lunes, 17 de marzo de 2014

PEARL HARBOR, LA HISTORIA NO OFICIAL

Dos instantes de felicidad para Churchill
Para Winston Churchill, el año 1941 le brindó dos gratos momentos dentro de la soledad en que se encontraba Inglaterra bajo el bombardeo feroz de la aviación nazi. El primero, fue cuando el 21 de junio recibió la noticia de que 3 cuerpos de ejército alemanes habían invadido territorio ruso, un error de Hitler descomunal que le produciría el peor desgaste de toda la guerra.

El segundo momento de alegría ocurrió cuando el obeso canciller se hallaba en su casa de campo el 7 de diciembre. Era domingo y para Churchill ese día de la semana era sagrado aunque cayeran bombas sobre Londres. Había terminado de cenar junto con sus dos invitados, el embajador norteamericano y un asesor del presidente Roosevelt, cuando se le ocurrió prender la radio. Entonces se enteró de que Japón había bombardeado Pearl Harbor, la base aeronaval más importante del Pacífico.

Aviones japoneses listos para despegar desde los portaaviones en dos oleadas de ataque sobre Pearl Harbour

Churchill se comunicó inmediatamente con el presidente norteamericano quién le confirmó la noticia y le dijo una frase que para él era la caricia que tanto tiempo había esperado: “Ahora ya estamos en el mismo barco”. Por primera vez en meses, esa noche durmió pacíficamente después de pensar que Inglaterra, aunque destrozada y mutilada saldría victoriosa. Con la invasión a la Unión Soviética y con el ingreso de Estados Unidos a la guerra, el destino de Hitler estaba sellado, las campanas empezaron a doblar a muerto para el mesiánico dictador alemán.

Momento en que Roosevelt anuncia la declaración de guerra al Japón.


El plan de Roosevelt
Roosevelt estaba ansioso por entrar en la guerra, detestaba a Hitler que se había apoderado de casi toda Europa y experimentaba un horror instintivo ante la dictadura nazi. Ansiaba con todas sus fuerzas entrar en el conflicto y socorrer a Inglaterra, pero el drama era que lo deseaba en completa soledad. Nadie en Estados Unidos, tenía el menor interés de meterse nuevamente en un conflicto europeo. Roosevelt buscó un vericueto, un atajo para que su país se involucrara en la guerra y ese atajo fue Japón.

Esta nación había firmado un Pacto Tripartito con Alemania e Italia, donde se establecía que si alguno de los tres era atacado por otra potencia, los otros dos acudirían en su ayuda. Por lo tanto, al provocar a Japón, Roosevelt estaba desafiando a Alemania y a su socia Italia.

¿Cuál era por entonces la situación del país del sol naciente? Japón con malas artes, como corresponde a toda nación con pretensiones imperiales, se había transformado en una potencia colonialista que amenazaba a los Estados Unidos por el control del Pacífico. Con una sucesión de guerras victoriosas se fue apoderando en forma escalonada de gran parte de China, la Manchuria y una gran extensión de la costa este, que incluía puertos tan importantes como el de Cantón. También habían pasado a formar parte del imperio japonés las actuales dos Coreas, la isla de Taiwan y la zona de Tongking al norte de la Indochina Francesa. Todo este territorio, ahora sometido a un colonialismo servil, era cinco veces más grande que el propio Japón.

Un ultimátum premeditado
En 1941 la diplomacia de Tokio estaba tratando de negociar con Washington para que los Estados Unidos liberaran los fondos japoneses congelados y autorizaran a las Indias orientales a comerciar con Japón que necesitaba desesperadamente de materias primas, especialmente petróleo. En compensación se retiraría de Indochina. 

El gobierno de Roosevelt estuvo de acuerdo, pero además le exigió el retiro completo de China, de Taiwan y de comprometerse a no invadir Filipinas, las Indias orientales y Tailandia. Como si esto fuera poco agregó como fruta del postre que rompiera con el Pacto Tripartito.

Se trataba de un ultimátum, que ponía a Japón entre la espada y la pared y Roosevelt lo sabía a tal punto que advirtió a los jefes de Ejército y Marina que “habiendo fracasado las discusiones políticas, ahora la palabra la tenían las fuerzas militares”. Diez días antes de que los japoneses atacaran Pearl Harbor, Roosevelt se comunicó con Churchill y le dijo que se había dado un gran paso hacia la entrada de Estados Unidos en la guerra.

