Es indudable que en el caso de las ciencias
médicas, toda investigación realizada a nivel experimental o clínico, necesita
ser difundida con el objeto de informar el nuevo avance o hallazgo, para
conocimiento de los demás investigadores y de los profesionales médicos.
Este artículo tiene por objeto analizar algunos
aspectos negativos de las publicaciones científicas, que consisten en
información agobiante, de escasa o nula utilidad, tendenciosa y en muchos casos
respondiendo a los intereses de la industria farmacéutica.
La desbordante producción
científica
Las primeras revistas científicas surgieron en el
siglo XVII y fueron solo 2, una francesa el Journal
des Savants y una inglesa la Philosophical Transactions of the
Royal Society. Con el transcurso de las décadas, el número fue
aumentando y últimamente alcanzó un ritmo de 3,5 nuevas publicaciones por año.
En la actualidad existen más de 25.000 revistas
científicas, de las cuales alrededor de 6000 están abocadas al campo de la
medicina y ciencias biológicas, que desde 1940 aproximadamente publicaron más
de veinte millones de artículos. Si nos restringimos a la disciplina de la
cardiología, vemos que existen más de cien publicaciones sobre la especialidad
y son numerosas las que solo tratan aspectos específicos. Es así que nos
encontramos con revistas dedicadas exclusivamente a la hipertensión arterial, la
insuficiencia cardíaca, la cirugía, los estudios por imágenes, el
electrocardiograma, o el colesterol, para citar algunos ejemplos.
El médico se encuentra ante una oferta exuberante
de artículos, donde el exceso de información termina produciendo
desinformación.
Utilidad de los estudios
publicados
Es ocioso señalar, que dentro de esta enorme
producción científica hay trabajos excelentes, buenos, regulares y malos. La
validez de un estudio se mide por los siguientes parámetros:
- La calidad de la metodología
empleada.
- El aporte novedoso o la
utilidad que ofrece a la sociedad.
- El número de pacientes
incorporados en el protocolo (no es lo mismo un estudio sobre 20 pacientes
que uno que incluye a 500 o más casos).
- La independencia de los
autores respecto de la industria farmacéutica.
Este último aspecto es relevante porque las compañías
farmacéuticas patrocinan muchas investigaciones y no solo promocionan sus fármacos
sino también las enfermedades que puedan ser tratadas con sus productos. En
este aspecto siguen la lógica comercial de cualquier empresa que es crear una
demanda para satisfacer una necesidad.
Richard Smith fue, durante 13 años, director del British Medical Journal, una prestigiosa
publicación de medicina. Durante ese período, además de ser uno de los primeros
promotores de la edición electrónica de la revista, se preocupó para que
mantuviera un nivel de excelencia científica, junto con la amenidad de sus
contenidos. Su experiencia lo califica para expresar juicios sobre los manuscritos
que se publican y una de sus sentencias es lapidaria. Smith sostiene que de los
miles y miles de estudios originales que figuran en las revistas, solo el 1%
aproximadamente es a la vez válido y relevante para los profesionales médicos.
Presión para publicar
El jefe de un departamento médico, cualquiera sea la
especialidad, es evaluado por la universidad a la que pertenece, a través de
diversos parámetros que determinan su nivel de desempeño. Uno de estos
parámetros es el número de manuscritos publicados. Si el rendimiento anual fue
de 3 o 4, corre serio peligro de ser reemplazado en el cargo.
Por lo tanto, está obligado a producir el mayor número
de trabajos científicos. Esto significa que no produce estudios en forma
espontánea sino bajo presión, lo que impacta en la calidad de las publicaciones.
Se puede citar el ejemplo del doctor FV, un reconocido
cardiólogo de un prestigioso centro de Estados Unidos. FV es uno de los más
prolíficos ya que publica un promedio de 50 trabajos por año, lo que implica
dedicar 8 horas diarias todos los días hábiles para producir un estudio por
semana.
Esto es imposible porque FV debe atender funciones administrativas,
asistenciales y ateneos del servicio. Como se ha transformado en un referente
importante de la cardiología, una parte sustancial de su tiempo la agota asistiendo
a prácticamente la mayoría de los eventos sobre la especialidad que anualmente tienen
lugar en su país y en el mundo, donde es invitado y debe preparar sus
conferencias. FV logra este sorprendente rendimiento de la siguiente forma:
distribuye las distintas líneas de investigaciones entre los miembros de su
equipo, quienes a su vez hacen trabajar a los residentes.
El resultado es que se pueden contar con los dedos de
una mano las publicaciones cuya información es de aplicación útil para el
cardiólogo que las lee. Es probable que algunos de sus trabajos serían
rechazados si estuvieran firmados por un investigador poco o nada conocido,
pero como se trata de FV, el comité de evaluación de la correspondiente revista
que recibe su manuscrito, lo evalúa con ligereza y lo aprueba.
Otra forma de incrementar el número de publicaciones
es recurrir a los “refritos”, es decir que a un trabajo que ya fue publicado en
una revista, se le cambia el título, se modifica el texto y si es posible se
aumenta el número de casos y se lo envía a otra revista.
También están de moda los llamados “metaanálisis”. Se
trata de hacer una tarea de búsqueda sobre todas la publicaciones que se
realizaron sobre un determinado medicamento, sumar los resultados y definir su
eficacia, seguridad y tolerabilidad. Quienes realizan el metaanálisis no
aportan novedad alguna, se limitan exclusivamente a una actividad de pesquisa y
el resultado tiene valor cuando los estudios incluidos fueron sometidos a una
selección exigente basada en la calidad de la metodología y el número de
pacientes. Si un metanálisis incluyó estudios donde hay gran disparidad de
casos, o distintos criterios metodológicos, los resultados tendrán un valor muy
relativo.
