El primer fusilamento de la
dictadura de Uriburu
Joaquín Penina (1900-1930)
Joaquín
Penina tenía 29 años y hacía 6 que había venido de Cataluña a la Argentina.
Políticamente era anarquista, pero de la línea pacífica, ya que su función se limitaba a distribuir libros y
folletos del movimiento. En 1930 esa actividad era peligrosa desde que el
dictador general Uriburu había publicado un bando que en uno de sus artículos
establecía que “Todo individuo que sea sorprendido en in fraganti delito contra la seguridad y bienes de los habitantes,
o que atente contra los servicios y seguridad pública, será pasado por las
armas sin forma alguna de proceso”. La ambigüedad del texto hacía ilimitado el
abanico de posibilidades delictivas.
La
noche del 9 de septiembre de 1930, ingresó violentamente un grupo de militares
armados en la pensión donde dormía Penina, lo arrastraron hasta un camión y lo
llevaron a un descampado en las barrancas del río Paraná en la ciudad de
Rosario. El operativo estaba a cargo del capitán Luis Sarmiento y se conserva
el siguiente testimonio del subteniente Jorge Rodríguez: “Por la escalerilla
trasera del camión bajaba el que iba a morir. Venía con las manos esposadas
atrás y cuando sintió el ruido de la carga de las pistolas, yo, que lo tenía a
un paso, lo vi abrir los ojos en mirada de asombro y rápidamente comprender.”
Tras
los disparos, recibió el tiro de gracia y al día siguiente cuatro conscriptos
cavaron una fosa y lo enterraron. El de Penina fue el primer fusilamiento del
gobierno de Uriburu y un crimen oculto porque no tenían pruebas sobre delito
alguno. Dos años más tarde, cuando Uriburu abandonó el poder y se levantó el
estado de sitio, el gobierno de Santa Fe ordenó una investigación, pero no hubo
condenas.
Un
día de 1934, el capitán Luis Sarmiento iba conduciendo su auto en una ruta
provincial cuando se le cruzó otro vehículo. Detuvo el auto y descendió, dos
hombres se dirigieron a él por su nombre y cuando confirmaron su identidad le
gritaron: “Esto te lo manda Penina”, y allí mismo lo ajusticiaron.
La soberbia de los
terratenientes y sus consecuencias
El
teniente coronel Benigno Varela fue enviado a la Patagonia por orden de
Hipólito Yrigoyen para solucionar el conflicto entre los terratenientes y los
peones de campo, encargados del cuidado y de la esquila de las ovejas. Una vez en el lugar, el jefe militar
negoció algunas mejoras sobre las pésimas condiciones laborales de los
huelguistas y después de lograr un acuerdo satisfactorio para los trabajadores,
las fuerzas militares abandonaron Santa Cruz.
La solución
escandalizó a los grandes propietarios, a las empresas extranjeras vinculadas
con ellos y a la Liga Patriótica de Manuel Carlés, que acusaron de blandura al
gobierno radical.
Teniente Coronel Benigno
Varela
Los terratenientes, no verían afectada
en lo más mínimo su rentabilidad si se atenían al laudo, pero hicieron caso
omiso, por lo que se reanudó la huelga y reaparecieron los piquetes y los
saqueos. Varela volvió con sus tropas e instrucciones ambiguas: debía poner
orden. Luego de haber exigido una rendición incondicional, optó por una dura
represión y más de 400 peones fueron fusilados.
Kurt Gustav Wilckens era un militante
anarquista alemán que a los 24 años emigró a los Estados Unidos, empleándose en
una fábrica de escabeche y conservas. Pronto se enteró que allí se elaboraban
dos tipos de productos: una primera marca de buena calidad que iba a los
barrios de la burguesía y una de segunda de menor calidad para los barrios
obreros. Wilckens convenció a sus compañeros de proceder de manera inversa y al
poco tiempo lo echaron.
Kurt
Gustav Wilckens (1886-1923)
Luego de participar en varias huelgas
de las minas de carbón del multimillonario Andrew Mellon, el gobierno de
Estados Unidos lo consideró demasiado molesto y lo depositó en su país natal.
Allí se enteró del movimiento libertario argentino y no pudiendo con su genio
de luchador idealista recaló en el Río de la Plata en 1920. Cuando tuvo
conocimiento de los fusilamientos de los obreros en la Patagonia, decidió que
merecían justicia.
El
27 de enero de 1923, Varela, madrugador como todo milico, salió de su casa del
barrio de Palermo a las 7 de la mañana. Desde hacía algunas horas, Wilckens se
había apostado en las cercanías y cuando el militar se acercó le arrojó una
bomba y le pegó cuatro tiros, cifra con la que Varela solía ordenar el
fusilamiento de sus víctimas.
