El flaco que vino del sur
Cuando
Néstor Kirchner asumió el poder en 2003, la Argentina no existía, concepto no vertido por mí, sino por políticos y observadores extranjeros. El país era una imagen
geográfica vacía en los mapas, estaba devastado moralmente, económicamente y
socialmente. Muchos ciudadanos parecen haberse olvidado de aquellos años, uno
de los defectos de los argentinos es su escasa memoria. Son los mismos que se
olvidaron que con la misma rabia con la que hoy golpean las caceloras, en 2001
lo hacían en las puertas de los bancos para recuperar los ahorros que Cavallo
les había confiscado.
Parecía
imposible que ese larguirucho desconocido, con un ojo desparejo que venía del
sur profundo y que encima asumía el cargo con apenas un poco más del 20% de los
votos, pudiera encarrilar a un país desquiciado. Además, excepto la corporación
militar que estaba totalmente desacreditada por sus asesinatos, la destrucción
de la economía y una aventura bélica loca y desastrosa, el resto de los grupos
de poder: Iglesia, medios, terratenientes y empresas que medraron con la
dictadura, estaban intactos.
Alfonsín
con el apoyo de la mayoría del pueblo lo había intentado. Los militares
amagaron y le cercenaron sus proyectos de juicio y condena a los genocidas,
pero no tenían cuerda para ejercer mayor daño.
Alfonsín pudo evitar el golpe
militar, pero no tuvo tela para hacer lo mismo con las fuerzas del mercado. Las
demás corporaciones se unieron y con el apoyo de Clarín, diario ante el cual su
hijo fallido Ricardito coquetea temeroso, generaron una hiperinflación brutal
que lo obligó a entregar el poder prematuramente. Ese episodio y años más tarde
el gobierno del autista, hicieron que el partido radical se desinflara como un
globo pinchado a una mínima expresión, desde la cual lucha sin éxito y sin
conductores, para no caer en la banquina de la historia.
La recuperación de la
esperanza
Esa
era la situación cuando Néstor Kirchner inició su gobierno. Sabía que lo más
inmediato era eliminar el escepticismo y recuperar la esperanza en la
población. En ese sentido, su discurso de asunción se caracterizó por frases
innovadoras que no habían sido dichas por presidentes anteriores: “Por mandato
popular, por comprensión histórica y por decisión política, ésta es la
oportunidad para la transformación, para el cambio cultural y moral que demanda
la hora. Cambio, es el nombre del futuro”, “Vengo a proponerles un sueño”,
“Sabemos a dónde vamos y sabemos a dónde no queremos ir o volver”, “No he
venido para dejar mis convicciones en la puerta de la Casa Rosada”. Si uno se
toma el trabajo de releer el discurso inaugural de Néstor Kirchner comprobará
que cumplió todas sus promesas, aspecto hasta entonces desconocido en la larga
lista de quienes se sentaron en el sillón de Rivadavia.
Muy
pronto el flamante presidente empezó a detectar quienes serían sus adversarios.
Claudio Escribano, el “bastonero” de los periodistas de La Nación se introdujo
en su despacho con ese desparpajo que caracteriza a los que siempre se
consideraron que imponían las condiciones. Portaba una carpeta de
recomendaciones sobre cómo debería ser su gestión. Según relata Néstor Kirchner,
entre las propuestas se incluía el alineamiento incondicional con los Estados
Unidos, abandonar toda revisión sobre la lucha contra la subversión y
reivindicar el desempeño de las Fuerzas Armadas en el contexto histórico que
les tocó actuar. Era volver al pasado que había hundido al país. Escribano se
retiró refunfuñando y decidido, a que a partir de ese momento, el diario de los
Mitre se opondría sistemáticamente a todas las medidas que adoptase el
gobierno.
Claudio Escribano, "bastonero"del diario La Nación
Para
gobernar con cierta holgura, Kirchner se dio cuenta que debía desprenderse del
cerrojo asfixiante del FMI y los acreedores externos, resultado de las
desastrosas políticas de los economistas neoliberales. Negoció magistralmente
basándose en el concepto de que “los muertos no pagan”. Superada esa carga
agobiante, impidió con ayuda de Chavez y Lula que el país se alineara con el
ALCA en una jugada dialéctica que dejó a Bush descolocado para regresar a la
Casa Blanca con las manos vacías.
¡Proceda Bendini!
Las
agrupaciones de los Derechos Humanos encabezadas por las madres y abuelas de
los desaparecidos, jamás fueron escuchadas por los presidentes que sucedieron a
la dictadura. Pronto se dieron cuenta que Kirchner era diferente, un individuo de
principios y dispuesto a hacer justicia. La señal más emblemática fue el
histórico gesto que pasará a la posteridad durante los siglos venideros cuando
ordenó descolgar los retratos de Videla y Bignone del salón de Colegio Militar.
