miércoles, 4 de julio de 2018

LA PIEDRA QUE REVOLUCIONÓ LA HISTORIA

El año 394 de nuestra era, bajo los designios del emperador romano Teodosio, se escribió en Egipto el último jeroglífico. Pocas centurias más tarde, aquel idioma había pasado al olvido. Los árabes invadieron el territorio, doblegaron a la población e impusieron su lengua. El mundo de las pirámides pasó a ser un sueño y más de 3000 años de historia parecían perdidos para siempre.

En 1798 Napoleón Bonaparte soñaba con seguir los pasos de Alejandro Magno y decidió conquistar Egipto y Siria para cortar el movimiento comercial de Inglaterra con la India, su más importante colonia. La expedición fue un completo fracaso porque el almirante Nelson destruyó la flota y más tarde derrotó a los franceses en tierra.

Sin embargo, aquella aventura tuvo un final sorprendentemente feliz ya que logró levantar el velo de desconocimiento y misterio que rodeaba a la antigua civilización egipcia. Durante el conflicto, una patrulla francesa se hallaba realizando trabajos para la defensa de la ciudad de Rosetta a 45 kilómetros de Alejandría, cuando las palas de los excavadores chocaron contra algo duro. Al remover la tierra surgió a la superficie una especie de lápida de 112 centímetros de altura y cerca de 800 kilos de peso, totalmente cubierta de inscripciones, de las cuales, los científicos de la expedición francesa solo reconocieron el texto inferior que estaba escrito en griego, mientras que los dos textos restantes contenían signos indescifrables. 
Fue el 15 de junio de 1799, fecha que cambiaría la historia de la arqueología ya que la pieza resultaría ser un elemento clave para descifrar los jeroglíficos egipcios y conocer el mundo de los faraones y su civilización.

             Piedra de Rosetta. British Museum

Ese día el calor era infernal y la patrulla, agotada y sedienta dejó la piedra donde fue hallada, con el propósito de trasladarla en otra oportunidad. Dos años más tarde fue encontrada por soldados ingleses y terminó recalando en el British Museum. A partir de entonces se la conoce como la piedra de Rosetta. Con ella se quedó Inglaterra, pero fue un francés quien lograría descifrar su contenido.

De acuerdo al segmento escrito en griego se pudo saber que la piedra de Rosetta representaba un homenaje al faraón Ptolomeo V y que se remontaba al año 196 a.C. La escritura del medio estaba escrita en demótico, el idioma que surgió en la última etapa del Antiguo Egipto y pasó a ser lengua muerta en el año 452. Hasta aquí, la traducción era posible, pero el texto superior estaba constituido por jeroglíficos y por lo tanto totalmente incomprensible, indescifrable para cualquiera que lo intentara, hasta que Champollion tuvo acceso a su contenido.

                          Jean-Francois Champollion (1790-1832)

Jean-Francois Champollion nació el 23 de diciembre de 1790 y los médicos que asistieron a la madre que se encontraba muy enferma, notaron que el niño tenía un tinte amarillento en las córneas, que sumado poco después a su renegrido cabello, le valió el mote de “el Egipcio”, toda una premonición. 

Cuando la piedra vio la luz del día, Champollion tenía 9 años. Era una mente brillante, a la edad de cuatro sabía leer y escribir y al término de su paso por la escuela de Genoble dominaba, guiado por el apoyo de su adorado hermano Jacques-Joseph, además del griego y latín, las diversas lenguas de Medio Oriente: persa medio, árabe, sirio, hebreo y copto, idioma lejanamente emparentado con el demótico.
Jacques-Joseph, 12 años mayor que Jean-Francois, fue su tutor y su guía y siendo arqueólogo le inculcó a su hermano la pasión por la antigua civilización egipcia. 

Además de una gran inteligencia y enorme facilidad para los idiomas, el joven “le jeune” Champollion, era sumamente curioso, perseverante y con una capacidad ilimitada para el trabajo de investigación. Pese a todas estas cualidades, ignoramos si hubiera podido alcanzar su gran logro sin el apoyo incondicional de su hermano mayor Jacques-Joseph.

              Jacques-Joseph Champollion

A la edad de 23 años Champollion escribió un tratado titulado: Egipto bajo los faraones, que resultó ser la descripción más completa sobre aquel país, pese a que aún no lo había visitado. Siete años después se abocó en forma exclusiva a descifrar la piedra de Rosetta, llegando a dedicarle hasta 20 horas diarias. Fue una compulsión obsesiva que le ocupó todo el año de 1821.

Le llamó la atención una figura que consistía en una cuerda ovalada con los extremos anudados que contenía varios jeroglíficos. A este conjunto lo llamó cartucho. El mismo cartucho se repetía varias veces en los jeroglíficos y coincidía con la palabra Ptolomeo en la parte correspondiente a los idiomas demótico y griego, que Champollion dominaba. Ese mismo año recibió copias de las inscripciones contenidas en un obelisco que el viajero inglés William Bankes había traído de Egipto. El monumento homenajeaba a dos Cleopatras y cada una estaba dentro de sus respectivos cartuchos. Por lo tanto los cartuchos señalaban que el contenido de los mismos correspondía al nombre de un Faraón.