Ernesto Pérez Millán
Témpeley (1899-1925)
Meses
después Ernesto Pérez Millán Témperley, un pariente de Varela y miembro de la
Liga Patriótica, disfrazado de guardia cárcel, logró introducirse en la celda
donde cumplía prisión Wilckens y lo mató mientras dormía. Millán Témperley
tenía conecciones e influencias y su crimen no tuvo condena, pero fue recluido
temporariamente en el Hospicio Vieytes de Buenos Aires. Allí creyó sentirse
seguro, ignorando que también estaba internado el anarquista ruso Boris
Wladimirovich que se había hecho pasar por loco para eludir el penal de Ushuaia.
Wladimirovich había jurado vengar a Wilckens y convenció al internado Esteban
Lucich, quien tenía cierto grado de debilidad mental, para que acabara con
Millán Témperley. Le entregó un revólver que consiguió a través de una visita y
le dijo: “Cuando le dispares le dirás que es un obsequio de Wilckens”. Como
corresponde a un subordinado de pocas luces, Lucich cumplió cabalmente su
misión.
La operación Mercurio
El
22 de agosto de 1972, después de un intento de fuga, 16 miembros de distintas
organizaciones peronistas y de izquierda, presos en la Base Aeronaval Almirante
Zar en Trelew, fueron sacados de las celdas y asesinados por miembros de la
Armada. La versión oficial a cargo del contralmirante Hermes Quijada, Jefe del
Estado Mayor Conjunto, "fue que habían intentado una nueva fuga, se resistieron
a entregarse y se generó una lucha con el resultado de los 16 muertos".
El grupo que intentó fugar y
más tarde sería fusilado
A
principios de abril de 1973 el aparato de Inteligencia del ERP recibió una
información: en la calle Arenales 1974, en el 6º piso, vivía el Contralmirante Hermes
Quijada. Miembros del ERP se pusieron inmediatamente a trabajar sobre la
información recibida. Comprobaron que a 20 metros del presunto domicilio de
Quijada, se apostaba una numerosa custodia de civil; allí vivía Mor Roig, el
ministro del Interior de la dictadura. Era muy riesgoso matar al marino a la
salida de su departamento, había que hacerlo mientras se trasladaba en su
vehículo.
Después de días de vigilancia se logró determinar que la mayoría de
las veces Quijada salía entre las 8:30 y las 9:30 horas y subía a un Dodge
Polara blanco que previamente, su chofer, retiraba del garaje. Los datos
obtenidos pasaron al Comité de Acción y se puso en marcha la llamada “Operación
Mercurio”.
Contralmirante Hermes
Quijada (1920-1973)
Aquí
entró a tallar Víctor Fernández Palmeiro, apodado “el Gallego”, que había
logrado escapar de la masacre de Trelew y acababa de regresar de Cuba. Fue él quien
sugirió que la moto era el medio más versátil para atacar a Quijada. El Gallego
y el que sería su acompañante, compraron una y durante días practicaron
ejercicios de alta velocidad en el tránsito, esquivando vehículos y haciendo
piruetas. El Gallego iría atrás armado con una ametralladora Halcón, saltaría
de la moto en el momento en que el auto de Quijada tuviera que detenerse ante
un semáforo y barrería al almirante y su conductor. Después de varios intentos
frustrados, la oportunidad se presentó el lunes 30 de abril de 1973. Quijada
subió al auto a las 9:10 horas y el chofer enfiló hacia la avenida Santa Fe para
luego tomar directamente por Junín. El momento adecuado se presentó recién
cuando el semáforo lo detuvo en la calle Sarmiento.
El Gallego saltó de la moto
y se paró ante la ventanilla trasera derecha. Quijada
tuvo una fracción de segundo para ver al joven alto, morocho, de anteojos, con
una campera azul que le apuntaba con un arma y una fracción de segundo más para
pensar que debería tomar la ametralladora que llevaba sobre sus rodillas con
las mismas manos con que empuñó aquel puntero que le sirvió para explicar en la
televisión lo de Trelew. No alcanzó a manipularla, porque el fogonazo en el
caño de la Halcón le dijo que ya comenzaron a entrar en su pecho los primeros
balazos y que empezaba a morirse.
Osvaldo
Bayer. La Patagonia Rebelde.Editado por Página 12, Buenos Aires 2009.
Portal
Libertario OACA. Joaquín Penina, anarquista y primer fusilado de Argentina.
18/10/2011. http://www.portaloaca.com/historia/biografias/3744-joaquin-penina-anarquista-y-primer-fusilado-de-argentina.html
Operación
Mercurio. El ajusticiamiento del almirante Hermes Quijada. http://www.cedema.org/ver.php?id=2154
Marcelo
Larraquy. De Perón a montoneros. Editorial Aguilar, Buenos Aires 2010.
Marcelo
Larraquy. Marcados a fuego. De Yrigoyen a Perón. Editorial Aguilar, Buenos
Aires 2009.