martes, 19 de abril de 2011

EL GRAN ESTAFADOR VICTOR LUSTIG


El cuento del tío es una expresión local que señala que un individuo engañó a otro, habitualmente en uno de los lugares que más duelen o sea el bolsillo.
Indudablemente que este tipo de personaje tiene algún trastorno psiquiátrico que el DSM IV de clasificación de enfermedades mentales aún no lo ha podido ubicar. Lo que está claro es que no cualquiera es estafador, se requieren varios condimentos: gran capacidad para mentir descaradamente, aplomo, temeridad y un notable instinto sagaz para detectar al ingenuo.
Todas estas cualidades las poseía Víctor Lustig, considerado por algunos como "El rey de los estafadores" y la verdad es que conseguir vender la Torre Eiffel, no en una, sino en dos ocasiones lo hace acreedor a ese título.
Victor nació en 1890 y falleció en 1947, era hijo del alcalde de Hostinne, en la República Checa. Estuvo estudiando en Alemania y en Francia o al menos eso pensaba su padre. 
Tenía gran habilidad para aprender idiomas y llegó a dominar el inglés, alemán, francés e italiano, también era hábil, demasiado quizás, para los naipes. Haciéndose pasar por el "Conde Von Lustig" se embarcaba en los transaltlanticos que recorrían Europa en busca de los nuevos ricos americanos a quienes desplumaba sin que pudieran detectar trampa alguna.
Tras una serie de operaciones con éxito se encuentra que tiene un valor de 25.000 dólares autentico, pero...¿Por qué cobrarlo directamente?... ¿no sería más rentable sacarle más dinero al que ya tenía?
Es así que cierto día de 1924, un banquero de Kansas, recibió la visita de un impecable caballero europeo que decía llamarse "Conde von Lustig" y que por causa de la guerra tuvo que abandonar su país, Austria y vender todas sus propiedades, teniendo en su haber dos bonos de 25.000 dólares cada uno con los que pretendía comprar propiedades por la zona.
El banco comprueba que el bono que pone sobre la mesa es auténtico y encima le da un crédito de 10.000 dólares. En un determinado momento, Víctor cambia el bono autentico por el falso y se marcha con el bono real de 25.000 dólares más el préstamo de 10.000.
Cuando se descubre la estafa el banco envía detectives a su casa. En contra de lo que se pudiera pensar, Víctor, no ha huido y los recibe cómodamente sentado en el living con una copa de wisky. Durante el viaje, el "conde" les comenta lo perjudicial que podría ser para el banco, que se divulgara que había sido estafado de manera tan burda. ¿Los clientes tendrán la misma confianza en el banco que tenían antes o les entrará el pánico y retiraran todo el dinero?
La capacidad de convencimiento es otra de las habilidades del estafador y en ese aspecto Víctor podía dar cátedra. El “conde” no sólo quedó libre, sino que dado los perjuicios que le habían ocasionado deteniéndolo tuvieron que compensarlo con 1.000 dólares.
Más tarde en París se hizo pasar por el Segundo Director General del Ministerio de Información y Telégrafos para comunicar a empresarios "selectos" sobre el plan secreto de demolición de la Torre Eiffel. Convocó una reunión con cinco magnates, indicándoles la intención del gobierno de demoler la torre y quien ofreciera la mejor oferta podría quedarse con ella y negociar con "la chatarra".
Dos días después, Lustig recibía cinco sobres sellados con las respectivas ofertas. Él sólo se interesó por la del comprador que en la reunión previa se mostró más ambicioso e ingenuo, un tal André Poisson. Lo citó al día siguiente para comunicarle que había ganado la licitación. A los pocos días le llegaba el primer plazo del pago, cobró el cheque y se esfumó. Pasado un tiempo prudencial y viendo que no hubo denuncia pública de su estafa, porque ¿quién se atrevería a denunciarlo y pasar por salame y hazmerreir de toda la sociedad parisina?, Victor logró vender la torre Eiffel por segunda vez, pero en esta ocasión el estafado hizo tanto escándalo que “el conde” consideró que ya le había sacado bastante jugo al monumento y buscó otros horizontes y otros ingenuos.

La caja Rumana
Victor mostró a su nueva víctima una caja, según la cual, se introducía un papel en blanco de las medidas de un billete de dólar junto con un billete autentico, y al cabo de unas horas se transformaba en un billete imposible de identificar, salvo por la numeración que coincidía con la del billete autentico.
Fue con su victima a un banco para que certificara que ambos billetes eran de curso legal, lógicamente, cada billete a un banco distinto, ya que la numeración de serie era la misma. En los dos se certificó la autenticidad.
Realmente lo que hizo, fue conseguir dos billetes con numeración muy parecida, y que uno tuviera dentro de esta numeración varios números 3 y que la otra tuviera en las misma posiciones el número 8, con un pequeño retoque se transformaban los 3 en 8.
"El proceso era lento (duraba seis horas) pero finalmente el dinero asomaba su clásico tono verde oscuro por la ranura posterior. El hombre estaba tan asombrado como entusiasmado, pero Lustig se mostró cansado y decepcionado de la máquina porque "tarda mucho tiempo en fabricar dinero".
La victima insistía en querer comprar la caja y esta era otra habilidad de Víctor, no apresurarse y dejar que en el otro aumentara el entusiasmo…y la apuesta. Finalmente, el desdichado ingenuo le ofreció 30.000 dólares, entonces, con "todo el dolor de su alma" se la vendió. Preparó la caja para que diera dos billetes auténticos, cada billete tardaba en aparecer seis horas y solo se podía hacer un billete a la vez. Cuando el incauto descubrió el engaño, había pasado el tiempo suficiente para que Víctor desapareciera.
Sin embargo, hasta el más listo es atrapado y finalmente el falso conde fue apresado y condenado a 20 años de prisión en Alcatraz, donde terminó sus días. Esta vez su habilidad no fue suficiente.

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