                      Cartucho que representa a Ptolomeo

Champollion comprendió que los signos representaban letras individuales y logró identificar los jeroglíficos que correspondían a las letras P, L y O. Consiguió dibujos del templo de Karnack y allí encontró un nuevo cartucho que contenía tres figuras, la superior era un disco solar. 

Champollion sabía que en el idioma copto el sol se pronunciaba “RA”. En la parte inferior había un signo que el egiptólogo inglés Thomas Young, quien por entonces estaba empeñado en la misma tarea que el francés, había identificado como la letra “S”, pero no había conseguido descifrar el signo central. Champollion observó que en la piedra de Rosetta el signo aparecía varias veces y en todas las ocasiones la traducción en griego significaba nacimiento o nacer y se escribía “MESE”. Había detectado que el nombre de ese faraón era Ramsés.



Cartucho que representa a Cleopatra. Cada figura corresponde a una letra.

Champollion se dio cuenta de que por fin quedaba develada la escritura egipcia al saber combinar su dominio del copto, los avances de Young y su conocimiento del antiguo Egipto. 

Cuenta la historia que Jacques-Joseph estaba trabajando en su escritorio, como cuidador de los manuscritos de la Biblioteca Nacional de París, cuando escuchó ruidos de pasos que subían precipitadamente la escalera, la puerta se abrió de golpe y surgió como una tromba su hermano quien transfigurado alcanzó a decir “¡lo logré!”, e inmediatamente cayó desmayado. Se había evaporado la escasa energía que le quedaba luego de un año de trabajo intensísimo y permaneció en estado semicomatoso durante varios días.

Apenas trece días después, el 27 de septiembre de 1822, presentó su descubrimiento ante la Academia de Inscripciones de París, de manera formal, por medio de la siguiente misiva: Carta para M. Dacier relativa al alfabeto fonético jeroglífico utilizado por los egipcios. Por aquel entonces Bon-Joseph Dacier era el secretario de la Academia. La carta se tradujo y publicó en varios idiomas. 

Hubo elogios y críticas, entre estas la de Thomas Young, quien habiendo perdido la carrera en el descifrado de los jeroglíficos, lo acusó de robar sus ideas. Con el tiempo, Champollión recibió total crédito de ser el artífice genial que puso fin al enigma de los jeroglíficos y permitió que el mundo conociera la milenaria sociedad egipcia, sus costumbres, sus batallas, sus conquistas y la dinastía de los faraones.

En 1828 convirtió en realidad el sueño de toda su vida, como conservador de la colección Egipcia del Museo del Louvre, organizó una expedición científica que durante dos años catalogó los jeroglíficos de templos y palacios de Memphis, Tebas y Luxor. La comitiva de 15 egiptólogos trabajó intensamente recopilando 3000 años de historia de aquella civilización. Lo hicieron con las cabezas rapadas y con vestiduras de la época para sentirse más consubstanciados con aquel mundo milenario.

Volvió a Francia agotado para escribir su obra más grande y ambiciosa, la Grammaire égyptienne (Gramática egipcia), pero la muerte lo sorprendió y fue su hermano quien la terminó. Todas las partes de su organismo estaban afectadas por el esfuerzo de tantos años y un ataque al corazón acabó con su vida a la edad de 41 años. En el cementerio de Pere Lachaise la placa al pie de su tumba solo dice “Champollion Le Jeune”. No se necesita más, a un costado se erige una pirámide egipcia con jeroglíficos que señala que allí yace el hombre que develó el misterio de los faraones.


                                      Tumba de Champollion


Ana Fernández Beobide. Champollión y la piedra de Rosetta. La Piedra de Rosetta. http://www.jimena.com/egipto/apartados/Champollion.htm, subido el 08/11/2017.
Marta Pérez. Egiptología para todos. Champollion. https://www.youtube.com/watch?v=QtWN9UE0lfU, subido el 08/11/2017.
Juan Antonio Cebrian. Jean F Champollion y la piedra Rosetta. Pasajes de la Historia. La Rosa de los vientos. https://www.youtube.com/watch?v=ukaSdGEJHfo, subido el 08/11/2017.
Champollion, Jean Francois. Encyclopaedia Britannica. Volumen 3, pag 75. Chicago 1995.


6 comentarios:

  1. me encantó!
    gracias Ricardo otra vez,
    Un abrazo!

    ResponderEliminar
  2. MUCHAS GRACIAS "AMIGAZO" , como siempre la informaciòn del MORDAZ, incorpora al ESPÌRITU,
    elementos de INFORMACIÒN Y REGOCIJO DESCONOCIDOS!!!!!
    ABRAZO ENORME ANCHE LA SIGNORA PARLANTE DEL ITALIANO.!!!!

    ResponderEliminar
  3. Oswaldo C de Maryland5 de julio de 2018, 17:48

    Magnífica e interesantísima tu reseña sobre la piedra de Rosetta, Ricardo. Gracias por mandar.

    Ya te respondieron de la editorial española a donde mandaste el manuscrito de los blogs del Mordaz?

    ResponderEliminar
  4. GRACIAS POR RECORDARNOS AL GRAN CHAMPOLLPON Y SU HERMANO......

    ResponderEliminar