sábado, 6 de octubre de 2012

EL TIEMPO


La inmaterialidad del tiempo
El concepto del tiempo elude permanentemente el razonamiento humano. No sabemos si se desplaza a través nuestro o somos nosotros los que avanzamos a lo largo del tiempo. De cualquier manera, es indetectable. Definirlo fue un problema que viene obsesionando a filósofos y académicos desde los antiguos griegos y la cosa se complicó más aún con la teoría del espacio tiempo de Einstein. Cualquiera sea el ángulo con que se lo quiera enfocar, hay un hecho concreto, la inexorabilidad del pasaje del tiempo que nos lleva irremisiblemente a la muerte.

El ser humano teme al futuro, recuerda al pasado con nostalgia y son innumerables las letras de tango que hablan del paso del tiempo, un aspecto que obsesionó a muchos libretistas de este género musical: “Donde estará mi arrabal, quién me robó la niñez”, “Sentir que es un soplo la vida y que veinte años no es nada…”, “Te acordás, hermano? ¡Qué tiempos aquéllos! ¡Veinticinco abriles que no volverán! Veinticinco abriles, volver a tenerlos,
si cuando me acuerdo me pongo a llorar”.
La primera frase es del tango Tinta Roja de Cátulo Castillo, la segunda pertenece a Volver de Alfredo Le Pera y la tercera a Tiempos viejos de Manuel Romero.

En el mundo contemporáneo el tiempo se transformó en una obsesión que se consulta permanentemente en el reloj de muñeca, los celulares, la pantalla de televisión o de la computadora, las radios, el teléfono, el tablero del automóvil, los afiches luminosos, etc. Nunca el ser humano, al menos el de la ciudad estuvo tan pendiente del tiempo y esto como se verá luego es consecuencia de la revolución industrial y el capitalismo.

Hay un tiempo histórico, filosófico, matemático y social. Aquí desarrollaremos el tiempo social.

El tiempo en el pasado
En la sociedad campesina el hombre transcurrió su vida, durante milenios, rigurosamente ajustado al ritmo que le imponía la naturaleza. El día o la noche -la salida o puesta del sol-, las lunas o las estaciones, marcaron el ritmo de la vida para determinar la época de la siembra, la cosecha y la caza de animales. También para tener una idea del período transcurrido en relación con distintos acontecimientos.
                                                     Torre de los Vientos

Alguien pensó que se podía dividir el día en segmentos de tiempo y surgió el reloj de sol. Fueron los egipcios y los babilonios los primeros en diseñar relojes de sol y muchos obeliscos cumplieron esa función. El más elaborado de todos fue la Torre de los Vientos, un edificio octogonal que data del siglo 1 antes de Cristo y se encuentra en las afueras de Atenas. Se hallaba dotada con nueve diales de reloj de sol, un reloj de agua en su interior, brújula y posiblemente una veleta ubicada en el tejado con la que apuntaba a cada uno de sus ocho lados, según la rosa de los vientos.

Los relojes de arena surgieron durante la Edad Media y el dato más antiguo que se conoce es una pintura de Ambrogio Lorenzetti del año 1338 que muestra una dama que representa La Templanza sosteniendo un reloj de arena.
                       Ambrogio Lorenzetti (!290-1348) La Templanza

Aparentemente los chinos en el siglo XII habían elaborado relojes mecánicos y en Europa, el primer diseño fue obra del abad inglés Richard Wallingford. Dos siglos más tarde, la invención del péndulo produjo aparatos de mayor precisión.

La influencia del protestantismo en el tiempo
La moderna conciencia del tiempo va a articularse en el siglo XVIII, como resultado de innovaciones técnicas, secularización religiosa, concentración urbana y el desarrollo del capitalismo. Todo ello otorgó al tiempo una relevancia desconocida hasta entonces, convirtiéndolo en valor económico. “Time is money”, había sentenciado Benjamín Franklin.

La ética puritana exigía la racionalización y el control metódico de la vida; por lo tanto, el primero y el principal de todos los pecados era la dilapidación del tiempo: la duración de la vida es demasiado breve y preciosa y perder el tiempo en la vida social, era absolutamente condenable desde el punto de vista moral. El trabajo y no el ocio debía ser el centro de la existencia.

