De
todas las campañas que realizó Napoleón Bonaparte, se habla muy poco de la
realizada en Medio Oriente, pese a que fue la más extensa en el tiempo, la más
llena de vicisitudes, triunfos y fracasos y que incluyó una importante
expedición científica.
Objetivos
El Directorio le había encomendado a Napoleón
un plan de invasión a Inglaterra, por entonces el enemigo jurado de Francia, pero
éste juzgó que constituía una misión casi imposible ya que estaría obligado a
enfrentarse con la poderosa flota del almirante Horacio Nelson y en el dudoso
caso de un triunfo naval, debía luchar contra la población y las fuerzas
inglesas en tierra. Se decidió por conquistar Egipto, bloquear el tráfico
comercial entre Inglaterra y la India y eventualmente construir un canal entre
el Mar Mediterráneo y el Mar Rojo. Un segundo objetivo, no menos importante,
era investigar a fondo la vida y costumbres de los faraones y abrevar en las
fuentes de la civilización. En ese proyecto se incluía, aunque no estaba
explicitado, obtener reliquias y objetos de arte para incrementar el patrimonio
científico francés.
Viaje
En el puerto de Tolon había una actividad
febril, decenas de cañones y cientos de caballos eran embarcados en 400 navíos
para trasladar a cuarenta mil soldados, mil marinos y más de ciento cincuenta
científicos que abarcaban todo el espectro de las ciencias. La mayoría de ellos
provenían de la flamante Escuela Politécnica fundada hacía solo 4 años y su
misión era transformar a un país medieval, acercándolo al mundo moderno y volcar
sobre sus habitantes los avances de la Ilustración.
Excepto uno o dos generales y un científico,
el célebre matemático Gaspard Monge fundador de la Escuela Politécnica, el
resto de la tripulación ignoraba el destino de la expedición, para evitar que
el informe se filtrara al enemigo.
El 19 de mayo de 1798 y con viento favorable
los navíos se internaron en el Mediterráneo. Durante el trayecto Napoleón se
apoderó de Malta después de una breve resistencia ofrecida por los templarios. Enterado
Nelson de este operativo, movilizó sus naves que se encontraban en Gibraltar y navegó
en persecución de la flota francesa, sin lograr interceptarla.
Primeros combates
El 1 de julio de 1798 el ejército y los
científicos desembarcaron en el histórico puerto de Alejandría. Las fuerzas
francesas se dividieron en varios grupos: el general Menou junto con varios
científicos controlaría la ciudad de Rosetta, el puerto de Alejandría quedaría
a cargo del general Kleber, el más capaz en la cadena de mando, mientras que
Napoleon junto con el general Desaix se dirigieron al sur para tomar El Cairo. Esta
última fracción del ejército, para evitar ser detectada por los mamelucos, en
lugar de remontar el Nilo, lo hizo por tierra.
Jean
Léon Gerome. Napoleón en el desierto.
Fueron días de marcha bajo un sol agobiante
donde los soldados sin cantimploras y con ropas de lana caían agotados sobre
las arenas del desierto. Más acostumbrados a dar clases en los ambientes
universitarios, los sabios que los acompañaban, debieron haber maldecido el
momento en que aceptaron integrarse a la expedición. Al alcanzar las orillas
del Nilo después de días de marchas forzadas, soldados y científicos se
arrojaron a las aguas para beber y refrescarse. No pocos de ellos quedaron en
el camino.
Antes de llegar a El Cairo los soldados
divisaron a lo lejos las imponentes siluetas de las pirámides. Allí tuvieron su
primer bautismo de fuego en las arenas del Nilo al enfrentarse con una fuerza
de mamelucos que los triplicaba en número. Estos guerreros eran una etnia
proveniente del Cáucaso que controlaba el territorio egipcio bajo la
autorización del Imperio Otomano. A la llegada de Napoleón, el país estaba
gobernado por dos príncipes: Murad Bey e Ibrahim Bey que atacaron a los
franceses por dos flancos.
Francois-Louis-Joseph
Watteau. Batalla de las Pirámides
Napoleón
arengó a sus tropas con una de esas frases que pasarían a la historia: “¡Soldados
desde lo alto de estas pirámides, cuarenta siglos os contemplan!”. Seguidamente
formó su ejército en cuadrados de
infantería huecos, con artillería, caballería y equipajes en el centro de cada
uno, que dispersaron con fuego de artillería de apoyo el ataque de la
caballería mameluca. Las cargas de los mamelucos fueron feroces y decididas,
pero armados con sables, cimitarras y arcos y flechas y sin táctica de combate,
sufrieron una verdadera carnicería, mientas que la pérdida de soldados
franceses fue mínima.
