Sylvia
Plath, la poeta estadounidense bendecida por las musas y mimada por el mundo
literario del siglo XX, había escrito en Lady
Lazarus, uno de sus poemas más célebres, la siguiente frase: “Morir es un
arte, yo lo hago excepcionalmente bien, se diría que tengo el don”. Este pensamiento
inquietante era un signo de alarma de lo que más tarde ocurriría. Sylvia
señalaba que era una entendida en el tema de la muerte y estaba en lo cierto.
Cuando tenía 21 años hizo un intento de suicidio tomando una sobredosis de
tranquilizantes.
Poseía
un talento especial para recitar sus propias obras, en perfecto inglés estilo
Oxford. Es famosa su poesía “Papi” (Dady)
que muestra que no pudo asimilar la muerte de su adorado y a la vez siniestro
padre cuando solo tenía 8 años: “Papi, tenía que matarte pero / moriste antes
de que me diera tiempo”. Por momentos se le quiebra la voz y sigue: “Yo tenía
diez años cuando te enterraron. / A los veinte intenté suicidarme / Para
volver, volver a ti”.
Sylvia Plath (1932-1963)
Las
ideaciones suicidas pocas veces la abandonaron, lo intentó nuevamente y volvió
a fracasar hasta que el 11 de febrero de 1963, se encerró en la cocina, selló
puertas y ventanas, metió la cabeza en el horno y abrió la llave del gas. Tenía
31 años, se encontraba en la cima de su fama y de su magnífica producción
literaria. En otra habitación de la casa quedaron huérfanos de madre dos niños
de uno y dos años.
No
se puede decir que su depresión estuvo inadecuadamente atendida o medicada, su
psiquiatra la trataba y la controlaba asiduamente, incluso le había puesto a su
servicio una enfermera que la atendía en forma cotidiana.
Como
suele ocurrir con las personas queridas por el público, debido a su carisma, su
talento y su belleza física y que al morir en plena juventud se transforman en
mito, el periodismo y el mundo literario buscaron un culpable de su suicidio y
quién mejor que su ex marido el poeta inglés Ted Hughes. Se habían conocido en
Cambridge gracias a una beca que ella había ganado por su producción literaria.
El hombre reunía todas las condiciones para ser el chivo expiatorio, la había
abandonado 10 años atrás, siguiendo las faldas de otra poeta y aparentemente
fue la causa del primer intento suicida de su ex esposa.
El pobre Hughes
arrastró durante toda su vida el odio y las maldiciones de los fanáticos de
Sylvia. Para colmo, Assia Wevill la poeta con quién Hughes vivió después de
divorciarse de Sylvia, también se suicidó con el agravante de que lo hizo en el
mismo estilo, metiendo la cabeza junto con la hija de ambos en el horno de la
cocina.
Assia Wevill (1927-1969)
Ya
no quedaban dudas, Hughes era un monstruo que de alguna forma conducía a sus
mujeres a una muerte siniestra. En sus escasas apariciones públicas le gritaban
asesino y una feminista le dedicó una diatriba famosa que empezaba diciendo:
“Yo te acuso Ted Hughes…”
Hughes
volvió a casarse, esta vez con una enfermera, aparentemente no quiso saber más
nada con poetas mujeres. Antes de morir a los 68 años de un infarto de
miocardio, había juntado todas las notas que escribió para cada cumpleaños de
Sylvia dirigiéndose a ella como si estuviera viva. Se considera que esta
recopilación bajo el nombre de “Cartas de cumpleaños”, fue la obra cumbre de
Hughes.
Después de muerto recibió numerosos homenajes y se inauguraron placas
en su memoria en los distintos sitios donde vivió. Había perdido dos mujeres y
el hijo que tuvo con la segunda, pero al menos tuvo la suerte de morir varios
años antes del suicidio de Nicholas, uno de los dos hijos de su matrimonio con
Sylvia.
Ted Hughes (1930-1998)
El efecto Plath
Sylvia
nació en Boston en 1932 y desde la infancia demostró que era una mente
brillante ya que a los 8 años ganó un concurso de poemas infantiles. En su
adolescencia tardía comenzaron a surgir los síntomas de su trastorno mental que
hoy se conoce como enfermedad bipolar y que la tornaba muy lábil ante la
adversidad. Si había algo de lo cual carecía, era resiliencia, esa capacidad de
sobreponerse a situaciones hostiles. Cuando trató de cursar un taller en Harvard,
su solicitud fue rechazada y este episodio que en cualquier otra persona no sería
más que un traspié desagradable, para ella se volvió abrumador. Ingirió una
sobredosis de hipnóticos que la mantuvo en un estado de coma durante tres días,
hasta que fue rescatada y hospitalizada, donde recibió electroshock
farmacológico. El resto de la historia ya fue descrita y terminó con la forma
espeluznante en que se quitó la vida.
El
impacto de su muerte, no solo sacudió al mundo literario, sino que también
llamó la atención entre los investigadores y psiquiatras. Uno de ellos fue el
Dr. James Kaufman, quien se desempeñaba como profesor de Psicología en la
Universidad de California. Sabía que existía una relación entre el talento, la
creatividad y la locura, pero hasta el momento este concepto se hallaba en el
terreno de las conjeturas.
Kaufman
realizó una búsqueda epidemiológica cruzando datos entre las distintas
profesiones y actividades y las tasas de suicidio. Reunió estadísticas de otros
autores que le permitieron juntar una casuística de más de 2000 escritores. Los
resultados fueron sorprendentes: había un discreto aumento de trastornos
mentales entre los escritores en relación con el resto de la población, pero lo
más interesante es que al analizar el grupo de mujeres poetas, la tasa de
enfermedades mentales y de muerte
autoinfligida aumentaba considerablemente.
Dr. James Kaufman
Las pesquisas de Kaufman y otros investigadores mostraron que en la
población general, el porcentaje de suicidios apenas araña el 1%, pero saltaba
a un alarmante 17% entre las mujeres poetas, mientras que en los hombres poetas
era menos de la mitad.
Kaufman
designó a este fenómeno “efecto Plath”. En cuanto al mecanismo causal
fisiopatológico que explique esta relación, es motivo de teorías que no han
podido aún sustentarse. No solo es difícil explicar la relación entre
creatividad y enfermedad mental, como se viene sosteniendo desde hace tiempo, sino
que hay personas muy creativas, como los compositores de música clásica, por
dar un ejemplo, que no sufren trastornos mentales más que el resto de la
población. El misterio se ahonda al intentar descifrar porqué dentro de la
poesía son las mujeres y no los hombres poetas quienes tienen riesgo aumentado
de trastornos mentales y suicidios. El pobre Ted Hughes fue víctima de un
fenómeno que aún carece de explicación.
Brian Cooper. Sylvia Plath and
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Hax, Andrés. “Vida
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de febrero de 2013.
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