Los caprichos del rey
Leopoldo II de Bélgica
(1835-1909)
Casi todas las monarquías de Europa, con distintos
grados de voracidad, depredaron el continente africano, pero sin duda fue el
rey Leopoldo II de Bélgica quién llevó su avidez a extremos devastadores en la
zona del Congo, un territorio equivalente a 76 veces el tamaño de su país.
Leopoldo consideraba que la grandeza de Bélgica, en lugar de lograrla mediante
el desarrollo de una industria competitiva propia, se debía obtener explotando
colonias en otros continentes.
Después de intentos infructuosos de comprar
Filipinas a España, enfocó su codicia sobre territorio africano y creó una
compañía privada a la cual denominó International
African Society, dedicada al comercio y la explotación del negro continente.
Se tomó el cuidado de disfrazarla como una asociación con objetivos científicos
y filantrópicos. La compañía contrató al famoso explorador Henry Morton
Stanley, para que hiciera un relevamiento de las riquezas y estableciera una
colonia en una zona rica de África. Stanley conocía el continente, pues como
periodista del New York Herald, fue quién después de una extensa búsqueda
encontró al médico misionero David Livingstone, cuyo paradero se había perdido.
Henry Morton Stanley
(1841-1904)
Un gigantesco territorio
privado
Stanley le informó a Leopoldo que la zona del Congo,
por sus recursos, era el lugar ideal para ser explotado. Mediante hábiles
maniobras diplomáticas, el monarca logró que en 1884 se formara la Conferencia
de Berlín en donde 14 países de Europa, junto con Estados Unidos, decidieron
como si fueran los dueños, el destino de África. Leopoldo logró retener lo que
se llamó el Estado Libre del Congo. El nombre de por sí era una farsa ya que de
libre no tenía nada y en realidad ni siquiera pertenecía a Bélgica, pues era
propiedad exclusiva del monarca.
En el nuevo territorio el orden se impuso con
soldados del ejército regular belga, donde se infiltraron gente de la peor
calaña, rufianes, ex presidiarios y aventureros inescrupulosos salidos de las
sentinas y de los peores barrios de Europa.
Al principio partió hacia Bélgica el valioso marfil y después fue el caucho, éstas y otras explotaciones menores como el cacao, transformaron a Bélgica en una potencia y Leopoldo llenó sus arcas privadas y construyó monumentos y plazas en Bruselas, pero no desarrolló ninguna industria. El tiempo libre lo dedicaba a uno de sus placeres favoritos, sus amantes, entre las que se incluían algunas prostitutas.
También daba conferencias donde se
mostraba como un filántropo altruista que había encarado la noble tarea de
combatir la esclavitud y llevar la cultura y la civilización al África. No
perdía oportunidad en sus tertulias palaciegas, especialmente si había
invitados extranjeros, de proclamar los progresos logrados en el Estado Libre
del Congo.
Caucho sangriento
La colonización de ese territorio fue la más brutal
en la historia de aquél continente, produjo un genocidio en la población, que
pese a su magnitud, más de seis millones de habitantes, es un hecho poco difundido.
Los esclavos debían traer diariamente una cuota de caucho y además los
alimentos para su familia y para la fuerza de ocupación. A medida que se iba
agotando el caucho en los alrededores, los recolectores tenían que alejarse
cada vez más en busca de esa emulsión lechosa que emanaba de los árboles, lo
cual hacía cada vez más difícil cumplir con la cuota exigida. El no
cumplimiento de la misma significaba latigazos, mutilaciones y muerte. Si el
esclavo escapaba, su familia era torturada y eliminada. Prácticamente no había
habitante que no tuviera las marcas del látigo en el cuerpo, otros murieron por
las mutilaciones, las enfermedades traídas por los blancos y degollados o
fusilados por los capataces.
Castigo con el chicote
Chicot, un oficial belga, había inventado el látigo
de piel de hipopótamo, que en homenaje a su creador se llamó “chicote”. Del
mango rígido, emergía un largo cordel que cuando restallaba al aire en las
manos expertas de los capataces, superaba la barrera del sonido produciendo un
estampido especial. Ante su vista los esclavos desorbitados temblaban de
terror, ya que muchas veces eran azotados hasta morir, transformados en una
masa de carne y sangre.
El extenso territorio del Congo era mediterráneo,
pero contaba con un corredor terrestre que remataba en un embarcadero sobre el
Océano Atlántico, desde donde partían las naves hacia los puertos flamencos con
toneladas de caucho y cantidad de marfil. De regreso solo traían armas espejos
de colores y chicotes. Ese era el “libre” intercambio comercial que preconizaba
el rey Leopoldo.
Esclavos negros
transportando en hamaca techada a un oficial belga
De feudo real a
propiedad del estado
Pese a la propaganda difundida por periodistas y
escribas contratados para destacar las “bondades” y progresos que se
desarrollaban en el Estado Libre del Congo, los informes de las atrocidades se
filtraron por múltiples fisuras. Uno de los paladines en divulgar la siniestra
realidad, fue Roger Casement, embajador itinerante del gobierno de Su Majestad de
Inglaterra. Este personaje inspiró a Mario Vargas Llosa para escribir la
historia novelada El sueño del celta, una
de sus últimas obras. Pero hubo
muchos otros que en forma individual o a través de distintas instituciones
laicas y religiosas, denunciaron lo que ocurría en el gigantesco feudo de
Leopoldo. Finalmente, el parlamente belga ante la presión local e
internacional, conminó al rey para que cediera al Estado su posesión africana,
que pasó a llamarse en 1908 “Congo Belga” bajo el control del parlamento.
Roger Casement
(1864-1916)
El operativo fue un mero maquillaje y Bélgica siguió
explotando al país africano, sin sacar en ningún momento sus garras de aquél
territorio, donde además se habían descubierto enormes riquezas minerales. No
hubo cambios sustanciales hasta que surgió Patrice Lumumba, un líder único en
la historia de África y una de las mentes más esclarecidas en la lucha contra
la explotación del hombre por los insaciables monopolios y empresas que
rapiñaron el Congo.
Comienza aquí otra historia de luchas, traiciones y
la hipocresía de las grandes potencias, que no estaban dispuestas a ceder un
ápice sus intereses en aquél territorio. Este nuevo período de la historia del
castigado país amerita un capítulo aparte que será tratado en el próximo número
de El Mordaz.
-El
Congo del rey Leopoldo II, historia de una infamia. El Mentidero de Mielost. http://chrismielost.blogspot.com.ar/2012/11/el-congo-del-rey-leopoldo-ii-historia.html
-Mario
Vargas Llosa. El sueño del celta.
-Leopoldo
Segundo. Biografía y vidas. http://www.biografiasyvidas.com/biografia/l/leopoldo_ii.htm
-El
Congo, la vergüenza de Bélgica. La Razón, 21/06/2014.