miércoles, 26 de junio de 2019

CHERNOBYL


En 2006 Gorbachov sentenció que: “El accidente nuclear en Chernobyl, del que este mes se cumplen veinte años, fue tal vez -incluso más que la Perestroika iniciada por mi Gobierno- la verdadera causa del colapso de la Unión Soviética. De hecho, la catástrofe de Chernobyl fue un punto de inflexión histórica que marcó una era anterior y una posterior al desastre”.       No se equivocaba Gorbachov, la energía nuclear aplicada a la actividad militar y con fines civiles, estaba muy desarrollada en la Unión Soviética que por entonces contaba con numerosas plantas nucleares y entre ellas, Chernobyl era la más grande porque poseía 4 reactores. El esfuerzo nuclear era la principal prioridad del régimen que en los demás aspectos estaba haciendo agua por los cuatros costados. La catástrofe de Chernobyl y el daño incalculable que produjo tanto a nivel humano como económico, hizo temblar las bases del sistema que caería tres años más tarde.
            La explosión del reactor 4 fue un error humano cuando el equipo de técnicos y científicos realizó una prueba de funcionamiento en dicho reactor con capacidad para iluminar una población de 200.000 habitantes. Para realizar la prueba se requiere reducir considerablemente el rendimiento, situación durante la cual el reactor se vuelve inestable. El personal realizó el procedimiento con los sistemas de emergencia desconectados, incluso el que inactivaba la operación si algo escapaba de control. El operativo se llevó a cabo en forma espontánea sin esperar recibir los requisitos de aprobación. Se la consideraba la planta atómica más segura y venía funcionando desde hacía tres años.
            Su nivel de rendimiento normal era de 3200 megavatios que fueron reducidos a 1600 y a partir de ese nivel comenzó a descender en forma descontrolada hasta los 800 megavatios. Entonces se produjo un mecanismo de retroalimentación, el reactor comenzó a trabajar a un poder varios cientos de veces por arriba del normal y al superar los 30.000 megavatios estalló con la fuerza de una tonelada de TNT. La explosión en sí fue lo de menos, el mayor daño lo causó la nube radiactiva que siguiendo los vientos llegó hasta Medio Oriente, norte de África y en Europa se detuvo en los Pirineos.
            A 3 kilómetros de la central se encontraba la ciudad de Prípiat, fundada hacía 16 años para dar alojamiento a los trabajadores de Chernobyl. Debido a su estratégica posición geográfica en un clima relativamente templado, suelo muy fértil, cerca de una estación de tren, una autopista, y por supuesto el río Prípiat, la ciudad comenzó a desarrollarse, convirtiéndose en una de las zonas más agradables para vivir de la Unión Soviética. Era sin duda la ciudad más bonita de toda Ucrania. Su población que se aproximaba a los 50.000 habitantes estaba constituida casi en la totalidad por gente joven con numerosos matrimonios y una multitud de niños.


                        Pripiat antes del 26 de abril

La noche del 26 de abril de 1986 a la 1:24 horas se produjo la explosión, cuya honda hizo vibrar todos los vidrios de la ciudad. Los habitantes se asomaron a las ventanas de sus hogares y salieron a las plazas a ver el espectáculo del incendio que se divisaba a lo lejos lanzando llamaradas azules a gran altura. Muchos se ubicaron sobre el puente ferroviario y otros subieron a las terrazas, inconscientes de estar cometiendo comportamientos suicidas, porque pese a la proximidad de la planta, jamás recibieron instrucciones ante un accidente atómico ni la gravedad de sus consecuencias. La radiación es un enemigo mortal invisible que de inmediato no produce síntomas, pero ellos no lo sabían y la mayoría de los que no se encerraron en sus hogares, perecieron al poco tiempo o desarrollaron distintos tipos de cáncer con el transcurso de los años.
Las ambulancias comenzaron a traer a los bomberos y personal que fueron a socorrer la planta. Venían con quemaduras en el rostro y fuertes descomposturas. La carga de radiactividad que tenían en los cuerpos y en las ropas se transmitió a los médicos y enfermeras como una mancha venenosa.


