martes, 26 de febrero de 2019

BARTALI Y SU BICICLETA SALVADORA


En el año 2003 los hijos del judío Giorgio Nissim encontraron un diario de su padre que reveló datos hasta entonces desconocidos. El tal Nissim vivía en la ciudad de Pisa y había establecido una red de contactos, incluyendo la resistencia italiana, con el principal objetivo de salvar la mayor cantidad de judíos locales durante la Segunda Guerra Mundial. En las páginas del diario, surge repetidas veces el nombre de Gino Bartali, el ciclista que había ganado varios campeonatos antes y después de la guerra y que estaba considerado hasta entonces como el deportista del régimen de Mussolini. El diario se encargaría de demostrar todo lo contrario.

                            Gino Bartali (1914-2000)

Bartali vivía en Florencia y era conocido por todos los habitantes, porque era un héroe del deporte que había ganado el Tour de France en 1938 y dos veces el Giro de Italia en 1936 y 1937. Mussolini había tratado de usufructuar sus victorias para demostrar que el ciclista era un producto de los logros del régimen, pero obtuvo escasa respuesta de parte de Bartali.
Cuando iba por la calle lo saludaban y le pedían autógrafos, tanto la gente común como los uniformados fascistas de la fuerza de seguridad. Un día de otoño de 1943 llama a la puerta de su casa el cardenal Elia Dalla Costa, amigo de la familia, confesor y guía espiritual de Bartali. El purpurado se aseguró de que no había otra persona en la casa y expuso su plan. Podemos imaginar el siguiente diálogo:
            ─ Gino te conozco desde hace años, sé que eres un ferviente católico y que nos podrás ayudar en esta empresa de bien y de salvación de personas, será un acto de caridad que Dios te compensará con creces.
            ─¿En qué puedo servirle Monseñor? ─respondió Bartali, lleno de curiosidad.
            ─ Gino tengo el aval de Pío XII para salvar a judíos italianos que tenemos escondidos en varios monasterios. Tenemos que proveerlos de documentos falsos para que salgan del país, pero la imprenta clandestina no está aquí en Florencia sino en Asís. Concretamente necesitamos de alguien que transporte el papelerío y creemos que tú por la fama que te rodea y la confianza que te tiene el gobierno podrías desempeñar esta función de correo en forma desapercibida, aunque no exenta de riesgo.
Durante dos años con una frecuencia de una a dos veces por semana, Bartali pedaleó los 173 kilómetros de distancia que separaban a Florencia de Asís. Salía con las primeras luces del día y regresaba antes del toque de queda. Con su bicicleta Legnano escalaba montes, descendía a los valles, durante veranos de un sol insoportable o enfrentando el viento helado y la nieve del invierno. A veces entregaba la documentación en la antigua estación de Terontola cercana a la ciudad de Asís.
Depositaba la Legnano contra la pared y tratando de pasar desapercibido intercambiaba la documentación con un contacto. Saludaba a la gente y siempre decía “pasado mañana vuelvo”, mientras repartía saludos y firmaba autógrafos. Hacia Asís llevaba las fotos y todos los datos de cada persona y los entregaba a Luigi Briz, un socialista y antifascista rabioso que tenía una imprenta clandestina. Seguidamente regresaba a Florencia con los documentos del viaje anterior completados.
A todos les decía que se estaba entrenando para no perder el estado físico. En los puestos de control solían saludarlo y quienes no lo conocían le pedían que se identificara, lo palpaban y revisaban la cartuchera de su bicicleta. Nunca encontraron nada, porque todo el material iba cuidadosamente doblado e introducido ¡en los caños huecos de su Legnano!
Cuando finalizó la guerra había salvado la vida de 800 judíos o perseguidos políticos. Entonces volvió a las competencias, tenía acumulado tanto entrenamiento que en 1946 ganó el Giro de Italia y en 1948 se presentó nuevamente a la Tour de France. Apenas iniciado el torneo, un estudiante de Derecho en Roma había disparado al jefe del partido comunista, Palmiro Togliatti, justo cuando Italia vivía todavía en un clima de pobreza y agitación de posguerra. 
                   Palmiro Togliatti (1893-1964)