Los antiestudios
Se me ocurre llamar así a las publicaciones que no
solo son inútiles, sino que también pueden ser perjudiciales para la sociedad.
En 1998 la prestigiosa revista inglesa The Lancet, publicó un artículo que
demuestra, la ligereza con que los revisores científicos pueden evaluar un
manuscrito incluso en revistas de ese calibre. El artículo que tenía la firma
de Andrew Wakefield, junto con una docena de autores, denunciaba la aparición
de 12 casos de niños que recibieron la triple vacuna (sarampión, paperas y
rubéola) y presentaron un trastorno intestinal indefinido asociado con cuadros
de autismo.
Si bien la publicación no establecía una relación de
causa-efecto entre la vacuna y el autismo, el periodismo metió las narices y
consideró que podía ser una “noticia bomba”. El resultado fue un descrédito por
parte de un sector de la sociedad, hacia las vacunas en general. Se trataba a
todas luces de un fenómeno casual y no causal y con el tiempo se supo que
Wakefield, ocultó lo que se llama “conflicto de intereses”, o sea que recibió
dinero de un grupo de padres para ver si existía alguna base científica que
permitiera emprender acciones legales contra el laboratorio productor de la
vacuna.
Al poco tiempo,diez de los trece actores se
retractaron de la interpretación sobre una posible relación causal entre la
vacuna y el autismo, pero a semejanza de la calumnia, una vez difundida la idea
es muy difícil borrarla de la mente de las personas. La cruzada antivacunación
se mantuvo en el tiempo y la consecuencia grave es que en los Estados Unidos aumentó
en forma alarmante la tasa de niños no vacunados. Recién cuando se produzcan numerosas
muertes por enfermedades que pudieron prevenirse con las vacunas, se logrará revertir
esta histeria colectiva.
Veracidad de los estudios
científicos
Han salido varias voces de alarma que cuestionan la
veracidad de un número importante de estudios científicos. Por ahora la balanza
entre el aporte útil y veraz de las publicaciones científicas y la producción
falsa o irrelevante, parece inclinarse a favor del primer platillo. Sin embargo
es innegable que existe demasiada investigación superflua, confusa e
inservible. También existen sospechas fundadas de que los resultados de muchos trabajos,
especialmente aquellos patrocinados por la industria farmacéutica, exageraron
las ventajas y minimizaron los efectos adversos de un determinado fármaco.
El epidemiólogo griego John P. A. Ioannidis en el
número de agosto de 2005 de la revista PLoS Medicine, fue contundente al sentenciar que la mayoría de los
hallazgos biomédicos son decididamente falsos.
Esta situación difícilmente se revierta mientras
exista un exceso de producción de artículos, producto de la vanidad de algunos
para adquirir renombre o de la presión a que son sometidos otros por la
institución a la que pertenecen o por la influencia de la omnipotente industria
farmacéutica.
Gonzalo Casino. Escepticemia. Cuaderno 34 de la
Fundación Antonio Esteve.
Savović J, Jones H, Altman D, et al. Influence of reported study design characteristics on
intervention effect estimates from randomised controlled trials: combined
analysis of meta-epidemiological studies. Health Technol Assess 2012;16:1-82.
Wakefield AJ. MMR vaccination and autism. Lancet.
1999;354:949-50.
Hola, Ricardo: Muy acertado y muy bien escrito tu análisis sobre el crecimiento del número de artículos médicos/biológicos que se publican mundialmente. El avance de la ciencia médica ha aumentado muy lentamente comparado con el rápido crecimiento de la cantidad de artículos publicados. Como afirmas, cuando se consideran las promociones académicas se da mucho valor al simple número de publicaciones. Es una medida fácil, aunque no justa, del logro académico de los profesores. Aquí se ha empezando a considerar también lo que llaman el "factor de impacto" de cada una de las revistas médicas en las que publican los profesores: este factor mide cuantas veces son citados, en la bibliografía de otros artículos, los trabajos publicados en una determinada revista.
ResponderEliminarHay problemas aún más fundamentales con las publicaciones de trabajos médicos: Siempre existe la posibilidad de "fabricación" de datos, posibilidad muy pequeña a mi parecer. Noto también que las revistas médicas más prestigiosas de EE UU promueven puntos de vistas éticamente erróneos. Dos ejemplos: (1) Se publicó un estudio en JAMA en 2003 en el cual pacientes en estado crítico (y con conflictos sobre si era justo continuar tratamientos agresivos) fueron randomizados a recibir o no un consulta del "servicio de ética". Comparando a todos los que fallecieron durante esa hospitalización, los randomizados a consulta ética vivieron casi 3 días menos que los que no recibieron tal consulta. No hubo comentario sobre esta estadística en la publicación, excepto que consideraban bueno que las consultas hayan prevenido tratamientos eventualmente ineficaces. Parece que promueven la idea que para tales pacientes es mejor morir antes que morir después. (2) En 2006 un trabajo estadístico publicado en el NEJM, comprobó que cuando en Texas la ley exigía que los padres de una muchacha embarazada menor de edad fuesen notificados que su hija quería un aborto, el número de abortos bajaron aproximadamente el 20%. El artículo no celebra, y ni siquiere menciona, que la ley le salvó la vida a una cantidad de bebés.
Disculpa lo largo del emai. Abrazos para tí y para alicia.