipto, Obama siguió la política clásica hacia los dictadores que le son afines. Lo sostuvo hasta que la situación de ese país se volvió incontrolable y entonces le soltó la mano a Mubarak, mientras le hacía un guiño a Israel como diciéndole: no te preocupes vamos a cambiar los hombres, pero trataremos de que el resto siga igual. Discípulo de Lampedusa.
Hasta hace poco, pero muy poco, tenía relaciones con Khadafi, siguiendo el postulado que Washington viene sosteniendo desde décadas: “Si, Khadafi es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”



A Obama le otorgaron el Premio Nobel de la Paz, galardón que había perdido bastante seriedad y prestigio cuando se lo dieron a Henry Kissinger. Es probable que cuando Obama caminaba sobre la aterciopelada alfombra que lo acercaba al rey de Suecia quién lo esperaba con la medalla y el diploma, si tenía un poco de dignidad estaría pensando: ¿Qué estoy haciendo yo aquí, si hasta ahora no hice nada para merecer este honor?


Todo esto muestra que el Premio Nobel de la Paz es el resultado de presiones e intereses generalmente reñidos con el tema de la paz. Si tenemos en cuenta que para los Premios Nobel científicos se hace lobby a rabiar, que se puede esperar de un premio Nobel donde la política se mete por todos los resquicios.
Ahora bien, a mi me queda una duda, porque si bien Bush actuaba totalmente convencido de sus actos, da la impresión de que Obama lo hace a regañadientes ya que tiene el poder enormemente recortado. Porque quienes en realidad manejan el imperio, son el Pentágono, la industria de armamentos, el poder mediático y los grandes capitales, contra quienes nadie osa enfrentarse porque son los que financian las campañas políticas.
Pienso que los presidentes de USA son figuras decorativas que en algunas circunstancias gobiernan con comodidad porque ideológicamente son ultraconservadores como Reagan, Nixon y Bush, pero en otras lo hacen sintiendo sobre la nuca la respiración de algún gerente de grandes corporaciones o de un uniformado de alto rango tachonado de condecoraciones que le susurra al oído: “No flaco, eso vos no lo tenés que firmar”.
Todavía no tengo claro en cual de los dos lugares se posiciona Obama. Pero estoy convencido que de Washington no debemos esperar jamás un gobierno con ideas de mejorar el bienestar social y políticas internacionales pacíficas.