Cualquier acontecimiento como el ocurrido podía desatar una contienda civil entre italianos. Fue entonces que recibió un llamado del primer ministro rogándole que gane el Tour.
Alcide de Gasperi especuló con que un triunfo italiano uniría a la población y calmaría el clima tenso que se había generado. Los competidores ya habían recorrido las dos terceras partes de los 3400 kilómetros en las dos semanas previas. Quedaba una semana más y el primer clasificado, Louison Bobet, le había sacado 21 minutos de ventaja a Bartali.
Las últimas etapas se hicieron bajo un temporal de lluvia y viento que afectó a Bobet, pero no a Bartali que lo había sufrido en numerosas ocasiones cuando actuaba de correo. Atravesó primero la meta, recuperó la diferencia, ganó las dos siguientes etapas en los Alpes y entró en los Campos Elíseos con la histórica ventaja de 26 minutos. Italia se sumió en un delirio de alegría y festejos y sostiene la leyenda que Bartali con el triunfo evitó un enfrentamiento civil.

Bartali no solo no se jactó de sus hazañas sobre las vidas salvadas ni de que durante 10 meses había ocultado a una familia de judíos, sino que jamás habló con nadie de esos dos años de pedaleo que podían haberle costado la vida si lo descubrían. Su nieta solo recuerda que en una ocasión le dijo: “De mí hablarán más cuando esté muerto que en vida". Falleció el 5 de mayo de 2000 llevándose a la tumba su enorme secreto. Recién tres años después, cuando se encontró la agenda de Giorgio Nissim el mundo entero pudo conocer la hazaña del ciclista que dentro de los caños de su bicicleta llevaba la salvación para cientos de judíos.

Daniel Verdú. Gino Bartali, un ciclista contra los nazis. El País. El País Semanal, 14/04/2018.

Henrique Cymerman Benarroch. Gino Bartali, leyenda ciclista y héroe de Israel. La Vanguardia, 03/05/2018.

Rubén Rodríguez. El Giro e Israel homenajean a Gino Bartali, el mito que salvó a 800 judíos del Holocausto. El Confidencial, 04/05/2018.


viernes, 15 de febrero de 2019

PLACEBO Y EFECTO PLACEBO


El placebo es una sustancia inerte, por ejemplo azúcar, que se administra en forma de comprimido o cápsula a un paciente sin que éste sepa que carece de actividad para mejorar su problema médico. A su vez, el efecto placebo es la respuesta favorable que produce el placebo sobre la enfermedad del paciente.
Antes de que un medicamento pueda ingresar en el mercado debe pasar por los estudios “basados en la evidencia”. En forma sintética la metodología consiste en que los participantes son divididos en un grupo al que se le administra placebo y otro grupo que recibe el medicamento. Ni el médico ni el paciente saben cuál es cuál. Al término del estudio si el medicamento produjo un efecto significativamente favorable sobre la enfermedad en relación con el placebo y los efectos adversos fueron escasos, los organismos sanitarios lo autorizan para ingresar al mercado.
            Los trabajos científicos demostraron que en la mayoría de los casos, el grupo de enfermos asignados al placebo, manifiesta una cierta mejoría y lo que es más interesante aún, no son pocos los estudios donde la mejoría producida por el placebo se equipara al medicamento o es ligeramente inferior, descartando la posibilidad que el producto activo pueda ingresar a la venta. Se calcula que entre el 35 y el 75% de los pacientes se benefician con un comprimido inerte. Esto ha determinado que el placebo y su efecto se encuentren en profunda revisión.
            Es evidente que en los mecanismos psicológicos, las expectativas del paciente son fundamentales. El cerebro construye una estructura mental propia que determina que el tratamiento lo va a mejorar. Hasta el presente, como todos los aspectos concernientes a la mente humana, los mecanismos del efecto placebo son muy poco conocidos pese a que se están estudiando los circuitos neurológicos y los neurotransmisores que participan en estas vías de recompensa.