Vista aérea de Chernoby después del accidente. Foto National Geographic

La dosis de radiación normal de un operario en una planta nuclear es de 5 rem a lo largo de un año. En las primeras horas del accidente se disponía de contadores Geiger de medición limitada que, con las agujas al tope, ya señalaban una radiación peligrosa en la atmósfera. Cuando se logró después de varias horas conseguir un contador de mayor amplitud de registro se comprobó que en la ciudad la dosis de radiación superaba los 50 rem, cantidad suficiente para producir daños en el organismo a mediano y largo plazo, especialmente tumores. En cuanto a los operarios, los bomberos y el personal sanitario que se acercaron a escasa distancia de la planta o estuvieron en contacto directo con los contaminados, recibieron dosis que superaban los 600 rem consideradas letales con quemaduras y desintegración de los tejidos. Todos ellos morirían sufriendo horriblemente en un plazo de 60 días.
En un principio, el comité encargado de manejar el accidente ignoró o negó la gravedad de la situación. Se tomaron medidas absurdas como cortar las líneas telefónicas e impedir la salida de los habitantes de la ciudad. Uno de los productos de desintegración del uranio 235, que era el que utilizaba la planta de Chernobyl, es el iodo 131 radiactivo que produce lesiones en el cuerpo y cáncer de tiroides. Se previene tomando iodo, pero ni la planta nuclear ni el hospital tenían ese elemento. En la mañana del 26, las escuelas se abrieron como de costumbre y la vida cotidiana en Prípiat siguió su curso natural. Ninguna noticia sobre el accidente fue trasmitida por los medios de difusión.

Dado que la situación empeoraba recién a las 8:30 horas del día siguiente se reunió un Comité de dirigentes en el Instituto Bielorruso de Energía Nuclear en Minsk. Estaban convocados el científico Valery Legasov director del Instituto Kurchatov de Energía Atómica de Moscú; Anatoli Diátlov, jefe de turno encargado de la planta; Boris Shcherbina, en representación de Mijail Gorbachov; el director de la central atómica Viktor Bryukhanov y su ayudante Nikolai Fomin. Se hallaban también jefes de la policía secreta rusa y otros miembros del Politburó. De todos ellos, el de mayor conocimiento del funcionamiento de la planta y de la situación imperante, era Legasov, un experto en radioquímica y uno de los científicos más prominentes de la Unión Soviética.

Los informes del director del instituto, de su ayudante y del jefe de turno minimizaron totalmente el accidente, señalaron que estaba bajo control y que había una radiación equivalente a la exposición a 40 radiografías de tórax. Agregaron además que el reactor estaba intacto.

                                Valery Legasov (1936-1988)

Cuando le tocó el turno de hablar a Legasov, quien tenía informes actualizados comenzó diciendo: “cada átomo de uranio 235 que se desintegra por fisión es como una bala que viaja a la velocidad de la luz, atravesando todo material que encuentra a su paso. En cada gramo de Uranio 235 hay más de mil millones de millones de estas balas y Chernobyl posee cientos de miles de gramos de uranio 235”. Agregó que el reactor había estallado porque se encontró grafito desparramado alrededor de la planta. El grafito solo se encuentra en el reactor ya que cumple la función de ralentizar la velocidad de los neutrones producidos por la fisión. “Si esto es como yo digo”, agregó Legasov, “los habitantes de Pripiat recibieron el equivalente a 400 radiografías de tórax y el personal de la planta, los bomberos y cualquiera que estuvo en los alrededores recibieron el equivalente a decenas de miles de radiografías de tórax”.
Por recomendación de Legasov se decidió la evacuación de la ciudad y de todo poblado situado dentro de un radio de 30 kilómetros, operación que se inició 36 horas después de la explosión y requirió varios días. Para entonces ya había cientos de casos de gente contaminada con los síntomas de la radiación. A los habitantes se les dijo que llevaran lo esencial para ser transportados ya que en pocos días volverían a sus hogares. Eso nunca ocurrió y Prípiat es desde entonces una ciudad fantasma.



En Suecia y Finlandia ya se sabía que en alguna parte de la Unión Soviética había ocurrido una catástrofe nuclear. El hecho era inocultable y recién el 28 de abril las radios trasmitieron un escueto comunicado: “Ha ocurrido un accidente en la central de energía de Chernóbyl y uno de los reactores resultó dañado. Están tomándose medidas para eliminar las consecuencias del accidente. Se está asistiendo a las personas afectadas. Se ha designado una comisión del Gobierno.”



