jueves, 28 de marzo de 2019

EL GRAN FALSIFICADOR


Pretender llevar a cabo una biografía auténtica de Elmyr de Hory, es una tarea compleja porque todo en él es de dudosa veracidad, empezando por su propio nombre. Suponemos que era judío, porque cuando los alemanes invadieron Francia, se lo le llevaron prisionero.


                            Elmy de Hory (1906-1976)

Elmyr de Hory nació en Budapest en 1906 y fue bautizado por la religión calvinista, lo cual pone en duda su judaísmo. Durante su infancia y adolescencia se llamó Hoffman Elemer, pero como cambió varias veces de nombre, elegiremos el primero que fue el más utilizado por él y por quienes lo conocieron. En esta semblanza lo recordaremos simplemente como Elmyr. En cuanto a de Hory es un apellido que le sirvió para darse lustre como aristócrata húngaro.
Estudió arte en la Academie la Grande Chaumiere y su pretensión era llegar a ser un artista destacado, pero en aquella época en París la competencia era muy grande con Matisse, Picasso y los impresionistas. Cuando estalló la segunda guerra los alemanes lo hicieron prisionero, pero no se sabe con certeza dónde ni como, logró escapar y después de recorrer media Europa, terminó nuevamente en París cuando ya había acabado el conflicto bélico.
Vivió en una buhardilla pintando sin lograr sobresalir y para distraerse se dedicó a realizar algunas copias de los pintores contemporáneos. Su vida cambió por completo cuando un día lady Campbell una amiga suya, que además era millonaria y coleccionista de obras de arte, fue a visitarlo a su humilde vivienda-atelier en la Rue Jacob. La dama se fijó en un cuadro colgado en la pared y preguntó: ¿es un Picasso, verdad? Suponemos que Elmyr no contestó o hizo un gesto afirmativo. Lady Campbell le compró la obra por una suma generosa.
Semanas después se encontró con él en una reunión y le dijo con falso pesar: “Sabes Elmyr, lamento decirte que estando en Londres y hallándome corta de dinero vendí el Picasso que te compré a una suma muy superior a la que te pagué”.
Elmyr se dio cuenta de que si bien carecía de talento creativo, tenía la enorme habilidad de realizar copias perfectas de otros pintores. No intentó fraguar a los artistas del renacimiento, sus obras eran demasiado elaboradas y estaban todas instaladas en museos y colecciones privadas. Más fácil era copiar a los impresionistas y a los cubistas cuyas obras se encontraban en circulación y ya se cotizaban a valores muy jugosos.
                    Arlequín de Picasso, copiado por Elmyr

La vida de Elmyr cambió por completo, con el transcurso de los años llegó a vender alrededor de 1000 copias y lo más fascinante de esta historia fue que empezaron a surgir copiadores de sus copias, aunque sin lograr la calidad de sus “originales”. ¿Qué más puede pretender un falsificador que el sueño de comprobar que se hacen copias de sus copias?
Dedicarse a esta tarea no era fácil y además, tenía sus riesgos. Elmyr vivía saltando de un país a otro y así recorrió Brasil, México, Miami, Texas, Los Angeles, Nueva York, Londres y Zurich con falsos pasaportes. Imposibilitado de seguir utilizando nombres falsos, como siempre hizo con su vida y sus obras, delegó el trabajo de realizar las ventas a su ex amante y socio Fernand Legros, porque Elmyr era abiertamente homosexual. Legros le pagaba cifras muy inferiores a las que ganaba vendiendo sus obras, de manera que Elmyr nunca atesoró una gran riqueza, pero vivía bien, gozaba de muchas amistades, la mayoría provenientes de la alta sociedad y no se privaba de banquetes y reuniones. Siempre se dijo que tenía una personalidad avasallante y era un gran animador de fiestas y encuentros.
              Modigliani, copiado por Elmyr

