jueves, 13 de diciembre de 2012

LA ÚLTIMA HORA DE SALVADOR




“Trabajadores de mi patria, tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo en el que la traición pretende imponerse. …Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor.” Extractos del último discurso radial de Salvado Allende antes de morir.

En un sillón del Palacio de La Moneda, se encuentra Salvador Allende; sostiene entre sus piernas la metralleta que le había regalado Fidel Castro. El cañón del arma apunta hacia su barbilla. Afuera, los aviones de la Fuerza Aérea Chilena pasan en vuelos rasantes sobre el edificio descargando sus bombas. El fuego se ha extendido a varias habitaciones y el caos es total. Unos instantes antes, había ordenado a los pocos fieles que lo acompañaban, entre los cuales se encontraba “La Payita”, su amante, que abandonaran el edificio y se entregaran. La custodia del palacio se había retirado plegándose a los sediciosos. Se siente el hombre más solo del mundo en aquella tarde tan atroz y verdadera.

Por la mente de aquél hombre acorralado vuelan los recuerdos, su tesis doctoral en 1933 sobre Higiene mental y delincuencia, con la que obtuvo el título de médico, su desempeño como Ministro de Salud durante la presidencia de Aguirre Cerda y sus tres campañas presidenciales en 1952, 1958 y 1964 en las que fue derrotado como candidato del Frente de Acción Popular.

Finalmente, representando a la Unidad Popular, una alianza socialista-comunista más otros partidos menores, logra acceder a la presidencia en 1970. Recuerda las calles colmadas de manifestantes alegres con banderas de las distintas agrupaciones vivando su nombre. El pueblo entero parecía estar de fiesta. ¿Dónde estaría toda esa gente ahora? El estruendo de las bombas es ensordecedor, aviones y tanques se ensañan irracionalmente contra un hombre que solo porta una metralleta para descargarla contra sí mismo.
En el país del norte gobierna Nixon, su enemigo acérrimo desde el momento en que ganó las elecciones. El asesinato del Comandante en jefe del Ejército General René Schneider fue obra suya con el asesoramiento del Secretario de Estado Henry Kissinger.


El olfato de la prominente nariz de Nixon no lo había engañado, Salvador Allende era un enemigo comunista de los Estados Unidos y su exasperación fue enorme cuando el presidente chileno nacionalizó las minas de cobre.

“Hay que eliminar a ese hijo de puta”, repetía mientras ordenaba el plan para derrocar al gobierno. Se adoptaron dos líneas de acción, una económica desvalorizando el precio del cobre, bloqueando préstamos y generando mecanismos de inflación galopante. La otra medida fue la agitación social, el feroz paro de camioneros y las manifestaciones callejeras que dieron origen a los cacerolazos que décadas después serían adoptados en Argentina por motivos diversos.

Un kaleidoscopio de imágenes pasa por su mente, son los cientos de tapas de El Mercurio y demás diarios atacando su gestión. Desde Buenos Aires le hacían eco los editoriales del diario La Nación. Los medios de difusión fueron implacables contra su gobierno. Agustín Edwards, propietario del periódico perteneciente a la más rancia oligarquía chilena, había tenido contacto directo con Richard Nixon y pocos días después de la asunción de Allende, la Casa Blanca le dio partidas de dinero para la campaña de desestabilización.

                                           Verdugo y Allende

Recuerda cuando el general Prats presionado por manifestaciones populares renunció al cargo de Comandante en Jefe del Ejército recomendándole como reemplazante al apolítico general Augusto Pinochet. ¡Cómo nos equivocamos Prats! Un gesto de amargura surca la cara del presidente, él quiso la grandeza de Chile y desterrar la pobreza y la injusticia social que reinaba en su patria. No lo pudo lograr. Sintiéndose fracasado, abandonado y traicionado recordó las palabras proféticas de Fidel Castro “soy escéptico de un cambio revolucionario por la vía democrática”.
                              Última foto de Salvador Allende

“Al menos en Sudamérica”, agregó para sí mismo y gatilló. Su cuerpo se sacudió, estalló su bóveda craneana y cayó sobre el charco de su propia sangre. Poco tiempo después ingresó el general Palacios, quién estaba a cargo del “operativo invasión” de la casa de gobierno. Llamó al oficial de radio y entregó su escueto informe: «Misión cumplida, Moneda tomada, presidente muerto».

Una larga y siniestra noche caía sobre Chile, había comenzado la dictadura sangrienta de Pinochet.

Fuentes:
Albino Gomez. El Arca Digital.
Martín Becerra, Sebastián Lacunza. Wiki Media Leaks. Ediciones B, 2012. Buenos Aires.

1 comentario:

  1. Brillante y conmovedor la semblanza de Don Salvador.Me parece que habria que aclarar que aparte de los yankees el otro factor que contribuyo fuertemente al magnicidio fue la accion de los partidos de ultraizquierda que boicotearon casi desde el principio cualquier accion de gobierno.Me recordaba a los ultimos dias de la Republica Espaniola.Yo estuve en Chile poco ntesa de la caida de ALLENDE y era una situacio caotica,el desabastecimiento,las protestas callejera eran permanentes y no habia reaccion del gobierno que estaba haciendo mas frente al desorden de los ultras que a los verdaderos opositores de derechaLa huelga de camioneros fue absolutamente desestabilizadora.Creo que CF de K deberia anotar este dato.La referencia a la frase de Fidel es vana.Hay ejemplos que demuestran lo contrario por sobre todo si cambiamos la palabra revolucion por ""lograr el bienestar y felicidad del pueblo""........

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