                 Boris Shcherbina (1919-1990)

Legasov y Shcherbina permanecieron varias semanas supervisando los operativos de limpieza de la central. Había que eliminar los fragmentos de grafito altamente radiactivos diseminados en la terraza de la planta. La operación se inició con robots, pero el alto grado de radiactividad inactivó sus circuitos electrónicos. Legasov entonces sugirió emplear “biorobots”, es decir seres humanos. Se formaron cuadrillas debidamente protegidas que ingresaban por turnos para recoger el grafito, debían permanecer solo 90 segundos y ser reemplazados por otro grupo. También participaron voluntarios de unas minas de carbón quienes construyeron un túnel por debajo de la planta que fue rellenado con hormigón para afianzar el terreno y evitar que el núcleo se hundiera en las capas subterráneas por el peso de los materiales arrojados y tocara el agua de los depósitos subterráneos. Estos materiales constituidos por arena, plomo, arcilla y boro fueron lanzados desde helicópteros que totalizaron 1800 vuelos.
 Varias semanas después se inició la construcción de un “sarcófago” de concreto que cubrió al reactor completamente, mientras cientos de miles de jóvenes fueron reclutados para operativos de limpieza de Prípiat y alrededores. Las pérdidas de vidas humanas nunca se sabrán porque la Unión Soviética nunca emitió un informe oficial al respecto, por lo tanto las cifras oscilan entre 5000 y 100.000.
Varios países colaboraron con diversos tipos de ayuda, pero el que más se destacó fue Cuba que mantuvo un programa de socorro para las víctimas. A la isla llegaron casi 24.000 pacientes, la mayoría niños provenientes de Ucrania, Rusia, Bielorrusia, Moldavia y Armenia, con distintos tipos de daños provocados por la radiación. La ayuda no cesó ni siquiera con la caída de la Unión Soviética en 1991, fecha a partir de la cual cesó por completo el apoyo comercial hacia Cuba.
Se llevó a cabo una corte judicial organizada por el Comité Central de la Unión Soviética. En el banquillo de los acusados se encontraban el director de la planta nuclear, su ayudante y el jefe de turno. Cuando le tocó hablar a Legasov, realizó un extenso relato de las numerosas fallas cometidas por el jefe de turno durante la prueba del reactor. “Fue cono si se tratara de probar el funcionamiento de un avión en vuelo apagando los motores”. Agregó errores de diseño en la construcción y el empleo de una tecnología ya superada en los mecanismos de enfriamiento del reactor. Admitió que en foros internacionales, bajo presión de las autoridades soviéticas, ocultó todos estos aspectos. Su frase final fue “Toda mentira dicha te deja en deuda con la verdad hasta que se paga el costo.”
Legasov permaneció varias semanas en Prípiat y estuvo en las proximidades de la planta. Como experto en radioquímica, sabía perfectamente que se estaba exponiendo a dosis altamente peligrosas, pero se mantuvo en su puesto de trabajo. Gracias a él se inició la evacuación de los habitantes fuera del radio de riesgo y además propuso y dirigió todos los mecanismos de descontaminación.
Sin embargo, había cometido un pecado gravísimo al haber dejado en descubierto que. por razones de economía, el gobierno de la Unión Soviética bloqueó proyectos que terminaron en una falta de estructura de protección del reactor y el empleo de técnicas de enfriamiento obsoletas.
No se lo perdonaron, perdió su puesto en el Instituto Kurchatov de Energía Atómica, sus amigos le hicieron el vacío y le fueron retirados todos los beneficios otorgados por su alto cargo científico. Al menos, las máximas autoridades de la Unión Soviética tuvieron el buen tino de seguir sus consejos y se hicieron las modificaciones necesarias en las restantes plantas de Rusia para que fueran más seguras.      Legasov entró en un cuadro depresivo y consciente de que había recibido una radiación excesiva se suicidó dos años después a la edad de 52. Con sus medidas de emergencia consiguió salvar a cientos de miles, pero no pudo salvarse él mismo. Los tres principales acusados fueron condenados a 10 años de trabajos forzados.


Los condenados a 10 años de trabajos forzados. De izquierda a derecha: Viktor Bryukhanov; Anatoli Diátlov y Nikolai Fomin.

