Uno de los mitos más exitosos arraigado a fondo en los
argentinos, es la idea de que a principios del siglo pasado, el país era una
potencia que se encontraba entre las 10 primeras del mundo. Digo exitoso porque prácticamente todos, creímos a pie juntillas esta fábula
inculcada por el neoliberalismo.
El mito volvió a resurgir hace poco tiempo proveniente
de un artículo del New York Times, escrito por un tal Roger Cohen, quién según
el diario La Nación es un “veterano
periodista”. Es importante señalar que el New York Times para los Mitre es el
oráculo de Delfos y sus artículos son sacrosantos. Así me lo comentó en una
oportunidad un conocido periodista de La Nación. Entre ambos periódicos
existe una especie de círculo vicioso que se retroalimenta. Roger Cohen, quién
seguramente posee una ignorancia supina sobre nuestro país, se hace traducir
varias tapas del diario de los Mitre, que siempre muestran un panorama sombrío del
gobierno actual y con eso arma una nota. Al día siguiente La Nación lo anuncia en tapa y columna interior. Es una especie de
ping- pong, un ida y vuelta de la misma información.
Roger Cohen
Según Cohen, a principios del siglo pasado, Argentina
era más próspera que Suecia y Francia, una idea temeraria sin datos que la
sustenten. Como bien dice Mempo Giardinelli en su nota de Página 12: “A lo
sumo, éramos un país periférico, casi una colonia, con muchas riquezas
naturales, pero estructuralmente atrasadísimo y gobernado por dirigencias
prebendarias, racistas, corrompidas y serviles”.
No se descarta que hubo progresos
que justificaron el despilfarro del Centenario de la Revolución de Mayo durante
la presidencia de José Figueroa Alcorta. En
menos de cuatro décadas, el país se había convertido en uno de los principales
productores de alimentos del mundo con alrededor de 12 millones de hectáreas
sembradas, 5 millones de toneladas de granos exportadas y millones de cabezas
de ganado de la mejor calidad pastando por sus campos. A la vez presentaba una
infraestructura de las más modernas como sus puertos, las redes tranviarias
urbanas y los 28 mil kilómetros de vías férreas que surcaban el territorio de
la nación conectando el interior del país con Buenos Aires.
Lo que parecía un avance extraordinario, era un espejismo. Los gobernantes se sentían orgullosos de que al país se lo
considerara el granero del mundo. En realidad se estaba llevando a cabo el plan
de Inglaterra de la distribución internacional del trabajo, donde una clase
dirigente mediocre y subordinada, se sometió sin resistencia alguna, al puesto
adjudicado: el de ser un país productor y exportador de materias primas.
Durante
décadas, con el apoyo del diario La
Nación, que respondía y aún lo hace, a los intereses de la Sociedad Rural
Argentina, se obstaculizó en forma permanente a la industria
nacional con una aduana que establecía bajos impuestos a las manufacturas
provenientes de Europa, especialmente de Inglaterra. A esto se asoció un estado
servil a los intereses foráneos, que le negó todo respaldo a las incipientes
fábricas locales que no pudieron competir con los productos importados. En esto
colaboró ampliamente una Corte Suprema de Justicia que aprobaba sin
cuestionamientos todos los decretos emanados de los gobiernos de turno de
entonces y no porque fueran serviles, sino porque estaban imbuidos del mismo
pensamiento oligárquico.
En
cuanto al crecimiento de la infraestructura durante aquellos años, no era más
que otra quimera, los frigoríficos, las empresas de tranvías y los ferrocarriles
estaban en manos de los ingleses quienes determinaron el trazado de las vías
según su conveniencia.
Juan Bialet Massé
(1846-1907)
Joaquín V. González, ministro del
Interior, durante el gobierno de Roca, le encomendó a Juan Bialet Massé,
médico, abogado y profesor, de origen catalán, para que elaborara un informe
sobre las condiciones de vida de la población obrera en todo el país. El
resultado fue una extensa y exhaustiva descripción de las condiciones laborales
de los peones del campo, de los mineros y otras actividades en varias zonas del
territorio nacional. Por sobre todas las cosas, el informe fue lapidario y
mostró el verdadero rostro de como vivía gran parte de la sociedad. Cito un
párrafo representativo de las condiciones laborales de miles de argentinos:
“En las cumbres del
Famatina he visto al peón cargado con 60 y más kilogramos deslizarse por las
galerías de las minas, corriendo riesgos de todo género, en una
atmósfera de la mitad de la presión normal; he visto en la ciudad de la Rioja
al obrero, ganando sólo 80 centavos, metido en la zanja estrecha de una cañería
de aguas corrientes, aguantando en sus espaldas un calor de 57ºC, a las dos de
la tarde”. El trabajo infantil y las jornadas de 14 horas eran una constante en
todos los lugares recorridos por Bialet Massé.
En la ciudad de Buenos Aires la situación no era mejor,
los trabajadores, la mayoría de ellos inmigrantes, estaban hacinados en
conventillos precarios y nauseabundos, pagando alquileres exorbitantes en
relación con los ingresos.
Las huelgas obreras se sucedían continuamente en
reclamo de mejoras y eran reprimidas ferozmente, dejando tendales de muertos. En
esta actividad tuvo gran protagonismo el jefe de policía coronel Ramón Falcón,
quién terminó siendo ajusticiado por el anarquista Simón Radowitzky. Ver: El coronel y el anarquista
Cnel Ramón
Falcón (1855-1909) Simón Radowitzky
(1891-1956)
Fue en este marco de huelgas, hambrunas, explotación
laboral, miles de presos políticos, ley de Residencia para expulsar a los
inmigrantes díscolos y en pleno estado
de sitio, que la oligarquía festejó el Centenario de la Revolución de Mayo.
Un hipócrita decorado donde se cursaron invitaciones a toda la nobleza europea,
pero solo vino la Infanta Isabel de España, una aristócrata de segunda
categoría.
La infanta
Isabel junto con el presidente Figueroa Alcorta
En contrapartida el Bicentenario mostró una Argentina
real y pujante, en cuyas fiestas y actos públicos participaron millones de
ciudadanos sin personajes de frac ni carruajes lustrosos, ni estado de sitio.
Tanto el
señor Cohen, como muchos artículos de Mario Vargas Llosa y otros plumíferos
columnistas de El País, The Washington Post, O Globo y sectores de la prensa
vernácula, ni saben ni pretenden comparar los dos centenarios para sacar
conclusiones válidas. Los enceguece su fanatismo ideológico.
Fiestas del Bicentenario
La fiesta de la Plaza de Mayo
El domingo
pasado el festejo del 25 de Mayo tuvo connotaciones gigantescas, una
muchedumbre como muy pocas veces se ha dado, concurrió masivamente a la Plaza.
Fue la mejor demostración de que el ocaso del ciclo kirchnerista, era solo una
expresión de deseo del marco opositor y de los medios hegemónicos, que omitieron
sacar en sus respectivas tapas fotos del acto. Mejor callar, habrán pensado,
que admitir que la actual política de inclusión, soberanía y desarrollo, goza
de muy buena salud.
Juan Suriano. Los festejos del primer
Centenario de la Revolución de Mayo y la exclusión del movimiento obrero.
Historiapolítica.com. http://historiapolitica.com/datos/biblioteca/suriano.pdf
No, la Argentina no llora por usted, Sr. Cohen
Por Mempo Giardinelli Página 12,
02/03/2014.
Juan Bialet
Massé, figura a reflotar en el Bicentenario. http://www.taringa.net/posts/info/5541671/Juan-Bialet-Masse-figura-a-reflotar-en-el-Bicentenario.html