La Presidenta Cristina en las Naciones Unidas
Hace tiempo que la Argentina es, ante los ojos del mundo financiero internacional, la oveja negra, el mal ejemplo que hay que ignorar para que no sea seguido por aquellos países europeos que hoy día han perdido soberanía económica y política. Cundiría el pánico en las autoridades del Banco Mundial, el FMI y las corporaciones financieras como Lehman Brothers, si España, Grecia, Portugal, o Italia decidieran imitar a la Argentina, abandonar las desastrosas políticas de Friedman y volcarse a las de Keynes.
Declaraciones como las del líder de izquierda, segunda fuerza política de Grecia, Alexis Tsipras, elogiando la forma en que Argentina resolvió sus crisis, repetidas por miembros del movimiento de indignados de otros países europeos, generaron profunda preocupación en el mundo de las finanzas especulativas. Más aún cuando dos premios Nobel de Economía, Paul Krugman y Joseph Stiglitz, ponderaron las medidas adoptadas por el gobierno argentino que le permitió salir de una nación literalmente borrada del mapa para volver a ser un país soberano, solvente e independiente.
Paul Krugman y Joseph Stiglitz
A este mal ejemplo que venía dando la Argentina que en 2003 pateó el tablero y decidió generar su propio modelo económico, se sumaron dos hechos ocurridos durante la gestión de la Presidenta Cristina que escandalizaron al mundo de las finanzas. Uno de ellos fue la expropiación de YPF a Repsol, que estaba haciendo un vaciamiento de nuestra petrolera similar al que ocurrió con Aerolíneas por el grupo Marsans. La otra medida, considerada una profanación a las leyes del mercado, fue la nueva Carta Orgánica del Banco Central abandonando el postulado neoliberal de un estado prescindente y sumiso al poder financiero.
Que estas y otras medidas sean duramente criticadas por la banca internacional, el Banco Interamericano de Desarrollo, el FMI y la Organización Mundial de Comercio, responde a una línea coherente por parte de esas instituciones, que en alguna medida se ven afectadas al no poder seguir controlando la economía argentina. Lo que resulta perturbador, por no decir despreciable, es que elementos locales como Prat Gay, Redrado y su guía e inspirador, el “Mingo” Cavallo, se pongan en la vereda de enfrente haciendo lobby para esas instituciones. Prat Gay lo dijo claramente en un programa de televisión del monopolio Clarín, que la Argentina, ante una necesidad, no debía utilizar recursos financieros propios sino tomar préstamos a la banca internacional o al FMI. En otros términos volver a endeudarnos.
Ahora bien, gracias a que las consultoras como Moody’s nos adjudicaron un riesgo país elevado, si a la Argentina se le ocurriera solicitar un préstamo, lo deberá devolver con un interés que es el doble del de Grecia y España que se encuentran al borde del default. Entonces, personajes como Prat Gay son lisa y llanamente traidores a la patria, típicos cipayos vernáculos que tanto daño le causaron a la Argentina desde Rivadavia hasta la fecha.
Las calificadoras de riesgo Moody’s y Standard & Poors a quienes el diario La Nación considera el oráculo de Delfos en materia económica, son instituciones nocivas para la salud de las economías y del bolsillo de los inversores. Están prácticamente desacreditadas después de haber otorgado el máximo puntaje a los paquetes de hipotecas basura. Quienes invirtieron siguiendo las indicaciones de bajo riesgo (AAA) de estas calificadoras, se fundieron. También aseguraron como sólida la economía de Islandia y poco después ese país entró en default.
Estos procedimientos también nos indican que estas calificadoras, no solo carecen de fiabilidad, sino que están lejos de ser organismos neutrales. Una prueba reciente es el aumento del riesgo país que le otorgaron a la Argentina inmediatamente después que el gobierno le expropió a Repsol su filial YPF.
El mundo de las finanzas pretende cada vez más autonomía y contar con estados bobos que los dejen actuar libremente. Es así que las operaciones de salvataje que se han hecho proveyendo de fondos a los bancos para salvar la crisis, estas instituciones en vez de otorgarles préstamos a tasas razonables a la población, los dedicaron a comprar bonos del tesoro de los distintos estados, haciendo negocios financieros descontrolados, debido a la falta de regulación. Porque los bancos no sin intrínsecamente buenos y si no se los regula hacen su propia política, casi siempre nefasta para los pueblos.
Porque la crítica de Stiglitz va a los fundamentos del esquema neoliberal, a la condena de la desregulación absoluta del sistema financiero que derivó en tan aguda crisis internacional. Sus teorías resultaron ciertas y demostraron que el mercado de las finanzas, por sus propias características, no puede ni quiere autorregularse y necesariamente requiere del control del Estado. El mal ejemplo de Argentina con sus medidas regulatorias, la transforma en la oveja negra que pretende terminar con la timba especulativa que los beneficia.
Christine Lagarde
Recientemente, con el estilo soberbio que siempre caracterizó a los presidentes del FMI, hacia los países en desarrollo, Christine Lagarde asumiendo el rol de árbitro de fútbol, amenazó con sacarle tarjeta roja a la Argentina si no sinceraba las cifras de inflación. Por supuesto fue anunciada con deleite en las tapas de Clarín y La Nación.
En el foro de las Naciones Unidas, la Presidenta Cristina produjo una disertación de antología que puede ser utilizada como modelo de consulta por los grandes estadistas. Lo que más destacó es que la crisis que vive Europa no es económica, sino política y que no hay líderes con intención de enfrentar la situación por vías diferentes a los ajustes sociales y a la ayuda de la banca. Respecto del comentario de Christine Lagarde, Cristina le contestó que la actual crisis mundial no es un partido de pelota y recogiendo el guante de la tónica futbolística agregó que el presidente de la FIFA había hecho mejor gestión que cualquiera de las autoridades del FMI. Le recordó también que jamás hicieron autocrítica de su larga lista de fracasos.
En 1999, el FMI nos puso tarjeta verde y así nos fue.