Diez años más tarde Boris Yeltsin, concedió a Valeri Legásov el título póstumo de Héroe de la Federación Rusa “por su valentía y heroísmo”.
La escritora rusa y Premio Nobel de Literatura 2015, refiriéndose a Chernobyl expresó: “¿De qué dar testimonio del pasado o del futuro? Cuando hablamos del pasado o del futuro, introducimos en estas palabras nuestra concepción del tiempo, pero Chernobyl es ante todo una catástrofe sin tiempo. Los radionúclidos diseminados por nuestra Tierra vivirán cincuenta, cien, doscientos mil años, y más. Desde el punto de vista de la vida humana son eternos. Entonces ¿qué somos capaces de entender? ¿Está dentro de nuestras capacidades alcanzar y reconocer un sentido en este horror?

Chernobyl. Miniserie original HBO 2019. Director Craig Mazin.
Beatriz Esquivel. La verdadera historia de Valery Legasov, el científico que investigó Chernobyl. Historia, 06/06/2019.
Cristina Vallejo. Chernoby y Gorbachov: ¿por qué el desastre nuclear fue la
causa del colapso de la Unión Soviética? Fronterad revista digital, 16/06/2019.
Mariana Enriquez. La muerte en el aire. Página 12, 09/06/2019.
Redacción EC. ¿Qué pasó con los personajes de Chernobyl en la vida real?. El Comercio, 11/06/2019.
Mike Edwards. Chernoby, one year after. National Geographic 1987, volumen 171, número 5.

lunes, 17 de junio de 2019

NAPOLEÓN EN EGIPTO


De todas las campañas que realizó Napoleón Bonaparte, se habla muy poco de la realizada en Medio Oriente, pese a que fue la más extensa en el tiempo, la más llena de vicisitudes, triunfos y fracasos y que incluyó una importante expedición científica.

Objetivos
El Directorio le había encomendado a Napoleón un plan de invasión a Inglaterra, por entonces el enemigo jurado de Francia, pero éste juzgó que constituía una misión casi imposible ya que estaría obligado a enfrentarse con la poderosa flota del almirante Horacio Nelson y en el dudoso caso de un triunfo naval, debía luchar contra la población y las fuerzas inglesas en tierra. Se decidió por conquistar Egipto, bloquear el tráfico comercial entre Inglaterra y la India y eventualmente construir un canal entre el Mar Mediterráneo y el Mar Rojo. Un segundo objetivo, no menos importante, era investigar a fondo la vida y costumbres de los faraones y abrevar en las fuentes de la civilización. En ese proyecto se incluía, aunque no estaba explicitado, obtener reliquias y objetos de arte para incrementar el patrimonio científico francés.

Viaje
En el puerto de Tolon había una actividad febril, decenas de cañones y cientos de caballos eran embarcados en 400 navíos para trasladar a cuarenta mil soldados, mil marinos y más de ciento cincuenta científicos que abarcaban todo el espectro de las ciencias. La mayoría de ellos provenían de la flamante Escuela Politécnica fundada hacía solo 4 años y su misión era transformar a un país medieval, acercándolo al mundo moderno y volcar sobre sus habitantes los avances de la Ilustración.
Excepto uno o dos generales y un científico, el célebre matemático Gaspard Monge fundador de la Escuela Politécnica, el resto de la tripulación ignoraba el destino de la expedición, para evitar que el informe se filtrara al enemigo.
El 19 de mayo de 1798 y con viento favorable los navíos se internaron en el Mediterráneo. Durante el trayecto Napoleón se apoderó de Malta después de una breve resistencia ofrecida por los templarios. Enterado Nelson de este operativo, movilizó sus naves que se encontraban en Gibraltar y navegó en persecución de la flota francesa, sin lograr interceptarla.

Primeros combates
El 1 de julio de 1798 el ejército y los científicos desembarcaron en el histórico puerto de Alejandría. Las fuerzas francesas se dividieron en varios grupos: el general Menou junto con varios científicos controlaría la ciudad de Rosetta, el puerto de Alejandría quedaría a cargo del general Kleber, el más capaz en la cadena de mando, mientras que Napoleon junto con el general Desaix se dirigieron al sur para tomar El Cairo. Esta última fracción del ejército, para evitar ser detectada por los mamelucos, en lugar de remontar el Nilo, lo hizo por tierra.

                 Jean Léon Gerome. Napoleón en el desierto.

