sábado, 3 de junio de 2017

GANDHI

                            Mohandas Karanchand Gandhi (1869-1948)

Mohandas Karanchand Gandhi nació en el estado principesco de Porbandar, en aquel entonces bajo dominio británico, de una familia de buena posición socioeconómica que le permitió costearle sus estudios de derecho en Inglaterra. Durante su estadía en Londres sufrió terriblemente, no porque se sintiera discriminado por ser hindú, sino por su propia personalidad que le jugaba en contra. El hombre que décadas después movilizaría multitudes de millones de compatriotas, como ningún otro líder pudo lograr en la historia, era extremadamente tímido. 

El solo hecho de intentar un diálogo con un desconocido le resultaba un esfuerzo inaudito. La vestimenta que traía de la India tampoco lo ayudaba, pero cuando decidió transformarse en un gentleman británico las cosas no mejoraron, el problema radicaba en su personalidad y no en el aspecto físico.

El retorno a la India no mejoró su situación, el ambiente estaba saturado de abogados y solo consiguió resolver litigios menores. Ante los magistrados, sus alegatos balbuceantes y casi inaudibles, hacían que careciera de elocuencia y poder de convicción. Durante meses merodeó por los tribunales de Bombay buscando causas que defender hasta que le ofrecieron el cargo de abogado en una empresa hindú radicada en Sudáfrica.

Cuando Gandhi desembarcó en el puerto de Durban a la edad de 24 años, para representar a la firma que lo contrató durante doce meses, pensó que al término de ese lapso regresaría a la India. No imaginó que estaría ausente de su patria durante un cuarto de siglo, y que a su regreso, sería otra persona completamente diferente, se había transformado en el más grande conductor de masas.

En ese país extremadamente racista sufrió varios episodios que cambiarían completamente sus ideas, su filosofía, su personalidad y su futuro. El más importante ocurrió cuando en viaje hacia Pretoria irrumpió en el vagón un hombre blanco que le ordenó retirarse a tercera clase. Gandhi alegó que había sacado boleto de primera, pero el individuo acudió con el guarda y en la siguiente estación lo expulsaron del tren violentamente. Tiritando de frío pasó la noche en la estación y cuando despuntó el alba se había jurado a sí mismo luchar contra toda injusticia y defender su dignidad como hombre y como hindú.

Durante el año que duró el contrato Gandhi se ocupó de enseñar inglés a sus conciudadanos y a defender sus derechos. Su popularidad fue creciendo y el día de la despedida le hicieron una gran fiesta, pero cuando estaba por partir leyó casualmente en el diario local que la Asamblea legislativa estaba planeando pasar una ley que negaba a los hindúes el derecho al voto. 

Gandhi que hasta ese momento no estaba interesado en la política desarrolló una campaña en la que recaudó miles de firmas de oposición a la medida. No logró su cometido pero su popularidad trascendió las fronteras y llegó hasta Inglaterra y la India.

                                                Gandhi en Sudáfrica

En 1899 mientras aún se encontraba en Sudáfrica Gandhi, que se consideraba un súbdito inglés, participó en un nuevo enfrentamiento contra los Boers formando un cuerpo de ambulancias con 1.100 voluntarios. Cuando terminó el conflicto con la victoria inglesa, la paz entre Boers y el Reino Unido no trajo mejoras a las condiciones sociales de la comunidad hindú. Durante más de una década se produjeron numerosas protestas y actos de resistencia, todos liderados por Gandhi. Él y muchos de sus compatriotas, conocieron cárcel y humillaciones.

Diez años después de su llegada se produjo el segundo impacto que modificaría definitivamente su forma de vida. Ocurrió como la primera vez también en un tren, cuando un amigo inglés le ofreció un tratado del filósofo John Ruskin titulado Unto this Last. El viaje de Johannesburg a Durban era de 24 horas, tiempo durante el cual Gandhi no pudo dejar el libro un solo instante. “Decidí cambiar mi vida acorde con los ideales de Ruskin”, señalaría más tarde.

Cuando descendió del tren había prometido renunciar a todos los bienes de este mundo y vivir conforme a los ideales anticapitalistas de Ruskin. La riqueza no era más que un arma para engendrar esclavitud, escribía el filósofo. Sus ideas se asemejaban mucho a las de su madre Putlibai, la cuarta esposa de su padre, quien basada en el Bhagavad Gita, le inculcó durante la infancia a no hacer daño a ningún ser viviente, a ser vegetariano, a ayunar para purificarse, y a ser tolerante con otros credos religiosos. Este cambio total en la vida de Gandhi asume mayor grandeza si se tiene en cuenta que en ese momento era un próspero abogado con un ingreso anual de 5.000 libras esterlinas, una fortuna para la época.

