En
2006 Gorbachov sentenció que: “El
accidente nuclear en Chernobyl, del que este mes se cumplen veinte años, fue
tal vez -incluso más que la Perestroika iniciada por mi Gobierno- la verdadera
causa del colapso de la Unión Soviética. De hecho, la catástrofe de Chernobyl
fue un punto de inflexión histórica que marcó una era anterior y una posterior
al desastre”. No se equivocaba
Gorbachov, la energía nuclear aplicada a la actividad militar y con fines
civiles, estaba muy desarrollada en la Unión Soviética que por entonces contaba
con numerosas plantas nucleares y entre ellas, Chernobyl era la más grande
porque poseía 4 reactores. El esfuerzo nuclear era la principal prioridad del
régimen que en los demás aspectos estaba haciendo agua por los cuatros
costados. La catástrofe de Chernobyl y el daño incalculable que produjo tanto a
nivel humano como económico, hizo temblar las bases del sistema que caería tres
años más tarde.
La
explosión del reactor 4 fue un error humano cuando el equipo de técnicos y
científicos realizó una prueba de funcionamiento en dicho reactor con capacidad
para iluminar una población de 200.000 habitantes. Para realizar la prueba se
requiere reducir considerablemente el rendimiento, situación durante la cual el
reactor se vuelve inestable. El personal realizó el procedimiento con los
sistemas de emergencia desconectados, incluso el que inactivaba la operación si
algo escapaba de control. El operativo se llevó a cabo en forma espontánea sin
esperar recibir los requisitos de aprobación. Se la consideraba la planta
atómica más segura y venía funcionando desde hacía tres años.
Su
nivel de rendimiento normal era de 3200 megavatios que fueron reducidos a 1600
y a partir de ese nivel comenzó a descender en forma descontrolada hasta los
800 megavatios. Entonces se produjo un mecanismo de retroalimentación, el
reactor comenzó a trabajar a un poder varios cientos de veces por arriba del
normal y al superar los 30.000 megavatios estalló con la fuerza de una tonelada
de TNT. La explosión en sí fue lo de menos, el mayor daño lo causó la nube
radiactiva que siguiendo los vientos llegó hasta Medio Oriente, norte de África
y en Europa se detuvo en los Pirineos.
A
3 kilómetros de la central se encontraba la ciudad de Prípiat, fundada hacía 16
años para dar alojamiento a los trabajadores de Chernobyl. Debido a su estratégica posición geográfica en
un clima relativamente templado, suelo muy fértil, cerca de una estación de
tren, una autopista, y por supuesto el río Prípiat, la ciudad comenzó a desarrollarse, convirtiéndose en una de
las zonas más agradables para vivir de la Unión Soviética. Era sin duda la
ciudad más bonita de toda Ucrania. Su población que se aproximaba a los 50.000
habitantes estaba constituida casi en la totalidad por gente joven con
numerosos matrimonios y una multitud de niños.
Pripiat
antes del 26 de abril
La noche del
26 de abril de 1986 a la 1:24 horas se produjo la explosión, cuya honda hizo vibrar
todos los vidrios de la ciudad. Los habitantes se asomaron a las ventanas de
sus hogares y salieron a las plazas a ver el espectáculo del incendio que se
divisaba a lo lejos lanzando llamaradas azules a gran altura. Muchos se
ubicaron sobre el puente ferroviario y otros subieron a las terrazas, inconscientes
de estar cometiendo comportamientos suicidas, porque pese a la proximidad de la
planta, jamás recibieron instrucciones ante un accidente atómico ni la gravedad
de sus consecuencias. La radiación es un enemigo mortal invisible que de
inmediato no produce síntomas, pero ellos no lo sabían y la mayoría de los que
no se encerraron en sus hogares, perecieron al poco tiempo o desarrollaron
distintos tipos de cáncer con el transcurso de los años.
Las
ambulancias comenzaron a traer a los bomberos y personal que fueron a socorrer
la planta. Venían con quemaduras en el rostro y fuertes descomposturas. La
carga de radiactividad que tenían en los cuerpos y en las ropas se transmitió a
los médicos y enfermeras como una mancha venenosa.
Vista aérea de Chernoby después del
accidente. Foto National Geographic
La dosis de
radiación normal de un operario en una planta nuclear es de 5 rem a lo largo de
un año. En las primeras horas del accidente se disponía de contadores Geiger de
medición limitada que, con las agujas al tope, ya señalaban una radiación peligrosa
en la atmósfera. Cuando se logró después de varias horas conseguir un contador
de mayor amplitud de registro se comprobó que en la ciudad la dosis de
radiación superaba los 50 rem, cantidad suficiente para producir daños en el
organismo a mediano y largo plazo, especialmente tumores. En cuanto a los
operarios, los bomberos y el personal sanitario que se acercaron a escasa
distancia de la planta o estuvieron en contacto directo con los contaminados,
recibieron dosis que superaban los 600 rem consideradas letales con quemaduras
y desintegración de los tejidos. Todos ellos morirían sufriendo horriblemente
en un plazo de 60 días.