Fueron días de marcha bajo un sol agobiante donde los soldados sin cantimploras y con ropas de lana caían agotados sobre las arenas del desierto. Más acostumbrados a dar clases en los ambientes universitarios, los sabios que los acompañaban, debieron haber maldecido el momento en que aceptaron integrarse a la expedición. Al alcanzar las orillas del Nilo después de días de marchas forzadas, soldados y científicos se arrojaron a las aguas para beber y refrescarse. No pocos de ellos quedaron en el camino.
Antes de llegar a El Cairo los soldados divisaron a lo lejos las imponentes siluetas de las pirámides. Allí tuvieron su primer bautismo de fuego en las arenas del Nilo al enfrentarse con una fuerza de mamelucos que los triplicaba en número. Estos guerreros eran una etnia proveniente del Cáucaso que controlaba el territorio egipcio bajo la autorización del Imperio Otomano. A la llegada de Napoleón, el país estaba gobernado por dos príncipes: Murad Bey e Ibrahim Bey que atacaron a los franceses por dos flancos.


Francois-Louis-Joseph Watteau. Batalla de las Pirámides

Napoleón arengó a sus tropas con una de esas frases que pasarían a la historia: “¡Soldados desde lo alto de estas pirámides, cuarenta siglos os contemplan!”. Seguidamente formó su ejército en cuadrados de infantería huecos, con artillería, caballería y equipajes en el centro de cada uno, que dispersaron con fuego de artillería de apoyo el ataque de la caballería mameluca. Las cargas de los mamelucos fueron feroces y decididas, pero armados con sables, cimitarras y arcos y flechas y sin táctica de combate, sufrieron una verdadera carnicería, mientas que la pérdida de soldados franceses fue mínima.

En El Cairo
La Batalla de las Pirámides, como así la designó Napoleón, le abrió las puertas para ingresar sin mayor dificultad a El Cairo con lo que creyó haber conquistado la tierra de los faraones. La realidad, sin embargo resultaría muy distinta a sus sueños de grandeza.
Después de siglos de dominio bajo los mamelucos, la ciudad con sus doscientos cincuenta mil habitantes ofrecía un aspecto caótico y deprimido. Las calles estrechas, sinuosas, sucias y con hedor a basura, rodeadas de edificios precarios, de aspecto homogéneo y triste, desanimaron a los soldados. ¿Esto es lo que vinimos a conquistar? se interrogaban decepcionados.
Napoleón formó junto con notables de la ciudad un consejo o Diván y realizó proclamas para granjearse la simpatía de la población. Hizo lo que en muchos siglos no habían hecho los turcos: mandó construir hospitales, exterminó a jaurías de perros, organizó el sistema de recolección de basura e introdujo el alumbrado público. Respetó la religión y sus costumbres y promulgó leyes para acabar con la esclavitud y el feudalismo. También decidió crear un instituto de ciencia y tecnología.
Sin embargo, la población no sentía afecto alguno por los franceses, para los egipcios se trataba de un ejército de invasión, con religión y costumbres para ellos desconocidas y ajenas. Se produjeron levantamientos y varios soldados fueron heridos y muertos. Napoleón reaccionó con violencia y hasta los científicos que vinieron a introducir la ilustración, debieron tomar las armas. Se formaron pelotones de fusilamiento, la mezquita fue saqueada y ochenta cabecillas fueron decapitados. Napoleón logró dominar la situación, pero no pudo conquistar la amistad de los habitantes. Si hasta entonces existía algún grado de aceptación por parte de ellos, la precaria luna de miel quedó definitivamente truncada y tarde o temprano se producirían nuevas revueltas.
Nelson destruye la flota francesa

              Arnald George. Combate naval de Abukir. Explosión de L’Orient.

            Finalmente Nelson logró detectar a la expedición. En la bahía de Abukir, próxima a la ciudad de Alejandría, las naves estaban ancladas en una larga hilera y encadenadas entre sí. Nelson dividió su flota en dos líneas que se introdujeron por ambos flancos de los inmovilizados barcos franceses destruyéndolos totalmente en un combate que solo duró tres horas. Quienes fueron testigos de aquella batalla no olvidarían jamás el momento en que L’Orient, el barco insignia de la flota y el de mayor tonelaje y poder de fuego, estalló en una colosal explosión con la muerte de la mayoría de la tripulación.
En la batalla naval de Abukir, murieron muchos franceses y otros cayeron prisioneros, pero lo más importante y que constituyó un punto de inflexión de la campaña, fue que Napoleón quedó definitivamente varado en Egipto sin poder regresar ni utilizar las naves para transportar hombres y cañones a lo largo de la costa.

