sábado, 15 de abril de 2017

DOS MÉDICOS RURALES


ARGENTINA

                           Esteban Laureano Maradona (1896-1995)

El doctor Esteban Laureano Maradona viaja con pasaje de segunda en el tren que atraviesa el Territorio Nacional de Formosa. Es el año 1935 y aún debían pasar dos décadas para que se la ascendiera a la categoría de provincia. Maradona tiene planeado pasar por Salta, visitar a su hermano en Tucumán y finalmente llegar hasta la localidad de Lobos en la provincia de Buenos Aires donde instalará su consultorio.

El paisaje es monótono y desolado y el médico entretiene su mente haciendo un balance de su existencia pasada. Se había recibido en la Facultad de Ciencias Médicas de Buenos Aires en 1926 cuando tenía 31 años. Inmediatamente se trasladó al Chaco donde ejerció la medicina y en sus tiempos libres hizo estudios de botánica y fue periodista del diario La Voz.

Cuando en 1930 se instaló la dictadura fascista de Félix Uriburu, de neto corte conservador, Maradona dio discursos públicos en defensa de la democracia y empezaron a perseguirlo. Huyó al Paraguay en momentos en que se iniciaba la guerra del Chaco entre ese país y Bolivia.

Maradona se ofreció como médico para prestar auxilio a los heridos de ambos bandos, porque según sus palabras “el dolor no tiene fronteras”. Paradoja del destino: había huido de Argentina escapando de la prisión y en Paraguay que se ofreció voluntariamente para salvar vidas, lo encarcelaron tomándolo por espía. Pronto se dieron cuenta del error y lo incorporaron como médico; al poco tiempo fue designado jefe del Hospital Naval de Asunción, redactó el Reglamento de Sanidad Militar del Paraguay y se casó con la sobrina del presidente paraguayo. Aurora Elbay. Su flamante esposa murió al poco tiempo de fiebre tifoidea y Maradona no volvió a juntarse con ninguna otra mujer.

Los pensamientos se suceden en su mente cuando son interrumpidos por la locomotora que baja el ritmo hasta que el tren se detiene completamente en una estación, que solo se identifica por el cartel donde se lee un poco borroso el nombre de Guaycurri, más tarde rebautizada como Estanislao del Campo. Alrededor hay varios ranchos carentes de luz, agua corriente y gas y más allá se levanta el impenetrable.

Un hombre con rasgos indígenas asciende al vagón y pide por un médico. Maradona se ofrece inmediatamente y asiste a una parturienta que se encuentra en estado delicado. Después de un procedimiento exitoso, se encamina hacia el tren para proseguir el viaje, pero es rodeado por varios vecinos de aspecto humildísimo que le ruegan que se quede porque no hay médicos en los alrededores. Maradona sin dudar recoge las maletas y se instala en una sencilla vivienda de ladrillo que le asignan y que será su consultorio y su hogar durante los próximos 51 años.

Al principio, las cosas no fueron fáciles, los indios habían recibido innumerables malos tratos del hombre blanco y tardaron en darse cuenta que él era diferente. La Revista Historias de la Argentina Secreta, recogerá muchos años después, el siguiente comentario de Maradona: “Cuando yo llegué empezaron los problemas. Todo esto era monte, solo había cuatro o cinco ranchos y estaba todo rodeado de indios, que por otra parte me querían matar. Tanto que uno de ellos, que era famoso, me agarró de las solapas y me sacudió, amenazándome. Pero nunca les tuve miedo ni me demostré asustado. Y no por dármelas de valiente. Sino que soy así nomás. Pero con la palabra dulce y la práctica de la medicina, tratando las enfermedades, dándoles tabaco y consiguiéndoles ropas, las cosas fueron cambiando. Así los traté hasta hoy. Me remangué, me metí en el monte sin ningún temor, arriesgando mi vida y también mi salud.

                       Maradona ya anciano junto con algunos pobladores

En realidad Maradona hizo mucho más que todo eso, erradicó enfermedades endémicas como el mal de Chagas, la tuberculosis, el cólera y la sífilis, exploró fuentes de agua potable, mejoró la estación ferroviaria, fundó una escuela rural y consiguió que el gobierno les cediera tierras para formar una colonia aborigen. Los indios lo llamban “Piognak” que en su idioma significa “doctor Dios”. Sus experiencias las volcó en el libro A través de la selva.

En 1981, un jurado compuesto por representantes de organismos oficiales, de entidades médicas y de laboratorios medicinales, lo distinguió con el premio al “Médico Rural Iberoamericano” el cual se le adjudicaba acompañado de una importante suma de dinero. Maradona rechazó a ésta de plano, y en el mismo acto de la entrega, distribuyó el premio en becas para estudiantes que aspiraban a ser médicos rurales. También, rechazó una pensión vitalicia que el gobierno intentó otorgarle cuando ya era anciano. 

