El ataque aéreo
En
1937, Guernica era un poblado que contaba con aproximadamente 7000 habitantes.
Situada en la provincia vasca de Vizcaya y a 30 kilómetros de Bilbao, solo se
destacaba porque desde el siglo XV los monarcas españoles o sus representantes,
juraban observar los derechos de los vascos al pie de un roble, el famoso árbol
de Guernica.
El
26 de abril de ese año era lunes, día de mercado y los granjeros de los
alrededores llevaban sus cargamentos de fruta cosechada durante la semana para
descargarla en la calle principal. A las 16:30 horas, las campanas de la
iglesia anunciaron la posibilidad de un ataque aéreo, pero la gente no prestó
mayor atención a la alarma, se había acostumbrado a ver pasar aviones que
continuaban sus vuelos hasta perderse en el horizonte.
Esta
vez fue diferente, durante más de 3 horas, varias oleadas de aviones Junker,
Heinkel y Dornier, descargaron bombas explosivas e incendiarias. La gente huía
despavorida por las calles, mientras los pilotos alemanes los ametrallaban sin
misericordia. Sobre los adoquines quedaron tendidos más de 1600 muertos, entre
hombres, mujeres, labriegos y niños. La ciudad quedó totalmente destruida y
solo se salvaron milagrosamente el famoso roble y el Parlamento local. El teniente coronel Wolfran Von Richthofen que comandó la operación
aérea, declaró sentirse inmensamente feliz por el excelente desempeño de sus pilotos.
Guernica después del bombardeo
Ese
día fue una fecha crucial en la historia de la humanidad por el significado de
los acontecimientos. Fue uno de los primeros bombardeos aéreos sobre poblaciones
civiles, Guernica estaba alejada del conflicto bélico y no constituía un blanco
estratégico. El único objetivo fue evaluar el poder de fuego de la aviación y
esto fue confirmado por el propio Goering durante los juicios de Nuremberg.
Ni
Francia ni Inglaterra tomaron debida nota de que este ataque había sido
provocado por dos potencias que se estaban armando rápidamente y gobernadas por
sendas dictaduras. Guernica fue el prolegómeno de la segunda guerra mundial,
donde se perderían los principios más básicos de la ética y de los derechos
humanos En pocos años se descargarían sobre numerosas poblaciones de Europa y
la Unión Soviética, millones de toneladas de bombas que arrasarían ciudades
enteras y que culminarían con los hongos atómicos sobre Hiroshima y Nagasaki.
En muchos sentidos, la Segunda Guerra
Mundial había empezado y muy pocos, habían tomado conciencia de la hecatombe
que se avecinaba. Lo que es seguro es que nadie imaginó que la masacre de
Guernica daría origen a una obra sin antecedentes en la historia del arte.
La pintura
En 1937 se iba a inaugurar en París la Feria Mundial que incluiría entre
sus atracciones una exposición internacional de escenas de la vida moderna. El
gobierno de la República Española comisionó a Pablo Picasso para que pintara un
tema relacionado con España. Desde entonces el pintor se pasó los días
devanándose los sesos para encontrar un motivo que se adecuara al pedido,
dibujaba bocetos que luego los convertía en bollos y arrojaba a un canasto.
La noche del bombardeo en el café Les-deus-Magots, Picasso estaba
reunido con su núcleo de amigos favoritos Alberto Giacometti, Paul Eluard,
André Breton y Max Ernst, parte de la elite del arte y la literatura de Europa.
Faltaba el poeta español Juan Larrea quien llegó agitadísimo y con el rostro
desencajado. Larrea trabajaba en el departamento de prensa de la embajada de
España en París, e informó al grupo del acontecimiento que al día siguiente
saldría en tapa de todos los diarios.
Pablo Ruiz Picasso (1881-1973) y Dora
Maar (1907-1997)
Picasso y su amante de turno, la fotógrafa Dora Marr, buscaron una casa
que tuviera una gran habitación, porque desde el inicio el pintor había
decidido que la obra tendría grandes dimensiones. Finalmente el diez de mayo,
se encerró en el amplio estudio de la rue des Grands Augustins que Dora Marr le
había conseguido e inició su labor artística. Cuando 25 días después salió de allí,
había creado por su originalidad y por su mensaje de denuncia ante la barbarie
de la guerra, la pintura más famosa del siglo XX.
El impacto logrado por el Guernica
está dado no solo por las imágenes alegóricas que lo componen sino también por
su tamaño. El efecto podría haber sido considerablemente menor si hubiera
tenido las dimensiones de un cuadro convencional, pero mide 7,70 metros de
longitud por 3,49 de altura, ocupando toda la pared de las distintas salas en
que fue exhibido.
Otra decisión brillante fue no emplear colores, solo hay negros, blancos
y grises y no es una obra narrativa, se trata de una representación simbólica
que posee más fuerza que si el pintor hubiera incluido bombas y aviones.
Al analizar su iconografía, uno de los
estudiosos de la obra, Anthony Blunt, divide a los actores de esta composición
piramidal en dos grupos, el primero de los cuales está integrado por dos
animales: el toro y el caballo herido. El toro de aspecto aturdido tiene la
cabeza en sentido opuesto a la del cuerpo, como si le hubieran quebrado la
columna cervical. El caballo, figura central del cuadro, relincha enloquecido y
tiene una lanza que atraviesa su cuerpo, podría ser una alegoría de la
devastada sociedad española. Los seres humanos componen un segundo grupo, en el
que figuran un soldado muerto y varias mujeres: debajo del toro se encuentra una madre con la cara vuelta hacia el cielo en
un ademán de angustia y dolor. Su lengua es afilada como un estilete y sus ojos
tienen forma de lágrimas. Sostiene en sus brazos a su hijo ya muerto,
representado con los ojos sin pupilas.
El guerreo yace descuartizado y aún mantiene en
la mano una espada rota. Una mujer, aparentemente herida, se arrastra
penosamente mirando al cielo y parece interrogar sobre lo que está sucediendo.
Otra se asoma observando incrédula el drama que la rodea. Finalmente en el
extremo derecho un hombre implora al cielo rogando a los aviones que terminen
el bombardeo, mientras su casa se derrumba entre llamas.
Terminada la exhibición de la exposición de París, el Guernica recorrió
varios museos de Europa hasta recalar en el MOMA (Museum of Modern Art) de Nueva York. Picasso prohibió su traslado a
España mientras el dictador Franco viviera. Finalmente en 1981 fue trasladado a
El Prado de Madrid en el Casón del Buen Retiro y más tarde quedó como
exposición permanente en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de
Madrid.
De los diversos comentarios que Picasso hizo sobre el cuadro, destaco
dos, uno de ellos mientras lo estaba pintando: “En la pintura que estoy
trabajando y que llamaré Guernica estoy
expresando claramente mi horror hacia la casta militar que asoló España en un
mar de sufrimiento y muerte”.
En otra ocasión, con París sitiada por las fuerzas alemanas, un oficial
nazi visitó el estudio de Picasso y cuando vio el Guernica le preguntó: “¿Usted
hizo esto señor Picasso?” “No fui yo quien lo hizo, lo hicieron ustedes”.
Rodolfo Rabanal. Guernica y el toro. Suplemento Radar de Página 12,
26/06/2016.
Hugh Thomas. The Spanish
Civil War. Harpers Colophon Books, New York 1963
Pablo Picasso. Guernica. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. http://www.museoreinasofia.es/coleccion/obra/guernica.
Pierre Daix. Picasso. The
World of Art Library. Thames & Hudson. London 1965.