Ejemplos del efecto placebo
            Un caso resonante fue el de laboratorios Merck que había promocionado su producto MK-869 para la depresión y lo ponía a nivel del famoso Prozac. Al poco tiempo anunció que interrumpía su desarrollo, pese a la mejoría de los pacientes, porque el placebo había dado los mismos resultados.
             Un grupo de dermatólogos eliminó las verrugas excitosamente pintando las zonas afectadas con un colorante anodino después de haberles informado a los pacientes que las verrugas se eliminarían una vez desaparecido el colorante.
            En un estudio sobre asmáticos se les instruyó a los pacientes para que inhalaran un aerosol con un nuevo medicamento que les mejoraría el cuadro respiratorio, aunque en realidad se trataba de un placebo. Los estudios de función respiratoria mostraron que se había producido una dilatación eficaz de los bronquios.
En siete instituciones médicas de Canadá, Stewart y colaboradores seleccionaron 93 pacientes con insuficiencia coronaria y grado avanzado de angina de pecho. Los participantes fueron divididos en un grupo que recibió un medicamento llamado factor de crecimiento endotelial (VEGF por las siglas en inglés), o placebo. El VEGF se supone que debía aumentar la circulación del músculo cardíaco formando nuevos vasos o aumentando el calibre de los existentes. Tanto el VEGF como el placebo fueron introducidos por cateterismo hasta implantarlo en el corazón. Al término de tres meses ambos grupos habían mejorado en la prueba de ejercicio sobre plataforma circulante, pero el grupo placebo lo hizo en grado mayor ya que en promedio alcanzó a caminar 95 segundos hasta la aparición de dolor contra 45 segundos en el grupo VEGF. Además la tasa de infarto agudo fue del 10% en el grupo VEGF y del 2% en el grupo placebo. Es ocioso decir que el VEGF perdió la oportunidad de ingresar al mercado.

Efecto placebo con conocimiento del paciente
            Los ejemplos son numerosos, pero ahora pasemos a una etapa más audaz. Un concepto universalmente aceptado sostenía que si el paciente supiera que está recibiendo un placebo, la magia de la sugestión debería desaparecer y no tendría que experimentar mejoría alguna. Sin embargo, los hechos están demostrando que no es así.
            El cirujano Bruce Moseley del Houston Veterans Affair Medical Center, no estaba muy convencido de la eficacia de la cirugía de rodilla (artroplastia) para el tratamiento de la artrosis, afección tan común en las personas de edad avanzada. Después de obtener la aprobación del Comité de Ética de la Institución, consiguió reclutar 10 pacientes que aceptaran su propuesta, que para el resto de sus colegas era considerada, como mínimo, insólita. Esta consistía en que la mitad de ellos serían sometidos a la cirugía de artroplastia y la otra mitad recibirían solo una simple incisión en la piel, pero ninguno sabría si le realizarían la verdadera o la falsa artroplastia. Este aspecto quedó bien aclarado cuando firmaron el consentimiento para la operación. Incluso una de las cláusulas decía: “La cirugía de placebo no beneficiará la artritis de mi rodilla”. Cuando Moseley comunicó su proyecto, algunos colegas le dijeron: “¿¡Eso vas a hacer!?” y lo miraron como si estuviera loco. Él les contestaba: “Sigo el principal precepto de Hipócrates, quien decía: ante todo no causar daño”.
            No hubo diferencias significativas entre los pacientes respecto de la edad, la intensidad del dolor y las lesiones radiográficas. Todos fueron llevados al quirófano, anestesiados y enviados a la habitación y allí terminaba la similitud. Seis meses después de la cirugía, los pacientes aún ignoraban si habían sido realmente operados o fue una simulación, pero todos estuvieron satisfechos con el tratamiento porque experimentaron mejoría importante del dolor.

            La casuística del estudio es limitada, pero fue lo suficientemente impactante para que el New England Journal of Medicine, una de las revistas de mayor prestigio, publicara el trabajo. Sorprendido por los resultados, Moseley consultó con la doctora Nelda Wray, experta en el tema quien le dijo: ”El resultado es razonable, cuanto más dramática sea la magnitud de la intervención, mayor será el efecto placebo. Una cápsula grande es más importante que un comprimido pequeño, pero menos que una inyección y ésta menos aún que la cirugía”.

