martes, 24 de octubre de 2017

EL GRITO

El grito

El grito. Óleo y pastel sobre cartón 91 x 73,5 cm. Edvard Munch 1893.

En la Galería Nacional de Oslo se exhibe El grito, una pintura que al observador le deja una sensación de inquietud y cierto grado de angustia. Arriba de un puente y en un primer plano se encuentra una figura de aspecto andrógino, cabeza redonda y tan calva que semeja una bola de billar, la nariz es solo un par de orificios en el rostro. Se cubre las orejas con las manos y con gesto aterrado lanza un grito desgarrador.

Sin duda el mayor logro de la obra es haber retratado un sonido, porque cualquiera que la observe deduce inmediatamente que el extraño personaje, de aspecto extraterrestre, está gritando. Hay quienes interpretan que el hombrecillo oye un grito o un alarido y se tapa los oídos con ambas manos para no escucharlo. Me quedo con la primer idea. 

El cielo se presenta de gruesos trozos anaranjados con vetas de azul y amarillo y el puente y el resto del paisaje iluminados por una luz semioscura, aumentan la sensación siniestra del conjunto. La obra está catalogada como precursora del movimiento expresionista que surgiría con fuerza en Alemania pocas décadas más tarde. Para los académicos Munch con El grito sentó las bases del expresionismo.

¿Está señalando la figura la angustia existencial del hombre moderno en el momento de transición entre dos siglos, o es la expresión del alma atormentada del artista? En el fondo, se pueden apreciar dos figuras con sombrero ajenas a lo que ocurre con la figura principal que sí parece percibir las catástrofes que trae el siglo XX.

Munch se inspiró para pintar esta obra una tarde en que paseaba junto con dos amigos por un mirador de la colina Ekeberg, desde donde se podía apreciar el paisaje de Oslo. En 1891, en su diario Munch relata que ese día experimentó terribles sensaciones que las describió de esta manera: “iba por la calle con dos amigos cuando el sol se puso. De repente, el cielo se tornó rojo sangre y percibí un estremecimiento de tristeza. Un dolor desgarrador en el pecho…Lenguas de fuego como sangre cubrían el fiordo negro y azulado. Mis amigos siguieron andando y yo me quedé allí temblando de miedo y oí que un grito interminable atravesaba la naturaleza.”

                                     

Melancolía
El grito fue pintado durante la última década del siglo XIX, etapa en que Munch estaba pasando por un período depresivo porque pintó en forma sucesiva varios temas que tienen el mismo hilo conductor: la desesperanza, la tristeza y el tema de la muerte. En Melancolía la figura central es un hombre todo de negro, uno de los colores favoritos del artista, que sentado apoya la cabeza sobre su mano con gesto de tristeza. Da la impresión que no espera nada de la vida.
Hay tres cuadros de velatorios: Junto al lecho de muerte, Muerte en la habitación y Madre muerta con niña, donde se ve a los familiares con gesto de resignación y tristeza alrededor del pariente fallecido. Incluso el cuadro Atardecer en el paseo Karl Johann, está lejos de ser una escena animada como caracteriza a los pintores impresionistas cuando recrean los boulevards parisinos. La escena es realmente deprimente porque la gente está caminando con una expresión de tristeza y resignación, como si se avecinara una catástrofe inevitable.

Atardecer en el paseo Karl Johann 1892. Colección Rasmus Meyer, Bergen

Finalmente está La desesperación, con el mismo fondo ambiental que El grito, pero en este caso la figura es un hombre con galera apoyado sobre la baranda del puente sin que se vea su rostro.

Es que Munch no tuvo la resiliencia suficiente para superar varios traumas de la infancia relacionados con la enfermedad y la muerte de sus seres queridos. Solía decir de sí mismo que así como Leonardo da Vinci había estudiado la anatomía humana y diseccionado cuerpos, el intentaba diseccionar almas. El problema es que lo hacía desde su propia perspectiva, su visión pesimista de la vida y de la sociedad. Él mismo lo sugirió al afirmar: “La enfermedad, la locura y la muerte fueron los ángeles que rodearon mi cuna y me siguieron durante toda mi vida.”

El grito y su mensaje obsesionaron a Munch, quizás porque percibió que constituía la mayor expresión de su alma y esto lo motivó a realizar 4 versiones, la más famosa terminada en 1893, se encuentra en la Galería Nacional de Oslo, Noruega; otras dos versiones figuran en el Museo Munch de la misma ciudad.

En 1994 fue robada la versión más famosa, dos hombres se introdujeron por una ventana del museo de Oslo y en menos de un minuto cortaron el cable que unía el cuadro a la pared y se lo llevaron. Tuvieron la cortesía de dejar una nota de humor irónico que rezaba: “gracias por la falta de seguridad”. La obra fue recuperada pocas semanas después, pero en 2004 ingresaron ladrones en el Museo Munch y se apoderaron de una de las versiones que recién después de 2 años se pudo recuperar.