A partir de entonces, los genocidas se empezaron a vestir con trajes a raya.
En
2009, la presidenta Cristina enfrentó a una oposición mayoritaria que fue
incapaz de marcar agenda, pero que además cometió la canallada de no aprobarle
el presupuesto nacional, hecho inédito en la historia del Congreso de la
Nación. Los dirigentes opositores son una doliente anemia comandada por un
grupo mediático que posee un mínimo grado de honestidad intelectual.
Principales medidas
La
presidenta Cristina profundizó la política de inclusión soberanía y bienestar que
inició su esposo y durante esta década se pueden mencionar los logros más importantes:
- clausura del negocio especulativo de las AFJP y la recuperación del sistema de seguridad social;
- la estatización de YPF y Aerolíneas, desguazadas por el menemato y que jamás debieron privatizarse.
- la modificación de la Carta Orgánica del Banco Central, poniendo las reservas al servicio de la Nación y no de intereses foráneos;
- la Asignación Universal por Hijo y la repartición de millones de computadoras a escolares;
- el formidable impulso a la industria y el descenso de la desocupación a niveles similares a los países escandinavos;
- el apoyo irrestricto al CONICET y la educación;
- la ley de matrimonio igualitario.
La
ley Audiovisual merece un capítulo aparte porque es el enfrentamiento a los
monopolios mediáticos que intentan marcar agenda con un lenguaje surgido de las
letrinas amarillistas, donde todo vale, a pesar de lo cual pretenden inyectar
en la población de que hay persecución a la libertad de prensa. En realidad,
ningún gobierno en la historia argentina fue atacado con tanta vileza como lo
hace el monopolio Clarín incluyendo mentiras grotescas e insostenibles de las
que jamás se retractan. Tiene el apoyo irrestricto de jueces corruptos y de su
socio el diario La Nación, con el que comparte la usurpación y arrebato de
Papel Prensa. ¿Será una lucha contra los molinos de viento, o será David
lanzándole un certero y mortal guijarro a la cabeza de Goliat/Magnetto?
Estuve
en el acto de ayer y me considero fogueado en experiencia sobre manifestaciones
a lo largo de décadas. Excepto la festividad del Bicentenario, nunca vi tanta
gente como en esta oportunidad, cada agrupación alegremente al ritmo de sus bombos, tan lejano
del cacofónico ruido de cacerolas histéricas sin líderes ni objetivos. Para
desazón del monopolio mediático no se produjo un solo acto de violencia.
Junto
con la muchedumbre, canté con sentimiento el himno nacional que otrora los
militares nos habían robado.
¡700.000 choripanes! ¡700.000 tetras!, ¡700.000 planes sociales! ¿Y dónde está mi combo por haber ido a la plaza, éh? Voy a pedirle a Lanata que investigue. Seguro que mi chori quedó adentro de la bóveda de Cristina. ¿Y a esto lo llaman Justicia Social?
ResponderEliminarEn la plaza se vio pasión, militancia, alegría, emoción y un sentimiento de comunidad y pertenencia. Nada de esto logró hasta la fecha ningún partido político, movimiento ni líder, fuera del Peronismo y del Frente para la Victoria.
ResponderEliminarFalta mucho, en educación, salud y transporte, sobre todo. Pero yo también creo que fue una década ganada. Y algunos logros se van perfeccionando, como incluir la perspectiva de género a la hora de pagar la AUH y las asignaciones familiares.
ResponderEliminarEstuve en la plaza y me acordé de lo que escribió Hugo Pratt en una de sus historietas: "siempre sentí pena por los que escuchan una gaita sin ser escoceses" (Corto Maltés: Las Etiópicas). El sábado en la plaza fui muy feliz, y sentí un poquito de lástima por quienes se declaran gorilas.
http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-220910-2013-05-27.html
Yo también estuve en la plaza ¡Fue una fiesta! Coincido con Anónimo en que había alegría y un sentimiento de comunidad.
ResponderEliminarTambién coincido con Mordaz y con Laura en que fue una década ganada. ¡Sin duda! Basta con pensar de dónde veníamos y cómo estábamos cuando asumió Néstor.
http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=H-oHFsbRV84
ResponderEliminarPaso a compartir el video con los comentarios de Wainfeld sobre el acto del 25. Como siempre, muy interesante su análisis.
Hay imbéciles que se toman 50 minutos tratando de denostar a los Jueces de la Corte Suprema y el Juez Fayt necesita tan solo una corta frase para responder la agresión.
ResponderEliminarEs que hay imbéciles de 50/60 años y mentes brillantes de más de 90.
También hay imbéciles que, por obediencia debida, tratan de defender a los imbéciles anteriores.
Saludos a la cornuda consciente.