miércoles, 30 de octubre de 2019

LA DESGRACIADA AVENTURA DE LA PRIMERA FUNDACIÓN DE BUENOS AIRES


Los historiadores siguen elaborando hipótesis acerca de las razones que impulsaron a Pedro de Mendoza para que abandonase la vida placentera en su lujosa mansión de Granada y decidiera embarcarse en una expedición que auguraba más peligros y sufrimientos que satisfacciones. Francisco Pizarro cuando decidió venir al nuevo mundo, no tenía nada que perder, era un analfabeto y miserable cuidador de chanchos en Extremadura, mientras que Pedro de Mendoza lo tenía todo. Todo no, le faltaba lo más importante: la salud.
                                   Estatua de Pedro de Mendoza en el Parque Lezama

En 1527 este hidalgo caballero participó en la campaña de Italia ordenada por el emperador Carlos V y una vez que las murallas de Roma cedieron ante el avance de la coalición de fuerzas entre España y Alemania, los soldados, que no habían recibido paga alguna, se entregaron al saqueo. Mendoza fue uno de los que violó unas cuantas jovencitas y una de ellas le pegó la sífilis.
En 1535, el año en que se organizó la expedición al Río de la Plata, la enfermedad estaba haciendo estragos en su cuerpo. El otrora fornido guerrero, apenas podía levantarse del lecho. De los relatos producidos por los expedicionarios que regresaban a España, Mendoza se había enterado que en el Nuevo Mundo existía un árbol, llamado Guayacán, de cuyo fruto se extraía una poción que curaba las “bubas”, que así se llamaban las erupciones cutáneas que producía la sífilis.
Cuando el rey preocupado por las incursiones portuguesas en América, decidió mandar una expedición a la zona del Río de la Plata, le confirió el mando a una persona de su confianza que no era otro que Mendoza, Caballero del hábito de Santiago y Gentilhombre de Cámara del Emperador Carlos V. Al hidalgo la oportunidad le vino como anillo al dedo, allá, del otro lado del mar encontraría el remedio para sus bubas.
Se le asignó a Mendoza un sueldo de 2.000 ducados de oro por año y 2.000 ducados “de ayuda de costa para hacer la dicha población y conquista”, pero le aclararon que “estos cuatro mil ducados han de ser pagados de las rentas y provechos a Nos pertenecientes en la dicha tierra”. “Dicha tierra” abarcaba desde el norte de Buenos Aires hasta Tierra del Fuego.
Con el título de Primer Adelantado de América del Sur y enormes poderes, la flota de 16 naves y más de mil tripulantes partió de San Lucar de Barrameda el 24 de agosto de 1535. En las estrechas naves se codeaban hombres y mujeres de toda laya con personas de linaje y destacados funcionarios. Entre ellos se encontraba Ulrico Schmidl, un soldado lansquenete, viajero y cronista de origen alemán a quien la posteridad le agradece haber volcado en su libro Viaje al Río de la Plata, todos los relatos de aquella aventura. El otro cronista fue Gonzalo Fernández de Oviedo, pero no fue testigo de los acontecimientos, sino que recabó información de quienes allí estuvieron.
En las islas Canarias la flota se detuvo para aprovisionarse y varios tripulantes descendieron y desertaron, no sabían, o quizás lo intuían, de que iban a constituir el reducido número se sobrevivientes.
Mendoza rara vez emergió de su camarote para asomarse al puente y se puede decir que no había un capitán que, con mano férrea, comandara la expedición. En el mundo de la navegación la falta de autoridad legítima en la nave es una situación grave. Mendoza imposibilitado de abandonar el lecho delegó el mando a su maestre Juan de Osorio, hombre joven de poca experiencia en las relaciones humanas quien pronto mostró su soberbia y arrogancia y este comportamiento lo hizo impopular.
Juan de Ayolas, el Alguacil Mayor y hombre de confianza de Mendoza, convenció a éste de que Osorio planeaba insubordinarse y para ello consiguió testigos que se prestaron a declarar contra el odiado Osorio.
Mendoza no dudó y sin convocar al acusado para escuchar su defensa escribió su sentencia de muerte: “en cualquier parte que sea tomado el dicho Juan Osorio mi maestre de campo, sea muerto a puñaladas o estocadas o en otra cualquier manera que lo pudiera ser, las cuales le sean dadas hasta que el alma le salga de las carnes; al cual declaro por traidor y amotinador, y le condeno en todos sus bienes”. La sentencia se cumplió tal cual había sido ordenada cuando la expedición recaló en Río de Janeiro para reaprovisionarse.

