Es
el 26 de agosto de 1944, los aliados liberan París y el general De Gaulle
precede a una multitud de civiles y militares que se dirige al Tedeum desde los
Champs Élysées hacia la Place de la Concorde. Su altura y su porte erguido lo
destacan del resto de la gente y también lo hacen un blanco fácil para los
francotiradores alemanes, lo último que queda del orgulloso ejército que había
entrado triunfal en 1940.
Entrada triunfal de DeGaulle
en París
Súbitamente,
desde varios edificios surgen disparos en todas direcciones, la multitud se
dispersa, otros se arrojan al suelo, pero De Gaulle sigue marchando impasible.
Hace 4 años que está esperando este momento de gloria y no se lo van a
estropear unos alemanes que todavía creen que París les pertenece. Este episodio
es relatado por un corresponsal de la BBC de la siguiente manera: “fue una de
las escenas más dramáticas que presencié, el general de Gaulle caminaba
incólume sin apurar el paso en medio del fuego mientras los proyectiles caían a
su alrededor. Fue el ejemplo más extraordinario de coraje que haya visto.”
Durante
la década del 30, De Gaulle, un veterano de la Gran Guerra, había escrito
varios tratados sobre el combate y tenía una visión moderna acerca de la
táctica y la estrategia. Era consciente que las fuerzas armadas francesas estaban
totalmente atrasadas en estos aspectos y que la gravosa línea Maginot,
producto de un concepto estático de la guerra, estaba destinada al fracaso ante
fuerzas alemanas ágiles que la rodearían cortando en dos a los ejércitos aliados.
Una
vez que cayó Francia, De Gaulle se trasladó a Londres para seguir la lucha
desde allí: “Franceses”, había dicho a través de transmisiones de la BBC,
“Francia perdió una batalla, pero no la guerra”.
El general de Gaulle
hablando a través de la BBC a la resistencia francesa
En
una claudicación sin precedentes el general Petain, héroe de la Primera Guerra
Mundial, formó parte del armisticio por el cual Alemania terminaba ocupando
gran parte del territorio galo, excepto la zona de Vichy que quedó a cargo de
Petain y que se transformó en una dictadura estilo fascista. La consigna de la
Revolución Francesa “libertad, igualdad, fraternidad”, se cambió por los
insustanciales términos “trabajo, familia y patria.” En agosto de 1940, una
corte marcial condenó a De Gaulle en ausencia, a la pena de muerte por alta
traición, degradación y confiscación de sus bienes. Francia
volvía a repetir el mismo error que había cometido con Dreyfus.
Los
años transcurridos en Londres no fueron fáciles para De Gaulle, carecía de
status político y era un general sin ejército, pero tenía una fe absoluta en su
destino y una total convicción de que la historia le tenía reservada el
liderazgo de su país. Su obstinación y devoción por Francia y su fuerte y
orgulloso carácter le ocasionaron fricciones con Churchil y los comandos
ingleses. No obstante, se las arregló para organizar las llamadas Fuerzas de la
Francia Libre, estrechando contactos con los grupos de resistencia y los
servicios de inteligencia británicos.
Terminada
la guerra, se opuso a la Cuarta República que se formó en 1946 y a su nueva
constitución, a la que consideró una repetición de los errores políticos y de
gobierno de la Tercera República.
Permaneció recluido y escribiendo sus memorias
mientras su país, después de ocho años de guerra estéril, sufría una humillante
derrota en Indochina cuando las fuerzas colonialistas francesas sucumbieron en
1954 ante la táctica brillante del general vietnamita Vo Nguyen Giap. Cuatro
años después, la insurrección en Algeria puso a Francia al borde de la guerra
civil y llevó a la Cuarta República a un callejón sin salida.
Convocado
por el presidente Rene Coty quién estaba dispuesto a renunciar si De Gaulle no
se hacía cargo del gobierno, se presentó ante la Asamblea Nacional que lo
designó primer ministro. Pero De Gaulle exigió la reforma de la constitución y
mediante un referéndum fue elegido presidente de la república con poderes
extraordinarios, porque sabía que la situación caótica del país exigía un líder
con un estado fuerte y capacidad para tomar decisiones.
Ya
en el poder, una de sus principales preocupaciones fue darle a Francia libertad
de acción en el plano político y militar ante las pretensiones de liderazgo de los Estados Unidos sobre Europa, el gran ganador y beneficiario del
conflicto. Esto conduciría a profundas divergencias con ese país, que culminaron con la entrevista que tuvo lugar en 1958 entre de Gaulle
y el secretario de estado norteamericano John Foster Dulles. Este personaje había
sido el artífice junto con la CIA, de la invasión de marines en Guatemala que
derrocó al gobierno democrático de Jacobo Arbenz por haber tratado de limitar
el poder omnímodo de la United Fruit. Por entonces, el hermano de Foster Dulles
era uno de los principales accionistas de esa compañía.
