Aviones
de la marina y algunos de la aeronáutica, se dirigieron desde distintas bases
hacia la capital federal. En el fuselaje estaba dibujada una cruz y una V, el
logo de Cristo vence. Cada avión llevaba dos bombas y se dirigían en varias
oleadas hacia la Plaza de Mayo.
Hacía
más de un año que la Armada venía conspirando y en Ezeiza había construido un
depósito clandestino para guardar bombas de última generación compradas con el
dinero de los contribuyentes. Se hicieron ensayos de vuelos rasantes y ejercicios
terrestres por parte de la Infantería de Marina. La oportunidad se fue
aproximando en la medida que gran parte de la población sentía un descontento y
rechazo por la falta de libertad de prensa y la agobiante demagogia.
La
Iglesia tomó distancia de Perón y fue el elemento catalizador de la rebelión.
La manifestación de Corpus Christi y la expulsión de los obispos Ramón Novoa y
Manuel Tato fuera del país, aceleraron la fecha del operativo que quedó fijada
para el 16 de junio de 1955. El ejército no participó en el proyecto y ese fue
la mayor limitación que tuvieron los rebeldes, pero disponían de la Infantería
de Marina junto con unos cuantos civiles bien armados que saldrían del
Ministerio de Marina. Conviene recordar los apellidos de algunos de ellos:
Cosme Beccar Varela, Santiago de Estrada, Ricardo Curutchet y Mario Amadeo.
También varios políticos estaban involucrados en el complot: el conservador
Adolfo Vicchi, el socialista Américo Ghioldi y el radical Zavala Ortiz. Dentro
de la Armada se encontraba quién sería parte de la junta de Comandantes del
Proceso, el entonces joven Emilio Massera.
A
las 1240 del mediodía cuando llegaron las primeras oleadas de aviones, la Plaza
de Mayo se encontraba muy concurrida por alumnos que salían de los colegios y, empleados
que se trasladaban entre las oficinas o iban a almorzar. Sobre esa población,
los Gloster Meteor lanzaron en vuelo rasante 14 toneladas de bombas. Muy pocas
cayeron en la Casa Rosada, el resto explotó en la plaza. La estatua de
Belgrano, la Pirámide de Mayo y el Cabildo, para suerte de la mala puntería de
los conspiradores, se salvaron milagrosamente. Los últimos Gloster Meteor
lanzaron ráfagas de ametralladoras contra la gente de la plaza con sus cañones
de 20 mm que tienen el poder de una granada.
La
población fue tomada por sorpresa y los daños colaterales fueron enormes,
porque si bien la intención era eliminar a un solo individuo, el presidente de
la República, no tuvieron ningún reparo en matar a sus propios ciudadanos. De
esta manera asesinaron a 355 hombres y mujeres de todas las edades mientras los
hospitales colapsaron con más de 600 heridos, muchos de los cuales también
fallecieron. Varios granaderos que defendieron en inferioridad de condiciones
la casa de gobierno contra la Infantería de Marina y los civiles armados
también murieron en la refriega.
El
episodio ha sido comparado por su semejanza al ocurrido en 1937, durante la
guerra civil española. Ocurrió en la ciudad de Guernica cuando una escuadrilla
de bombarderos alemanes experimentó sobre la ciudad para probar la eficacia de
un ataque aéreo. Fue un operativo de sorpresa que alcanzó a matar a 130 civiles
desprevenidos. Esa es la mentalidad del fascismo, el comportamiento de la
derecha, siempre fue asesino.
Los
aviadores huyeron a Montevideo, habían cumplido con su deber, estaban
infatuados de gloria. No había cargo de conciencia en sus espíritus ¿acaso no
llevaban en las alas el símbolo de Cristo vence y el operativo había sido
bendecido por los obispos? No, la de ellos era una misión justiciera iluminada
por el Espíritu Santo.
