"Honor unido a la libertad", reza el cartel de ingreso. ¿No les recuerda al de "La libertad os hará libres", a la entrada de Auschwitz?
Junto con Brasil y Chile, Argentina formó parte de los países a los que el gobierno de Barack Obama intentó convencer para que recibieran en su territorio presos provenientes de la cárcel de Guantánamo.
Los 3 países denegaron la singular y extravagante oferta pese a diversos contactos y sutiles presiones por parte de la Casa Blanca, que incluía el pago de 22.000 dólares por cada prisionero aceptado. Más aún, para tratar que la oferta resulte tentadora se ofrecía la posibilidad de que funcionarios argentinos viajaran a Guantánamo y eligieran los prisioneros que más les gustaran. Una especie de cárcel shopping.
Como ya dije, los 3 países se negaron, pero el canciller Timerman respondió a la propuesta con el siguiente brillante comentario: “Para Argentina sería una situación muy complicada porque ustedes secuestraron a esta gente. Además en nuestro país se está juzgando a militares que hicieron cosas parecidas a lo de Guantánamo. Ver informe completo aquí.http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-167286-2011-04-29.html
Lo que sigue, es una interesante y sintética reflexión sobre la cárcel de Guantánamo a cargo de Gustavo Sierra, corresponsal del diario Clarín que visitó la base y por lo tanto habla por lo que vio personalmente:
Lo inventó Bush, le quema en las manos a Obama. Desde su creación en enero del 2002, Guantánamo es el oprobio de Estados Unidos. Es la contradicción a la esencia del sistema. Un limbo político y jurídico para no tener que resolver el entuerto moral más grave que se le creó tras los atentados del 11/S.
Cuando entré a Guantánamo en enero del 2004 me encontré con la imposición de no poder hablar con los prisioneros De todos modos hubo comunicación. Apenas vieron a los cinco periodistas traspasar esa valla de alambradas, comenzaron a gritar su rezo. Era una actitud desafiante a las torturas sistemáticas, a la denigración absoluta, al permanecer encerrados sin el más mínimo derecho. Eran 660 en ese momento. Y ya se conocían historias de “perejiles”, gente que había ido a parar allí sin tener la menor relación con el radicalismo islámico que atacaba a Estados Unidos. Entre ellos, tres chicos de 15 y 16 años que habían sido obligados a enrolarse con los talibanes. Estuvieron confinados cinco años.
Pude entrevistar al comandante del Campo Delta, el general Geoffrey Miller. Negó terminantemente que allí se atormentara a los prisioneros para sacarles información. Poco después, Miller se hizo famoso por haber trasladado sus métodos de tortura a la infame cárcel iraquí de Abu Ghraib.
Geoffrey Miller
En el calor de la campaña, Obama prometió cerrar Guantánamo. Cuando asumió se dio cuenta de que la realidad era otra. Al único detenido que fue trasladado ante un tribunal en territorio estadounidense, apenas se le pudo probar uno de los 285 cargos por los que se lo acusaba. Ante el fracaso, el cerebro del 11/S Khalid Sheik Mohammed será juzgado por las poco creíbles comisiones militares. Apenas seis presos fueron condenados y cinco ya están libres. Guantánamo seguirá siendo por mucho tiempo una brasa moral para Obama.
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