            El gastroenterólogo Ted Kapchuk y colaboradores de la Facultad de Medicina de Harvard realizaron un estudio sobre 80 pacientes con síndrome del intestino irritable, una de las causas más frecuentes de consulta en la especialidad. Los participantes fueron divididos en un grupo que no recibió tratamiento alguno y otro grupo que recibió comprimidos de placebo, con conocimiento de los pacientes ya que el envase establecía que se trataba de placebo. Pero además a estos pacientes se les informó que estudios previos mostraron que el placebo mejoraba los síntomas en forma significativa.

            Al término de tres semanas las escalas utilizadas, que incluían el grado de intensidad de las molestias, mostraron una mejoría significativa en el grupo que recibió placebo comparado con el que no recibió tratamiento alguno.

El médico como efecto placebo
            Los médicos suelen olvidar que en la práctica médica, además de la tecnología del diagnóstico y los tratamientos aplicados, es necesario tener un comportamiento de empatía con el paciente, hablar con él informándole sobre el tratamiento, calmar su ansiedad y angustia y todo esto haciéndolo en forma afectuosa.
En una entrevista con la periodista Nora Bär, el Dr Daniel Flichtentrei, Director del sitio Intramed recalcó que: “Las vías a través de las cuales es posible inducir modificaciones sobre otras personas no se limitan a los agentes farmacológicos. Ya nadie ignora que el énfasis que un médico pone en el momento de realizar una prescripción incide en la magnitud de los resultados clínicos que produce”. "Una mirada que se dirige a los ojos y no a los papeles o a las pantallas. El silencio respetuoso e interesado de la escucha atenta. En fin, una persona que hace saber al otro que lo que a él le ocurre es importante y despierta su interés, hacen de un médico un extraordinario placebo".

En el Massachusetts General Hospital de Boston, el Dr. Lawrence Egbert, a cargo de la anestesia del Servicio de Cirugía, evaluó el efecto placebo del médico en la evolución postoperatoria. Un total de 97 pacientes fueron divididos en un grupo que, la noche anterior a la cirugía, recibió la visita del anestesista quien le brindó una información formal sobre la operación y el postoperatorio. En el segundo grupo, el anestesista se sentó al lado del enfermo le tomó la mano, le preguntó datos sobre su familia, seguidamente le explicó sobre las características de la operación, le informó que el equipo quirúrgico tenía amplia experiencia con el procedimiento y que no debía preocuparse durante el postoperatorio sobre el dolor, que además sería tratado eficazmente con analgésicos. Todo este diálogo se llevó a cabo en tono afectuoso y cordial por parte del médico. Este grupo de pacientes que recibió el efecto placebo en forma de contacto humano, requirió en promedio la mitad de analgésicos y fue dado de alta 2,7 días antes que el primer grupo.





Conclusiones
El efecto placebo está produciendo una revisión importante en el trato médico paciente. No faltó algún extremista señalando que todos los medicamentos deberían ser arrojados al mar para beneficio de la humanidad, pero nefasto para los peces. Es que el placebo entra en competición con el remedio con una ventaja su favor: no produce efectos adversos.
Por el momento, el empleo del placebo no se puede soslayar si se desea evaluar la eficacia de un nuevo producto farmacéutico, pero para reducir su efecto es necesario incorporar en los estudios grandes grupos de pacientes. Este es un requerimiento que no es contemplado en muchos trabajos científicos, especialmente en psiquiatría y con los antidepresivos.
Sin embargo, la enseñanza más importante es la empatía del médico con el paciente, el trato afectivo que le dispensa, la información adecuada y el optimismo por los resultados del tratamiento. Siguiendo estos principios el médico se puede asegurar más de un 50% de éxito, independientemente de la eficacia del medicamento. Lamentablemente, al menos en nuestro país, son pocos los facultativos que siguen estas normas.

