Para
un historiador, la misma vida de Klimt también constituye un tema difícil de
abordar porque no escribió un diario personal, ni publicó libros o informes
sobre su técnica y solo se dispone de unas pocas cartas a su gran amiga Emilie Flögue, la hermana de la
viuda de su hermano. La historia del artista se puede armar recogiendo datos y
anécdotas de las numerosas personas con las que se contactó, sea por motivos de
negocios, amistad o amoríos.
Gustav Klimt
La
Viena que Klimt conoció gozaba de una época de esplendor difícilmente igualada
por otras capitales como Londres o París. El imperio Austrohúngaro estaba
gobernado por los Augsburgos, que los historiadores califican como los déspotas
ilustres. Monarcas que durante su reinado fomentaron las artes y la cultura. En
música Viena era imbatible, además de la figura gigantesca de Mozart que pertenecía
al siglo anterior, salieron de sus escuelas Alban
Berg, Gustav Mahler, Anton Bruckner y Arnold Schönberg. Compositores de
origen alemán o italiano, como Beethoven y Salieri, vivieron y compusieron durante
años en Viena. Las
artes plásticas no se quedaron atrás y una de las principales figuras es Gustav
Klimt a la cual se dedica este artículo.
En
ese contexto de explosión de arte y cultura creció Klimt, pues nació en
el año 1862, en Baumgarten, ciudad que formaba parte del distrito de Viena. Su
infancia fue pobre y sí bien en la casa abundaban las láminas de oro, se debía
a que su padre era orfebre y grababa en el dorado metal, pero estaba lejos de
ser un artesano rico. En aquel entonces no había medias tintas, o se era rico o
se era pobre y los Klimt pertenecían al segundo grupo.
A
los 14 años las crónicas nos dicen que Klimt, gracias a una beca que le
otorgaron, ingresó en la Escuela de Oficios y Artes de Viena donde adquirió los
conocimientos de la técnica de la pintura y la decoración de interiores. Comenzó
su actividad artística pintando interiores de edificios públicos y lo hizo tan
bien que siendo un joven de 26 años recibió la Orden de Oro al Mérito y fue el
emperador Francisco José quien le hizo entrega de la medalla y el diploma
correspondiente en el palacio Belvedere.
El árbol de la vida
El
premio lo catapultó a la fama y le dio bienestar económico, hasta que pasados 6
años, recibió el encargo de crear tres pinturas para decorar el techo del Aula
Magna de la Universidad de Viena, pedido que señala la jerarquía artística a la
que había llegado Klimt. El mural debía representar La Medicina, La Filosofía y La Jurisprudencia.
El
artista se puso a trabajar con entusiasmo, pero cuando presentó los bocetos, ya
muy avanzados, el comité encargado de la obra quedó escandalizado. Había
desnudos femeninos en actitudes insinuantes. El clamor fue general: protestaron tanto políticos como
personalidades relacionadas con el mundo del arte y la moral pública. En cuanto
a la prensa fue implacable denunciando que las figuras eran abiertamente
sexuales y de matices provocativos.
Su obra fue rechazada, pero la Universidad de
Viena se quedó con los bocetos. Unos años después las pinturas fueron
solicitadas por compradores de Estados Unidos, pero la Universidad se negó a
entregarlas aduciendo que eran de su propiedad. El artista montó en cólera y se
presentó en las oficinas estatales armado con una escopeta y dispuesto a
recuperarlas por la fuerza si era necesario. Finalmente llegaron a un acuerdo y
pasaron a manos de Klimt.
Aparentemente este episodio despertó en él
nuevos horizontes en el enfoque de sus obras, de aquí en más la mayoría de las
pinturas tendrían un contenido erótico cuya intensidad dependería de la
temática o de la atracción que le despertaran sus modelos. Hizo del sexo una transgresión. Cuando
lo acusaron de pornográfico, adhirió esa injuria a su máquina creadora. En este aspecto, sus mejores obras
comenzaron a surgir a partir de 1900 como El
beso, Judith, o Dánae, un personaje de la mitología
griega.
El beso
Klimt tenía un fuerte atractivo masculino y
capacidad de seducción sobre las mujeres y sus hormonas masculinas estaban
siempre en ebullición. Modelos no le faltaron nunca, las había de todos los
tipos desde la riquísima Adele
Bloch-Bauer, una hermosa y atractiva joven judía cuyo esposo Ferdinand era
dueño de una industria azucarera, hasta muchachas jóvenes de la clase obrera,
lavanderas e incluso prostitutas. Todas posaron para Klimt y compartieron su
lecho, evidentemente lo hicieron de buena gana porque no se registran casos de
violencia ni escándalos en la vida del pintor.