Adquirió una granja de 50 hectáreas a 20 kilómetros de Durban, en plena región zulú. Gandhi aplicó allí el modo de vida que lo acompañaría hasta su muerte: renunciamiento a las posesiones materiales, satisfacer de la manera más simple las necesidades del hambre, una vida comunitaria en la que el trabajo de cada uno tenía el mismo valor y las dos doctrinas que lo volvieron mundialmente célebre: la no violencia y la desobediencia civil. Finalmente le comunicó a su esposa Kasturba Makhanji, quien lo ayudó incondicionalmente en todas sus actividades y con la que tuvo 4 hijos, que había tomado el voto de castidad.

El destacado escritor Gilbert Murray, fue uno de los primeros en tomar conciencia de la importancia de la singular personalidad de Gandhi, cuando en una publicación londinense escribió con extraordinaria lucidez el siguiente párrafo: “va a ser muy difícil lidiar con un hombre que tiene un desinterés total por los placeres sensuales, las riquezas, el confort y la promoción, pero que tiene la firme determinación en creer en lo que es correcto. Es un enemigo peligroso y atípico porque aunque conquistemos su cuerpo, no podremos hacerlo con su alma”. Sus palabras fueron proféticas ya que con su metódica desobediencia civil sin violencia, Gandhi lograría derrotar a un imperio y hacerle perder su más preciada colonia.

Regreso a la India
El 9 de enero de 1915, Gandhi, regresó a la India y fue recibido como un héroe por una multitud entusiasta. Aquel hombrecito vestido con una túnica y sandalias y aspecto insignificante sería a partir de entonces la figura dominante de su país y el líder más influyente que haya conocido el mundo. Rabindanath Tagore, el Premio Nobel de literatura le confirió el título de Mahatma: la “Gran Alma” y a partir de entonces pasaría a ser llamado Mahatma Gandhi por las masas, el periodismo, los políticos y el mundo entero.

Su lucha pacífica contra el Imperio Británico se inició cuando tomó conciencia del maltrato que podían ejercer los ingleses con sus súbditos. En febrero de 1919, el Consejo Legislativo Imperial pasó la ley Rowlat Act, mediante la cual cualquier hindú sospechoso de sedición podía ser detenido y encarcelado por tiempo indefinido. Gandhi organizó una táctica pasiva que inmovilizó a la India, pero no pudo evitar que se produjeran revueltas en varios sitios que fueron brutalmente repelidas por los soldados ingleses y dejaron un saldo de 400 muertos y miles de prisioneros.

Calmados los ánimos y con la bendición del virrey, Gandhi formó el Partido del Congreso que se transformó en un movimiento de masas animado por su ideal de no violencia y donde él era el alma del Partido y la misión: la independencia de la India. A partir de entonces, todo lo que fuera inglés debía ser boicoteado. Gandhi empezó devolviendo al virrey las dos medallas que había ganado con su cuerpo de ambulancias durante la Guerra de los Boers.
Inició campañas de educación para incitar a los aldeanos a utilizar letrinas, mejorar sus condiciones sanitarias, combatir el paludismo, construir escuelas y estimular las relaciones entre hindúes y musulmanes. 

Marchó por todo el país pasando noches enteras en los asientos de tercera clase de los trenes, habló varias veces al día y visitó miles de aldeas, caminando descalzo y seguido por sus partidarios. Las multitudes acudían de todas partes para conocer personalmente al Mahatma Gandhi. Pero hubo dos cruzadas que por su originalidad, el carácter masivo de la respuesta y el daño que infligieron a la economía del imperio, trascendieron ampliamente las fronteras: el retorno al empleo de la rueca y la marcha de la sal.

El Reino Unido compraba el algodón indio a precios irrisorios que regresaba convertido en paños que eran vendidos a valores muy superiores. Gandhi resucitó la vieja rueca de madera para que millones de hindúes, empezando por él mismo, hilaran su ropa y evitaran comprar las telas inglesas. 