Fue postulado tres veces para el Premio Nobel y recibió decenas de condecoraciones nacionales e internacionales, entre los que se cuenta el Premio Estrella de la Medicina para la Paz, que le entregó la ONU. Murió en la ciudad de Rosario a la edad de 99 años el 14 de enero de 1995, en casa de su sobrino adonde había llegado muy enfermo en 1986.

RUSIA
Somlensk es una ciudad al noroeste de Rusia junto al rio Dnieper. Del tren que hace un alto en la estación baja un hombre con un par de maletas, se detiene brevemente, deja el equipaje en el suelo y se toma el abdomen con un gesto de dolor. Estas crisis las sufre desde hace 3 años cuando se alistó como voluntario médico en la Primera Guerra Mundial y fue gravemente herido en el frente, desde entonces se hizo adicto a la morfina. Pasado el episodio retoma el equipaje y se dirige a un carromato que lo conducirá unos 10 kilómetros hasta un dispensario perdido muy en las afueras del pueblo.

En el pequeño edificio lo esperan una mujer gorda de mediana edad que cumple la doble función de partera y enfermera. También hay un enfermero cuyos conocimientos de odontología se limitan a extraer dientes como el carpintero que extrae un clavo atascado en la madera. Un tercer personaje es un hombre que se dedica a la logística y el mantenimiento, es decir el cuidado de los caballos, la provisión de carbón y el alambique de vodka que les permitirá sobrevivir durante el invierno.

Es hora de presentar al recién llegado, un hombre alto, de 25 años de edad, rostro noble y mirada penetrante que se acentúa por un monóculo en el ojo derecho. Su nombre es Mijail Bulgakov y, a pesar de sus hazañas como médico rural, la posteridad lo conoce como uno de los grandes escritores rusos del siglo XX.


                                        Mijail Bulgakov (1891-1940)

Apenas ingresa le traen una adolescente destrozada por un tractor. Se encuentra inconsciente y su rostro marmóreo señala que ha perdido mucha sangre. La enfermera y los dos hombres le insisten que no la martirice y la deje morir. Bulgakov observa la mirada de ansiedad de los padres y decide operarla. Su experiencia de haber amputado numerosos miembros en el frente de la Primera Guerra, le permite obrar con rapidez.

Terminada la cirugía, agotado por el viaje, y el estrés del procedimiento, Bulgakov se desploma en su lecho esperando que la enfermera se anuncie con unos golpecitos para decirle que la paciente falleció. Llaman a la puerta, pero dos meses después, cuando la muchacha se aparece sonriente con muletas para agradecerle.

Sin embargo, lo que lo hizo famoso fue cuando le realizó una traqueotomía a una niña con la garganta inflamada por la difteria que le impedía respirar. Bulgakov ve sus labios azules por la falta de oxígeno y dándose cuenta que tiene que actuar de inmediato, le hace una pequeña incisión en el cuello a través de la cual le introduce en la tráquea un tubo metálico. Pronto se corre la voz de que el médico le había colocado a la niña una garganta de acero. De los pueblos vecinos vienen curiosos a ver aquel fenómeno. A partir de entonces Bulgakov atiende un promedio de 100 pacientes diarios.

En otra oportunidad cuando regresa de atender a un enfermo lo sorprende una tormenta de nieve. El trineo se va a la banquina y Bulgakov y el conductor empujan desesperados mientras a lo lejos se acerca una manada de lobos. Cuando ya se imagina destripado por aquellas bestias logran encarrilar el trineo y huyen disparando sus armas. Finalmente a lo lejos ven el farol y la silueta del dispensario que les parece un palacio. Más tarde todas estas vivencias las volcará en una de sus obras: Cuadernos de un joven doctor.

A su regreso en Moscú Bulgakov se dedicó de lleno a la literatura y escribió varios relatos, entre ellos Morfina que describe su propia experiencia con la droga y el esfuerzo realizado hasta liberarse por completo de la adicción. Su obra cumbre es El Maestro y Margarita que fue publicada por su viuda y lo aseguró en el panteón de los grandes escritores rusos. Sus producciones teatrales, sus novelas y sus comentarios periodísticos sufrieron diferentes destinos. 

En algunos casos las críticas al régimen que emergían de sus páginas hicieron que prudentemente las guardara en un cajón y se publicaran después de la muerte de Stalin, en otros casos el dictador lo felicitó y protegió, pero finalmente fue borrado de toda posibilidad de difusión. Agotado y deprimido le escribió una carta a Stalin pidiendo ser expatriado para reunirse con su familia en París, pero la petición le fue denegada.

Falleció el 10 de marzo de 1940 dejando la asfixiante Unión Soviética stalinista para integrarse a los inmortales de la riquísima literatura rusa.

Michael Bloor. Mijail Bulgakov. Hektoen International. A Journal of Medical Humanities Summer 2016, volume 8, Special Issue.

Juan Forn. Los Mansucritos no Arden. Los Viernes. Tomo tres. EMECE, Buenos Aires 2016.

1 comentario:

  1. Qué buenos relatos! Si tenés alguno de esos dos libros avisame

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