Por
lo tanto, las cartas de presentación del secretario de estado norteamericano,
estaban lejos de ser honorables y seguramente de Gaulle tenía en claro que
Foster Dulles era un político inescrupuloso. Así lo demostró cuando hizo una
descripción poco menos que apocalíptica de la situación mundial dominada por la
amenaza de la Unión Soviética sobre Europa, Asia y África. Pretendía que Europa
permitiera la instalación de misiles norteamericanos, incluyendo al territorio
francés, lo que llevaría al mundo a un límite peligroso de la guerra fría.
John Foster Dulles
1888-1959)
De
Gaulle desarmó todos los argumentos de Foster Dulles y afirmó que su país no
aceptaría ningún tipo de arma extranjera en su territorio a menos que
estuvieran bajo su propio control. Más aún, le aseguró al norteamericano que
Francia construiría su propio armamento nuclear. El enviado de Washington
regresó a su país rumiando su furia y con las manos vacías. Más tarde, De
Gaulle solicitó al presidente Eisenhower que se realizara una concertación
permanente entre Estados Unidos, Inglaterra y Francia para tratar todos los
problemas internacionales incluyendo los temas nucleares, pero Washington no
aceptó.
En
la crisis de los misiles que la Unión Soviética pretendió instalar en Cuba, De
Gaulle apoyó al entonces presidente Kennedy, pero se negó a participar en el
bloqueo comercial que los Estados Unidos impusieron a la isla.
De
Gaulle puso fin al grave problema que Francia venía arrastrando con Algeria y
sus movimientos de liberación y en 1962 mediante un referéndum sobre
autodeterminación, Algeria se constituyó en una nación independiente. Esta decisión
le generó un enemigo peligroso: la OAS (Organisation
de l’armée secrete), constituida por militares que habían participado en la
guerra de Algeria y que en su mentalidad colonialista consideraron una traición
la independencia argelina. Muchos de ellos, encontraron nueva ocupación en la
tristemente célebre Escuela de las
Américas donde enseñaron a los uniformados de América Latina los métodos de
tortura que aplicaron sin éxito a los prisioneros argelinos.
De
Gaulle hizo una amplia política de apertura con todos los países del mundo y
fue el primer presidente francés que visitó la Argentina en su gira por
América. Junto con el presidente Arturo Illia inició un programa de cooperación
entre Francia y Argentina que aún está vigente y que abarcó áreas de la
cultura, la técnica y la ciencia.
Encuentro entre el general
de Gaulle y el presidente Arturo Illia
Finalmente,
hay que destacar la dura oposición que adoptó ante el sistema monetario
internacional que daba al dólar la condición de moneda de reserva. Esto
brindaba a Washington una poderosísima herramienta dispensándolo de todas las
reglas habituales de gestión de su déficit. Sin duda alguna, de Gaulle resultó
un personaje sumamente incómodo para las pretensiones imperiales
norteamericanas.
Hoy
día, los gobiernos franceses y los del resto de Europa, han venido claudicando
ante la expansión económica y militar de los Estados Unidos que se apropió
totalmente del control de la OTAN y no frenó su poderío a pesar del derrumbe de
la Unión Soviética. Por el contrario, se multiplicaron las bases
norteamericanas cuando ya no había ninguna necesidad de ellas, si es que alguna
vez las hubo. Europa ha cedido ante el poder de los mercados y su especulación
desenfrenada, que controlando las finanzas y los medios de difusión, transformaron
a los gobiernos europeos en estados débiles e inoperantes.
Los
tratados de libre comercio que Estados Unidos está negociando con los países
europeos son una farsa, ya que en los futuros
litigios entre las grandes corporaciones y los respectivos países, no
intervendrá la Justicia del Estado en cuestión sino un equipo de árbitros
privados. Eso equivale al desmantelamiento de los andamiajes jurídicos europeos
y el surgimiento de una Justicia privatizada y al servicio del mercado. Basta
que el dinero haya pasado por los Estados Unidos o un simple correo electrónico
que utilizó los servicios de un servidor norteamericano para que se habilite la Justicia de ese país: Estaríamos en presencia de la
maniobra más brutal del neocolonialismo financiero, que ya no pasa por la extensión
territorial sino por la ampliación de su jurisdicción para dictar reglas de juego.
Lo
dramático de la situación es que el país galo, desde hace tiempo, no cuenta
actualmente con un líder de la talla de de Gaulle que eleve a Francia al lugar
que se merece entre las grandes naciones.
Charles de Gaulle
(1890-1970)
Paul-Marie
de la Gorce. El sueño de una política autónoma. Suplemento 5 sobre Francia de
Le Monde Diplomatique.
Gaulle
Charles de. Encyclopaedia Britannica, vol. 5 pag 149 -50. Chicago 1995.
Periodismo
por periodistas. Hace 50 años De Gaulle visitaba Buenos Aires. Tea&deportea.
http://www.teaydeportea.edu.ar/archivos/hace-50-anos-de-gaulle-visitaba-la-argentina/
Charles de Gaulle. Wikipedia. The
Free Encyclopedia. http://en.wikipedia.org/wiki/Charles_de_Gaulle
Sandra
Russo. Los 90 globales. Página 12, 27,06,2015.