En un
principio, el comité encargado de manejar el accidente ignoró o negó la gravedad
de la situación. Se tomaron medidas absurdas como cortar las líneas telefónicas
e impedir la salida de los habitantes de la ciudad. Uno de los productos de
desintegración del uranio 235, que era el que utilizaba la planta de Chernobyl,
es el iodo 131 radiactivo que produce lesiones en el cuerpo y cáncer de
tiroides. Se previene tomando iodo, pero ni la planta nuclear ni el hospital
tenían ese elemento. En la mañana del 26, las escuelas se abrieron como de costumbre
y la vida cotidiana en Prípiat siguió su curso natural. Ninguna noticia sobre
el accidente fue trasmitida por los medios de difusión.
Dado que la situación empeoraba recién a las
8:30 horas del día siguiente se reunió un Comité de dirigentes en el Instituto
Bielorruso de Energía Nuclear en Minsk. Estaban convocados el científico Valery
Legasov director del Instituto Kurchatov de Energía Atómica de Moscú; Anatoli
Diátlov, jefe de turno encargado de la planta; Boris Shcherbina,
en representación de Mijail Gorbachov; el director de la central atómica Viktor
Bryukhanov y su ayudante Nikolai Fomin. Se hallaban también jefes de la policía secreta
rusa y otros miembros del Politburó. De todos ellos, el de mayor conocimiento
del funcionamiento de la planta y de la situación imperante, era Legasov, un
experto en radioquímica y uno de los científicos más prominentes de la Unión
Soviética.
Los informes
del director del instituto, de su ayudante y del jefe de turno minimizaron
totalmente el accidente, señalaron que estaba bajo control y que había una
radiación equivalente a la exposición a 40 radiografías de tórax. Agregaron
además que el reactor estaba intacto.
Valery Legasov (1936-1988)
Cuando le tocó
el turno de hablar a Legasov, quien tenía informes actualizados comenzó
diciendo: “cada átomo de uranio 235 que se desintegra por fisión es como una
bala que viaja a la velocidad de la luz, atravesando todo material que
encuentra a su paso. En cada gramo de Uranio 235 hay más de mil millones de
millones de estas balas y Chernobyl posee cientos de miles de gramos de uranio
235”. Agregó que el reactor había estallado porque se encontró grafito
desparramado alrededor de la planta. El grafito solo se encuentra en el reactor
ya que cumple la función de ralentizar la velocidad de los neutrones producidos
por la fisión. “Si esto es como yo digo”, agregó Legasov, “los habitantes de
Pripiat recibieron el equivalente a 400 radiografías de tórax y el personal de
la planta, los bomberos y cualquiera que estuvo en los alrededores recibieron
el equivalente a decenas de miles de radiografías de tórax”.
Por
recomendación de Legasov se decidió la evacuación de la ciudad y de todo
poblado situado dentro de un radio de 30 kilómetros, operación que se inició 36
horas después de la explosión y requirió varios días. Para entonces ya había
cientos de casos de gente contaminada con los síntomas de la radiación. A los
habitantes se les dijo que llevaran lo esencial para ser transportados ya que
en pocos días volverían a sus hogares. Eso nunca ocurrió y Prípiat es desde
entonces una ciudad fantasma.
En Suecia y
Finlandia ya se sabía que en alguna parte de la Unión Soviética había ocurrido
una catástrofe nuclear. El hecho era inocultable y recién el 28 de abril las
radios trasmitieron un escueto comunicado: “Ha ocurrido un accidente en la central de energía de Chernóbyl y uno
de los reactores resultó dañado. Están tomándose medidas para eliminar las
consecuencias del accidente. Se está asistiendo a las personas afectadas. Se ha
designado una comisión del Gobierno.”
Boris Shcherbina (1919-1990)
Legasov y Shcherbina permanecieron varias semanas supervisando
los operativos de limpieza de la central. Había que eliminar los fragmentos de
grafito altamente radiactivos diseminados en la terraza de la planta. La
operación se inició con robots, pero el alto grado de radiactividad inactivó
sus circuitos electrónicos. Legasov entonces sugirió emplear “biorobots”, es
decir seres humanos. Se formaron cuadrillas debidamente protegidas que
ingresaban por turnos para recoger el grafito, debían permanecer solo 90
segundos y ser reemplazados por otro grupo. También participaron voluntarios de
unas minas de carbón quienes construyeron un túnel por debajo de la planta que fue rellenado con hormigón para afianzar el terreno y evitar que el núcleo se hundiera en las
capas subterráneas por el peso de los materiales arrojados y tocara el agua de
los depósitos subterráneos. Estos materiales constituidos por arena, plomo,
arcilla y boro fueron lanzados desde helicópteros que totalizaron 1800 vuelos.
