sábado, 23 de julio de 2011

CIPAYISMO PERIODÍSTICO

Durante la primera mitad del siglo XX, la Argentina mantuvo estrechos lazos comerciales con Inglaterra y por entonces el diario La Nación era abiertamente probritánico. Terminada la segunda guerra mundial, la dominación ejercida sobre nuestro país por el imperio de la rubia Albión fue desplazada por los Estados Unidos. El punto de inflexión podría situarse cuando Spruille Braden impúdicamente se entrometió en los asuntos internos de la Argentina, violando las normas más elementales de la diplomacia.
A partir de entonces, La Nación cambió de libreto y pasó a ser el portavoz de las recomendaciones, advertencias y admoniciones que provenían del país del norte. Durante la gestión de la rata, el periódico aprobó abiertamente las relaciones carnales que tuvimos con el gobierno de Bush padre y comentó con beneplácito como pasaban a manos extranjeras las empresas nacionales.

                                                      Los tiempos de las relaciones carnales

Cuando asumió Kirchner al poder, La Nación hizo un sistemático ataque de la recuperación de Aerolíneas Argentinas perteneciente al grupo Marsans, que prácticamente la había transformado en chatarra. La empresa perdió su patrimonio, sus rutas de navegación, sus oficinas en el exterior y su prestigio. El vaciamiento fue total. Sin embargo, para el diario de los Mitre la recuperación de nuestra línea de bandera era una operación totalmente desacertada. La realidad demostró lo contrario.
El gobierno de los K está en las antípodas de las relaciones carnales de otrora. Rechazó el ALCA y se independizó de las directivas del FMI y del Banco Mundial y tenemos excelentes relaciones de todo tipo con Venezuela. Todo esto es un pesado bagaje para la tolerancia de Washington que nos incorporó a la lista de países díscolos junto con otros de América Latina. No sorprende que para el actual huésped de la Casa Blanca en su breve periplo por estas latitudes, Buenos Aires no estuviera en su agenda. Aspecto que fue manifestado con desazón por La Nación que nos consideró excluidos de mundo y condenados al ostracismo.
Agreguemos al UNASUR como condimento irritante para Washington y es interesante observar que si bien La Nación no criticó abiertamente este tratado, jamás lo destacó como un hecho positivo.
El periódico es el vocero de las críticas que recibimos de los organismos que son manipulados por Estados Unidos como el FMI o la SIP y cuando la Cancillería confiscó temporariamente en Ezeiza una valija que traía material no declarado por el Pentágono, La Nación se rasgó las vestiduras y durante días se lamentó del “maltrato” que le brindábamos a los Estados Unidos.
No es de extrañar por lo tanto que en estos días, el periódico resalte los comentarios de ignotos “expertos” del país del norte sobre cuestiones latinoamericanas y a quienes rotula como “voces imprescindibles” al evaluar la calidad de la democracia en la región. Recientemente, uno de estos sujetos de nombre olvidable, manifestó que la concentración de poder del gobierno de la presidenta Cristina, “debilita el equilibrio necesario para la calidad de la democracia”. Fue una declaración muy similar a la del ultraconservador Arturo Valenzuela, secretario estadounidense para asuntos de América Latina, quién en el año 2009 sentenció que no había seguridad jurídica en la Argentina.
La Nación se ganó por lo tanto el rótulo de periodismo cipayo y para despejar toda duda recordemos dos editoriales, verdaderas joyas de mentalidad colonial del diario de los Mitre:
El primero con la ley de tierras promulgada por la presidenta Cristina que limita la compra de tierras por extranjeros. Para La Nación “su aplicación reduciría drásticamente no sólo el desarrollo y empleo que estas inversiones generan en zonas del interior sino también la liquidez del mercado inmobiliario.” Ver artículo completo aquí
El segundo editorial fue cuando recibió con beneplácito la reactivación, bajo el gobierno de Bush, de la flota de guerra del Atlántico Sur, la llamada IV Flota. La misma de la cual desembarcaron marines en diversas oportunidades en países de Centroamérica cuando el gobernante de turno, no favorecía a las empresas norteamericanas. Los marines lo reemplazaban por algún uniformado obsecuente a la política de Washington para que siguiera siendo una república bananera.
El editorial termina diciendo: “Si uno no tiene nada que ocultar, tampoco debe temer que, dentro del respeto a la soberanía y las leyes, los Estados Unidos procuren patrullar la zona para protegerse a sí mismos. En caso contrario, sería prudente que los gobiernos de la región se pregunten qué hacen para ser vigilados y, en cierto modo, controlados en forma tan estricta. “
Entiendo que más de un lector debe dudar de la existencia de un comentario tan cholulo y obsecuente hacia el imperio, pero lo invito a que lo compruebe haciendo click aquí.
La acogida brindada a la IV flota por el editorial de La Nación parecía provenir de un diario de circulación interna del Pentágono y no de un periódico argentino.

2 comentarios:

  1. La Nación ¡Qué asco de diario! Más peligroso que Clarín porque conserva su pàtina de diario serio

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  2. muy triste, pero este periódico existe porque la argentina esta llena de cipayos, sino no lo leería nadie, muy buena la nota.

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