Campañas de Gaza, Jaffa y Acre
Napoleón debía completar la conquista del territorio y para ello se hacía necesario expulsar al ejército de mamelucos a cargo de Ibrahim Bey que huía hacia el norte. En este empeño las fuerzas francesas llegaron a Gaza que fue fácilmente tomada. Lo mismo ocurrió en Jaffa, que además sufrió un feroz saqueo, pero aquí se produjeron dos episodios que ensombrecieron la campaña, uno de ellos en forma bochornosa, mientras que el otro fue una maldición inesperada.
          Habían sido capturados alrededor de mil prisioneros, a los cuales no había forma de alimentarlos y como Napoleón no quiso liberarlos los mandó fusilar y cuando se acabó la munición, los que aún quedaron vivos fueron pasados a la bayoneta.
El segundo episodio ocurrió cuando regresaban de Acre, ciudad que después de dos meses de asedio, no pudo ser tomada gracias a sus fuertes murallas y encarnizada defensa. Jaffa estaba bajo el azote de la peste bubónica que ya había aniquilado a cientos de soldados y habitantes. Napoleón visitó una mezquita transformada en hospital, escena que fue llevada al lienzo por el artista Jean Antoine Gross quien fue testigo de los hechos, ya que formaba parte de la expedición. Varios historiadores, consideraron que la pintura fue encargada por el propio Napoleón como parte de una campaña de autopromoción para preparar su ascenso al poder absoluto. La figura central muestra al futuro emperador tocando una pústula de un paciente semidesnudo, mientras que Desgenettes, el médico jefe, se tapa la boca en señal de repugnancia. Gross pinta con gran maestría el escenario y en una muestra acabada del dominio de la perspectiva, se observa a lo lejos, a través de los arcos góticos de la mezquita, la ciudad de Jaffa con su minarete donde ondea la bandera francesa.

             Jean Antoine Gross. Napoleón junto a los apestados de Jaffa.

Repliegue, capitulación y regreso sin gloria
Suponemos que Napoleón ya era consciente de que la expedición a Egipto estaba lejos de cumplir sus sueños. Quizás para evitar presenciar la derrota final, o porque le llegaron noticias de que el Directorio estaba complotando contra él, tomó una decisión insólita, que muchos historiadores calificaron como una deserción. Subrepticiamente y durante la noche se embarcó rumbo a Francia, dejando a Kleber al mando del ejército que se informó a través de una nota que leyó entre sorprendido e indignado cuando su comandante ya estaba en alta mar.
A su llegada a Francia Napoleón fue recibido en forma entusiasta por la población y esto le dio ánimos para disolver el decadente Directorio y emprender el camino que lo conduciría al poder absoluto.
En el ínterin Kleber se enfrentaba con nuevos levantamientos de la población y cuando el general Menou fue derrotado en Abukir por una coalición de mamelucos e ingleses, tomó conciencia que todo había terminado y aceptó la capitulación exigida por el almirante Nelson. Los franceses ahora prisioneros, desmoralizados y con los sueños de la conquista de Egipto hechos trizas fueron regresados a Francia en naves inglesas.
Quedaba el consuelo de que los científicos sobrevivientes, lograron conservar todos los cuadernos con dibujos y hallazgos de los templos de los faraones, junto con estatuillas, ánforas y todo tipo de adornos de las distintas dinastías del antiguo Egipto.
El 6 de noviembre de 1801 no fue una bienvenida la que esperaba a la desmoralizada expedición que había partido gloriosa del mismo puerto tres años atrás. Toda la tripulación fue puesta en cuarentena incluyendo los científicos que fueron alojados en inhóspitos galpones.
En Rosetta quedó la famosa piedra que por su tamaño no pudo ser transportada y que los ingleses, conscientes de su valor, trasladaron a Londres. En ese momento Champollion, el sabio francés que más tarde logró descifrar los jeroglíficos, tenía ocho años. Quizás la piedra de Rosetta fue el mayor legado que produjo la expedición, ya que permitió develar el misterio de los faraones. Hacer click aqui para ver La piedra que revolucionó la historia 


                                        Piedra de Rosetta

Carlos Bautista Rojas. Egipto: la derrota más victoriosa de Napoleón. Algarabía, 15/08/2017.
Napoleón Bonaparte, la campaña de Egipto. DOCUMENTALIA, 18/12/2017.
Alberto Ortiz. Pintura e infección. Napoleón visita a los apestados en Jaffa.
Dimitri Merejkovsky. Vida de Napoleón. Colección Austral 1940, Buenos Aires.

