En
el año 2003 los hijos del judío Giorgio Nissim encontraron un diario de su
padre que reveló datos hasta entonces desconocidos. El tal Nissim vivía en la
ciudad de Pisa y había establecido una red de contactos, incluyendo la
resistencia italiana, con el principal objetivo de salvar la mayor cantidad de
judíos locales durante la Segunda Guerra Mundial. En las páginas del diario,
surge repetidas veces el nombre de Gino Bartali, el ciclista que había ganado
varios campeonatos antes y después de la guerra y que estaba considerado hasta
entonces como el deportista del régimen de Mussolini. El diario se encargaría
de demostrar todo lo contrario.
Gino Bartali (1914-2000)
Bartali vivía en Florencia y era conocido por
todos los habitantes, porque era un héroe del deporte que había ganado el Tour
de France en 1938 y dos veces el Giro de Italia en 1936 y 1937. Mussolini había
tratado de usufructuar sus victorias para demostrar que el ciclista era un
producto de los logros del régimen, pero obtuvo escasa respuesta de parte de
Bartali.
Cuando iba por la calle lo saludaban y le
pedían autógrafos, tanto la gente común como los uniformados fascistas de la
fuerza de seguridad. Un día de otoño de 1943 llama a la puerta de su casa el
cardenal Elia Dalla Costa, amigo de la familia, confesor y guía espiritual de
Bartali. El purpurado se aseguró de que no había otra persona en la casa y
expuso su plan. Podemos imaginar el siguiente diálogo:
─
Gino te conozco desde hace años, sé que eres un ferviente católico y que nos
podrás ayudar en esta empresa de bien y de salvación de personas, será un acto
de caridad que Dios te compensará con creces.
─¿En
qué puedo servirle Monseñor? ─respondió Bartali, lleno de curiosidad.
─ Gino tengo el aval de Pío XII para salvar a judíos
italianos que tenemos escondidos en varios monasterios. Tenemos que proveerlos
de documentos falsos para que salgan del país, pero la imprenta clandestina no
está aquí en Florencia sino en Asís. Concretamente necesitamos de alguien que
transporte el papelerío y creemos que tú por la fama que te rodea y la
confianza que te tiene el gobierno podrías desempeñar esta función de correo en
forma desapercibida, aunque no exenta de riesgo.
Durante dos años con una frecuencia de una a
dos veces por semana, Bartali pedaleó los 173 kilómetros de distancia que
separaban a Florencia de Asís. Salía con las primeras luces del día y regresaba
antes del toque de queda. Con su bicicleta Legnano escalaba montes, descendía a
los valles, durante veranos de un sol insoportable o enfrentando el viento
helado y la nieve del invierno. A veces entregaba la documentación en la
antigua estación de Terontola cercana a la ciudad de Asís.
Depositaba la Legnano contra la pared y tratando
de pasar desapercibido intercambiaba la documentación con un contacto. Saludaba
a la gente y siempre decía “pasado mañana vuelvo”, mientras repartía saludos y
firmaba autógrafos. Hacia Asís llevaba las fotos y todos los datos de cada
persona y los entregaba a Luigi Briz, un socialista y antifascista rabioso que
tenía una imprenta clandestina. Seguidamente regresaba a Florencia con los
documentos del viaje anterior completados.
A todos les decía que se estaba entrenando
para no perder el estado físico. En los puestos de control solían saludarlo y
quienes no lo conocían le pedían que se identificara, lo palpaban y revisaban
la cartuchera de su bicicleta. Nunca encontraron nada, porque todo el material
iba cuidadosamente doblado e introducido ¡en los caños huecos de su Legnano!
Cuando finalizó la guerra había salvado la
vida de 800 judíos o perseguidos políticos. Entonces volvió a las competencias,
tenía acumulado tanto entrenamiento que en 1946 ganó el Giro de Italia y en
1948 se presentó nuevamente a la Tour de France. Apenas iniciado el torneo, un estudiante de Derecho en Roma
había disparado al jefe del partido comunista, Palmiro Togliatti, justo cuando
Italia vivía todavía en un clima de pobreza y agitación de posguerra.
Palmiro Togliatti (1893-1964)
Cualquier
acontecimiento como el ocurrido podía desatar una contienda civil entre
italianos. Fue entonces que recibió un llamado del primer ministro rogándole
que gane el Tour.
Alcide de Gasperi especuló con que un triunfo italiano
uniría a la población y calmaría el clima tenso que se había generado. Los
competidores ya habían recorrido las dos terceras partes de los 3400 kilómetros
en las dos semanas previas. Quedaba una semana más y el primer clasificado, Louison
Bobet, le había sacado 21 minutos de ventaja a Bartali.
Las últimas etapas se hicieron bajo un temporal de lluvia y viento que
afectó a Bobet, pero no a Bartali que lo había sufrido en numerosas ocasiones
cuando actuaba de correo. Atravesó primero la meta, recuperó la diferencia,
ganó las dos siguientes etapas en los Alpes y entró en los Campos Elíseos con
la histórica ventaja de 26 minutos. Italia se sumió en un delirio de alegría y
festejos y sostiene la leyenda que Bartali con el triunfo evitó un enfrentamiento
civil.
Bartali no solo no se jactó de sus hazañas sobre las vidas salvadas ni
de que durante 10 meses había ocultado a una familia de judíos, sino que jamás
habló con nadie de esos dos años de pedaleo que podían haberle costado la vida
si lo descubrían. Su nieta solo recuerda que en una ocasión le dijo: “De mí
hablarán más cuando esté muerto que en vida". Falleció el 5 de mayo de 2000
llevándose a la tumba su enorme secreto. Recién tres años después, cuando se
encontró la agenda de Giorgio Nissim el mundo entero pudo conocer la hazaña del
ciclista que dentro de los caños de su bicicleta llevaba la salvación para cientos
de judíos.
Daniel Verdú. Gino Bartali,
un ciclista contra los nazis. El País. El País Semanal, 14/04/2018.
Henrique Cymerman Benarroch.
Gino Bartali, leyenda ciclista y héroe de Israel. La Vanguardia, 03/05/2018.