Guijarro C. Historia del placebo. Neurosciences and History 2015;3: 68-80.
Margaret Talbot. The Placebo Prescription. The New York Times Magazine. 09/01/2000.
Duncan J Stewart et al. VEGF Gene Therapy Fails to Improve Perfusion of Ischemic Myocardium in Patients With Advanced Coronary Disease: Results of the NORTHERN Trial Molecular Therapy 2009:17:1109–1115.
Gonzalo Casino. Escepticemia. Placebos sin engaño, pag 61. Fundación Dr Antonio Esteve, Barcelona 2015.
Moseley JB et al. A Controlled Trial of Arthroscopic Surgery for Osteoarthritis of the Knee. New England Journal of Medicine 2002;347:81-88.
Kapchuk TJ et al. Placebos without Deception: A Randomized Controlled Trial in Irritable Bowel Syndrome. PLOS ONE 2010, diciembre 22.
Nora Bar. Efecto placebo: se suman estudios para develar sus misterios. La Nación, 18/01/2018.
Egbert LD, et al. Reduction of postoperative pain by encouragement and instruction of patients. a study of doctor-patient rapport. N Engl J Med 1964;16:270:825-7.


martes, 5 de febrero de 2019

SERGEI KOROLEV: UN CIENTÍFICO EN LAS SOMBRAS


El ingeniero y diseñador de cohetes espaciales más importante de la historia, fue perseguido por el terror estalinista, más tarde, el régimen de Jruschov fue más benevolente, pero lo convirtió en invisible hasta su fallecimiento. El pueblo ruso, el mundo entero y sus científicos, supieron quien era Sergei Korolev, cuando fue enterrado en el Kremlin con todos los honores en 1966.           Ingrato comportamiento del sistema, ya que para la cúpula del Soviet no había existido hasta el momento un mecanismo de propaganda más eficaz para mostrar el avance tecnológico del país bajo el comunismo. Porque Korolev llevó a la Unión Soviética a la cúspide de los proyectos espaciales y gracias a él, durante 10 años estuvo por delante de los Estados Unidos, hasta que este país puso en 1969 el primer hombre en la Luna.
Paradojas del destino, mientras que el científico nazi Werner Von Braun, capturado por fuerzas norteamericanas, era mimado por la prensa, el Pentágono y la sociedad norteamericana, después de haber lanzado con gran poder destructivo los misiles V-1 y V-2 sobre Londres, Korolev fue primero perseguido y luego mantenido en total anonimato.    Durante parte del período estalinista sufrió cárcel y torturas y con el advenimiento de Jruschov pudo desarrollar a pleno su creatividad sobre los vuelos espaciales, pero el régimen comunista, con su obcecación de mantener todo en la máxima reserva, incluyó al pobre Korolev dentro de los secretos de estado, nadie sabía su nombre y sus trabajos eran desconocidos.
Según las crónicas, el Comité del Nobel estuvo interesado en darle el premio a Korolev y le solicitó a Jruschov que revelara su nombre. Sin embargo, el secretario general del Partido Comunista contestó que quien merecía el premio era todo el pueblo soviético y Rusia perdió el merecido galardón.


