GOYA EL PINTOR DE LA PAZ Y DE LA GUERRA

La mayoría de los pintores que fatigaron las tierras de España hasta bien entrado el siglo 19, centraron su temática en motivos religiosos. Zurbarán, creó una técnica fascinante con su tenebrismo al estilo de Caravaggio, pero se limitó siempre al género sacro. El resto de su talento lo volcó en naturalezas muertas. El Greco, pintor de estilo inconfundible y exquisito pincel, nos agobia con sus vírgenes y vía crucis.

En el siglo XVII surge Velázquez, desarrollando una técnica insuperable con un detallismo y acabado perfectos. Este genio español rompió con los temas religiosos, concentrándose en los humanos, pero enfocados en la nobleza y la familia real de Felipe IV.

Hubo que esperar hasta las últimas décadas del siglo XVIII en que surgió Francisco José de Goya y Lucientes, quién recreó como nadie la vida cotidiana de España. 

Un agudo observador de las costumbres populares

Muchos de sus óleos están dedicados a pasatiempos sencillos de los madrileños expresados en pinturas como La cucaña (palo enjabonado), El columpio, Hombres en zancos, El manteo del maniquí y El Entierro de la Sardina.

                     El quitasol. Museo del Prado

También retrató reuniones sociales como la pareja con ropa dominguera que, en el cuadro El Quitasol, disfruta de un día soleado. En otros cuadros hay escenas de la cosecha de la uva y del trigo, de la primavera y del invierno. Son luminosos y coloridos y la vida de los personajes pareciera deslizarse en forma pacífica y sin sobresaltos.

Cruda representación de la Iglesia

En 1780, Goya fue elegido miembro de la Academia Real de San Fernando, en Madrid, que le abrió las puertas a la alta sociedad al presentar el cuadro Cristo en la Cruz, una de las pocas excepciones en que Goya abordó aspectos religiosos. El artista no era proclive a esta temática y cuando incurría en ella lo hacía dentro de la realidad cotidiana mostrando los aspectos negativos de la Iglesia. 

                         Auto de Fe de la Inquisición. Museo de la Real Academia

Así lo expresó en el cuadro “Auto de Fe de la Inquisición”, donde en un gigantesco y sombrío salón se encuentran engrillados y con resignado aspecto, tres sujetos acusados de actuar contra la Iglesia. Lucen sobre sus cabezas el oprobioso bonete de herejes mientras enfrentan al tribunal formado por laicos y religiosos. El otro cuadro titulado Procesión de flagelantes, donde entre crucifijos e incienso, encapuchados de órdenes religiosas azotan a varios fanáticos, costumbre aún vigente en algunas zonas de España.

En 1785, ingresó en la corte de Carlos III, donde retrató a la familia real. A partir de entonces, ser pintado por Goya representó un símbolo de estatus en la alta sociedad madrileña. Abundaron los pedidos para posar ante su caballete y el dinero ingresó a raudales. 

Enfermedad y locura

Su pintura permaneció sin mayores alteraciones, hasta que, a la edad de 46 años, en 1793, una grave dolencia seguida más tarde por las crueldades de la invasión napoleónica, alteró su estado de ánimo y su técnica.

Los registros médicos de la época dificultan un diagnóstico preciso, pero sabemos que el pintor sufrió una parálisis temporaria de sus manos que le impidió pintar. Se le instaló una sordera definitiva y, durante esos meses borrascosos, Goya entró en un estado de profunda depresión, acompañado de episodios de alucinaciones, delirios y cuadros maníacos.

Resurgimiento

Amigos y vecinos pronosticaban su pronta muerte, su estado era calamitoso: estaba macilento y con una palidez marcada que le daba aspecto cadavérico. Sin embargo, mostró una fortaleza que asombró a todos e incluso a él mismo. Cuando retomó el pincel era otro Goya: el artista que iba a sorprender al mundo. En su mente se abrió una ventana que mostró un paisaje opuesto a las pacíficas escenas de otrora. Surgieron personajes siniestros y escenas terribles que se acentuaron cuando fue testigo del brutal comportamiento de las fuerzas invasoras de Napoleón.

                                Desastres de la guerra

 

Entre los primeros cuadros de su convalecencia se destacan dos pinturas del asilo de locos de Zaragoza. En forma descarnada, Goya mostró la situación infame a la que estaban condenados esos desgraciados: habitaciones gigantesca, con ventanas pequeñas a una altura inalcanzable para los internados. Por ellas se colaba un haz de escasa luz mostrando seres desnudos luchando entre sí o tirados en el piso absortos en mundos delirantes.

                               Asilo de locos

Seguidamente, apareció la serie de Los caprichos, ochenta grabados en blanco y negro, en los que Goya satirizó aspectos de las costumbres de su pueblo, sin excluir a la nobleza y al clero. Los rostros de los personajes son grotescos, ya que deformó exageradamente las fisonomías y los cuerpos para destacar mejor los vicios y las torpezas humanas hasta adquirir aspectos bestiales.

Paralelamente, siguió pintando con su estilo clásico para la nobleza y la corte. Goya fue implacable con los personajes reales. Su pintura La familia real da cuenta de una monarquía en absoluta decadencia. La reina María Luisa es retratada con gesto dominante y casi obsceno. A su lado, el rey Carlos IV es un personaje débil y mediocre que pronto sería juguete de Napoleón.

 

                            La Familia Real (detalle). Museo del Prado

En contraste con este cuadro, se hace imprescindible mencionar la famosa dupla de La Maja Vestida y la Maja Desnuda, que muestra a la duquesa de Alba –a la sazón amante de Goya– recostada en un diván, sensual y hermosa.

Goya y la guerra

La invasión de las tropas de Napoleón encontró a una España mal preparada y sin conductores militares. Fue el pueblo el que, con sus instrumentos de labranza, dagas y cualquier objeto filoso, derrotó a la Grande Armée mediante la guerra de guerrillas. Goya expresó las atrocidades de los enfrentamientos en la serie en blanco y negro llamada Los Desastres de la Guerra. Además, hizo dos pinturas gigantescas en colores que impactan vivamente al observador que se enfrenta ante ellas en el Museo Del Prado: La carga de los Mamelucos y los Fusilamientos del 3 de Mayo.

                Fusilamientos del 3 de Mayo. Museo del Prado

Entre 1819 y 1823, pintó sobre la pared de su casa, llamada “La quinta del sordo”, 14 pinturas al óleo, donde predominaba el color negro que se las conoció como la pintura negra de Goya. La mayoría de los temas eran de temática sombría y componentes tanatológicos, donde los más siniestros son El Aquelarre y Saturno devorando a sus hijos.

Goya falleció a la edad de 82 años. Los académicos siguen discutiendo si el vuelco sufrido por su creatividad artística fue producto de aquella enfermedad. Es probable que así sea. De cualquier manera, la obra previa a su dolencia lo hubiera convertido en un artista relevante dentro de la pintura española, pero después de su enfermedad surgió otro Goya, el que ingresó al podio de los grandes del arte universal.

Bibliografía

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• Chabrun JF. Goya. The World of Art Library. Artists. Thames & Hudson, Londres, 1965.
• Fernández-Doctor A, Seva A. “A discovery throwing light on the illness of F. de Goya y Lucientes”. History of Psychiatry 1994;97-102.
• Frosch WA. “A discovery throwing light on the illness of F. de Goya y Lucientes