En
la Antigua Grecia, los habitantes eran sumamente adictos a los duelos y sentían
una particular fascinación en realizar apuestas y competencias. Ninguna
disciplina escapó a la creatividad ilimitada de los griegos y si ya existía,
ellos la mejoraron y perfeccionaron como es el caso del deporte y del teatro.
En las Olimpíadas crearon competencias y las reglamentaron como nunca antes se
había hecho. Lo mismo hicieron con el teatro, que además de inventarlo, lo
llevaron a alturas maravillosas. En ambas circunstancias los duelos eran
habituales, quién era el corredor más rápido, el luchador más fuerte o el que
lanzaba más lejos el disco o la jabalina. En el teatro se hacían concursos y
premios a las mejores obras. Sófocles y Aristófanes ganaron y perdieron enfrentándose
mutuamente.
En el arte pictórico, figura un
episodio de competición que se sumerge entre la anécdota y la leyenda y lo
conocemos a través del historiador y naturalista Plinio el Viejo, aquel que
murió durante la erupción del Vesubio cuando trató de socorrer a unos amigos.
Los detalles sobre su muerte, así como el relato de aquella catástrofe natural
nos llegan a través de su sobrino conocido como Plinio el Joven. Su tío en su Tratado sobre la pintura y el color, que
figura en el Libro XXXV, habla del duelo entre dos famosos pintores que
vivieron en el siglo V a.C. Se trata de Zeuxis y de Parracio y antes de entrar
en el tema del duelo conviene hacer una breve referencia sobre ambos.
En Heraclea de Lucania situada en la
extremidad sur de la bota de Italia, por entonces perteneciente a la Magna
Grecia, nació Zeuxis. Existen referencias de la época que lo consideraban como
uno de los más grandes del arte pictórico. Plinio el Viejo lo posicionó entre
los pintores de primer rango porque tenía la habilidad, mediante el empleo de los
colores y las sombras, de dar a sus figuras volumen y relieve de tal manera que
parecían sobresalir del lienzo. Actualmente, este género o escuela se denomina
hiperrealismo que se asemeja a la fotografía y es un movimiento surgido en los Estados
Unidos a mediados del siglo pasado, pero parece que los griegos ya lo habían
inventado como con tantas otras cosas.
Zeuxis era consciente de que era un
genio y por el relato de Plinio se desprende que se había rodeado de un halo de
excentricidad y de lujo. Solía pasearse luciendo una vestimenta teñida de
púrpura, una corona de oro, un bastón con empuñadura de oro y en sus sandalias
cintas del mismo metal. Regalaba sus pinturas, porque sostenía que eran tan
valiosas que nadie podría comprarlas.
El otro personaje que entra en
escena, porque para que exista un duelo se necesitan dos como en el tango, era
Parracio quien vivió en Atenas la mayor parte de su vida. Él era también un
excelente pintor y pertenecía al género hiperrealista.
Fueron precisamente Zeuxis y su
contemporáneo Parracio, ambos activos en el último cuarto del siglo V y
primeros años del siguiente, quienes vieron con claridad las posibilidades del
sombreado. En sus manos, la pintura iba a convertirse en una técnica totalmente
nueva, en la que verdad e imitación se fundían de forma mágica y maravillosa.
Por lo tanto, era inevitable que el público y el mundo artístico de la época
hicieran comparaciones respecto de la superioridad de uno sobre el otro, sin
que se pudiera establecer cuál era el mejor. Se imponía por lo tanto un duelo
entre ambos, episodio que es relatado por Plinio el Viejo y también por Cicerón
en una de sus obras menores sobre retórica. En líneas generales, ambos
coinciden en los detalles de aquel acontecimiento donde acudieron numerosos
artistas y personalidades destacadas de la ciudad.
Las dos obras fueron expuestas en un
gran espacio al aire libre, probablemente el ágora. Se hallaban cubiertas con
sendos lienzos y ambos autores se habían situado como guardias al lado de cada
una. El juez se dirigió primero a Zeuxis y podemos imaginar el siguiente
diálogo:
─¿Qué vas a presentarnos Zeuxis?
─Honorable juez, distinguidos presentes, he
pintado una naturaleza muerta sobre una fuente, he puesto en la tela todo el
saber de mí oficio y le he dado tal realismo que dudo que mi contrincante pueda
superar mi obra.
─Guarda tu comentario Zeuxis, eso lo
decidiremos nosotros, quita el lienzo para que veamos tu pintura.
Así lo hizo Zeuxis y los presentes
lanzaron exclamaciones de admiración al ver la fuente que contenía varias
frutas coronadas por un racimo de uvas, tan perfectas y apetecibles que surgieron
dos aves que se lanzaron a picotearlas.
─Zeuxis es el ganador─ exclamaron
algunos─ el realismo es tal que estos pájaros tomaron las uvas por verdaderas.
El duelo parecía perdido para el
pobre Parrasio, pero el juez consideró imprescindible que se viera su obra.
─Parracio, descubrid el
lienzo─ordenó el juez.
─Eso es imposible─respondió
Parracio─el lienzo no se puede quitar.
─Si no lo haces me veo obligado a
darle el premio a Zeuxis que será reconocido como el mejor pintor de Grecia y
de nuestro tiempo.
Parracio permaneció inmóvil al lado
de su obra y fue entonces que Zeuxis se adelantó hacia la pintura y al tratar
de remover el lienzo se dio cuenta que la pintura era esa. Había estado
expuesta todo el tiempo sin que nadie se percatara que el lienzo era la pintura.
Sin esperar la decisión del juez, el propio Zeuxis manifestó
─Yo engañé a
los pájaros, pero tú, Parrasio, me has engañado a mí que soy pintor. Por tanto,
admito que eres mejor artista que yo y a ti te corresponde el premio.
Jesús María
del Rincón. La leyenda de Xeusis y Parrasio. Galenus 35, volumen 35, año 5,
número 7.
Xeusis
de Heraclea. BuscaBiografías. https://www.buscabiografias.com/biografia/verDetalle/3185/Zeuxis%20de%20Heraclea,
bajado el 31/08/2019
Carissimo " AMIGAZO", muchas gracias por este relato que me llega moltissimo per la Italia , e per gli artisti,
ResponderEliminaré molto BELLO!!!BRAVO COME SEMPRE!!!! Anche per la Signora!!!!
ABBRACCIONES!!!
Magnífica y magníficamente bien relatada la historia de ese duelo, Ricardo. Te felicito.
ResponderEliminarbuenísimo relato!
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