                         El joven Sergei Korolev en 1920

Ahora retrocedamos a 1938, Korolev nacido en Ucrania en 1906, es feliz. Hace siete años había fundado junto con otros aficionados a la cohetería el llamado Grupo de Estudio de Movimiento a Reacción, que en idioma ruso responde a la sigla GIRD. El grupo, totalmente amateur, está sostenido por una organización estatal y ya había lanzado varios cohetes de combustible líquido, que serían la fuente de energía de todos los proyectos espaciales futuros. El combustible líquido es muy costoso y el tema económico se resuelve cuando el GIRD se fusiona con otro grupo paralelo que estaba más atrasado porque utilizaba combustible sólido. De esta unión nace el RNII o Instituto Científico de la Investigación de la Propulsión a Reacción.
            El 27 de junio de 1938, Korolev se encaminaba a su sencillo hogar de Moscú, después de un intenso día de trabajo cuando su corazón da un salto al ver a varios hombres vestidos de negro observando los alrededores de su casa. Ya habían comenzado las purgas del terror estalinista y quienes caían en manos de la NKVD eran sometidos a duros interrogatorios. Bajo la tortura muchos tratan de salvarse y pocas veces lo logran denunciando a terceros, estuvieran o no implicados en actitudes contrarrevolucionarias. En este contexto, de psicosis de terror, los antiguos roces y celos entre los ingenieros del RNII, se transforman en herramientas letales. Uno de ellos, agobiado por la tortura denuncia a Korolev quien embutido adentro de un auto entre dos hombres de negro presagia un futuro sombrío y seguramente la muerte.
            Lo trasladan a una prisión cerca del Mar Negro donde trompadas como martillazos le fracturan la mandíbula en dos partes, después de lo cual le resultará imposible abrir por completo la boca por el resto de sus días. Al poco tiempo ingresa en la lista de los traidores que deben ser ejecutados. Contra todo pronóstico, dos días antes de su ejecución, la condena es revocada y Korolev debe presentarse ante un juez que lo sentencia a 10 años de prisión.
Lo trasladan a las minas de oro de Kolyma, en el extremo oriental de Siberia, tristemente célebres porque allí van los deportados por las purgas de Stalin donde la gente muere rápidamente a consecuencia de los trabajos forzados noche y día con temperaturas bajo cero. La mala alimentación y el escorbuto hacen estragos entre los prisioneros y Korolev pierde parte de su dentadura.
Afortunadamente, en julio de 1939 se le informa que en unos meses se celebrará un nuevo juicio sobre su caso y deberá presentarse en Moscú. El detalle es que el viaje de más de 5000 kilómetros deberá recorrerlo por su cuenta. Korolev hace auto-stop y llega a Magadán, que tiene puerto en el Mar de Ojotsk, ante su desesperación se entera que el barco había partido. Después le informan que la nave tuvo un accidente y murieron 700 personas. La vida parecía un juego siniestro donde constantemente va esquivando la muerte.


                                  Korolev prisionero en 1940

En el viaje en tren hacia Moscú, Korolev casi moribundo logra recuperar fuerzas y finalmente llega en marzo de 1940, justo a tiempo para presentarse ante los jueces. La sentencia se hace pública y para asombro de él y su familia es sentenciado a 8 años en otro Gulag. Nuevamente lo salva la providencia porque el famoso ingeniero aeronáutico Andrei Tupolev lo incluye en una lista de 25 ingenieros destinados a una prisión donde van los científicos condenados por Stalin, entre ellos el propio Tupolev. Éste había tenido encuentros esporádicos con Korolev y al verlo se impresiona por el deterioro físico en que se encuentra. Pero este Gulag de los científicos es una prisión de lujo comparada con las anteriores.     
Korolev se va recuperando e ingresa en el nuevo proyecto de Tupolev, el avión de ataque y bombardeo de picado TsKB-29. En la Academia de Ciencias Soviética presenta un estudio sobre el vuelo en la atmósfera, la presurización de cabinas para viajes en el vacío y la protección de las tripulaciones contra el exceso de aceleración durante la partida y regreso de una misión espacial. Durante el período de guerra, entre 1942 y 1946, trabajó en la industria aérea, siendo aún prisionero.
Mientras tanto las contraofensivas soviéticas hacían retroceder a las fuerzas alemanas en forma permanente. Lo más temido por los nazis eran los cohetes con ojivas explosivas conocidos como Katiusha. Eran transportados por camiones y cuando decenas de ellos formaban en línea y comenzaban a disparar simultáneamente cientos de estos proyectiles, los efectos en las filas alemanas eran devastadores. ¿Sabía Stalin la enorme contribución que estas armas mortíferas estaban haciendo por el triunfo? ¿Tenía conocimiento de que fueron diseñadas por Korolev, el genio de la cohetería a quien trató como si fuera un vulgar delincuente?


                                    Cohetes Katiusha en plena acción

Cuando Alemania es derrotada, las fuerzas soviéticas fueron las primeras en entrar en Berlín, pero los norteamericanos llegaron antes a la base de Peenemunde, al noreste del país, donde Werner Von Braun y su equipo desarrollaron, con trabajo esclavo, los programas de la V-1 y la V-2. Junto con Von Braun y varios científicos se llevaron  varias V-2 que no alcanzaron a ser lanzadas. Algunos modelos que quedaron y un pequeño grupo de ingenieros cayeron en poder de los rusos y fueron incorporados a los proyectos espaciales soviéticos.
Korolev mejoró considerablemente el modelo V-2 de Von Braun y comenzó a producir la familia de cohetes tipo R hasta llegar al R-7 que el 4 de octubre de 1957, lanzó al espacio el Sputnik, primer satélite espacial.


