Un hombre negro se desplaza en
motocicleta por una ruta de Nigeria, sobre la costa de África que da al océano
Atlántico. Detrás dejó el cartel que en francés da la bienvenida a quienes
llegan a la ciudad de Niamey, la capital del país. A la izquierda del
motociclista, hay una extensa muralla con torres de vigilancia y alambrada de
púa electrificada. El conductor tarda varios minutos en recorrer esa
estructura, la última base que Estados Unidos instaló en África y que a semejanza
de muchas, otras sirve de plataforma de despegue a los drones. Por el momento
se limitan a destruir grupos guerrillero de Al-Qaida. Mañana atacarán el
objetivo que según el caprichoso criterio de la CIA puede resultar peligroso
para Estados Unidos. Hacer click aquí para ver Drones y mercenarios
Base norteamericana de Naimey con un dron a punto de despegar
El uso de los drones, aviones sin
piloto, que transformó las reglas de la guerra, no despierta en la opinión
pública de Occidente un rechazo masivo. Sin embargo, es esa misma opinión la
que condena los atentados suicidas como el colmo de la barbarie. El ataque
suicida, llamémoslo kamikaze, involucra al hombre tanto como sea posible, el
dron no lo implica en absoluto. Por un lado es el compromiso total, por el otro
la ausencia total de compromiso. Para el kamikaze su cuerpo es el arma, para el
dron, el arma no tiene cuerpo.
Allí donde por un lado habrá valerosos
combatientes, dispuestos a sacrificarse por la causa, por el otro no habrá más
que aparatos fantasmas. Esta polaridad es ante todo económica. Enfrenta a
aquellos que no tienen más que su cuerpo para combatir contra los que poseen el
capital y la tecnología. Es difícil imaginar a un kamikaze estadounidense.
¿Por qué sería menos horrible matar
sin exponerse a perder la vida que hacerlo compartiendo la suerte de sus
víctimas? ¿Por qué una tiene que ser menos repugnante que la otra? Para los
dirigentes occidentales lanzar racimos de bombas desde el aire, no solo es
menos repulsivo, sino además, moralmente superior.
Los habitantes de los países que
sufrieron ataques de drones los consideran operaciones cobardes, porque quien dirige
el dron, desde el espacio seguro de una estructura climatizada en el estado de
Nevada, mata gente en el terreno sin el menor riesgo de ser asesinado por
aquellos a los que ataca.
El ser humano cree que su complicidad
ante un acto criminal se va reduciendo considerablemente cuanto más lejos está
del teatro de operaciones. Los ingenieros especialistas en robótica que
fabrican los drones trabajan en una zona aséptica lejos del ruido de las
bombas, de los gritos de los moribundos y de la visión de la masacre que
produce el ataque de un dron, pero aunque no lo crean son responsables
directos, con el agravante que no lo hacen a cara descubierta, sino a cientos
de kilómetros de distancia. Temblarían de miedo y huirían cobardemente si
tuvieran que enfrentarse cara a cara con el enemigo.
Daños colaterales de los drones sobre la población infantil
La guerra es un comportamiento egoísta
por excelencia porque se basa en infligirle al enemigo el mayor daño sufriendo
el mínimo riesgo. Un concepto que no era prioritario en los combates de la
antigüedad. Los drones son el egoísmo llevado a su máxima expresión.
Los diseños actuales de estas máquinas
siniestras, son relativamente pequeños y pueden alcanzar objetivos sin ser
detectados. Logran permanecer en el aire en un mismo lugar durante horas,
realizando funciones de vigilancia o estudiando el punto más vulnerable del
enemigo. En esto superaron ampliamente al helicóptero, e incluso a los
satélites de espionaje que se encuentran a gran distancia de la tierra y están
en continuo movimiento de rotación. Por lo tanto, la capacidad de los drones es
enorme y no se circunscribe a las actividades bélicas. Pueden realizar
funciones de espionaje, incluso contra los propios ciudadanos de su país.
