A Buenos Aires arribaron varios escritores que ganaron el Premio Nobel de Literatura, el último de ellos fue José Saramago en 2007, cuya visita tuvo la trascendencia lógica y el espacio merecido que le dieron los medios.
En cambio, la llegada de Mario Vargas Llosa a la Argentina, desató durante semanas previas, expectativas desproporcionadas que continuaron después de su arribo y los días posteriores.
Esta oleada abrumadora de comentarios, opiniones y disquisiciones sobre Vargas Llosa tendría dos explicaciones. La primera es consecuencia de diversas manifestaciones que hizo el escritor de carácter degradante y de profunda descalificación sobre la Argentina, los argentinos y el gobierno actual.
Sabemos que tenemos que tener la piadosa comprensión de separar al destacado hombre de letras del político energúmeno que habla de lo que no sabe en este terreno.
La segunda causa de la catarata informativa sobre Vargas Llosa fue armada por los diarios Clarín y La Nación y las repetidoras de canales y radioemisoras del monopolio mediático de Magneto. El objetivo: que una figura como la de Vargas Llosa denostara al gobierno y se despachara a gusto en la Feria del Libro.
Los prolegómenos sugerían que la mano venía pesada ya que antes de la Feria del Libro, Vargas Llosa participó como invitado especial en la reunión de la ultraconservadora Mont Pelerin Society donde se le pegaron como ventosas el obsecuente Macri y el impresentable Aznar. La ceguera política de Vargas Llosa, o quizás su negación, le impidieron ver que las ideas neoliberales que él defiende, fueron las que aplicó a rajatabla el español en su patria y que ahora está pagando las consecuencias.
El primer error lo cometió Horacio González, Director de la Biblioteca Nacional, al decir que no era conveniente que Vargas Llosa inaugurara la Feria. Éticamente fue una opinión correctísima, pero políticamente resultó un comentario desafortunado que fue aprovechado por el monopolio mediático que distorsionó las palabras de González en ecos infinitos de que a Vargas Llosa se le restringía la libertad de expresión y el mismo autor de La ciudad y los Perros también se sumó a la ola de quejas.
La Presidenta Cristina en una decisión brillante ordenó que no se realizara ninguna interferencia a las actividades de Vargas Llosa en el país.
Finalmente ayer, el escritor hizo una breve exposición leída, que me sorprendió ya que un personaje del calibre del Vargas Llosa no debería estar leyendo sus discursos. En esa exposición Vargas Llosa elogió la actitud de la Presidenta Cristina y suscitó un masivo aplauso del público.
Luego siguió la entrevista que le realizó Jorge Fernandez Diaz del diario La Nación. Contrariamente a las expectativas de muchos, Vargas Llosa se mostró muy moderado. Entre los pasajes evocó a la Inquisición como etapa fundacional de la persecución a la literatura y parte del componente dogmático del público debió haber quedado desconcertado, no habían venido al acto para abuchear a la Inquisición, sino a protagonistas actuales.
Vargas Llosa debería tomar nota de la total libertad de expresión que existe en el país ya que su paso por la Feria del Libro fue transmitida por casi todos los canales, sin restricciones, salvo las del monopolio Clarín que prolijamente retiró los párrafos que elogiaban a la Argentina, típica maniobra de desinformación que caracteriza al diario de Magneto.
También Vargas Llosa debería registrar estas actitudes y del bloqueo que Cable Visión hace a los programas que no le son de su agrado.
En definitiva, hubo un sector que quedó decepcionado, tanto preparativo y armado de semejante circo mediático para que Vargas Llosa tuviera un espacio donde mantuvo una prolijidad y prudencia que no esperaban. Mucho ruido y pocas nueces.
De alto nivel es la entrevista que tuvo Vargas Llosa con Página 12 y recomiendo su lectura. Hacer click aquí.
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