Corría
el año 1517 cuando una expedición al mando de Hernández de Córdoba llega a Cabo
Catoche en el golfo de México en la parte más septentrional de la península de
Yucatán. La fuerza expedicionaria inicia un avance cauteloso a través de una
selva tupida con plantas desconocidas entre chillidos de loros y los aullidos
de los monos que hacen estremecer a los soldados porque semejan gritos
humanos.
Agobiados por el calor y el peso de las armaduras
alcanzan un descampado donde hay numerosas chozas de indios, aparentemente
deshabitadas. Súbitamente surge de la maleza una nube de flechas lanzadas por
manos invisibles. Varios españoles caen, algunos heridos otros muertos,
mientras que los restantes ven como desde varios sitios surgen indios con
formación semejante a las falanges griegas que se lanzan sobre ellos. Habían
caído en una emboscada donde los indios emplearon tácticas que para los
conquistadores eran desconocidas.
El capitán malherido junto con los escasos
sobrevivientes ven surgir una figura alta y robusta, ante la cual los indios le
abren paso respetuosamente. Está vestido, tatuado y adornado como el resto,
pero hay algo que llama la atención, una particularidad inexistente entre los
indios: aquel hombre tiene barba. Se dirige al jefe español y le ordena que junto
con los suyos regresen a sus naves. “Aquí no van a encontrar oro y tampoco
estamos dispuestos a trabajar como esclavos”, les manifiesta con voz
autoritaria y termina diciendo: “soy Gonzalo Guerrero”.
Gonzalo era oriundo de Huelva y de joven se
embarcó en las expediciones hacia las “Indias”. En 1511 durante el viaje de
regreso la nave naufragó cerca de las costas de la península de Yucatán, un
territorio hasta entonces desconocido por los españoles. Las crónicas son inciertas
respecto a los detalles. Algunas hablan de 20 sobrevivientes y otras de solo 10
que alcanzaron exhaustos aquellas playas.
Pronto aparecieron numerosos indios cocomas
que formaban parte de la civilización maya y la recepción estuvo lejos de ser
acogedora. Se entabló una lucha donde los escasos españoles que aún permanecían
vivos fueron capturados para ser esclavizados. Recorrieron varios días con una
de las manos atadas a un tronco con cuerdas de bejuco. Entre ellos estaban Guerrero
y Gerónimo de Aguilar, quienes con el tiempo fueron los únicos que
sobrevivieron a las penurias de la esclavitud y las enfermedades.
Aguilar era un
fraile muy religioso que desde el comienzo de su vida en cautiverio, puso una
barrera entre él y los indios que le resultaban salvajes y fue impermeable a
sus costumbres. Por el contrario, Guerrero pronto aprendió el idioma y se adaptó
a la cultura de los cocomas. Participó en
enfrentamientos con los pueblos enemigos y se destacó entre ellos por su
astucia y sus dotes militares. En este aspecto no era un improvisado, había
participado en las guerras contra los moros y fue testigo de la rendición de
Granada donde Boabdil, el emir derrotado, le entregó a la reina Isabel, las
llaves de la ciudad.
Después
de trabajar un tiempo como esclavos, Aguilar fue enviado a otra tribu y solo
volvería a encontrarse con su compañero 8 años más tarde en situaciones muy
diferentes. Guerrero al poder comunicarse fluidamente con los cocomas, se
integró rápidamente a sus costumbres y estos pronto supieron valorar su
capacidad para el combate. El español les trasmitió tácticas de guerra, les
enseñó formaciones de ataque y defensa, con relevamiento de las cargas para
evitar el agotamiento, los ataques por sorpresa y la agrupación en falanges
macedonias.
Siempre dentro
de la condición de esclavo, pero en una categoría superior y sin realizar
trabajos forzados, su dueño, el cacique Na Cha Cam, lo regaló al jefe guerrero
Nacom Balam. En una ocasión en que al cruzar un río, este fue atacado por un
caimán, Guerrero lejos de huir mató al animal y le salvó la vida. Nacom Balam
le otorgó la libertad después de dos años de cautiverio. Guerrero ya formaba
parte activa de la tribu y se hizo los tatuajes y las perforaciones propias de
su rango militar. Como jefe indiscutido llevó todos los combates a la victoria
contra otras tribus y contra los españoles. Se casó con la princesa Zazil Ha y
tuvo tres hijos.
