domingo, 21 de julio de 2013

MORIR CON DIGNIDAD





                                                       Jack London (1876-1916)

La ley de la vida
Dentro de los cuentos del Ártico de Jack London, uno de los más atrapantes se llama La Ley de la Vida. El anciano esquimal Koshkoosh es abandonado por la tribu famélica que debe migrar siguiendo a las manadas de caribú. Está casi inválido, las cataratas de sus ojos solo le permiten ver el bulto de su hijo al cual identifica por la voz y que viene a despedirse de su padre. Le ha dejado un poco de alimento y leña para que no muera congelado, pero ambos saben que ese será su fin a muy corto plazo cuando se consuma la última brasa. 

No hay crueldad en el hijo, es la ley de la vida. El clan, que está en el límite de la supervivencia no se puede dar el lujo de mantener a un inválido. De la misma forma, él abandonó a su padre y su hijo que ahora lo despide, correrá la misma suerte si es que llega a viejo. Koshkoosh sabe que en el mundo animal sucede lo mismo. El alce envejecido queda rezagado del resto de la manada y es atrapado por los lobos, sin que los demás acudan en su ayuda. 

Cuando la última rama hubiese entregado su calor, el frío empezaría a adquirir fuerzas. Primero se dormirían los pies, luego dejaría de sentir las manos y el embotamiento recorrería, poco a poco, desde las extremidades hasta el resto del cuerpo. La cabeza se le caería sobre las rodillas, y descansaría. Era fácil, el anciano esquimal no se quejaba. Era el modo de vida, y era justo, era la ley de la vida.

El exceso terapéutico
Para el individuo que vive en el primer mundo, el comportamiento de la tribu con el anciano esquimal resulta atrozmente cruel. Sin embargo, se trata de la supervivencia del grupo, no hay margen para alimentar a quien le queda poco tiempo de vida y no puede contribuir a las actividades del clan. 

En la sociedad actual occidental, obramos en forma opuesta: le prolongamos la vida a pacientes terminales haciéndolos sufrir mediante un exceso terapéutico. Los médicos egresan de la facultad con dos ideas grabadas a fuego: nunca, nadie debe morir y siempre hay que hacer algo para evitarlo. Con el transcurso de los años, muchos, no todos, se dan cuenta que estaban equivocados al tratar de cumplir con ese mandato. La medicina moderna dispone de herramientas y medicamentos que retrasan la vida a enfermos terminales. En realidad lo que se está haciendo es prolongarles la agonía. 

Muchas veces, recuperar a un enfermo de un paro cardíaco o mantenerlo por tiempo indefinido con respirador y canalizaciones de las venas para administrarle sueros y medicamentos, son maniobras vistas como exitosas, pero para el paciente representan un fracaso. 


Para los profesionales de la salud, incluyendo enfermeras y técnicos, la muerte del paciente equivale a una derrota, no pueden concebir permanecer indiferentes e inoperantes. No importa que el enfermo tenga un cáncer avanzado e incurable o una insuficiencia cardíaca irreversible que lo mantiene inválido. Cuando uno de ellos hace un paro cardíaco, tratamos de reanimarlo y salvo que el paciente en forma explícita haya manifestado su deseo de seguir viviendo, estamos cometiendo un error.

La absurda aplicación de la tecnología
En muchos de estos casos, el médico, por falta de comunicación, conoce muy poco acerca de los deseos, costumbres, principios filosóficos y religiosos de los pacientes y sus familiares y es probable que tanto unos como otros consideren agobiante toda la parafernalia de equipos y medicamentos abocados a prolongar la vida de personas moribundas. 

He tenido oportunidad (afortunadamente en forma pasiva), de presenciar casos donde el exceso terapéutico estaba fuera del sentido común. Citaré dos ejemplos, el primero era una mujer de 92 años con enfermedad de Alzheimer a la cual se le colocó un marcapaso cardíaco. El segundo caso era una paciente mayor de 70 años que estaba en lista para ser operada del corazón. La mujer pedía a gritos que la dejaran morir. En ambas circunastancias las pacientes fallecieron a pocas horas de terminadas las cirugías. ¿Cuál es la lógica de llevar a cabo estos procedimientos a menos que exista un interés puramente comercial de por medio?

Los médicos no han tomado conciencia de que crearon una multitud de pacientes totalmente inválidos, muchos de ellos en estado vegetativo o semiinconscientes, desparramados en unidades de cuidados intensivos, camas de hospital y centros de cuidados paliativos. Son la trágica derrota del triunfo de la tecnología, del mandato inculcado que nos impide aceptar la muerte. 

Un enfoque humanista sobre el paciente terminal
Algunas sociedades, están aprendiendo a respetar la dignidad de los pacientes y evitar que se prolongue el calvario que significa para ellos y para sus familiares. La mayoría de los hospitales del Reino Unido emplean el LCP (Liverpool care pathway) para orientar la atención del paciente terminal. El LCP es un programa multidisciplinario destinado a ejercer la mejor práctica para el paciente terminal en la institución en que se encuentra. No establece tratamientos, pero aporta recomendaciones para el cuidado físico, psicológico, social y espiritual del paciente. Se isuspenden las intervenciones inadecuadas o prescindibles como las determinaciones de laboratorio y los agotadores controles de rutina y la atención se concentra en cuatro controles por hora de los síntomas físicos, el bienestar y la dignidad.

