jueves, 26 de junio de 2014

LA TRAGEDIA DEL CONGO

Los caprichos del rey

 

                        Leopoldo II de Bélgica (1835-1909)


Casi todas las monarquías de Europa, con distintos grados de voracidad, depredaron el continente africano, pero sin duda fue el rey Leopoldo II de Bélgica quién llevó su avidez a extremos devastadores en la zona del Congo, un territorio equivalente a 76 veces el tamaño de su país. Leopoldo consideraba que la grandeza de Bélgica, en lugar de lograrla mediante el desarrollo de una industria competitiva propia, se debía obtener explotando colonias en otros continentes.


Después de intentos infructuosos de comprar Filipinas a España, enfocó su codicia sobre territorio africano y creó una compañía privada a la cual denominó International African Society, dedicada al comercio y la explotación del negro continente. Se tomó el cuidado de disfrazarla como una asociación con objetivos científicos y filantrópicos. La compañía contrató al famoso explorador Henry Morton Stanley, para que hiciera un relevamiento de las riquezas y estableciera una colonia en una zona rica de África. Stanley conocía el continente, pues como periodista del New York Herald, fue quién después de una extensa búsqueda encontró al médico misionero David Livingstone, cuyo paradero se había perdido.

 

                                  Henry Morton Stanley (1841-1904)

 

Un gigantesco territorio privado

Stanley le informó a Leopoldo que la zona del Congo, por sus recursos, era el lugar ideal para ser explotado. Mediante hábiles maniobras diplomáticas, el monarca logró que en 1884 se formara la Conferencia de Berlín en donde 14 países de Europa, junto con Estados Unidos, decidieron como si fueran los dueños, el destino de África. Leopoldo logró retener lo que se llamó el Estado Libre del Congo. El nombre de por sí era una farsa ya que de libre no tenía nada y en realidad ni siquiera pertenecía a Bélgica, pues era propiedad exclusiva del monarca.


En el nuevo territorio el orden se impuso con soldados del ejército regular belga, donde se infiltraron gente de la peor calaña, rufianes, ex presidiarios y aventureros inescrupulosos salidos de las sentinas y de los peores barrios de Europa.


Al principio partió hacia Bélgica el valioso marfil y después fue el caucho, éstas y otras explotaciones menores como el cacao, transformaron a Bélgica en una potencia y Leopoldo llenó sus arcas privadas y construyó monumentos y plazas en Bruselas, pero no desarrolló ninguna industria. El tiempo libre lo dedicaba a uno de sus placeres favoritos, sus amantes, entre las que se incluían algunas prostitutas. 


También daba conferencias donde se mostraba como un filántropo altruista que había encarado la noble tarea de combatir la esclavitud y llevar la cultura y la civilización al África. No perdía oportunidad en sus tertulias palaciegas, especialmente si había invitados extranjeros, de proclamar los progresos logrados en el Estado Libre del Congo.


Caucho sangriento

La colonización de ese territorio fue la más brutal en la historia de aquél continente, produjo un genocidio en la población, que pese a su magnitud, más de seis millones de habitantes, es un hecho poco difundido. Los esclavos debían traer diariamente una cuota de caucho y además los alimentos para su familia y para la fuerza de ocupación. A medida que se iba agotando el caucho en los alrededores, los recolectores tenían que alejarse cada vez más en busca de esa emulsión lechosa que emanaba de los árboles, lo cual hacía cada vez más difícil cumplir con la cuota exigida. El no cumplimiento de la misma significaba latigazos, mutilaciones y muerte. Si el esclavo escapaba, su familia era torturada y eliminada. Prácticamente no había habitante que no tuviera las marcas del látigo en el cuerpo, otros murieron por las mutilaciones, las enfermedades traídas por los blancos y degollados o fusilados por los capataces.


