Desde
que en 1895 Alfred Nobel, el descubridor de la dinamita, estableció el Premio
Nobel en las disciplinas de literatura, paz y ciencias duras, se otorgaron
hasta la fecha 844 galardones de los cuales 52 corresponden a mujeres, lo que
equivale a un magro 6,16%. Todavía subsisten panegiristas que aún pretenden sostener
que el cerebro del sexo femenino está menos desarrollado que el del hombre. Estos
cavernarios ignoran olímpicamente que a la mujer se le dieron muchas menos
oportunidades y les impusieron toda clase de obstáculos para orientarse hacia
la ciencias, el arte y la literatura.
El mandato paterno era, y todavía lo
es, que la mujer está destinada a las tareas hogareñas, que obviamente incluyen
la maternidad y el cuidado de los hijos. Las luchas y movimientos feministas y
la evolución de las sociedades avanzadas, hicieron que estos prejuicios y
costumbres se relajaran en un grado importante, lo que impactó favorablemente
en un aumento sustancial de mujeres que recibieron el Nobel. Es así que en los
primeros 50 años del siglo XX fueron galardonadas 12 mujeres, mientras que en
los últimos 50 años que cubren el período 1968-2018, lo recibieron 37.
Existen casos en que a las
científicas, sus compañeros masculinos les hicieron una zancadilla y las
excluyeron del mérito que merecían y el comité del Nobel tampoco se inquietó
por realizar las averiguaciones correspondientes. Aquí me voy a referir a dos
descubrimientos realizados por científicas que además, forman parte de los más
importantes hallazgos en la historia de la ciencia que son: en física la fisión
nuclear y en fisiología y medicina la estructura molecular del ADN.
Lise Meitner
Lise Meitner nació y se educó en
Viena y a la edad de 28 años se radicó en Berlín donde fue ayudante de Max
Planck, el creador de la física cuántica y de las leyes de la termodinámica.
Fue profesora de física en la universidad de Berlín y en el Kaiser Wilhem
Institute de Química. Paralelamente integró un grupo de trabajo junto con los
químicos Otto Hahn y Fritz Strassmann. Los tres tenían la ventaja de ser
políticamente compatibles dado que eran antinazis, lo que permitía que en
aquellos años de la dictadura de Hitler se pudieran desempeñar en armonía. De
otra forma hubiera sido imposible. La única diferencia era que Meitner era
judía, pero eso tenía sin cuidado a sus compañeros hasta que el antisemitismo
en Alemania se volvió intolerable.
Lise
Meitner (1878-1968)
Meitner estaba interesada en los
experimentos en Roma de Enrico Fermi y sus discípulos que se dedicaban a
bombardear con neutrones (partículas elementales del núcleo de un átomo), las
moléculas o elementos de la tabla periódica. Después de numerosas experiencias
de laboratorio, Meitner y sus colaboradores descubrieron que el uranio sometido
a este procedimiento se descomponía en bario y kryptón, pero lo más importante
es que esta reacción generaba una fantástica cantidad de energía equivalente a
un millón de veces superior a una masa similar de dinamita. Además, el fenómeno
de división del uranio también liberaba nuevos neutrones que a su vez impactaban
sobre otros núcleos produciendo, en fracciones ínfimas de segundo, el fenómeno
denominado reacción en cadena.
Por entonces, ninguno de los tres
investigadores imaginó la aplicación práctica de lo que Meitner bautizó como “fisión
nuclear”: la fabricación de la bomba atómica y con fines pacíficos las usinas
eléctricas termonucleares.
En los primeros años del régimen
nazi, Meitner no fue molestada debido a la fama que la rodeaba, pero pronto
tomó conciencia de que el ambiente se había vuelto irrespirable y para
preservar su salud mental y física, emigró en 1938 a Estocolmo. Desde allí
mantuvo un intenso intercambio epistolar científico con Hahn y en varias de sus
cartas le sugirió ideas y correcciones a sus investigaciones. En la Alemania de
Hitler no podían figurar judíos en las publicaciones de las revistas
científicas. Cuando Hahn dio a conocer el descubrimiento de la fisión nuclear,
acuciado por el miedo omitió incluir a Meitner, pero también hubo en su
reprochable comportamiento el afán de oportunismo para sobresalir y destacarse.
Pocas semanas después, ella publicó en la revista Nature un informe completo de la fisión nuclear, pero el comité del
Nobel le adjudicó el premio a Hahn, quien cosechó los laureles, la popularidad
y la fama.
Meitner se radicó en Inglaterra
donde siguió investigando, fue invitada a participar en el proyecto Manhattan
de elaboración de la bomba atómica, pero se negó porque le angustiaban las
consecuencias del empleo bélico de la fisión nuclear. Además, sus principios
éticos le impedían formar parte de la producción de una herramienta cuyo poder
destructivo era incalculable.