No
se recuerda en la historia, al menos en el continente americano un episodio
donde la aviación mate a sus propios ciudadanos. Igual que los pilotos nazis en
Guernica, los de la marina actuaron de sorpresa y por lo tanto las pérdidas
humanas fueron tan altas.
Ni
siquiera el dictador Pinochet mató a civiles cuando tomó la Casa de la Moneda.
El edificio ya estaba rodeado por los tanques y blindados del ejército cuando
bombardeó la aviación, que dicho sea de paso, tuvo más puntería que los pilotos
de la Marina.
Refiriéndose
al bombardeo, el diario La Nación interpretó que el fuego aéreo contra la
población civil, debía ser considerado como una consecuencia “algo natural “,
en las confrontaciones políticas.
Sin
el apoyo del ejército el golpe abortó a las pocas horas. Grupos leales al
gobierno esa noche realizaron actos de vandalismo en varias iglesias a las que
consideraban el emblema del poder eclesiástico que había apoyado la matanza de
la Plaza de Mayo. Hace pocos días, el mismo diario La Nación, ahora dirigido
por los Saguier, una familia ultraliberal constituida por conspicuos miembros
del Opus Dei, manifestó en su editorial que el Papa, al reconciliarse con la
presidenta Cristina, había puesto un manto de olvido sobre el episodio de la
quema de las iglesias por el peronismo. El periódico omitió informar que fue la
consecuencia de la reacción indignada del pueblo por la masacre de Plaza de
Mayo, con la bendición de la jerarquía eclesiástica.
Perón
no ordenó el fusilamiento de ninguno de los que cayeron prisioneros, pero cinco
meses después, cuando asumió la Revolución autotitulada “Libertadora”, fusiló a
decenas de civiles y a varios militares que habían hecho un intento de
levantarse contra la dictadura de Aramburu. Ninguno de los ajusticiados había
matado a nadie, no obstante fueron puestos ante pelotones de fusilamiento sin
juicio sumario alguno.
La
versión de los asesinos barrió con toda capacidad de asombro. Un volante de la
“Marina de Guerra en operaciones”, bajo el título esquizofrénico de “Responsabilidad
de Perón y la CGT en la matanza de Plaza de Mayo”, señalaba en el panfleto que
la Marina de Guerra se sublevó, enviando al gobierno un ultimátum de rendición.
Al rechazarlo y apelar al Ejército, el gobierno se colocó en actitud
beligerante y por lo tanto era responsable de las consecuencias del bombardeo.
El texto continúa con argumentos inverosímiles, pero solo encabezamiento es
suficiente para evidenciar que fue una justificación vergonzosa y miserable.
En
primer lugar una fuerza armada no se debe sublevar contra un gobierno
legítimamente constituido. Lo del ultimátum era una mentira, fue un ataque
sorpresa artero y cobarde. Perón no apeló al ejército, aunque tenía todo el
derecho de hacerlo. Los sublevados se rindieron por miedo a ser linchados por
la multitud. Finalmente, la única posición beligerante fue la de la Marina, ¿o pretendían
que Perón los esperara sentado en su despacho para acribillarlo ?
La
dictadura de Aramburu puso un piadoso manto de silencio sobre aquel
acontecimiento. Había que tapar una de las más grandes infamias de la historia
argentina y el hecho no se volvió a recordar. Los gobiernos radicales tampoco
lo hicieron, es que varios de sus miembros apoyaron el operativo y poco tiempo
después también respaldaron el golpe militar del 55. La vergüenza les impedía
mencionar aquel luctuoso episodio. El tiempo les enseñaría que ellos también
eran vulnerables a los desvaríos de la soberbia uniformada.
Felipe
Pigna. Los mitos de la historia argentina, volumen 4.
Marcelo
Larraquy. De Perón a montoneros. Editorial Aguilar 2010. Plantea 2008
bien relatado e informado, Ricardo
ResponderEliminarLa memoria por recuperar y la mentira por borrar , gracias por el aporte , muchos muy jovenes no tienen idea de la dimension y las consecuencias de esta masacre.
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