El presidente norteamericano había estirado la cuerda a un punto en el cual no había retorno, había generado las condiciones para que Japón diera un zarpazo en alguna parte de la capacidad bélica de Estados Unidos, se necesitaba un cebo que se llamaría Pearl Harbor. Debería ser un ataque de tal magnitud para que el pueblo norteamericano reaccionara en forma monolítica al grito de “yellow bastards”. El operativo fue sin previa declaración de guerra, que era lo que más deseaba Roosevelt, para convertir la acción en un acto de cobardía.

                      Ataque a Pearl Harbour

Evidencias de que Pearl Harbor fue un cebo
El servicio de inteligencia de Estados Unidos había decodificado el sistema secreto de comunicación japonés, de tal manera que podían leer los mensajes cifrados que emitía Tokio como si fuera un libro abierto. Era imposible, por lo tanto, que no hubieran registrado la enorme cantidad de mensajes que circularon en los altos mandos japoneses, incluyendo los informes emitidos por espías de ese país, quienes bajo la cobertura de diplomáticos se habían instalado desde hacía meses en Hawaii. Uno de ellos había hecho un relevamiento detallado de las instalaciones y unidades navales y aéreas asentadas en Pearl Harbor con precisión absoluta.

Quién más investigó el tema fue el contraalmirante Theobald que volcó toda su información en un libro, ignorado por los sucesivos gobiernos que pasaron por la Casa Blanca. Entre otras cosas, Theobald señaló que todas las bases de Estados Unidos ubicadas en distintas partes del planeta fueron avisadas de un inminente ataque japonés, todas menos Pearl Harbor que era el blanco inequívoco por su posición estratégica en el medio del Pacífico. Otra señal sugestiva, fue que los tres portaaviones, las unidades navales más importantes, salieron de la rada de Pearl Harbor unos días antes del ataque como para preservarlas de la inminente destrucción.
Almirante Isoroku Yamamoto. Fue el artífice del plan Pearl Harbour y designado por el alto mando japonés para comandar la flota que atacó la base norteamericana. El 13 de abril de 1943, el avión en que viajaba fue derribado por cazas norteamericanos. El servicio de inteligencia de Estados Unidos había descifrado el código de comunicación japonés y le preparó una emboscada.

Si bien por entonces no existía información satelital, resulta absurdo que una flota enemiga de casi 20 naves compuesta por portaaviones, cruceros, acorazados y buques tanques, recorriera durante días, los más de 6000 kilómetros que median entre la costa del Japón y Hawai, sin ser advertida.
En la madrugada del 7 de diciembre de 1941, 350 aviones japoneses se lanzaron sobre Pearl Harbor y como el factor sorpresa fue total, el daño fue devastador. Japón tuvo el control total del Pacífico que le permitió invadir todas las islas, exceptuando Nueva Zelanda y el continente de Australia. Sin embargo, el enorme poderío industrial de Estados Unidos, hizo que tan solo seis meses más tarde con las batallas navales de Midway y del Mar de Coral se revirtiera la situación. A partir de entonces, Japón se encaminó hacia una lenta e implacable derrota.
El plan de Roosevelt se había cumplido a la perfección. Resulta inverosímil que la masacre de Pearl Harbor fuera preparada por un jefe de Estado. Pero, ya lo dijo Pascal, “la verdad quizás no sea verosímil”.

Rendición del Japón ante los aliados a bordo del acorazado Missouri

Alain Decaux. La Historia Secreta de la historia, volumen 3. Editorial Atlántida, Buenos Aires 1990.

Pearl Harbour. History. http://www.history.com/topics/world-war-ii/pearl-harbor#


Biografía y vidas. Isoroku Yamamoto. http://www.biografiasyvidas.com/biografia/y/yamamoto.htm

Segunda Guerra Mundial. Pearl Harbor y la ofensiva japonesa. Tomo 8, Editorial Planeta, Buenos Aires 2009.

2 comentarios:

  1. Lo que más me recuerda Pearl Harbour son las escenas hot en la playa, en De aquí a la eternidad.
    Bueno el artículo.
    Saludos

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    1. Con Burt Lancaster y Deborah Kerr, si mal no recuerdo

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