Falleció en Cambridge a la edad de 90 años y
fue sepultada en el cementerio del condado de Hampshire en el Reino Unido. En la lápida que identifica la tumba, su
sobrino Otto Frisch compuso la siguiente inscripción: «Lise Meitner: una física
que nunca perdió su humanidad».
Rosalind Franklin
El
ácido desoxirribonucleico o ADN era conocido desde los tiempos en que Darwin
escribiera el revolucionario libro El
origen de las especies y de que Mendel publicara sus leyes de la herencia,
pero se desconocía cuál era su importancia y función en las células. Diversas
investigaciones realizadas en las siguientes décadas confirmaron que el ADN era
el material genético y por lo tanto el encargado de producir la innumerable
cantidad de enzimas y proteínas que contienen las células y son esenciales para
su funcionamiento.
También se sabía el complejo contenido de moléculas del ADN,
pero se desconocía como estaban entrelazadas para desarrollar tan importante
función. Era por lo tanto imprescindible dilucidar su estructura molecular en
el espacio. Varios grupos trabajaron en forma separada y simultánea. Uno de
ellos pasó a la historia y sus integrantes recibieron el Premio Nobel, pero
hubo una investigadora que tuvo participación crucial en el desarrollo de la
estructura del ADN y que muy injustamente fue relegada al olvido.
Rosalidn Franklin (1920-1958)
Rosalind Franklin nació en Londres el 25 de
julio de 1920 y provenía de una familia judía, religiosa y filantrópica que
produjo profesores, intelectuales y parlamentarios y por sobre todo a Rosalind.
Estudió física y química en la universidad de Cambridge y conoció y colaboró
con numerosos investigadores en distintos proyectos, pero el que más le
interesó fue la cristalografía y la difracción de los rayos X cuando
atravesaban la materia viva.
Entre sus contactos merece mencionarse a
Adrienne Weill, una refugiada francesa del nazismo quien además de ayudarla con
el francés, contribuyó con el aporte de sus ideas. La segunda Guerra Mundial
había comenzado y Rosalind fue voluntaria como guardia de ataques aéreos y
organizó patrullas para atender a las personas afectadas por los bombardeos.
Finalizada la contienda mundial marchó a
París invitada como becaria en un laboratorio del estado, donde perfeccionó sus
técnicas de cristalografía. Como cada sustancia produce un patrón propio, esto
le permitió identificar muchos compuestos inorgánicos.
A su regreso a Inglaterra recibió una beca
para trabajar en el King’s College de la Universidad de Londres. Uno de los
investigadores era Maurice Wilkins con quien tuvo frecuentes roces sobre
diferencias en las hipótesis de trabajo, pese a lo cual ella mejoró las
investigaciones de Wilkins. Los avances que hizo Rosalind sobre la molécula del
ADN la llevó a establecer que tenía una estructura helicoidal de doble hélice y
la fotografió, la famosa fotografía número 51.
Paralelamente en el Laboratorio Cavendish de
Londres el dúo de investigadores James Watson y Francis Crick, venían
trabajando al mismo ritmo que Rosalind y Wilkins lo hacían en el King’s
College. Watson hizo una visita a Rosalind, pero ella en ese momento se
encontraba ausente. Fue atendido por Wilkins quien luego de un intercambio de
ideas con Watson, le mostró a éste, sin autorización de Rosalind, la fotografía
número 51. El patrón de manchas de la imagen, le permitió a Watson y su socio
Crick demostrar que la molécula del ADN está constituida por dos cadenas
enrolladas una alrededor de la otra, como una escalera caracol comunicadas
entre sí por puentes o peldaños. Nació así la famosa doble hélice que
actualmente se observa en todo tipo de diseños.
Ácido desoxirribonucleico (ADN)
Fue la fotografía número 51 de Rosalind, la
que les permitió a Watson y Crick acelerar su investigación y presentar al
mundo científico el más importante hallazgo de las biociencias y quizás de
todas las ciencias. El ADN contiene secuencias que son los genes, de los cuales
hay miles y cada gen codifica (contiene la información) para producir una
determinada proteína. Por eso también se la llama la molécula de la vida.
Rosalind falleció de cáncer en 1958 cuando
solo tenía 37 años. Cuatro años más tarde, el Premio Nobel fue compartido entre Wilkins, Watson y Crick por el descubrimiento de la estructura molecular del
ADN, su participación esencial en el funcionamiento y reproducción celular y
la preservación de todas las especies vivas.
Molestó a muchos investigadores que
no se hiciera mención de Rosalind Franklin, cuyo aporte fue la base científica
de las ulteriores experiencias de los galardonados con el Premio Nobel.
Ruth Lewin Sime. Lise Meitner and
the Discovery of Nuclear Fission. Scientific American, January 1998, pags.
58-63.
José L.
Fresquet Febrer. Rosalind Franklin. Universitat de València. Febrero, 2017.
Laura Valdéz, Silvia Álvarez y
Alberto Boveris. ADN, estructura y daño oxidativo. Antioxidantes y Calidad de
Vida, número 12, noviembre 1996, vol 3, número 12.