En
un momento de la historia del gremialismo argentino donde más se requiere la
defensa de los intereses de los trabajadores, la conducción de la Confederación
General del Trabajo (CGT), se encuentra ocupada por un triunviro que representa
solo sus propios intereses. Son sus integrantes Héctor Daer, Juan Carlos Schmid
y Carlos Acuña, tres nombres que pasarán a la historia del movimiento obrero
argentino, como la máxima expresión de una burocracia corrupta y claudicante.
Acuña, Daer y Schmid
Acuña, Daer y Schmid
Con prebendas, presiones y carpetazos, el gobierno ultra neoliberal de Mauricio Macri y su ministro de Trabajo Jorge Triaca, los disciplinó, a tal punto, que a lo largo de un año de despidos masivos y violentos (ya son 500.000), de persecución a las empresas recuperadas por sus trabajadores, de cierres de cientos de Pymes y de flexibilización laboral, no tuvieron la entereza de fijar fecha para un paro nacional.
La
realidad los abofeteó brutalmente en la manifestación que ellos mismos
convocaron el pasado 7 de marzo, cuando fueron insultados por cientos de
laburantes que los desalojaron violentamente del palco. Tuvieron que huir como
ratas escapando en sus autos de alta gama, en el que seguramente fue el peor
momento de sus vidas.
Por
eso en estos momentos tan críticos para el país y sus habitantes, quiero
recordar a dos conductores del movimiento obrero que son la antítesis de este
patético triunvirato. Se trata de Raimundo Ongaro y de Agustín Tosco.
Raimundo Ongaro
Ongaro nació en Mar del Plata el 13 de febrero de 1925 en un hogar de padres italianos. A los 18 años ingresó como obrero en los talleres gráficos Kraft y pronto se adhirió a la Federación Gráfica Bonaerense, la agrupación gremial más antigua del país.
Logró sortear las persecuciones de la dictadura del gobierno de Aramburu, la mal llamada “Revolución Libertadora”, pero cuando asumió el poder el general Juan Carlos Onganía, el más económico de neuronas de los que se sentaron en el sillón de Rivadavia, fue encarcelado durante varios años.
Constituyó
uno de los manotazos desesperados de aquel general de caballería ante el
Cordobazo, el levantamiento del 28 al 30 de mayo de 1969 en que el país se
llenó de humo y puso fin a su desastroso gobierno.
Por entonces, Ongaro ya era dirigente de la CGT después de una intensa campaña gremial en que fue escalando posiciones hasta ganar, mediante elecciones, el cargo de secretario general. Su derrotado contrincante fue Timoteo Vandor quien por su connivencia con la dictadura de Onganía forma parte del cuadro de deshonor en la historia de los que gobernaron la CGT. Pronto, a su lado estará el triunvirato de los actuales dirigentes.
Por entonces, Ongaro ya era dirigente de la CGT después de una intensa campaña gremial en que fue escalando posiciones hasta ganar, mediante elecciones, el cargo de secretario general. Su derrotado contrincante fue Timoteo Vandor quien por su connivencia con la dictadura de Onganía forma parte del cuadro de deshonor en la historia de los que gobernaron la CGT. Pronto, a su lado estará el triunvirato de los actuales dirigentes.
Vandor
no reconoció la derrota y fundó la línea Azopardo, mientras que Ongaro
constituyó la llamada CGT de los Argentinos. El pasaje de Vandor en Azopardo fue
efímero, un mes después del Cordobazo, la agrupación guerrillera “Ejército
Nacional Revolucionario”, se adjudicó la autoría de haberlo perforado a balazos
en la sede de la Unión Obrera Metalúrgica.
Paralelamente Ongaro, junto con Agustín Tosco y Elpidio Torres, los gestores del Cordobazo, fueron encarcelados durante varios años y cuando salió respaldó la corriente llamada Peronismo de Base.
Paralelamente Ongaro, junto con Agustín Tosco y Elpidio Torres, los gestores del Cordobazo, fueron encarcelados durante varios años y cuando salió respaldó la corriente llamada Peronismo de Base.