viernes, 7 de junio de 2019

GONZALO GUERRERO: ESPAÑOL Y MAYA


Corría el año 1517 cuando una expedición al mando de Hernández de Córdoba llega a Cabo Catoche en el golfo de México en la parte más septentrional de la península de Yucatán. La fuerza expedicionaria inicia un avance cauteloso a través de una selva tupida con plantas desconocidas entre chillidos de loros y los aullidos de los monos que hacen estremecer a los soldados porque semejan gritos humanos.
Agobiados por el calor y el peso de las armaduras alcanzan un descampado donde hay numerosas chozas de indios, aparentemente deshabitadas. Súbitamente surge de la maleza una nube de flechas lanzadas por manos invisibles. Varios españoles caen, algunos heridos otros muertos, mientras que los restantes ven como desde varios sitios surgen indios con formación semejante a las falanges griegas que se lanzan sobre ellos. Habían caído en una emboscada donde los indios emplearon tácticas que para los conquistadores eran desconocidas.
El capitán malherido junto con los escasos sobrevivientes ven surgir una figura alta y robusta, ante la cual los indios le abren paso respetuosamente. Está vestido, tatuado y adornado como el resto, pero hay algo que llama la atención, una particularidad inexistente entre los indios: aquel hombre tiene barba. Se dirige al jefe español y le ordena que junto con los suyos regresen a sus naves. “Aquí no van a encontrar oro y tampoco estamos dispuestos a trabajar como esclavos”, les manifiesta con voz autoritaria y termina diciendo: “soy Gonzalo Guerrero”.
Gonzalo era oriundo de Huelva y de joven se embarcó en las expediciones hacia las “Indias”. En 1511 durante el viaje de regreso la nave naufragó cerca de las costas de la península de Yucatán, un territorio hasta entonces desconocido por los españoles. Las crónicas son inciertas respecto a los detalles. Algunas hablan de 20 sobrevivientes y otras de solo 10 que alcanzaron exhaustos aquellas playas.
Pronto aparecieron numerosos indios cocomas que formaban parte de la civilización maya y la recepción estuvo lejos de ser acogedora. Se entabló una lucha donde los escasos españoles que aún permanecían vivos fueron capturados para ser esclavizados. Recorrieron varios días con una de las manos atadas a un tronco con cuerdas de bejuco. Entre ellos estaban Guerrero y Gerónimo de Aguilar, quienes con el tiempo fueron los únicos que sobrevivieron a las penurias de la esclavitud y las enfermedades.
Aguilar era un fraile muy religioso que desde el comienzo de su vida en cautiverio, puso una barrera entre él y los indios que le resultaban salvajes y fue impermeable a sus costumbres. Por el contrario, Guerrero pronto aprendió el idioma y se adaptó a la cultura de los cocomas. Participó en enfrentamientos con los pueblos enemigos y se destacó entre ellos por su astucia y sus dotes militares. En este aspecto no era un improvisado, había participado en las guerras contra los moros y fue testigo de la rendición de Granada donde Boabdil, el emir derrotado, le entregó a la reina Isabel, las llaves de la ciudad.
Después de trabajar un tiempo como esclavos, Aguilar fue enviado a otra tribu y solo volvería a encontrarse con su compañero 8 años más tarde en situaciones muy diferentes. Guerrero al poder comunicarse fluidamente con los cocomas, se integró rápidamente a sus costumbres y estos pronto supieron valorar su capacidad para el combate. El español les trasmitió tácticas de guerra, les enseñó formaciones de ataque y defensa, con relevamiento de las cargas para evitar el agotamiento, los ataques por sorpresa y la agrupación en falanges macedonias.
Siempre dentro de la condición de esclavo, pero en una categoría superior y sin realizar trabajos forzados, su dueño, el cacique Na Cha Cam, lo regaló al jefe guerrero Nacom Balam. En una ocasión en que al cruzar un río, este fue atacado por un caimán, Guerrero lejos de huir mató al animal y le salvó la vida. Nacom Balam le otorgó la libertad después de dos años de cautiverio. Guerrero ya formaba parte activa de la tribu y se hizo los tatuajes y las perforaciones propias de su rango militar. Como jefe indiscutido llevó todos los combates a la victoria contra otras tribus y contra los españoles. Se casó con la princesa Zazil Ha y tuvo tres hijos.