El boom de los drones obedece en gran
parte, sino la mayor parte, a las jugosas ganancias de las empresas
involucradas en su manufacturación que ejercen un lobby activísimo en el
Pentágono, el Senado de los Estados Unidos y la Casa Blanca. Sumas importantes
van destinadas a miembros del Senado para que aprueben nuevas bases y
proyectos. Actualmente tiene sindicato propio, la Association for Unmanned Aerial Systems International, que
incluye algunas de las empresas líderes en industria aeroespacial.
John
Brennan
John Brennan, el consejero de la Casa
Blanca sobre contraterrorismo, es el arquitecto de un programa para la acción
de los drones llamado “killing program”, que se puede traducir libremente como
“programa para matar o para asesinar”. Brennan trabajó durante 25 años en
distintos cargos de la CIA y es actualmente su presidente designado por Obama,
Premio Nobel de la paz. Organizó el grupo de tareas que realizó el operativo
que eliminó a Ben Laden y durante el gobierno de Bush apoyó los actos de
tortura de la CIA. Que este hombre con ese lúgubre bagaje haya logrado que los
programas de espionaje y destrucción de los drones pase, al menos en parte a su
control, no constituye un mensaje halagüeño para la paz del mundo.
Manifestación
contra drones en Europa
Actualmente los drones salen de bases
situadas en Turquía, Italia, Arabia Saudita, Qatar, Emiratos Árabes y
Filipinas, además de las que se instalaron recientemente en el Cuerno de
África. Sus zonas operativas, por el momento, son: Afganistán, Iraq, Paquistán,
Yemen, Libia y Somalía. Los drones están provistos de misiles Hellfire, guiados
por láser y diseñados para reducir daños colaterales, propósito que hasta ahora
nunca lograron, porque se calcula que son cerca de 5000 las personas, la
mayoría civiles, víctimas de estos artefactos, verdaderos predadores emergidos
de una siniestra novela de ciencia ficción.
Civilización occidental y cristiana de León Ferrari
Fuentes:
Gregoire
Chamayou. Atentados fantasma. Le Monde Diplomatique. Abril 2013.
Greenwald G.
Domestic drones and their unique danger. The Guardian 29,03,2013
Lo de "valerosos combatientes dispuestos a sacrificarse por una causa" lo pondría en duda... En muchos casos son mercenarios o soldados a sueldo que matan sin discriminar entre hombres, mujeres y niños. Para ellos es un trabajo. En otros casos son fanáticos que tampoco discriminan entre sus víctimas y son tan valerosos para matar al invasor norteamericano como para lapidar a una adolescente violada e indefensa. La guerra y la matanza de seres humanos es una cagada y nada tiene de romanticismo. En lo demás, adhiero a todos los conceptos de la nota.
ResponderEliminarMuy buena la imagen final de Civilización occidental y cristiana del genial e inolvidable León Ferrari.
ResponderEliminarLa Iglesia criticó fuertemente la muestra de LF que se exhibía en el Centro Cultural Recoleta en diciembre del 2004, a la que calificó como "una blasfemia que avergüenza a nuestra ciudad". Además, convocó a "una jornada de ayuno y oración" para que "el Señor perdone nuestros pecados y los de la ciudad", en referencia al gobierno porteño, que propiciaba la polémica exhibición.
El entonces arzobispo de Buenos Aires, cardenal Jorge Bergoglio, fue la voz de la fe católica que se levantó en contra de la muestra.
Ferrari respondió al arzobispo, actual papa: "Más lamento yo que la religión que Bergoglio profesa castigue a los que piensan diferente. Si algo avergüenza a nuestra ciudad no es esta muestra, sino que se sostenga que hay que torturar a los otros en el infierno"
EliminarRicardo, contundente como siempre. Las imagenes son terribles..Es el horror, siempre de la mano de los mismos..
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