martes, 5 de marzo de 2013

CENTRAL PACIFIC

                                                   Entrada de la Universidad de Stanford



Universidad de Stanford

En California, en la ciudad de Palo Alto, se encuentra la Universidad de Stanford, una de las más prestigiosas de los Estados Unidos. La institución, que es privada, se puede vanagloriar de numerosos logros y conquistas ya que entre sus egresados se destacan más de 50 científicos que recibieron el Premio Nobel en diversas disciplinas. De sus facultades salieron numerosos miembros del Senado y exitosos empresarios fundadores de firmas como Hewlett-Packard, Google, Yahoo y Nike. Ninguna otra universidad produjo tantos atletas que ganaron medallas olímpicas, de las cuales 129 fueron de oro.


En el ranking internacional de calidad docente, la Universidad de Stanford se encuentra dentro de los diez primeros puestos en todas las disciplinas.


Un dato destacado de esta institución es que cuenta con un museo de arte que, entre otras cosas, posee la colección de obras de Rodin más grande que existe después de París.

Fue Leland Stanford, gobernador de California quién fundó la Universidad en homenaje y memoria de su hijo Leland, que falleció a la edad de 16 años. ¿Pero, quién fue Stanford padre, conocido también como el magnate del ferrocarril?

                               Leland Stanford (1824-1893)


El inescrupuloso empresario Stanford

Dentro de los grandes millonarios de los Estados Unidos, Stanford está incluido en la larga lista de los denominados “robber baron”, que podría traducirse como el empresario u hombre de negocios que hizo su fortuna explotando a otros y empleando artilugios enfrentados con la ética y eludiendo leyes impositivas.


Siendo gobernador de California durante el período 1862-1863, se unió con otros socios para dar a luz la obra más grande que se haría hasta entonces en su país: el ferrocarril de 4000 kilómetros de extensión que uniría el este con el oeste y que en magnitud, sólo sería superado el siglo siguiente por la construcción del Canal de Panamá.


Hasta mediados del siglo XIX cruzar el ancho de los Estados Unidos demandaba un tiempo de 5 a 6 meses en diligencia, a través de desiertos, zonas montañosas y terrenos inhóspitos infestados de indios. Las enfermedades y la mortandad durante la travesía, se cobraban una pesada cuota. Todo eso al exorbitante costo de mil dólares de aquellos tiempos. El ferrocarril lo redujo a ciento cincuenta dólares y cinco días de travesía en coche dormitorio.


Se necesitaba para semejante emprendimiento ferroviario  mano de obra barata y fuerte. Stanford tenía particular desprecio por los chinos que estaban invadiendo California huyendo de la pobreza y miseria de su país. Muchos de ellos encontrarían que habían ingresado a un mundo considerablemente más hostil del que venían. 


Como gobernador, Stanford puso trabas a la inmigración china y en uno de sus discursos dijo sin tapujos que “se trataba de una raza degradada que ejercería efectos deletéreos en la raza superior”. La raza superior no era otra que el hombre blanco norteamericano.


Sin embargo, alguien susurró a sus oídos que si esa raza había sido capaz de construir la Gran Muralla, bien podría realizar el tendido del ferrocarril. Pronto se dieron cuenta que los chinos eran “mucho más laboriosos que los negros y los borrachos irlandeses”, según expresiones de los duros capataces encargados de supervisar el trabajo de los obreros. El país además, estaba envuelto en plena guerra civil o de Secesión y era mucho más sencillo contratar chinos que abundaban en San Francisco que traer obreros del este.
 Arriba: trabajadores chinos. Abajo: una etapa de la construcción. Las únicas herramientas fueron picos, palas y dinamita



El Central Pacific

En su mayoría, el reclutamiento de chinos para la obra era voluntario, pero no faltaron redes mafiosas organizadas por los propios chinos en connivencia con los blancos que arrearon cuanto chino vagabundo encontraban en el puerto de la ciudad de Cantón. Eran embarcados y transportados en penosas travesías a lo largo del océano pacífico en condiciones similares a los barcos de esclavos, es decir hacinados, mal alimentados y en ambientes hediondos. Muchos morían antes de que el barco llegara a las costas de California y eran arrojados al mar sin miramientos ni oficio religioso alguno.


Una vez contratados con una paga miserable, debían trabajar en turnos de ocho horas durante las 24 horas del día, bajo la atenta mirada de los capataces que solían usar el látigo para castigar a los perezosos. El tramo más difícil fue atravesar la Sierra Nevada de 110 kilómetros de ancho entre los estados de California y Nevada. Se avanzaba a la exasperante lentitud de un metro por día. Los obreros chinos eran subidos en canastas y a una determinada altura de la montaña, con los picos cavaban orificios donde introducían cargas de nitroglicerina, prendían la mecha y señalaban para que los bajasen. Si el tiempo no estaba bien sincronizado la carga explotaba lanzando por el aire pedazos de cuerpos humanos. No fueron pocos los que murieron en estas circunstancias. 