En El Cairo
La Batalla de las Pirámides, como así la
designó Napoleón, le abrió las puertas para ingresar sin mayor dificultad a El
Cairo con lo que creyó haber conquistado la tierra de los faraones. La
realidad, sin embargo resultaría muy distinta a sus sueños de grandeza.
Después de
siglos de dominio bajo los mamelucos, la ciudad con sus doscientos cincuenta
mil habitantes ofrecía un aspecto caótico y deprimido. Las calles estrechas,
sinuosas, sucias y con hedor a basura, rodeadas de edificios precarios, de
aspecto homogéneo y triste, desanimaron a los soldados. ¿Esto es lo que vinimos
a conquistar? se interrogaban decepcionados.
Napoleón formó
junto con notables de la ciudad un consejo o Diván y realizó proclamas para
granjearse la simpatía de la población. Hizo lo que en muchos siglos no habían
hecho los turcos: mandó construir hospitales, exterminó a jaurías de perros,
organizó el sistema de recolección de basura e introdujo el alumbrado público. Respetó
la religión y sus costumbres y promulgó leyes para acabar con la esclavitud y
el feudalismo. También decidió crear un instituto de ciencia y tecnología.
Sin embargo,
la población no sentía afecto alguno por los franceses, para los egipcios se
trataba de un ejército de invasión, con religión y costumbres para ellos
desconocidas y ajenas. Se produjeron levantamientos y varios soldados fueron
heridos y muertos. Napoleón reaccionó con violencia y hasta los científicos que
vinieron a introducir la ilustración, debieron tomar las armas. Se formaron
pelotones de fusilamiento, la mezquita fue saqueada y ochenta cabecillas fueron
decapitados. Napoleón logró dominar la situación, pero no pudo conquistar la
amistad de los habitantes. Si hasta entonces existía algún grado de aceptación
por parte de ellos, la precaria luna de miel quedó definitivamente truncada y tarde
o temprano se producirían nuevas revueltas.
Nelson destruye la flota francesa
Arnald George. Combate naval de Abukir. Explosión de L’Orient.
Finalmente
Nelson logró detectar a la expedición. En la bahía de Abukir, próxima a la
ciudad de Alejandría, las naves estaban ancladas en una larga hilera y
encadenadas entre sí. Nelson dividió su flota en dos líneas que se introdujeron
por ambos flancos de los inmovilizados barcos franceses destruyéndolos
totalmente en un combate que solo duró tres horas. Quienes fueron testigos de
aquella batalla no olvidarían jamás el momento en que L’Orient, el barco
insignia de la flota y el de mayor tonelaje y poder de fuego, estalló en una
colosal explosión con la muerte de la mayoría de la tripulación.
En la batalla naval de Abukir, murieron
muchos franceses y otros cayeron prisioneros, pero lo más importante y que
constituyó un punto de inflexión de la campaña, fue que Napoleón quedó
definitivamente varado en Egipto sin poder regresar ni utilizar las naves para
transportar hombres y cañones a lo largo de la costa.
Campañas de Gaza, Jaffa y
Acre
Napoleón debía completar la conquista del
territorio y para ello se hacía necesario expulsar al ejército de mamelucos a
cargo de Ibrahim Bey que huía hacia el norte. En este empeño las fuerzas
francesas llegaron a Gaza que fue fácilmente tomada. Lo mismo ocurrió en Jaffa,
que además sufrió un feroz saqueo, pero aquí se produjeron dos episodios que
ensombrecieron la campaña, uno de ellos en forma bochornosa, mientras que el otro
fue una maldición inesperada.
Habían
sido capturados alrededor de mil prisioneros, a los cuales no había forma de
alimentarlos y como Napoleón no quiso liberarlos los mandó fusilar y cuando se
acabó la munición, los que aún quedaron vivos fueron pasados a la bayoneta.
El segundo episodio ocurrió cuando regresaban
de Acre, ciudad que después de dos meses de asedio, no pudo ser tomada gracias
a sus fuertes murallas y encarnizada defensa. Jaffa estaba bajo el azote de
la peste bubónica que ya había aniquilado a cientos de soldados y habitantes.