En su vida apareció el periodista yanqui Clifford Irving quien decidió escribir su biografía, que tampoco podemos considerarla como absolutamente verídica ya que Irving había escrito previamente la vida del magnate Howard Hughes, que por estar plagada de falsedades le costó varios años de cárcel. Ver EL OBSESIVO HOWARD HUGHESS (hacer click aquí) 
Sin embargo, no nos queda más remedio que recurrir, al menos en parte, a diversos pasajes de la vida de Elmyr según como lo relata Irving. Además, el periodista fue una pieza fundamental para que los dueños de galerías de arte pudieran rastrear la ubicación de las falsificaciones en las distintas colecciones de magnates europeos y americanos.
Elmyr lanzaba el desafío: él no era un falsificador y al respecto decía: “La palabra me desagrada, y además no la encuentro justa. Soy víctima de las costumbres y las leyes del mundo de la pintura. ¿El verdadero escándalo no es acaso el propio mercado? En un mero plano artístico, desearía considerarme como un intérprete. Al igual que se ama a Bach a través de Óistraj, se puede amar a Modigliani a través de mí”. Consideraba que un verdadero falsificador también incluye en la copia la firma del artista, mientras que él nunca lo hacía. En una entrevista en Ibiza, su radicación definitiva manifestó: “En mis buenos días pinté Matisses que son sin duda mejores que los que pintó el propio Matisse en sus malos días”. Acto seguido dejaba la copa de Chivas Regall, se levantaba del sillón y en menos de un minuto bosquejaba un perfecto Matisse, para después arrojarlo al fuego de la chimenea.
                  Henry Matisse, Odalisca. Copiada por Elmyr

Las copias de Elmyr comenzaron vendiéndose a 100 dólares, para escalar a 1000, luego a 10.000 y las últimas ya se cotizaban en 100.000 dólares. Fue entonces que las casas de subastas se abstuvieron de seguir rematando sus obras ante el surgimiento de falsificaciones del falsificador, aunque de  mucha menor calidad.
En algún momento tendría que ocurrir la indignación y denuncia de algún millonario estafado y este fue el magnate del petróleo Algur Hurtle Meadows que adquirió 40 obras de Elmyr por una cifra millonaria. Con gesto benefactor, cedió varias piezas a un museo de Dallas que al poco tiempo se las devolvió sigilosamente porque los Modigliani y los Matisses donados no eran auténticos. Meadows hizo juicio y lo ganó, pero quien fue a parar a la cárcel fue Legros, el encargado de vender las pinturas.
Elmyr pasó los últimos 15 años de su vida en Ibiza, obviamente con nombre falso, Legros se hizo cargo de la compra de la mansión porque él estaba legalmente imposibilitado. Esos años vivió rodeado de amigos que hasta le traían la comida y lo mimaban con fiestas y reuniones hasta que al gobierno de España le llegó una orden de extradición emitida por el gobierno de Francia. Cuando al día siguiente la Guardia Civil se presentó en su casa para llevárselo encontraron que era imposible cumplir con la orden, porque Elmyr yacía debajo de una lápida. A lo largo de su vida había cometido varios intentos de suicidio, pero siempre lo salvaba alguno de sus amigos o amantes. El último de ellos, Mark Forgy, esta vez llegó tarde.

Elsa Fernández Santos. La gran burla de Elmyr de Hory. El País, 07,02,2013
Iñaki Berasaluce. La excesiva y truculenta vida del mayor falsificador de todos los tiempos. Strambotic, 30/12/2016
Juan Forn. A la manera de Elmyr. Página 12, 23/05/2014

2 comentarios:

  1. Me encanto, no conocía a éste personaje .Una vida interisante

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  2. Oswaldo C de Maryland29 de marzo de 2019, 9:03

    Magnífico, como siempre, el relato, Ricardo. Perdona la demora de mis comentarios. Todavía no he terminado de escribir el capítulo del libro. El deadline era el 20 de marzo!
    abrazos,

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