lunes, 6 de enero de 2014

EL JUGADOR

Viajando por avenida del Libertador al pasar por el Hipódromo se ven las playas de estacionamiento totalmente colmadas durante las 24 horas del día. Es que en forma corrida y sin interrupción, funcionan alrededor de mil máquinas tragamonedas. Muchas de las personas que frecuentan este casino, sufren un estado compulsivo por el juego y me trajeron a la memoria la novela El jugador de Fiódor Dostoievski.

                                         Fiódor Dostoievski (1821-1881)

Un libro en siete días
Dostoievski se pasea nervioso por la habitación mientras le dicta a su secretaria, Anna Grigoryevna, su nueva creación literaria, que lleva por título El jugador. La ansiedad de Dostoievski está plenamente justificada, debe completar la obra en tan solo una semana. ¿Por qué tanta exigencia? El hecho es que Dostoievski había dilapidado su fortuna en la ruleta y había contraído una deuda importante con su editor. Vencido el plazo estipulado, éste podía enviarlo a la cárcel, experiencia que Dostoievski no quería repetir.

Sus amigos lo veían tan angustiado que se ofrecieron para escribir la novela en conjunto, pero Dostoievski se negó rotundamente. Entonces, uno de ellos sugirió que contratara a una amanuense y allí está ahora Anna Grigoryevna, cada día de la semana, hasta bien entrada la noche, exhausta, después de largas horas de escribir, tachar y enmendar a toda velocidad. Finalmente, el manuscrito puede ser terminado justo a los siete días.

El jugador: un reflejo fiel del trastorno patológico del juego
El jugador, además de ser una de las obras literarias escritas en menos tiempo, es la expresión más acabada de un personaje trastornado por la compulsión al juego. Es notable que, habiendo sido elaborada con tanta premura, no se trate de una novela ligera ni de gestación forzada. Es tan meditada y profunda que, como las demás producciones de Dostoievski, se introduce de lleno en los caracteres de los personajes.

Sin duda la obra está alimentada con experiencias vividas por el autor, ya que sólo aquel que ha padecido la pasión por el juego puede describir con tanta objetividad la excitación y el deseo incontrolable que surge ante una mesa de cartas o el característico tintinear de la bola saltando en la ruleta. En la novela hay muchos párrafos relatados en primera persona –probablemente el mismo Dostoievski– que son verdaderamente elocuentes: "Aposté a los pares veinte federicos de oro y gané, volví a poner y de nuevo gané. Y así dos o tres veces. En unos cinco minutos había reunido casi cuatrocientos federicos de oro. Era el momento de irme, pero una extraña sensación se apoderó de mí, algo así como un desafío al destino, un deseo de burlarme de él, de sacarle la lengua. Hice la máxima apuesta permitida, cuatro mil florines y los perdí. En un arrebato saqué el resto, repetí la jugada y de nuevo perdí".

Al final de la novela hay otra escena que describe claramente al jugador compulsivo: "Salí del casino, hurgué el bolsillo del chaleco y encontré un florín. Tendré con qué comer, pensé, mas apenas hube dado cien pasos, cambié de idea y regresé a la sala de juego. Puse aquel florín a pleno y puedo jurar que se experimenta una sensación particular cuando uno que está solo, en un país extraño, lejos de la patria, de los amigos, no sabiendo si va a comer aquel día, arriesga su último florín".

Portada de una de las ediciones en lengua española de El Jugador, La figura de tapa representa el cuadro de Paul Cézanne Los jugadores de cartas.

Estas escenas constituyen ejemplos perfectos del paciente que sufre de ludopatía, el trastorno patológico del juego. En el primer fragmento, el personaje no puede dejar de apostar pese a que el sentido común le está indicando que la suerte no es permanente y que ya embolsó una ganancia sustancial; en el segundo, sabe que se puede quedar sin comer si arriesga el último florín.

En los relatos surgen nítidos varios aspectos característicos de la ludopatía: la pasión incontrolable, la tendencia a apostar grandes sumas y una excitación y energía producidas no tanto por el dinero que se puede ganar, sino por el juego en sí mismo.

Anna Grigoryevna
La amanuense devenida en esposa, fue para el escritor un apoyo invalorable que soportó sus crisis epilépticas, la pobreza que permanentemente los rodeó, su pasión descontrolada por el juego y la pérdida del primer hijo. También es probable que, gracias a ella, Dostoievski no cayera en situaciones peores como el robo, el suicidio y el crimen, que son los efectos colaterales de quienes padecen ludopatía.

                              Anna Grigoryevna

Durante los primeros años del matrimonio, la pareja se refugió en el extranjero escapando de los prestamistas. Sin embargo, Dostoievski no abandonó la pluma y produjo varias novelas, entre las que se destacan El idiota, La vida de un gran pecador y Los poseídos. Esta última tuvo gran éxito y constituyó un punto de inflexión que se profundizó con Los hermanos Karamázov.

Era el año 1880 y Dostoievski, reconocido como celebridad nacional, comenzó a recibir distinciones y membresías en sociedades literarias. Lamentablemente, gozó poco tiempo del éxito, ya que falleció en 1881 a la edad de sesenta años.
Actualmente, Dostoievski se encuentra entre los autores más leídos, quizás porque dramatizó en sus ficciones los problemas morales, religiosos y políticos que alteraron a las generaciones entre las dos grandes guerras y las décadas siguientes.



                               Tumba de Dostoievski en San Petersburgo

Fuentes
   Brasol, B. The diary of a writer, 2 vol. (1949, reissued 1979).

  Dostoievski, F. El Jugador. Unidad Editorial SA. 1999.

 Encylopaedia Britannica. "Dostoyevsky". Macropedia. vol. 17, págs. 451-54. Encyclopaedia Britannica Inc. 1995.

  Folino, J. O., Abait, P. E. "Pathological gambling". Curr Opinion Psychiatry. 2009; 22:477-481.

Koteliansky, S. S. Dostoievsky: Letters and Reminiscence. (1923, reprinted 1971).

3 comentarios:

  1. muy bueno el artículo! gracias por las reflexiones y las búsquedas bibliográficas!!

    ResponderEliminar
  2. Excelente información del Mordaz, así como muy buenas ilustraciones, como siempre. ¡Adelante Mordaz, sigue así!

    ResponderEliminar