En 1519 llegó a Cozumel parte de la expedición de Hernán Cortéz y se enteraron de la existencia de españoles que vivían con los indios. El general decidió hacer contacto con los caciques y el relato que sigue corresponde al diario de viaje de Bernal Díaz del Castillo a quien le debemos el conocimiento que tenemos de la conquista de México: “Mandó el general llamar a los caciques, y por lengua del indio Melchor (que ya sabía algún poco de la castellana, y la de Cozumel es la misma que la de Yucatán) se les preguntó si tenían noticia de europeos. Todos en una conformidad respondieron, que habían conocido unos españoles en esta tierra, y daban señas dellos, diciendo que unos caciques los tenían por esclavos, y que los indios mercaderes de aquella Isla los habían hablado pocos días había, que estarían de distancia la tierra adentro, andadura y camino de dos soles”.
Cortéz persuadió a unos indios para que hicieran de correos y les confió cartas firmadas y selladas por él para que las entregaran a los españoles cautivos. Después de dos días de marcha una de las misivas llegó a manos de Gerónimo de Aguilar quien lleno de alegría se dirigió al pueblo donde sabía que estaba Guerrero. Le costó reconocerlo, su amigo y compañero de viaje estaba vestido con el taparrabos de los indios, tenía el cuerpo tatuado, un aro en la nariz, las orejas perforadas con adornos y del cuello le colgaba un collar de redondas semillas. Solo la barba lo identificaba como europeo.
Ante el pedido de Aguilar de regresar juntos a España, Guerrero le contestó de la siguiente forma según como lo relata Bernal Díaz del Castillo: “Hermano Aguilar, yo soy casado y tengo tres hijos, y tiénenme por cacique y capitán cuando hay guerras. Id vos con Dios, que yo tengo labrada la cara y horadadas las orejas. ¿Qué dirán de mí cuando me vean esos españoles ir, de esta manera? Y ya veis estos mis hijicos cuán bonicos son”.
Se especula que Cortéz tendría más interés en rescatar a estos hombres para disponer de intérpretes entre él y los indios que por un acto de humanidad y reintegrarlos a España y su familia. Si esta fue su principal razón, la logró ampliamente con Aguilar que hablaba español y finalmente había logrado aprender maya. Por su parte Cortéz tenía a su concubina, la famosa Malinche que hablaba el nauathl, la lengua de los aztecas, pero también conocía el maya. Se estableció una cadena de comunicación que le fue muy útil al conquistador de México. Malinche se comunicaba en Nauathl con los aztecas y le trasmitía en maya la información a Aguilar, quien a su vez se la pasaba a Cortéz en español.
Actualmente, para una parte de la población de México La Malinche es el arquetipo del traidor, o traidora en este caso, pero para otros, fue la víctima por excelencia del choque cultural que se produjo. Una tercera línea de analistas sostiene que ella fue la madre simbólica de la nueva cultura mestiza que surgió como resultado de la fusión forzada de dos razas.
Después de aquella despedida con Aguilar, Gerrero pasó 17 años más con los indios mayas, siempre como conductor indiscutido en las luchas contra otras tribus y contra los españoles hasta que en 1536 murió en combate enfrentando a las tropas del capitán Lorenzo de Godoy en el valle inferior del río Ulúa en la actual Honduras. Recibió un tiro de ballesta que le atravesó el abdomen, seguido de un disparo de arcabuz. Sus hombres le sacaron del campo de batalla y le escondieron detrás de unas palmeras. Durante la noche, algunos de los guerreros indios rescataron su cuerpo y como postrero homenaje, lo lanzaron al río Ulúa, para que la corriente lo llevara hasta el Océano de donde vino.
En España, durante algunos siglos Guerrero estuvo considerado como el renegado que traicionó a su patria y su religión. En México representa el padre del mestizaje y una recorrida por el Paseo Montejo en la ciudad de Mérida, perteneciente a la provincia de Yucatán, México, muestra una hermosa estatua de Guerrero junto a su esposa y sus tres hijos.



La historia de Gonzalo Guerrero, el español que se volvió maya. MATADOR, Network, 03/06/2016.
Jesús G Barcala. Gonzalo Guerrero, padre de los primeros mestizos. Ciencia Historia, http://www.cienciahistorica.com/gonzalo-guerrero-padre-de-los-primeros-mestizos/
Bernal Díaz del Castillo. Historia verdadera de la conquista de la Nueva España. Editorial Linkgua Ediciones.