Las avalanchas de roca produjeron estragos entre los trabajadores y el intenso frío de la Sierra Nevada enfermó y mató a muchos, mientras que las incursiones de los indios hicieron otro tanto. Al respecto, el General William Sherman, escribió: “La mayor cantidad de indios que matemos este año, nos permitirá matar menos el próximo y cada vez estoy más convencido de que debemos exterminarlos a todos o mantenerlos en un estado miserable”. A su memoria, llevan el nombre de Sherman los famosos carros blindados del ejército norteamericano durante la Segunda Guerra Mundial.  

En una ocasión, alrededor de 2.000 trabajadores chinos, hartos de ser tratados como esclavos, iniciaron una huelga pacífica y respetuosamente presentaron una lista de sus demandas. En respuesta, las autoridades de la Central Pacific les cortaron los alimentos y como no podían escapar en el medio del desierto, tuvieron que retornar al trabajo en las mismas condiciones.


Se excavaron montañas, se construyeron puentes y terraplenes y todo el trabajo fue hecho a mano, no había tractores ni excavadoras que facilitaran la tarea. Finalmente, al término de 6 años el Central Pacific se unió con el Union Pacific que venía desde Omaha en el estado de Nebraska. Se habían construido 2800 kilómetros de vía férrea al costo de una vida perdida cada dos kilómetros.

                            Momento en que se unieron los dos tramos

Resulta irónico y contradictorio que la Universidad de Stanford, una de las mejores de los Estados Unidos, haya sido fundada por un empresario inescrupuloso y erigido como resultado del trabajo semiesclavo de miles de obreros, muchos de los cuales quedaron enterrados a lo largo del trayecto de la vía férrea.
Fuentes
Digital History.Building the transcontinenetal railroad. http://www.digitalhistory.uh.edu/disp_textbook.cfm?smtID=2&psid=3147, 2012

Zak Keith. Anti-Chinese USA—Racism & Discrimination from the Onset. http://www.zakkeith.com/articles,blogs,forums/anti-Chinese-persecution-in-the-USA-history-timeline.htm

Central Pacific. British Encyclopaedia Britannica, tomo III, pag 29. Chicago 1995
Stanford Leland. Encyclopaedia Britannica, tomo XI pag 210. Chicago 1995.

4 comentarios:

  1. Jorge Alberto Ruiz6 de marzo de 2013, 15:22

    A los chinos les dieron el mismo trato que acá a los polacos que quedaron sepultados bajo los derrumbes en la construcción de la línea A de subtes, allá por 1911.
    Seguramente serán recordados y reivindicados por Macri, el humanitario.

    ResponderEliminar
  2. Hobsbaum llama a estos empresarios, “empresarios ladrones”, e incluye en el ranking a lo más granado de los multimillonarios yankis de la época, Rockefeller incluído.
    No sé si es una incoherencia que un individuo como éste haya fundado una Universidad como la que lleva su nombre. Así como nuestros terratenientes, que no eran mucho mejores en sus relaciones laborales, encargaban a sus mujeres que donaran asilos, iglesias, escuelas, etc., los de allá hacían estas otras cosas como forma de lavar sus conciencias y prestigiarse frente a la sociedad. El Carnegie Hall, por ejemplo, también obedece a este esquema moral.
    Más sorprendente puede resultar el éxito de los EE.UU. frente al mundo, en venderse como la tierra de la libertad, la democracia y de todo lo que se supone carecía el resto del mundo, cuando en realidad era lo mismo pero más hipócrita.
    Osvaldo Bayer debería reconocer que, al lado de Shermann, Custer & Co., Julio A. Roca era algo así como San Francisco de Asís de las Pampas.
    Pero, así se escribe la Historia.
    JC

    ResponderEliminar
  3. No hay caso, nadie puede amasar una fortuna sin hacer harina a los demás.
    Quino

    ResponderEliminar
  4. Qué feo es decir “irlandeses borrachos”, debería haber dicho, como lo hizo para con el nene de Aliverti: “irlandeses con alto grado de acoholemia”.
    Nosotros aquí no usamos chinos para los trenes, pero se los dimos a los Cirigliano y con ellos se prendieron Jaime, Schiavi, De Vido y “ellos” y sacaron jugosos dividendos. No matamos chinos, solo 52 personas en Once. Por ellos dos días de duelo, donde no apareció. Por Cromañón había sido solo un día el duelo, ellos en Kalafate, tampoco aparecieron. Por el monigote, TRES días y en 6 horas estaba volando para allá.
    Coincidencias y grandes diferencias. Atte

    ResponderEliminar