miércoles, 1 de noviembre de 2017

EL ESCRITOR DEL ÁRTICO

En junio de 1875, Flora Wellman llegó a la conclusión de que estaba embarazada, y le transmitió la noticia a su pareja Wiilliam Channey, quien le exigió que abortara porque no pensaba hacerse cargo del futuro vástago. Desesperada, Flora intentó matarse, pero la bala del revólver esquivó zonas vitales y 7 meses más tarde nació John Griffith Chaney, quien al poco tiempo recibió el apellido London, el nombre de la nueva pareja de Flora. Desde su etapa intrauterina hasta el término de sus días, la vida de Jack London estaba destinada a ser turbulenta, arriesgada y, sobre todo, en extremo aventurera.

No había cumplido 20 años y ya tenía un bagaje de múltiples experiencias que le servirían más adelante para recrear los personajes de sus novelas. Sus actividades fueron tan dispares como buscar ostras con una chalupa en la bahía de San Francisco, enrolarse como grumete en un viaje a Japón, trabajar en varias fábricas, palear carbón hasta que el cuerpo le dijo basta y finalmente terminar un mes en la penitenciaría de Buffalo del estado de Nueva York por vagabundo.

                                         Jack London (1876-1916)

A mediados de 1897, con 21 años y una rica experiencia de convivencia con personajes de todo tipo, London se enteró de la fiebre del oro que se había generado ante el descubrimiento de yacimientos en el Klondike, una región en el territorio de Yukón del nordeste canadiense, y decidió probar suerte. Allí adquirió el concepto de la supervivencia del más fuerte, el de mayor experiencia y el de mayor astucia. Porque así era la vida en el Klondike, bellamente descrito en sus obras donde el mínimo error significaba la muerte.

London regresó a California débil, enflaquecido, con varios dientes menos por el escorbuto y marcas indelebles en el rostro que le recordarían su etapa del ártico, pero con la mente llena de ideas que serían la fuente de sus mejores novelas.

Mientras recuperaba su salud se dedicó a un voluntarioso período de formación intelectual que incluyó obras de todo tipo como Kipling, Spencer, Darwin, Stevenson, Malthus, Marx, Poe, y, sobre todo, la filosofía de Nietzsche. De Darwin y de su propia experiencia entre los hielos, adquirió la doctrina de la supervivencia del más apto, mientras que Nietzsche lo convertiría en una mezcla de socialista y fascista ingenuo. En el centro de su cosmovisión estaba el principio de la lucha por la vida y de la de los más fuertes, la doctrina del superhombre.

Es un placer leer la prosa sencilla y directa de London que posee la virtud de introducirnos de lleno en el relato, la imaginación vuela y trata de armar la situación que está viviendo el personaje, sus miedos y su lucha para sobrevivir. Nos imaginamos perfectamente el bosque helado y hasta parece sentirse el frío punzante del lugar.

El cuento To build a fire (Encender un fósforo) relata las penurias de un viajero, que durante su travesía, lanza un escupitajo y la saliva hace un ruido seco contra el suelo, señal de que se congeló en el trayecto. El hombre sabe que eso significa que la temperatura oscila alrededor de los 50 grados bajo cero y entra en pánico. Trata de encender un fuego, pero siente las manos entumecidas que parecen no formar parte de su cuerpo, entonces recuerda que alguien le había dicho “nunca hay que viajar solo en esas condiciones”. 

Se sienta junto a un árbol y un sueño placentero comienza a envolverlo, mientras el cuerpo se le va poniendo rígido. El perro que lo acompaña se le acerca y al captar el olfato de la muerte da un salto hacia atrás y regresa trotando al campamento.

Este es uno de los cuentos donde London también resalta la capacidad de los perros esquimales para sobrevivir en circunstancias donde el hombre suele fracasar, y se nota en los relatos, su admiración por el instinto de supervivencia, heredado a través de generaciones de esa raza canina.

Sus novelas sobre el Ártico como El silencio blanco, El hijo del lobo, El llamado de la selva y Colmillo blanco, se transformaron en best sellers y London con 30 años de edad, se convirtió en el primer novelista millonario. 

En cualquier parte del mundo, es difícil encontrar algún aficionado a la lectura que no haya leído Colmillo blanco. Sus cuentos breves son obras maestras, que impusieron un estilo en una época en la que el género prácticamente recién nacía.

Primera edición de White Fang (Colmillo blanco) por Macmillan Company en1906

También incursionó en los aspectos sociales y la política de su país con obras como El pueblo del abismo, Guerra de clases y Revolución y otros ensayos, pero el establishment se encargó de que la sociedad lo conociera solo como el escritor de los perros. 

En este comportamiento hay que admitir que el sistema no estaba del todo equivocado ya que London era un extremista donde su socialismo perseguía un rígido apartheid. Sostenía que todo grupo étnico, debía ser subyugado o exterminado. “La historia de la civilización es una historia de un vagabundeo con la espada en la mano de razas fuertes, abriendo el camino y limpiando a los débiles, los que menos encajan”, decía sin ruborizarse.

Su obra decayó en los últimos años de su vida, a causa del alcohol y de múltiples problemas de salud. London era un hombre acabado y su riqueza no le servía para seguir viviendo en este mundo en el estado físico en que se hallaba. Él, que amaba el prototipo de superhombre, no estaba dispuesto a ser una piltrafa humana. El 22 de noviembre de 1916, hallaron el cuerpo sin vida en su residencia de 400 hectáreas. El diagnóstico del forense fue sobredosis de morfina.

En El último lector (Anagrama), Ricardo Piglia rescata una escena de la vida de Ernesto Ché Guevara, sobre la que Cortázar había llamado la atención. El 2 de diciembre de 1956, los 82 hombres que acompañaban a Fidel Castro desembarcaron en una zona pantanosa de la costa cubana. El grupo había sido delatado y fueron atacados por las fuerzas de Batista. Quedaron 12 sobrevivientes, entre ellos el Ché malherido. Pensando que se moría recordó haber leído cuentos que le dieron fuerzas para seguir luchando hasta ver el triunfo de la revolución. Eran relatos sobre la lucha por la supervivencia y su autor era Jack London.

Johan Hari. Fábula del perro solitario y del socialista indignado. Página 12, 29/08/2010.
Como un personaje de London. Página 12, 08/10/2007.

Great Short Works of Jack London. A Prennial Classic. New Yrok 1970.
Nora Dottori. Selección y notas de La Ley de la Vida y Otros Cuentos. CEAL Argentina 1981.

1 comentario:

  1. MUUUUCCCHHHAAS GRACIAS: ""AMIGAZO!!!
    EXCELENTE MATERIAL-
    ABRAZO!!!

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