sábado, 29 de octubre de 2011

PERSONAJES DE BUENOS AIRES

Presento aquí dos personajes porteños totalmente distanciados entre sí por sus épocas, sus orígenes, sus costumbres y sus actividades, pero ambos contribuyen al pintoresquismo porteño. Se trata de Chuenga y de Alet Kluitenberg.

Chuenga
Las nuevas generaciones no lo conocen porque hace 25 años que se murió. Alguno me preguntará porqué elegí a este individuo y mi respuesta es: fue un arquetipo dentro de los personajes populares de Buenos Aires y que cuando desaparecen, la ciudad pierde un cachito de su frescura, de su idiosincrasia. Así es que decidí incluir un extracto de la publicación El Arca Digital, sobre esta imagen eternamente presente en los eventos deportivos, especialmente el fútbol. Su nombre verdadero no importa. Su apodo: CHUENGA.
Mítica figura que vendía unas golosinas que el mismo producía y comercializaba, al grito de chuengaaa, chuengaaaaa. Lo singular era que por unas monedas, entregaba el mismo puñado de caramelos, cualquiera sea la cantidad cobrada.


Pocos personajes han de poseer un lugar tan extendido en la memoria colectiva de los porteños como "Chuenga". Micro emprendedor de otra época, vendedor ambulante de caramelos, su popularidad indiscutible apenas pudo ser superada por el halo de un misterio que se extendió sobre su figura hasta el día de su muerte. Dicen que se llamó José Eduardo Pastor y que en el año 1984 dejó este mundo para siempre, llevándose consigo la fórmula de extraña creación: "chewing gum", palabra que los futboleros castellanizaron a "chuenga", de la misma forma que hicieron con “orsay” en lugar del término inglés “off-side”.
Siempre estaba ataviado con buzos, pulóveres o remeras de colores llamativos, como si hiciera falta que un condimento externo le diera más potencia a su personalidad.
Los adultos de hoy, pibes del ayer, lo recordarán como un señor que se paseaba indistintamente cubriendo todos los eventos deportivos acompañado por su infaltable bolsa de caramelos y su característico slogan: Chuengaaaa...aaa...aaa.
Para el no existía la decena ni los 100 gramos, su medida era más simple y natural: el puñado, el mismo que le daba a todo aquel que le acercara una moneda.
El arca digital Publicación semanal de la Caja de Ahorro y Seguro

Alet Kluitenberg
Lo último que se le puede ocurrir al lector es que este nombre está estrechamente relacionado con el tango y el bandoneón. Resulta tan extraño que ni siquiera se puede deducir a que sexo pertenece.
Se trata de una joven y hermosa rubia que aún no cumplió 30 años y que nació en un pueblo de nombre igualmente exótico: Oldenzaal, una ciudad pequeña al Este de Holanda.
Acordeonista desde los 6 años, se encontró con el tango cuando a la edad de 13 interpretó Libertango de Astor Piazzolla y quedó fascinada. Comenzó a coleccionar su música, pero no podía identificar el instrumento que daba origen a ese sonido melancólico y atrapante y que evidentemente no era un acordeón. Indagando, descubrió que se trataba de un artefacto que nunca había visto y que se llamaba bandoneón.
A los 16 años se enteró que en Rotterdam había un instituto de tango argentino y se fue para allá. Finalizado el curso consiguió una beca por 9 meses y rumbeó hacia a La Reina del Plata. Tomó clases de bandoneón con maestros locales que le dijeron que tocaba muy bien,…”y si en Buenos Aires te dicen eso... “, comentó orgullosa.
Aprendió que al instrumento también lo llamaban “fueye”.
En un bar frecuentado por holandeses, se enamoró de un argentino, pero en diciembre, terminada la beca se tuvo que volver a Holanda.


En su país se sintió sola y triste, el bandoneón quedó arrinconado y silencioso. Había perdido las ganas de tocar, sólo pensaba en Buenos Aires, en el tango y en su novio argentino.
Finalmente vendió todas sus pertenencias, se despidió de familia y amigos y volvió al Río de la Plata. Ama Buenos Aires, el tango y el fueye que la acompaña todos los domingos en San Telmo, donde forma parte de la Orquesta Típica Andariega, aunque también toca en otros grupos. “En Buenos Aires tengo a mi amor, a mi bandoneón y al tango... ¿Dónde más podría vivir?”, le confesó al periodista de Clarín que la entrevistó.

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