La Revolución Industrial
La Revolución Industrial va a impulsar el cambio definitivo en la mentalidad y uso del tiempo en la sociedad moderna, a tal punto que el filósofo norteamericano Lewis Mumford sentenció que fue el reloj y no la máquina de vapor, el símbolo de la moderna era industrial.

Los empresarios, respaldándose en el concepto puritano del trabajo y con una avidez ilimitada para enriquecerse, explotaron al trabajador a realizar tareas en condiciones precarias, sin beneficios laborales y sin límite de horas. Los que más sufrieron fueron los niños quienes a partir de los 6 años llegaron a trabajar hasta 19 horas por día con salarios mínimos. La mayoría provenía de orfanatos y de familias muy pobres, haciendo que la mortalidad por desnutrición, tuberculosis y accidentes de trabajo adquiriera cifras alarmantes.

                       Niños obreros de una mina de carbón en Inglaterra

Charles Dickens, quién durante su adolescencia había trabajado en una fábrica, desnudó magistralmente en sus novelas a través de sus clásicos personajes, la pobreza, la explotación laboral y la estratificación social de la época victoriana.

El industrialismo situó como centro de la existencia cotidiana el tiempo. El trabajo, y por él todas las actividades vitales, comienzan a ser controladas y medidas en función de su duración; algo totalmente innecesario en la economía preindustrial. Trabajo, comidas y descanso estaban todas cronometradas. Todo ello regimentado desde el exterior por las sirenas de las fábricas, símbolos seculares de la era de la producción.

Surgió la necesidad acuciante de disponer de relojes que por entonces eran muy caros. Fue entonces que a principios del siglo XIX, el relojero Ely Terry desarrolló relojes cuyas partes eran exactamente iguales y por lo tanto intercambiables. Los relojes se masificaron y estuvieron al alcance de la gente común. Constituyó uno de los más importantes hitos en la historia del reloj.

Tiempos modernos
En 1936, el genial Charles Chaplin produjo Tiempos modernos, que encuadrada dentro del género de comedia ponía en evidencia la voracidad del capitalismo por aumentar la producción y por lo tanto la ganancia de los empresarios, a costa de someter al trabajador a exigencias y rutinas agobiantes. En la película, Chaplin es un obrero que se desempeña en una línea de montaje, en una clara sátira al sistema inventado por Henry Ford. Las tareas las debe realizar a tal velocidad que finalmente sufre un colapso nervioso y debe ser hospitalizado. La película constituye un retrato de las condiciones desesperadas de los trabajadores que tuvieron que soportar en la época de la Gran Depresión, situaciones promovidas, por la eficiencia de la industrialización y la producción en cadena.

                                            Dos escenas de Tiempos Modernos

Para bien o para mal, el siglo xx se puede catalogar como el siglo del tiempo. Nunca en el pasado, en tan corto período, habían confluido tantos cambios para instalar al tiempo en el centro de la vida cotidiana. Hoy es ya el amo y gran regulador del horizonte vital de todos los seres humanos y como tantas otras cosas, está en función del dinero, el único valor en la sociedad de mercado actual.

Fuentes
  • The Industrial Revolution, 1700-1900." DISCovering World History. 1997
    Student Resource Center. Framington Hills, Mich.: Gale Group. Online Database.
    November 8, 2001.
  • Time. Encyclopaedia Britannica, volumen 28, pags, 662-673. 1995.
  • Iglesias de Ussel J. La dimensión social del tiempo. http://www.racmyp.es/docs/anales/A83/A83-30.pdf

5 comentarios:

  1. "¡El tiempo es un maní!" (Les Luthiers)

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  2. el tiempo pasa
    nos vamos poniendo viejos...

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  3. Esos sí que eran tangos, sus letras son inspiradísimos poemas.

    Grandioso artículo!

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  4. Hola, que buena nota.
    Tremenda foto la de los niños mineros, pensarán en ellos los privilegiados niños bien de Harvard?
    O es a eso a lo que quieren volver?

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