Los
peores años de su vida ocurrieron bajo el régimen de López Rega que lo detuvo
en 1975 y lo metió en un calabozo de la cárcel de Villa Devoto. El único
entretenimiento que le permitieron los guardias era un pequeño equipo de radio
y en el noticiero trasmitido desde Colonia en Uruguay, escuchó que su hijo
mayor, Alfredo Máximo, había sido asesinado por la Triple A y que el cuerpo
acribillado fue encontrado en un descampado de Buenos Aires. El resto de la
familia recibió la protección de una congregación religiosa hasta que pudo huir
al exilio. A él lo soltaron gracias a un juez que consiguió su deportación. Fue
una decisión sana, ya que con el advenimiento de la dictadura de Videla,
seguramente hubiera integrado la lista de los 30.000 desaparecidos.
Llegó al Perú en los últimos momentos del
presidente Velazco Alvarado, que se había instalado en 1968. El gobierno lo
recibió como si fuera el mejor de los peruanos y puso a su disposición todo lo
que quisiera solicitar, pero Ongaro no pidió nada y se dedicó a denunciar por
todos los medios lo que ocurría en la Argentina.
La salida de Verlazco Alvarado, derechizó al régimen militar y se corría el riesgo de que pudiera colaborar con el Plan Cóndor establecido en Chile, Paraguay, Argentina y Uruguay, donde los refugiados eran intercambiados como figuritas. Esto determinó que Ongaro y su familia se exiliaran en Europa. Allí formó parte activa de la Organización Internacional del Trabajo, se contactó con numerosos exiliados y propaló en los medios de difusión los horrores de la nueva dictadura que se había instalado en Argentina.
La salida de Verlazco Alvarado, derechizó al régimen militar y se corría el riesgo de que pudiera colaborar con el Plan Cóndor establecido en Chile, Paraguay, Argentina y Uruguay, donde los refugiados eran intercambiados como figuritas. Esto determinó que Ongaro y su familia se exiliaran en Europa. Allí formó parte activa de la Organización Internacional del Trabajo, se contactó con numerosos exiliados y propaló en los medios de difusión los horrores de la nueva dictadura que se había instalado en Argentina.
Regresó al país en 1984, pero no volvió a tener
participación orgánica en el movimiento obrero. Nunca se enriqueció, como otros
dirigentes, toda su vida transcurrió esquivándole a la pobreza. Las
persecuciones, los ataques a su familia y las frecuentes ocasiones en que
estuvo entre rejas, jamás lograron desviarlo de sus principios.
Hijo de padres campesinos, provenientes del Piamonte, Agustín Tosco nació en el sur de Córdoba en 1930, en una casa con piso de tierra y sin luz eléctrica. Después de una niñez y adolescencia donde según sus propias palabras “vivía corriendo la liebre”, se incorporó a un taller electromecánico y llegó a ser técnico especializado.
Tuvo claro que la democracia sindical no pasaba
por la hegemonía del dedo, sino por las asambleas de cada sector, cuerpo de
delegados o generales, únicos órganos soberanos que consolidaban y refrendaban
la lucha del movimiento obrero. Nada podía sustituir a las asambleas, ellas
eran superiores a los cuerpos directivos.
Su reputada capacidad oratoria y su militancia disciplinada, le permitieron ser elegido a la edad de 19 años subdelegado del gremio de Luz y Fuerza de Córdoba. Cuando en 1945 Perón asumió la presidencia, Tosco simpatizó con el régimen, pero manteniendo cierta distancia porque él se constituía marxista. Esto determinó que algunos sectores del peronismo no lo consideraran formando parte del movimiento. Sin embargo, cuando vino el golpe militar de Armaburu tuvo una actitud más combativa contra la dictadura que muchos de sus compañeros peronistas.
Su reputada capacidad oratoria y su militancia disciplinada, le permitieron ser elegido a la edad de 19 años subdelegado del gremio de Luz y Fuerza de Córdoba. Cuando en 1945 Perón asumió la presidencia, Tosco simpatizó con el régimen, pero manteniendo cierta distancia porque él se constituía marxista. Esto determinó que algunos sectores del peronismo no lo consideraran formando parte del movimiento. Sin embargo, cuando vino el golpe militar de Armaburu tuvo una actitud más combativa contra la dictadura que muchos de sus compañeros peronistas.
En 1956 el gobierno de facto lo arrestó en el marco de una creciente persecución política y sindical, caracterizada por allanamientos violentos, destrucción y robo de colecciones de libros, bibliotecas y la quema del archivo histórico de Luz y Fuerza de Córdoba.
