Pretender llevar a cabo una biografía auténtica de Elmyr de Hory,
es una tarea compleja porque todo en él es de dudosa veracidad, empezando por
su propio nombre. Suponemos que era judío, porque cuando los alemanes
invadieron Francia, se lo le llevaron prisionero.
Elmy de Hory
(1906-1976)
Elmyr de Hory nació en Budapest
en 1906 y fue bautizado por la religión calvinista, lo cual pone en duda su
judaísmo. Durante su infancia y adolescencia se llamó Hoffman Elemer, pero como
cambió varias veces de nombre, elegiremos el primero que fue el más utilizado
por él y por quienes lo conocieron. En esta semblanza lo recordaremos
simplemente como Elmyr. En cuanto a de Hory es un apellido que le sirvió para
darse lustre como aristócrata húngaro.
Estudió arte en la Academie la
Grande Chaumiere y su pretensión era llegar a ser un artista destacado, pero en
aquella época en París la competencia era muy grande con Matisse, Picasso y los
impresionistas. Cuando estalló la segunda guerra los alemanes lo hicieron
prisionero, pero no se sabe con certeza dónde ni como, logró escapar y después
de recorrer media Europa, terminó nuevamente en París cuando ya había acabado
el conflicto bélico.
Vivió en una buhardilla pintando
sin lograr sobresalir y para distraerse se dedicó a realizar algunas copias de
los pintores contemporáneos. Su vida cambió por completo cuando un día lady
Campbell una amiga suya, que además era millonaria y coleccionista de obras de
arte, fue a visitarlo a su humilde vivienda-atelier en la Rue Jacob. La dama se
fijó en un cuadro colgado en la pared y preguntó: ¿es un Picasso, verdad?
Suponemos que Elmyr no contestó o hizo un gesto afirmativo. Lady Campbell le
compró la obra por una suma generosa.
Semanas después se encontró con
él en una reunión y le dijo con falso pesar: “Sabes Elmyr, lamento decirte que
estando en Londres y hallándome corta de dinero vendí el Picasso que te compré
a una suma muy superior a la que te pagué”.
Elmyr se dio cuenta de que si
bien carecía de talento creativo, tenía la enorme habilidad de realizar copias
perfectas de otros pintores. No intentó fraguar a los artistas del
renacimiento, sus obras eran demasiado elaboradas y estaban todas instaladas en
museos y colecciones privadas. Más fácil era copiar a los impresionistas y a
los cubistas cuyas obras se encontraban en circulación y ya se cotizaban a
valores muy jugosos.
Arlequín de Picasso, copiado por Elmyr
La vida de Elmyr cambió por
completo, con el transcurso de los años llegó a vender alrededor de 1000 copias
y lo más fascinante de esta historia fue que empezaron a surgir copiadores de
sus copias, aunque sin lograr la calidad de sus “originales”. ¿Qué más puede
pretender un falsificador que el sueño de comprobar que se hacen copias de sus
copias?
Dedicarse a esta tarea no era
fácil y además, tenía sus riesgos. Elmyr vivía saltando de un país a otro y así
recorrió Brasil, México, Miami, Texas, Los Angeles, Nueva York, Londres y
Zurich con falsos pasaportes. Imposibilitado de seguir utilizando nombres
falsos, como siempre hizo con su vida y sus obras, delegó el trabajo de
realizar las ventas a su ex amante y socio Fernand Legros, porque Elmyr era
abiertamente homosexual. Legros le pagaba cifras muy inferiores a las que
ganaba vendiendo sus obras, de manera que Elmyr nunca atesoró una gran riqueza,
pero vivía bien, gozaba de muchas amistades, la mayoría provenientes de la alta
sociedad y no se privaba de banquetes y reuniones. Siempre se dijo que tenía
una personalidad avasallante y era un gran animador de fiestas y encuentros.