Era
muy detallista y le llevaba meses acabar cada obra, sobre todo si se trataba de
encargos que requerían grandes dimensiones. Le insumía un tiempo considerable
la elaborada y compleja técnica de colocar pan de oro y de plata, junto con
intrincados motivos decorativos. Así surgió la pintura de oro donde se
alternaban imágenes clásicas de
toques orientales, con retratos de personajes de la sociedad, pero su
mayor producción estaba volcada sobre las primeras, produciendo figuras
creativas inspiradas en sus modelos de posturas eróticas y actitudes relajadas.
El resultado era siempre una imagen femenina atractiva y potente.
Judith
En
el espacio creativo de Klimt siempre había dos o tres modelos a su disposición.
Cuando no estaban siendo dibujadas, paseaban
por allí desnudas o en ropa interior. Después de su muerte, nada menos que 14
personas declararon ser hijos del pintor y reclamaban los beneficios de su
herencia.
Cuando Austria fue anexada por Alemania, con el
beneplácito de muchos de sus habitantes, los nazis sentenciaron que las obras
de Klimt eran decadentes e inmorales y quemaron varias de ellas entre las que
se encontraban los estudios para el techo del Aula Magna de la Universidad de
Viena. Afortunadamente muchas se salvaron porque fueron escondidas o
pertenecían a colecciones privadas. Dos de ellas, El beso y La dama de oro, merecen
un comentario adicional.
Cuando en 1908 Klimt aún no había terminado de
pintar El beso la obra fue adquirida
por el Museo Belvedere. La institución pagó por ella la suma de 25.000 coronas,
en una época en que el valor de los cuadros oscilaba en 500 coronas. El tiempo
demostró que ese precio resultó ser una ganga ya que actualmente está valorado
en no menos de 150 millones de dólares. La pintura representa a Klimt de la
misma manera que El grito, está
asociado con Munch o La Noche estrellada con
Van Gogh. Con El beso, el artista
inició su estilo de la aplicación de pan de oro.
La Dama de Oro
La
dama de oro es el retrato de Adele-Bloch-Bauer, la joven
acaudalada que Klimt pintó en 1907. Adele había muerto cuando los nazis en
busca de judíos invadieron su casa y se apoderaron de todas los objetos de
valor y obras de arte. De los familiares solo dos se salvaron de las cámaras de
gas, uno de ellos era María Altmann quien por entonces tenía 22 años y era
sobrina de Adele.
La obra
no fue destruida por los nazis que olfatearon su enorme valor y fue a recalar a
una mina de sal situada en el poblado de Merkel, en Alemania junto con muchas
otras obras robadas a los países conquistados. Con la derrota de Hitler, La dama de oro fue incorporada al museo
Belvedere, donde permaneció durante 60 años, hasta que apareció un testamento
de Ferdinand, el esposo de Adele, donde figuraba que la obra pertenecía a los
Bloch-Bauer.
María
Altmann litigó durante 6 años contra el gobierno de Austria y su Ministerio de
Cultura hasta que recuperó la pintura, pero el costo sideral del seguro la
obligó a venderla en una de las subastas más mediáticas de la historia, donde La dama de oro fue comprada por la Neue
Gallery de Nueva York en 135 millones de dólares.
Hoy constituye la principal atracción de ese
museo de la Quinta Avenida para deleite de todo aquél que quiera admirar una
obra maestra de la pintura universal: el retrato de Adele Bloch-Bauer, la tía
de María Altmann.
Adele falleció de meningitis a la edad de 43
años, 7 años después de que falleciera Klimt. Ambos tuvieron la suerte de no
llegar a presenciar la terrible tragedia que después de dos décadas caería como
un manto siniestro sobre Europa.
Guillermina
Torresi. Un siglo sin Gustav Klimt, el pintor por el que ansiaban desnudarse
las mujeres. La Vanguardia 06/02/2018.
Laura Galdeano. El sensual estilo de Gustav Klimt que encolerizó a los
nazis. Libertad Digital, 02/06/2018
Luciano Sáliche. Un siglo sin Gustav Klimt: historias, romances y
una escopeta cargada. Infobae, 17,06,2018.
Graciela
Cutuli. Viena, tiempo y arte. Página 12, 31/12/2017.
La asombrosa historia detrás de un cuadro de
Klimt. Semana 02/03/2016.
Muy interesante , gracias
ResponderEliminarGracias Ricardo; cómo siempre, interesante tus publicaciones.
ResponderEliminarMagnifica la historia de Klimt y sus pinturas, Ricardo.
ResponderEliminarGracias por mandar.
Me gusta mucho está historia, como todas las que compartía con nosotros, gracias amigo!
ResponderEliminarBravo, me gustan todas tus opiniones ,comentarios e informes
ResponderEliminarMuy interesante. Modgliani y Klimt son dos de mis pintores favoritos.
ResponderEliminarSds cordiales
Claudia
Ricardo.Muchas gracias. Muy instructivo y sumamente ameno
ResponderEliminarAquilino