El grito se ha convertido en un símbolo cultural y es una de las imágenes más difundidas en todo el mundo. Sobre la figura del personaje se han hecho copias, imitaciones y parodias de todo tipo.

                                Edvard Munch (1863-1944)


En Cristianía, hoy conocida como Oslo, la capital de Noruega, nació quien sería el padre del expresionismo, un movimiento que al ser demasiado adelantado para su época no fue apreciado por sus contemporáneos. La infancia de Munch no fue feliz, una hermana sufría de trastornos mentales, su madre murió de tuberculosis cuando él tenía 5 años y durante su adolescencia la misma enfermedad, que en Noruega hacía estragos, se llevó a su hermana con quien tenía una entrañable relación.

              La niña enferma. Galería Nacional de Oslo

Esta muerte impactó de tal forma en su vida que uno de sus primeros cuadros se llamó La niña enferma, una adolescente sentada en la cama y apoyada en una gran almohada, vuelve el rostro hacia un lado donde, casi a sus pies, hay una mujer sentada o arrodillada. La mujer tiene la cabeza inclinada y no se puede reconocer su cara. En una época del arte donde el detallismo era primordial, el cuadro de Munch parecía inacabado.

Munch presentó su obra en 1886 durante la Exposición de Otoño en Cristianía y causó revuelo e indignación, por la impertinencia de exponer un cuadro cuyos elementos principales eran solo esbozos. La mano izquierda de la enferma tiene los dedos sin terminar y la mujer a su lado se esfuma en una negrura total que impedía asegurar si estaba sentada o arrodillada.

El escándalo y el rechazo de la obra fue de tal magnitud que en varias oportunidades tuvo que ingresar la policía para impedir que se dañara la obra. Sorprendido Munch no comprendía que una pintura pudiera causar tanto alboroto. En realidad el ataque al cuadro era en gran parte una excusa de aquella sociedad conservadora contra la “bohemia de Cristianía”, un movimiento de anarquistas radicales, entre los que se encontraba el artista, que se oponían a la hipocresía de una falsa moral y criticaban despiadadamente, todas las costumbres de la época.

Munch no modificó su técnica en absoluto, pertenecía a esos artistas profundamente convencidos de que su estilo era renovador y genial y que algún día el mundo lo reconocería y aceptaría. Había visitado París y quedó impactado con los impresionistas, pero estos amaban los colores mientras que Munch, aparentemente un depresivo con cierto componente bipolar, no era adicto a los efectos de la luz en sus pinturas y prefería los tonos oscuros, especialmente el negro.

Fue el pintor que más autorretratos hizo. El hecho de haberse pintado más de 50 veces sugiere un afán obsesivo y psicótico por la necesidad de tener certeza de su propia existencia. Es muy sugestivo que en ninguno de estos cuadros su rostro esboce una sonrisa o una sensación placentera. La realidad es que a semejanza de Van Gogh, Munch era un enfermo con trastornos mentales que debió internarse en varias oportunidades en instituciones psiquiátricas entre 1905 y 1909 por alcoholismo, asociado a episodios alucinatorios, depresión e ideación suicida.

                           Autorretrato

Sin embargo, durante las dos primeras décadas del siglo XX, Munch empezó a ser reconocido y tuvo cierto bienestar económico, recibió encargos para decorados teatrales, el friso para un teatro de Ibsen en Berlín, así como pedidos particulares. Muchas de sus pinturas estaban expuestas en galerías de Berlín y Hamburgo y cuando se impuso el régimen nazi, fueron consideradas decadentes y retiradas junto con las obras de los impresionistas y los expresionistas alemanes.

Durante la Segunda Guerra Mundial estuvo temporariamente en Nueva York donde fue ampliamente reconocido y agasajado, pero ya se encontraba anciano y enfermo y finalmente a los 80 años falleció el 23 de enero de 1944 en su casa de campo rodeado de gran número de sus cuadros. 

Setenta y tres años después El grito se vendió a un particular en la subasta de Sotheby a 119 millones de dólares, el precio más caro en la historia de la pintura.

Referencias
Mercedes Pérez Bergliaffa. Vida y obra de Edvard Munch, el pintor que cambiaba cuadros por zapatos. Clarín, Revista Ñ. 09/06/2013.
Origen y curiosidades sobre El grito de Munch. Errores históricos. 09/09/2015. http://www.erroreshistoricos.com/curiosidades-historicas/arte/912-origen-y-curiosidades-sobre-qel-gritoq-de-munch.html
Ulrich Bischof. Munch. Editorial Taschen, Alemania.
Marcelo Miranda C, Eva Miranda C, Matías Molina. Edvard Munch: enfermedad y genialidad en el gran artista noruego. Rev. Méd. Chile 2013;141, junio.