                           Cohete modelo R-7 que lanzó al Sputnik

El Sputnik que emitía un sonido semejante al de un grillo, revolucionó el mundo y la historia. Estados Unidos se estremeció. Pasaba sobre territorio norteamericano siete veces al día, recordándoles cada vez, que no habían sido ellos los primeros. Se produjeron toda clase de especulaciones sobre sus funciones y objetivos, cuando en realidad transportaba sensores de temperatura y radiación, con los que midió la densidad de la atmósfera y la propagación de las ondas de radio.
Korolev, el artífice del Sputnik ya era un hombre libre, pero mientras la Unión Soviética anunciaba orgullosa la hazaña a los cuatro vientos, su nombre no figuró en la plana de los diarios ni fue mencionado por las radios. Debido a la tradicional costumbre rusa de mantener el secreto, nadie supo supo quien era el artífice de semejante hazaña y sus trabajos eran desconocidos.
El 3 de noviembre de 1957 fue lanzada la perra Laika y el 12 de abril de 1961, Yuri Gagarin, enviado al espacio por la Vostok 1 fue el primer ser humano en abandonar el planeta y regresar con éxito. A los pocos días un sonriente Gagarin, no se cansaba de saludar con su amplia sonrisa y los brazos extendidos mientras circulaba en un auto descapotado por las calles de Moscú. La multitud que lo saludaba en éxtasis fue comparable a la que se juntó el día del final de la guerra cuando Alemania se rindió al entrar las fuerzas rusas en Berlín. En ese auto descapotado, junto a Gagarin tendría que haber estado Korolev, al fin y al cabo fue el genio de este triunfo de la ciencia y sin duda alguna la mejor propaganda que exhibió la Unión Soviética ante el mundo, pero no, él iba mucho más atrás en la caravana de autos, la multitud no lo detectó y de haberlo visto no hubiera sabido quien era.


Yuri Gagarin con Sergei Korolev, anbos se tenían mutuo respeto y admiración

A partir de 1960 la salud de Korolev comenzó a deteriorarse, su organismo estaba revelando las penurias sufridas en los campos de concentración del régimen. Tenía problemas cardíacos, renales y finalmente, un cáncer de intestino lo envió a una intervención quirúrgica. Pocos días después moría el 14 de enero de 1966. Si fue impericia o imprudencia de los cirujanos, es algo que nunca se sabrá como tantas otras cosas durante el régimen comunista.
Recién entonces, el comité central del Partido dio a conocer el nombre del genio ignorado. Los rusos vieron por primera vez en la tapa de los diarios aquél hombre de rostro afable, de aspecto fornido y cuello corto, que hacía que la cabeza surgiera directamente del cuerpo y con el pecho cubierto de medallas. Cráteres lunares y marcianos, junto con asteroides llevan su nombre, así como la ciudad de Kaliningrado que ahora se llama Korolev.


                  Sello postal de la URSS en homenaje a Korolev

Su muerte fue un golpe durísimo para los proyectos espaciales soviéticos que perdieron excelencia y control de calidad, factores que condujeron a varios fracasos hasta que los Estados Unidos, al poner al primer hombre en la Luna, pasaron al frente en forma definitiva. Actualmente, terminada la guerra fría hay estaciones espaciales rusas y norteamericanas, donde conviven científicos de ambos países. A Korolev le habría gustado mucho ver esta colaboración exenta de prejuicios y política entre las dos potencias.


Robin McKie. Sergueir Korolev: the rocket genius behind Yuri Gagarin. The Guardian, 13/11/2011
Federico Kukso. El día que la Tierra se detuvo. Página 12, 03/10/2007
Daniel Marín. El día que casi ejecutan a Serguéi Korolev. EUREKA. 10/03/2011.
Anatoli Zak. Sergei Korolev. People: Korolev, 12/09/2018. http://www.russianspaceweb.com/korolev.html