Su lucha permanente contra la burocracia
sindical encabezada por José Ignacio Rucci, fue un clásico en la historia del
sindicalismo argentino. A semejanza de Vandor, Rucci fue un traidor del
movimiento obrero. Sobre este personaje Tosco señaló en una ocasión: “Rucci y
sus discípulos son prisioneros por sus compromisos con los detentadores del
poder, presos de la custodia que les presta el aparato policial; presos de una
cárcel de la que jamás podrán salir: la de la claudicación, la indignidad y la connivencia”.
Este comentario expresado hace más de 40 años encaja perfectamente con el
comportamiento del actual triunvirato de la CGT.
Tosco fue uno de los principales artífices del
Cordobazo que precipitó la caída de Onganía. Estuvo preso junto con Ongaro por
dirigir esa pueblada, verdadera epopeya en la historia de los levantamientos
populares.
Tras la victoria del peronismo en el año 1973, comenzó contra él una feroz persecución por parte de la Triple A y pasó a la clandestinidad. Gracias a la ayuda de muchos y variados compañeros de Luz y Fuerza y simpatizantes con su lucha, permaneció oculto durante más de un año, primero en las sierras de Córdoba y hasta fue disfrazado de mujer para poder viajar a La Plata.
En septiembre de 1975
enfermó gravemente de una encefalitis bacteriana. Sus amigos no pudieron
internarlo en un centro médico de nivel, porque sería inmediatamente asesinado.
Murió en Buenos Aires el 4 de noviembre de 1975 a la edad de 45 años.
Los compañeros llevaron su cuerpo sentado en el asiento del acompañante de una ambulancia hasta la ciudad de Córdoba. Al entierro fueron más de 20.000 personas, pero al llegar el cortejo al cementerio San Jerónimo (de Córdoba), matones del Gobierno, apostados en los techos de los panteones, dispararon contra la concurrencia, dejando varios heridos. El féretro fue escondido por sus compañeros en una bóveda ajena y a la noche lo trasladaron sigilosamente al panteón de Unión Eléctrica, donde sus restos permanecen hasta hoy.
Los compañeros llevaron su cuerpo sentado en el asiento del acompañante de una ambulancia hasta la ciudad de Córdoba. Al entierro fueron más de 20.000 personas, pero al llegar el cortejo al cementerio San Jerónimo (de Córdoba), matones del Gobierno, apostados en los techos de los panteones, dispararon contra la concurrencia, dejando varios heridos. El féretro fue escondido por sus compañeros en una bóveda ajena y a la noche lo trasladaron sigilosamente al panteón de Unión Eléctrica, donde sus restos permanecen hasta hoy.
El
triunvirato actual de la CGT conocedor de la vida de estos dos sindicalistas,
seguramente tomó nota de que no es sencillo adoptar una línea de
conducta acorde con la ética y la defensa de los trabajadores. Eligieron el
camino fácil, al punto tal de aceptar el lugar miserable en que serán colocados
en la historia del movimiento obrero.
Murió Raimundo Ongaro, histórico dirigente del
sindicalismo. Infobae. 01/08/2016http://www.infobae.com/politica/2016/08/02/murio-raimundo-ongaro-historico-dirigente-del-sindicalismo/
Raimundo
Ongaro. Prohibido, pero nunca en silencio. Federación Gráfica Bonaerense, Obra
Social del Personal Gráfico. Biblioteca Política Argentina, Abril de 1984.
De
la CGT de los Argentinos al Cordobazo. Página 12, 02/08/2016.
Diego
Tatián. De Agustín Tosco a Milagro Sala. Página 12, 10/03/2016.
Juan
Carlos Cena, Elena Luz Gonzáles Bazán. Agustin, el Gringo Tosco. Agrenpress
04/05/2005.
Gran gusto leer tu reseña sobre los sindicalistas argentions de antaño, Ricardo. Tu estilo es ciertamente mordaz! Me refiero a lo que el presidente Onganía era el más económico de neuronas.
ResponderEliminarSiempre es importante saber y reconocer! A los verdaderos líderes. Gracias x mantenernos informados!
ResponderEliminarEl más económico de neuronas....genial Ricardo!!!
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