Primera Fundación de Buenis Aires por José Moreno Carbonero.

Ya en el Río de la Plata Mendoza realizó la primera fundación que la dedicó a Santa María de los Buenos Aires, la Virgen generadora de los vientos que hinchan las velas de las naves y es venerada por los navegantes. El emplazamiento se erigió en el actual Parque Lezama, donde se puede apreciar una imponente estatua del conquistador. Esto ocurrió entre el 2 y el 3 de febrero de 1536.

Una vez constituida la empalizada y las viviendas y habiéndose agotado las provisiones, los españoles salieron a pactar con los indios y lograron que estos los aprovisionaran, pero al término de 14 días los nativos tomaron conciencia de que los espejitos de colores que recibieron a cambio, no compensaba el esfuerzo de buscar alimentos ya que bastante trabajo tenían con aprovisionarse ellos mismos.
Como la situación se hizo angustiosa salió una partida con 17 hombres a pactar con los indios, pero estos los atacaron violentamente y regresaron todos heridos al fuerte.
A partir de ese momento quedaron rotas las relaciones y los enfrentamientos con los nativos fueron constantes hasta llegar a verdaderos combates. Perdida toda esperanza de obtener recursos de los pocos amables naturales circunvecinos, fueron despachadas dos expediciones para buscar alimentos, una al Brasil al mando de Gonzalo de Mendoza, mientras que la otra remontó el Paraná al mando de Ayolas.
El 15 de junio de 1536 festividad de Corpus Christi, el mismo día que Ayolas al norte del Paraná bautizó con ese nombre el pequeño asentamiento a orillas del río, tuvo lugar un feroz encuentro con los indios, donde Diego, el hermano de Pedro de Mendoza, junto con otros jefes y varias decenas de españoles quedaron tendidos en el campo de batalla. Del lado de los nativos las pérdidas fueron mucho mayores, pero sus reservas eran enormes ya que participaron querandíes, guaraníes y charrúas para organizar nuevos ataques hasta lograr destruir el fuerte.
Durante todos esos días el hambre fue despiadada con los invasores quienes se vieron obligados a ingerir hierbas, culebras, ratones, el cuero de los zapatos y correajes y hasta inmundicias. Muchos estaban a punto de enloquecer y otros, rabiosamente, maldecían al Adelantado y su culpable enfermedad.
Fue en el poblado de Santa María de los Buenos Aires que se produjo el primer episodio de antropofagia por parte de los españoles. Así lo relata Ulrich Schmidl: “Sucedió que tres españoles habían hurtado un caballo y se lo comieron a escondidas; y esto se supo; se los prendió y se les dio tormento para que confesaran el hecho. Entonces fue pronunciada la sentencia que a los tres susodichos españoles se los condenara y ajusticiara y se los colgara en una horca. …No bien se los había ajusticiado, y cada cual se fue a su casa y se hizo noche, aconteció en la misma noche por medio de otros españoles que ellos cortaron los muslos y otros pedazos de los cuerpos, los llevaron a su alojamiento y allí los comieron. También ha ocurrido entonces que un español se comió a su hermano que estaba muerto. Esto sucedió en el año de 1535 en nuestro día de Corpus Christi en la antedicha ciudad de Buenos Aires”.
El relato del hermano fue retomado por Manuel Mujica Láinez en su libro Misteriosa Buenos Aires. Los hermanos Baitos formaban parte del grupo que salió a descuartizar los cadáveres, pero se armó una gran pelea por el botín humano y la noche impedía ver quien era quien. Uno de los Baitos se arroja sobre un caído, le corta el brazo y se lo lleva a su tienda. Entonces sus dientes tropiezan con un anillo y reconoce que pertenece a su hermano. Lanza un grito desgarrador y huye del fuerte en una carrera de borracho hacia las hogueras de los indios.