Modigliani, copiado por Elmyr
En su vida apareció el periodista
yanqui Clifford Irving quien decidió escribir su biografía, que tampoco podemos
considerarla como absolutamente verídica ya que Irving había escrito
previamente la vida del magnate Howard Hughes, que por estar plagada de
falsedades le costó varios años de cárcel. Ver EL OBSESIVO HOWARD HUGHESS (hacer click aquí)
Sin embargo, no nos queda más remedio que recurrir, al menos en parte, a diversos pasajes de la vida de Elmyr según como lo relata Irving. Además, el periodista fue una pieza fundamental para que los dueños de galerías de arte pudieran rastrear la ubicación de las falsificaciones en las distintas colecciones de magnates europeos y americanos.
Sin embargo, no nos queda más remedio que recurrir, al menos en parte, a diversos pasajes de la vida de Elmyr según como lo relata Irving. Además, el periodista fue una pieza fundamental para que los dueños de galerías de arte pudieran rastrear la ubicación de las falsificaciones en las distintas colecciones de magnates europeos y americanos.
Elmyr lanzaba
el desafío: él no era un falsificador y al respecto decía: “La palabra me
desagrada, y además no la encuentro justa. Soy víctima de las costumbres y las
leyes del mundo de la pintura. ¿El verdadero escándalo no es acaso el propio
mercado? En un mero plano artístico, desearía considerarme como un intérprete.
Al igual que se ama a Bach a través de Óistraj, se puede amar a Modigliani a
través de mí”. Consideraba que un verdadero falsificador también incluye en la
copia la firma del artista, mientras que él nunca lo hacía. En una entrevista
en Ibiza, su radicación definitiva manifestó: “En mis
buenos días pinté Matisses que son sin duda mejores que los que pintó el propio
Matisse en sus malos días”. Acto seguido dejaba la copa de Chivas Regall, se
levantaba del sillón y en menos de un minuto bosquejaba un perfecto Matisse,
para después arrojarlo al fuego de la chimenea.
Henry Matisse, Odalisca. Copiada por Elmyr
Las copias de Elmyr comenzaron
vendiéndose a 100 dólares, para escalar a 1000, luego a 10.000 y las últimas ya
se cotizaban en 100.000 dólares. Fue entonces que las casas de subastas se
abstuvieron de seguir rematando sus obras ante el surgimiento de
falsificaciones del falsificador, aunque de
mucha menor calidad.
En algún momento tendría que
ocurrir la indignación y denuncia de algún millonario estafado y este fue el
magnate del petróleo Algur Hurtle Meadows que adquirió 40 obras de Elmyr por una cifra millonaria. Con
gesto benefactor, cedió varias piezas a un museo de Dallas que al poco tiempo
se las devolvió sigilosamente porque los Modigliani y los Matisses donados no
eran auténticos. Meadows hizo juicio y lo ganó, pero quien fue a parar a la
cárcel fue Legros, el encargado de vender las pinturas.
Elmyr pasó los últimos 15 años de
su vida en Ibiza, obviamente con nombre falso, Legros se hizo cargo de la
compra de la mansión porque él estaba legalmente imposibilitado. Esos años
vivió rodeado de amigos que hasta le traían la comida y lo mimaban con fiestas
y reuniones hasta que al gobierno de España le llegó una orden de extradición
emitida por el gobierno de Francia. Cuando al día siguiente la Guardia Civil se
presentó en su casa para llevárselo encontraron que era imposible cumplir con
la orden, porque Elmyr yacía debajo de una lápida. A lo largo de su vida había
cometido varios intentos de suicidio, pero siempre lo salvaba alguno de sus
amigos o amantes. El último de ellos, Mark Forgy, esta vez llegó tarde.
Elsa
Fernández Santos. La gran burla de Elmyr de Hory. El País, 07,02,2013
Iñaki Berasaluce. La excesiva y truculenta vida
del mayor falsificador de todos los tiempos. Strambotic, 30/12/2016
Juan
Forn. A la manera de Elmyr. Página 12, 23/05/2014