Varias semanas después se inició la
construcción de un “sarcófago” de concreto que cubrió al reactor completamente,
mientras cientos de miles de jóvenes fueron reclutados para operativos de
limpieza de Prípiat y alrededores. Las pérdidas de vidas humanas nunca se
sabrán porque la Unión Soviética nunca emitió un informe oficial al respecto,
por lo tanto las cifras oscilan entre 5000 y 100.000.
Varios países
colaboraron con diversos tipos de ayuda, pero el que más se destacó fue Cuba que
mantuvo un programa de socorro
para las víctimas. A la isla llegaron casi 24.000 pacientes, la mayoría niños
provenientes de Ucrania, Rusia, Bielorrusia, Moldavia y Armenia, con
distintos tipos de daños provocados por la radiación. La ayuda no cesó ni
siquiera con la caída de la Unión Soviética en 1991, fecha a partir de la cual
cesó por completo el apoyo comercial hacia Cuba.
Se llevó a
cabo una corte judicial organizada por el Comité Central de la Unión Soviética.
En el banquillo de los acusados se encontraban el director de la planta
nuclear, su ayudante y el jefe de turno. Cuando le tocó hablar a Legasov, realizó
un extenso relato de las numerosas fallas cometidas por el jefe de turno
durante la prueba del reactor. “Fue cono si se tratara de probar el
funcionamiento de un avión en vuelo apagando los motores”. Agregó errores de
diseño en la construcción y el empleo de una tecnología ya superada en los
mecanismos de enfriamiento del reactor. Admitió que en foros internacionales,
bajo presión de las autoridades soviéticas, ocultó todos estos aspectos. Su
frase final fue “Toda mentira dicha te deja en deuda con la verdad hasta que se
paga el costo.”
Legasov
permaneció varias semanas en Prípiat y estuvo en las proximidades de la planta.
Como experto en radioquímica, sabía perfectamente que se estaba exponiendo a
dosis altamente peligrosas, pero se mantuvo en su puesto de trabajo. Gracias a
él se inició la evacuación de los habitantes fuera del radio de riesgo y además
propuso y dirigió todos los mecanismos de descontaminación.
Sin embargo,
había cometido un pecado gravísimo al haber dejado en descubierto que. por
razones de economía, el gobierno de la Unión Soviética bloqueó proyectos que
terminaron en una falta de estructura de protección del reactor y el empleo de
técnicas de enfriamiento obsoletas.
No se lo
perdonaron, perdió su puesto en el Instituto Kurchatov de Energía Atómica, sus
amigos le hicieron el vacío y le fueron retirados todos los beneficios otorgados
por su alto cargo científico. Al menos, las máximas autoridades de la Unión
Soviética tuvieron el buen tino de seguir sus consejos y se hicieron las
modificaciones necesarias en las restantes plantas de Rusia para que fueran más
seguras. Legasov entró en un cuadro depresivo y consciente de que había
recibido una radiación excesiva se suicidó dos años después a la edad de 52. Con
sus medidas de emergencia consiguió salvar a cientos de miles, pero no pudo
salvarse él mismo. Los tres principales acusados fueron condenados a 10 años de
trabajos forzados.
Los condenados
a 10 años de trabajos forzados. De izquierda a derecha: Viktor Bryukhanov; Anatoli Diátlov y Nikolai Fomin.
Diez años más
tarde Boris Yeltsin, concedió a Valeri Legásov el título póstumo de Héroe de la
Federación Rusa “por su valentía y heroísmo”.
La escritora
rusa y Premio Nobel de Literatura 2015, refiriéndose a Chernobyl expresó: “¿De
qué dar testimonio del pasado o del futuro? Cuando hablamos del pasado o del
futuro, introducimos en estas palabras nuestra concepción del tiempo, pero
Chernobyl es ante todo una catástrofe sin tiempo. Los radionúclidos diseminados
por nuestra Tierra vivirán cincuenta, cien, doscientos mil años, y más. Desde
el punto de vista de la vida humana son eternos. Entonces ¿qué somos capaces de
entender? ¿Está dentro de nuestras capacidades alcanzar y reconocer un sentido
en este horror?
Chernobyl.
Miniserie original HBO 2019. Director Craig Mazin.
Beatriz Esquivel. La verdadera historia de
Valery Legasov, el científico que investigó Chernobyl. Historia, 06/06/2019.
Cristina Vallejo. Chernoby y Gorbachov: ¿por
qué el desastre nuclear fue la
causa del colapso de la Unión Soviética?
Fronterad revista digital, 16/06/2019.
Mariana Enriquez. La muerte en el aire.
Página 12, 09/06/2019.
Redacción EC. ¿Qué pasó con los personajes de
Chernobyl en la vida real?. El Comercio, 11/06/2019.
Mike Edwards. Chernoby, one year after. National
Geographic 1987, volumen 171, número 5.