En las hazañas y aventuras de los conquistadores, la historia siempre relegó a las mujeres a un plano secundario. Con la expedición de Mendoza llegaron cerca de 20 de ellas y sabemos de las vicisitudes y sufrimientos que pasaron a través de Isabel de Guevara que cuando el fuerte fue abandonado se trasladó río arriba por el Paraná hasta Asunción. Permaneció 20 años en el Nuevo Mundo y entre la correspondencia que mantuvo con España se destaca la carta que le escribió en 1556 a la princesa Juana de Austria, cabeza del Consejo en las Indias. En ella detalló todos los sufrimientos padecidos y que debido a que el hambre había causado que los colonizadores varones "se desvanecieran por la debilidad, todas las actividades habían quedado para las mujeres,” incluyendo las labores civiles y militares. Isabel de Guevara argumentó que sus trabajos le daban derecho a una partición de tierra y a esclavos indígenas. Nunca recibió respuesta.
 Mendoza, empeorado y previendo su próximo fin, puso las velas hacia Buenos Aires para seguir a España y morir entre los suyos. Nunca tuvo oportunidad de utilizar las bondades del árbol guayacán, simplemente porque crece en América Central y en los territorios de Venezuela y Colombia.
Mendoza falleció en altamar sin poder llegar a España. En 1538 arribó al Río de la Plata el veedor Alonso de Cabrera quien después de evaluar la situación de los escasos sobrevivientes, decidió trasladarlos a Asunción. En 1541 ya no quedaban rastros del fuerte.
Me atrevo a extraer un par de observaciones sobre el episodio de la fundación de Buenos Aires. Por un lado la característica de los colonizadores españoles, muchos de ellos eran hidalgos que tenían el concepto de que el trabajo era para el campesino y no para la gente “noble”. Los colonizadores ingleses que escaparon de su país por razones religiosas, en cuanto llegaron a las costas de América del Norte, se pusieron a labrar la tierra y producir sus propios alimentos, nunca le pidieron ayuda a los indios del norte. Este fue uno de los factores que determinó que con el transcurso de los siglos se produjera una diferencia abismal entre el desarrollo de las ex colonias españolas y las inglesas.
El otro aspecto que llama la atención es el fracaso de las huestes de Mendoza para doblegar a las tribus del Río de la Plata. Resulta un enorme contraste con las conquistas de Pizarro y Cortés que sometieron a dos imperios de civilizaciones mucho más avanzadas y mejor armadas y con una relación de fuerzas abismal a favor de los españoles. Sin embargo tenían un flanco débil que determinó sus derrotas, una vez capturados Atahualpa y Moctezuma, considerados por sus pueblos como verdaderas deidades en la tierra, quedaron moralmente desarmados e incapaces de reaccionar.
Otro aspecto a tener en cuenta es que en el la conquista de México, Hernán Cortés, contó con la ayuda de tribus sometidas por los aztecas, quienes debían pagar a estos fuertes tributos, y las incorporó a sus fuerzas. En el Río de la Plata, querandíes, guaraníes y charrúas tomaron conciencia que el invasor era un enemigo común para todos ellos.

José Pablo Feinmann. Conquista, hambre y antropofagia. Página 12 30/08/2015
Ulrico Shmidl. Biografías y vidas. La Enciclopedia Biográfica en Línea. https://www.biografiasyvidas.com/biografia/s/schmidel.htm Subido el 14/01/2018.
Felipe Pigna. Pedro de Mendoza, antes de ser un adelantado. Diario Clarín 12/10/2016.
La conquista de Pedro de Mendoza. Tienda Federal. http://www.revisionistas.com.ar/?p=9037 subido el 14/10/2018.
Marisa Avigliano. Isabel de Guevara, nuestra primera feminista. Página 12 suplemento Las 12, 28/04/2017.
Manuel Mujica Lainez. Misteriosa Buenos Aires. 1950, Buenos Aires.

4 comentarios:

  1. Hola Ricardo, muy interesante relato histórico!!.Desconocido por mí, no pude sustraerme de de pensar en la
    crueldad a la vez que en la indefensión de los protagonistas. Así se hace la historia, aunque da para decir mucho más.
    Muchas Gracias. Edith.

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