               Gandhi hilando en la tradicional rueca

Esta gesta revolucionaria produjo un impacto negativo importante en la economía inglesa y tuvo tanta trascendencia que la bandera actual de la India independiente lleva en su centro el símbolo de una rueca.

A esta cruzada Gandhi agregó la “marcha de la sal”. En el clima tórrido de la India, la sal era un elemento indispensable en la alimentación de cada habitante. Abundaba en las costas, pero el gobierno británico conservaba el monopolio de su distribución y estaba gravado con un impuesto que para los campesinos que subsistían al límite, resultaba oneroso.

En la madrugada del 13 de marzo de 1930, Gandhi salió de su vivienda con un cortejo de discípulos e inició una marcha de 400 kilómetros hacia el mar. A medida que pasaban los días la caravana aumentaba en volumen y millares de hombres, mujeres y niños, se apiñaban y arrodillaban a su paso para saludar al Mahatma. El virrey optó prudentemente por no ejercer ningún tipo de represión ni interferencia, ya que por entonces había decenas de periodistas que seguían diariamente a la gigantesca multitud y enviaban periódicamente cables a sus respectivos países sobre la evolución de la marcha. Las pantallas de cine se llenaron de imágenes del hombrecito semidesnudo que apoyado en su bastón y aclamado por multitudes se encaminaba con voluntad de hierro hacia el mar.

Después de 25 días Gandhi sumergió sus pies ampollados en las aguas del océano Índico cerca de la ciudad de Dandi, se agachó, recogió un puñado de sal y lo elevó al cielo ante millares de espectadores que lo aclamaron. La sal se había convertido junto con la rueca en los dos símbolos de la lucha por la independencia.

De un extremo al otro del continente la gente se dedicó a recoger sal, purificarla y distribuirla. Esa medida más el boicot hacia toda mercadería proveniente de Inglaterra hizo que el gobierno reaccionara con una feroz represión y Gandhi estuvo entre los miles de encarcelados. Pero todo fue inútil, los métodos clásicos de castigos de todo tipo se estrellaron contra la táctica imbatible y original de la desobediencia civil sin violencia. Para el imperio británico la India se había convertido en un volcán fuera de control.

Un día de febrero de 1947, los Miembros de la Cámara de los Comunes, esperaban sombríos y melancólicos el discurso del Primer Ministro sobre el futuro de la India. Clement Attlee comenzó a leer el mensaje que había sido preparado por el almirante Mountbatten: “El Gobierno de Su Majestad desea hacer saber claramente que tiene la firme intención de adoptar las medidas necesarias para proceder al traspaso de la soberanía de la India a manos de una autoridad india responsable en fecha no posterior al mes de junio de 1948”.

Pese a las protestas de Churchill, la Cámara de los Comunes ratificó la marcha de la historia. Por aplastante mayoría votó el final del reinado de Gran Bretaña en la India. Gandhi había triunfado sobre el impero.

Gandhi. Biografía y vidas. La Enciclopedia Biográfica en Línea. http://www.biografiasyvidas.com/monografia/gandhi/
Dominique Lapierre y Larry Collins. Esta noche, la libertad. Emecé Editores. Buenos Aires 1978.
Gandhi. Macropedia, tomo 19. Encyclopaedia Britannica. Chicago 1995.
Annete Barnabas. Mahatma Gandhi: An Indian Model of Servant Leadrship. IJLS. International Journal of Leadership Studies. International Journal of Leadership Studies, Vol. 7 Iss. 2, 2012.


4 comentarios:

  1. Muchas gracias AMIGAZO Ricardo, es màs que conmovedora esta Nota. FELICITACIONES.

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  2. Gracias, querido Ricardo. Es excelente que nos hayas enviado este vívido relato sobre Gandhi, cuando es para muchos y también para mí, imparable el poder del peor capitalismo donde además el avance en la tecnología y la comunicación es vertiginosamente negativo. No cambia mi opinión pero sí es un bálsamo, como lo fué una película que ví el domingo en el Aroldo Conti sobre las lucha de los aborígenes mayas en Guatemala. Beso y gracias otra vez. Edith.

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  3. Muchas gracias, querido Ricardo por este relato tan importante y vívido sobre la vida Gandhi, en un momento en que tantos creemos que el poder de el capitalismo más cruel y salvaje no tiene retorno y con el correlato del vértigo del avance tecnológico en las comunicaciones entre los hombres. Esta lectura resulta verdaderamente un bálsamo.
    Un beso y gracias otra vez. Edith.

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