 

                              Castigo con el chicote


Chicot, un oficial belga, había inventado el látigo de piel de hipopótamo, que en homenaje a su creador se llamó “chicote”. Del mango rígido, emergía un largo cordel que cuando restallaba al aire en las manos expertas de los capataces, superaba la barrera del sonido produciendo un estampido especial. Ante su vista los esclavos desorbitados temblaban de terror, ya que muchas veces eran azotados hasta morir, transformados en una masa de carne y sangre.


El extenso territorio del Congo era mediterráneo, pero contaba con un corredor terrestre que remataba en un embarcadero sobre el Océano Atlántico, desde donde partían las naves hacia los puertos flamencos con toneladas de caucho y cantidad de marfil. De regreso solo traían armas espejos de colores y chicotes. Ese era el “libre” intercambio comercial que preconizaba el rey Leopoldo.

 

        Esclavos negros transportando en hamaca techada a un oficial belga

De feudo real a propiedad del estado

Pese a la propaganda difundida por periodistas y escribas contratados para destacar las “bondades” y progresos que se desarrollaban en el Estado Libre del Congo, los informes de las atrocidades se filtraron por múltiples fisuras. Uno de los paladines en divulgar la siniestra realidad, fue Roger Casement, embajador itinerante del gobierno de Su Majestad de Inglaterra. Este personaje inspiró a Mario Vargas Llosa para escribir la historia novelada El sueño del celta, una de sus últimas obras. Pero hubo muchos otros que en forma individual o a través de distintas instituciones laicas y religiosas, denunciaron lo que ocurría en el gigantesco feudo de Leopoldo. Finalmente, el parlamente belga ante la presión local e internacional, conminó al rey para que cediera al Estado su posesión africana, que pasó a llamarse en 1908 “Congo Belga” bajo el control del parlamento.

 

                Roger Casement (1864-1916)


El operativo fue un mero maquillaje y Bélgica siguió explotando al país africano, sin sacar en ningún momento sus garras de aquél territorio, donde además se habían descubierto enormes riquezas minerales. No hubo cambios sustanciales hasta que surgió Patrice Lumumba, un líder único en la historia de África y una de las mentes más esclarecidas en la lucha contra la explotación del hombre por los insaciables monopolios y empresas que rapiñaron el Congo.


Comienza aquí otra historia de luchas, traiciones y la hipocresía de las grandes potencias, que no estaban dispuestas a ceder un ápice sus intereses en aquél territorio. Este nuevo período de la historia del castigado país amerita un capítulo aparte que será tratado en el próximo número de El Mordaz.

  

-El Congo del rey Leopoldo II, historia de una infamia. El Mentidero de Mielost. http://chrismielost.blogspot.com.ar/2012/11/el-congo-del-rey-leopoldo-ii-historia.html
-Mario Vargas Llosa. El sueño del celta.
-Leopoldo Segundo. Biografía y vidas. http://www.biografiasyvidas.com/biografia/l/leopoldo_ii.htm

-El Congo, la vergüenza de Bélgica. La Razón, 21/06/2014.

7 comentarios:

  1. ¡Muy bueno! espero la segunda parte sobre Lumumba

    ResponderEliminar
  2. Respuestas
    1. Julito de Laferrere28 de junio de 2014, 16:52

      ¿Porqué no mirás los partidos García, en lugar de decir tus habituales boludeces? Arrimá el tarro

      Eliminar
  3. Ricardo, comparto tus notas siempre en las redes sociales porque son excelentes, un abrazo!!

    ResponderEliminar
  4. BOUDOU PROCESADO !!!!!!! ¿Tendrá Ricardo el coraje de hablar de la vergüenza que implica para el “modelo” que tanto defendió? ¿Le meterán la patada en el culo que se merece?
    ¿Y el lambebotas de Julito? ¿Seguirá con sus imbecilidades?
    Es evidente que Ricardo, lo que menos tiene es coraje, siempre borra las verdades que le duelen. Es kirchnerista y eso lo explica todo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Julito de Laferrere30 de junio de 2014, 21:43

      Callate ingeniero fracasado del boliche pedorro, alias García. Que hablás de procesado si vos estas prontuariado y estuviste preso en la comisaría de Florida

      Eliminar