La recomendación de iniciar el LCP se lleva a cabo sobre la base de un acuerdo multidisciplinario de que el deterioro del paciente no obedece a una causa reversible y que es posible que se encuentre en sus últimos días u horas de vida. La puesta en práctica del LCP se analiza, de ser posible con el paciente y siempre con el familiar resaltando que el enfermo está entrando en la fase terminal y que el cambio de planes es con el exclusivo fin de lograr su bienestar y dignidad, sin descuidar su control ni la medicación sintomática necesaria.

Hay una sola cosa que el ser humano sabe con certeza: que se va a morir, por lo tanto que sea una muerte digna, sin agonías prolongadas, sin que nos quede la imagen de un esqueleto con piel que mira al vacío y sobrevive gracias a una tecnología diseñada para salvar a pacientes recuperables y no para prolongar la agonía de enfermos terminales. Aprendamos la lección de los esquimales.

Fuentes



Fuentes

13 comentarios:

  1. Felicitaciones por tu nota. Totalmente de acuerdo con tus conceptos.
    Adrián

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  2. Se lo reenvié a todos mis contactos, con la esperanza de que no se tienten en sostener lo insostenible.
    Comparto totalmente Ricardo.
    Con eso de que la esperanza es lo último que se pierde, uno termina en la loca tarea, de querer ganar la pulseada
    nada menos que a las enfermedades terminales, porque claro que hay seres iremplaazables, pero el fin, no justifica.

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  3. Querido Ricardo, muy bueno e interesante el articulo; además que coincido totalmente con tu posición, fundamentalmente respecto del uso no discriminado de la tecnología por parte de los profesionales y no singularizado en decisiones de caso por caso. Cómo bien decís encubre un no reconocimiento de la finitud.
    Cariños

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  4. Mi caro Ricardo:los médicos, y no solo, devemos tratar la vida (y sabes cuan difícil es muchas veces).Reconocer el fin de la misma es un aprendizaje permanente, hasta la muerte. La manipulación de enfermos terminales se há convertido en una hipocresía (y también negocio). La muerte DIGNA es un derecho de cada individuo y una obligación de la sociedad (suciedad?). Solo indivíduos com moral, que es un bien cada día mas escasso, podrian opinar y decidir. Es un tema muy caliente y me temo que lo será mas aún.

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  5. La muerte digna ya es Ley (Ley 26.742) en Argentina
    El Senado aprobó por unanimidad el proyecto en mayo de 2012. Los pacientes terminales pueden rechazar asistencia médica y ningún profesional interviniente está sujeto a responsabilidad civil o penal por acatar la ley. Sólo falta que se haga cumplir cabalmente.
    Pioneros como en tantas otras leyes.
    Saludos cordiales

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    1. Gracias por informarme, no lo sabía y supongo que muchos médicos tampoco. Inglaterra dió un paso más al crear el LCP.
      De todas maneras en los últimos años, como bien decís, se aprobaron leyes que posicionaron al país como pionero en derechos humanos.

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    2. Que es el LCP???

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  6. Un caso emblemático es el del marino y escritor gallego Ramón Sampedro, cuya historia y lucha se narra en la película Mar Adentro. Tetrapléjico desde los 25 años, desarrolló una intensa actividad de petición judicial para poder morir y que la persona o personas que le auxiliasen no incurriesen en delito, dado que su estado lo incapacitaba para hacerlo sin ayuda externa.
    Finalmente se suicidó a los 55 años ingiriendo cianuro, asistido y filmado, en enero de 1998.

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    1. Me encantó esa película. La discusión con el cura que lo quiere convencer para que no se quite la vida es una de las partes más brillantes.
      Saludos

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  7. Andalucía ha sido la primera comunidad autónoma española en regular el derecho a una muerte digna. "UNA VIDA DIGNA REQUIERE UNA MUERTE DIGNA", establece el preámbulo de la Ley de Cuidados Paliativos y Muerte Digna , que el Parlamento andaluz aprobó en marzo de 2010.
    Solo el Partido Popular rechazó la propuesta, por miedo a contrariar a los sectores más conservadores de la sociedad civil y de la Iglesia.

    Abrazo desde Cádiz

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    1. Con motivo de un Congreso estuve en Cádiz en la década del 90 y me encantó
      Un gran saludo

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  8. Inteligente,profunda reflexion que muy pocos se hacen sobre el punto final de nuestra existencia¡no se puede esperar otra cosa de "El Mordaz"!¡Gracias por compartir conmigo esos articulosimperdibles!Mercedes

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  9. En Suiza funciona el grupo "Dignitas", donde reciben pacientes terminales y previo estudio de su historia clínica los ayudan a morir mediante la administración de un barbitúrico. Lamentablemente es un servicio muy caro.

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