Napoleón visitó una mezquita transformada en hospital, escena que fue llevada
al lienzo por el artista Jean Antoine Gross quien fue testigo de los hechos, ya
que formaba parte de la expedición. Varios
historiadores, consideraron que la pintura fue encargada por el propio Napoleón
como parte de una campaña de autopromoción para preparar su ascenso al poder
absoluto. La figura central muestra al futuro emperador tocando una pústula de
un paciente semidesnudo, mientras que Desgenettes, el médico jefe, se tapa la
boca en señal de repugnancia. Gross pinta con gran maestría el escenario y en
una muestra acabada del dominio de la perspectiva, se observa a lo lejos, a
través de los arcos góticos de la mezquita, la ciudad de Jaffa con su minarete
donde ondea la bandera francesa.
Jean Antoine Gross. Napoleón junto a los apestados de Jaffa.
Repliegue, capitulación
y regreso sin gloria
Suponemos que Napoleón ya era consciente de
que la expedición a Egipto estaba lejos de cumplir sus sueños. Quizás para
evitar presenciar la derrota final, o porque le llegaron noticias de que el
Directorio estaba complotando contra él, tomó una decisión insólita, que muchos
historiadores calificaron como una deserción. Subrepticiamente y durante la
noche se embarcó rumbo a Francia, dejando a Kleber al mando del ejército que se
informó a través de una nota que leyó entre sorprendido e indignado cuando su
comandante ya estaba en alta mar.
A su llegada a Francia Napoleón fue recibido
en forma entusiasta por la población y esto le dio ánimos para disolver el decadente
Directorio y emprender el camino que lo conduciría al poder absoluto.
En el ínterin Kleber se enfrentaba con nuevos
levantamientos de la población y cuando el general Menou fue derrotado en
Abukir por una coalición de mamelucos e ingleses, tomó conciencia que todo había
terminado y aceptó la capitulación exigida por el almirante Nelson. Los
franceses ahora prisioneros, desmoralizados y con los sueños de la conquista de
Egipto hechos trizas fueron regresados a Francia en naves inglesas.
Quedaba el consuelo de que los científicos
sobrevivientes, lograron conservar todos los cuadernos con dibujos y hallazgos
de los templos de los faraones, junto con estatuillas, ánforas y todo tipo de
adornos de las distintas dinastías del antiguo Egipto.
El 6 de noviembre de 1801 no fue una
bienvenida la que esperaba a la desmoralizada expedición que había partido gloriosa
del mismo puerto tres años atrás. Toda la tripulación fue puesta en cuarentena incluyendo
los científicos que fueron alojados en inhóspitos galpones.
En Rosetta quedó la famosa piedra que por su
tamaño no pudo ser transportada y que los ingleses, conscientes de su valor,
trasladaron a Londres. En ese momento Champollion, el sabio francés que más
tarde logró descifrar los jeroglíficos, tenía ocho años. Quizás la piedra de
Rosetta fue el mayor legado que produjo la expedición, ya que permitió develar
el misterio de los faraones. Hacer click aqui para ver La piedra que revolucionó la historia
Piedra de Rosetta
Carlos
Bautista Rojas. Egipto: la derrota más victoriosa de Napoleón. Algarabía,
15/08/2017.
Napoleón
Bonaparte, la campaña de Egipto. DOCUMENTALIA, 18/12/2017.
Alberto
Ortiz. Pintura e infección. Napoleón visita a los apestados en Jaffa.
Dimitri
Merejkovsky. Vida de Napoleón. Colección Austral 1940, Buenos Aires.
Una novela de William Dietrich, Las Pirámides de Napoleón, recrea este episodio histórico
ResponderEliminarFORMIDABLE,COMO DE COSTUMBRE,ESTE TRABAJO TUYO,!!SI QUE DA GUSTO PODER ENTERARSE DE ESTOS DETALLES,DE LO POCO O NADA ,QUE LA HISTORIA SUELE INFORMAR,LAMENTABLEMENTE ,QUERIDO RICARDO...!!..CHAMPOLLION ..UN SER EXTRAORDINARIO..EJEMPLAR UNICO...INCOMPARABLE...!ME ENCANTO !!!TE AGRADEZACO ENORMEMENTE !!MERCEDES
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