En 1519 llegó a Cozumel parte de la
expedición de Hernán Cortéz y se enteraron de la existencia de españoles que
vivían con los indios. El general decidió hacer contacto con los caciques y el
relato que sigue corresponde al diario de viaje de Bernal Díaz del Castillo a
quien le debemos el conocimiento que tenemos de la conquista de México: “Mandó
el general llamar a los caciques, y por lengua del indio Melchor (que ya sabía
algún poco de la castellana, y la de Cozumel es la
misma que la de Yucatán) se les preguntó si tenían noticia de europeos. Todos
en una conformidad respondieron, que habían conocido unos españoles en esta
tierra, y daban señas dellos, diciendo que unos caciques los tenían por
esclavos, y que los indios mercaderes de aquella Isla los habían hablado pocos
días había, que estarían de distancia la tierra adentro, andadura y camino de
dos soles”.
Cortéz persuadió
a unos indios para que hicieran de correos y les confió cartas firmadas y
selladas por él para que las entregaran a los españoles cautivos. Después de
dos días de marcha una de las misivas llegó a manos de Gerónimo de Aguilar
quien lleno de alegría se dirigió al pueblo donde sabía que estaba Guerrero. Le
costó reconocerlo, su amigo y compañero de viaje estaba vestido con el
taparrabos de los indios, tenía el cuerpo tatuado, un aro en la nariz, las
orejas perforadas con adornos y del cuello le colgaba un collar de redondas
semillas. Solo la barba lo identificaba como europeo.
Ante el pedido de Aguilar de regresar juntos
a España, Guerrero le contestó de la siguiente forma según como lo relata
Bernal Díaz del Castillo: “Hermano Aguilar, yo soy casado y tengo tres hijos, y
tiénenme por cacique y capitán cuando hay guerras. Id vos con Dios, que yo
tengo labrada la cara y horadadas las orejas. ¿Qué dirán de mí cuando me vean
esos españoles ir, de esta manera? Y ya veis estos mis hijicos cuán bonicos
son”.
Se especula que Cortéz tendría más interés en rescatar a estos hombres
para disponer de intérpretes entre él y los indios que por un acto de humanidad
y reintegrarlos a España y su familia. Si esta fue su principal
razón, la logró ampliamente con Aguilar que hablaba español y finalmente había
logrado aprender maya. Por su parte Cortéz tenía a su concubina, la famosa
Malinche que hablaba el nauathl, la lengua de los aztecas, pero también conocía
el maya. Se estableció una cadena de comunicación que le fue muy útil al
conquistador de México. Malinche se comunicaba en Nauathl con los aztecas y le
trasmitía en maya la información a Aguilar, quien a su vez se la pasaba a
Cortéz en español.
Actualmente,
para una parte de la población de México La Malinche es el arquetipo del
traidor, o traidora en este caso, pero para otros, fue la víctima por
excelencia del choque cultural que se produjo. Una tercera línea de analistas
sostiene que ella fue la madre simbólica de la nueva cultura mestiza que surgió
como resultado de la fusión forzada de dos razas.
Después de
aquella despedida con Aguilar, Gerrero pasó 17 años más con los indios mayas,
siempre como conductor indiscutido en las luchas contra otras tribus y contra
los españoles hasta que en 1536 murió en combate enfrentando a las tropas del
capitán Lorenzo de Godoy en el valle inferior del río Ulúa en la actual
Honduras. Recibió un tiro de ballesta que le atravesó el abdomen, seguido de un
disparo de arcabuz. Sus hombres le sacaron del campo de
batalla y le escondieron detrás de unas palmeras. Durante la noche, algunos de los
guerreros indios rescataron su cuerpo y como postrero homenaje, lo lanzaron al
río Ulúa, para que la corriente lo llevara hasta el Océano de donde vino.
En España, durante algunos siglos Guerrero
estuvo considerado como el renegado que traicionó a su patria y su religión. En
México representa el padre del mestizaje y una recorrida por el Paseo Montejo
en la ciudad de Mérida, perteneciente a la provincia de Yucatán, México,
muestra una hermosa estatua de Guerrero junto a su esposa y sus tres hijos.
La
historia de Gonzalo Guerrero, el español que se volvió maya. MATADOR, Network, 03/06/2016.
Jesús G Barcala. Gonzalo
Guerrero, padre de los primeros mestizos. Ciencia Historia, http://www.cienciahistorica.com/gonzalo-guerrero-padre-de-los-primeros-mestizos/
Bernal
Díaz del Castillo. Historia verdadera de la conquista de la Nueva España.
Editorial Linkgua Ediciones.
Cada vez mejores tus relatos, Ricardo. Gracias por mandar.
ResponderEliminarAbrazos para ti y para Alicia
Como siempre encontrando y compartiendo trozos de historia desconocidos al menos para mí. Es un gusto leer cada publicación de tu blog
ResponderEliminarUno no deja de aprender nunca en esta vida, y debo agradecerte por hacernos llegar momentos historicos, que seguramente de otra manera no lo conocería. Muchas gracias. El amigo rosarino de Arnoldo.
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